La geopolítica describe la influencia que la geografía y la historia ejercen sobre la política, permitiendo disponer de una visión alternativa para la determinación de las causas que favorecieron algunos de los conflictos establecidos entre distintos países; aunque resulta aventurado sostener la existencia de leyes generales de la geopolítica a las cuales los pueblos deberían adaptarse. Juan Beneyto escribió: “La acción de las grandes potencias sobre las pequeñas y la valoración de los puntos de apoyo obtenidos de éstas para servicio de aquéllas obliga a repensar la Geopolítica, pues los problemas derivados de la acción de todos los mecanismos de dominación a escala global replantean los temas de la situación geográfica y del lugar de ésta en la historia”.
“La relación del hombre con los demás hombres y con las agrupaciones resultantes de tal vínculo se encuentra calificada por la situación geográfica. La isla nos ofrece un cuadro de aislamiento eficaz en la historia, pero una isla grande presentará matices más acentuados en la litoralidad. Se conoce el fenómeno de la mayor densidad demográfica de las zonas costeras y las peculiaridades de su protagonismo histórico de cara a las zonas interiores. La tierra constituye el apoyo del hombre, pero también proyecta sobre él su propia alma” (De “Historia Geopolítica Universal”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1972).
En cuanto a sus orígenes y contenidos, Walter Theimer escribió: “Mezcla de geografía, historia y política, podría decirse que la geopolítica era un intento de utilizar la geografía en política. Su origen se remonta a la Geografía Política de Ratzel (1897), y la expresión geopolítica fue acuñada por el suizo Kjellén (1864-1922), discípulo de Ratzel”. “De acuerdo con la geopolítica, es el Estado un organismo supraindividual; como todos los organismos, los Estados se hallan empeñados en una lucha constante por la existencia. La tierra, por su configuración natural, está dividida en cierto número de «espacios», que son escenarios de la lucha entre Estados. Esto condiciona una política encadenada al espacio e independiente de los factores humanos, con leyes determinadas a las que se someten todos los pueblos que actúan en cierta región, y a medida que hacen su aparición en la historia”.
“La intención de la geopolítica, a partir de un estudio del espacio y de la historia, era la de impartir sugerencias sobre la utilización de las leyes espaciales en la política exterior. A causa de la eterna actitud de lucha de los pueblos entre sí, se da por descontado que la política exterior debe primar sobre la interna. Las ideologías políticas y los sistemas constitucionales ayudan a perseguir en forma más eficaz los intereses nacionales, dentro de las condiciones geográficas dadas” (Del “Diccionario de Política Mundial”-Miguel A. Collia Editor-Buenos Aires 1958).
De la misma forma en que el marxismo ve en la lucha de clases una “ley natural” que regiría a las sociedades humanas, el nazismo la observa en la lucha por el territorio; tema central de algunos textos de geopolítica. Ludwig von Mises escribió: “El punto esencial en los planes del partido Obrero Nacional-Socialista Alemán es la conquista de «Lebensraum» [Espacio vital] para los alemanes, es decir, un territorio lo bastante extenso y rico en recursos naturales para que puedan vivir bastándose económicamente y en un nivel no más bajo que el de ninguna otra nación. Es obvio que este programa, que desafía y amenaza a todas las demás naciones, no puede ser realizado sino mediante el establecimiento de una hegemonía mundial alemana” (De “Omnipotencia gubernamental”-Editorial Hermes-México 1943).
En la búsqueda de una ciencia con alcances similares a la geopolítica tradicional, incluso de mayor generalidad, diversos autores sostienen que es necesario adoptar, como variables relevantes, otros aspectos asociados al comportamiento del hombre. Así, en ocasiones se habla de la mentalidad generalizada de una sociedad, materializada en la existencia de un conjunto de ideas dominantes. Luego, será posible caracterizarla detectando, mediante encuestas, en qué consisten tales ideas. Sin embargo, las motivaciones que generan las distintas acciones humanas no dependen sólo de las ideas dominantes, sino también de las emociones dominantes. De ahí la interesante posibilidad de describir las tendencias políticas de los pueblos bajo una “geopolítica de las emociones”.
Si bien las actitudes generalizadas de los pueblos pueden comprenderse a través de las ideologías dominantes, ya sea que estén expresadas en forma explícita, o bien tácitamente, es posible sostener que cada ideología admite también un fundamento emocional. Luego, toda ideología promoverá respuestas emocionales típicas que, para bien o para mal, influirán sobre las demás personas. Dominique Moïsi escribió:
“Hoy en día la búsqueda de identidad por parte de personas que no están seguras de quiénes son, de su lugar en el mundo y de sus perspectivas de un futuro con sentido, ha reemplazado las ideologías como el motor de la historia. Esto ha llevado a que las emociones tengan hoy, más que nunca, importancia en un mundo en el que los medios de comunicación desempeñan el papel de caja acústica y lupa”. “En este libro he decidido concentrarme en tres emociones primordiales: el miedo, la esperanza y la humillación. ¿Por qué precisamente estas tres? ¿Por qué no la ira, el odio, el resentimiento, la venganza, el amor, el honor, la solidaridad…? La razón por la cual he elegido estas tres emociones es que ellas están estrechamente ligadas a la noción de «confianza», que es el factor determinante de la forma en que las naciones y los pueblos encaran los retos con que se topan y se relacionan entre sí”.
“El miedo es la ausencia de confianza. Si tu vida está dominada por el miedo, vives preocupado por el presente y esperas que el futuro se vuelva incluso más amenazante. La esperanza, por el contrario, es una expresión de confianza; está basada en la convicción de que el día de hoy es mejor que el de ayer, y que mañana será mejor que hoy. Y la humillación es la confianza herida de aquellos que han perdido la esperanza en el mañana; tu falta de esperanza es culpa de aquellos que te han lastimado en el pasado. Cuando el contraste entre tu pasado y tu presente frustrante es demasiado agudo, la humillación prevalece”.
“Si se quisieran resumir estas tres emociones a través de tres fórmulas, se podrá decir que la esperanza es «Quiero lograrlo, puedo lograrlo, lo voy a lograr»; la humillación es «Jamás podré lograrlo», y puede llevar a «Ya que no me puedo unir a ti, intentaré entonces destruirte»; y el miedo, «Dios santo, el mundo se ha convertido en un lugar peligroso. ¿Qué me protegerá de él?»” (De “La geopolítica de las emociones”-Grupo Editorial Norma-Bogotá 2009).
Considerando a la etología humana comparada como la ciencia de los comportamientos, costumbres y mentalidades de los distintos grupos humanos, puede considerarse a la geopolítica como un desarrollo de aquélla. Alain Peyrefitte escribió: “La sociedad de suspicacia es una sociedad transida de frío, ganador-perdedor: una sociedad en que la vida común es un juego de suma cero, incluso de suma negativa («si tu ganas, yo pierdo»); sociedad proclive a la lucha de clases, al malvivir nacional e internacional, a la envidia social, al encierro, a la agresividad de la vigilancia recíproca. La sociedad de confianza es una sociedad en expansión, ganador-ganador («si tu ganas, yo gano»); sociedad de solidaridad, de proyecto común, de apertura, de intercambio y comunicación” (De “La sociedad de la confianza”-Editorial Andrés Bello-Santiago de Chile 1996).
Es oportuno mencionar los países o los pueblos que ejemplifican cada una de las emociones básicas mencionadas. Para Dominique Moïsi, la esperanza puede asociarse a los países en crecimiento, como pueden ser China e India, constituidos por millones de personas que están dejando atrás la pobreza para acceder a la clase media. Al respecto escribió: “Hoy en día, la esperanza se refiere al avance económico y social, y su sede se halla en Oriente. Más aún, para un número significativo de asiáticos, lo que importa no es sólo que buscan estar a la altura de Occidente, sino además que confían en que pueden y podrán hacerlo. Si la fe es una «esperanza en lo invisible», el mundo asiático claramente avanza a paso seguro más allá de la fe, cifrando sus esperanzas en un progreso material que puede ver, sentir, escuchar, saborear y experimentar en un mundo que cambia a toda velocidad”.
En cuanto a la cultura de la humillación, se la asocia a los países árabes-musulmanes, que han adoptado una postura antagónica hacia Occidente tratando de ocultar su propia debilidad. Al respecto escribió: “La cultura de la humillación árabe-islámica tiene algunas otras implicaciones importantes más allá del papel que desempeña como patrocinadora del terrorismo”. “Según Samir Kassir [periodista libanés] el peor aspecto de esta desgracia es la negativa de los árabes mismos de salir de ella. Añade que, en su opinión, el atractivo del islamismo yihadista radica en el hecho de que se trata de «la única ideología que parece ofrecer un alivio del estatus de víctima que los árabes proclaman con furor»”. “La cultura de la muerte, según Kassir, es parte de esta profunda desgracia. Si no es posible obtener una victoria, «desangrar a otros se convierte en algún tipo de consuelo». Esta lógica de venganza ha alcanzado una nueva cima durante la última década: «La muerte se ha convertido en el medio indispensable para alcanzar cierto fin, o incluso en el fin mismo»”.
Una postura derrotista similar es la que predomina en algunos países latinoamericanos y por la cual se culpa de todos sus males al imperialismo yankee que trata de dominarlos mediante toda suerte de “artefactos diabólicos” conocidos como Ford, Chevrolet, Microsoft, Intel, etc. De ahí que se acepte que los pueblos “dominados” no deben cambiar en lo más mínimo ya que es el “culpable” el que debe cambiar; y si lo hace por una catástrofe, tanto mejor. Para colmo, los políticos con mayores posibilidades de ser elegidos para gobernar serán aquellos que mejor sepan orientar y promover el odio hacia el imperio, y simultáneamente, hacia los sectores opositores que, supuestamente, favorecen al “enemigo”.
La cultura del miedo, por otra parte, prevalece en Japón tanto como en los países occidentales debido a las recientes crisis económicas y el subsiguiente estancamiento. Dominique Moïsi escribió: “La crisis de identidad que enfrenta el mundo occidental puede ser resumida a través del concepto de «miedo». Pero una misma palabra define realidades diferentes. El miedo que domina hoy en día a EEUU es bastante diferente del que se experimenta en Europa. Y sin embargo, no es una simplificación sostener que es el miedo lo que une las dos ramas de Occidente, la estadounidense y la europea. Y es justamente el factor del miedo el que nos puede separar mañana si los EEUU, bajo el liderazgo de un presidente joven, rechaza su cultura del miedo a fin de recuperar su cultura tradicional de esperanza, mientras Europa, tras el tercer voto contra Europa por parte del pueblo irlandés, y frente a la posibilidad de un «no» francés y holandés, sigue hundiéndose a trompicones en una pérdida de confianza aún más profunda”.
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