Luego del derrumbe del socialismo, una parte significativa de la izquierda política encontró en el redistribucionismo una variante que habría de satisfacer algunas de las demandas que antes otorgaba aquel sistema. Así, mientras el socialismo alentaba las esperanzas de una futura expropiación de los medios de producción, o incluso de otros tipos de propiedad privada, con el redistribucionismo se espera que el Estado confisque las ganancias de las empresas para asignarlas a quienes menos tienen. De esa forma, el peligro de confiscación recaerá sólo en los empresarios, por lo cual la adhesión puede resultar todavía mayor.
Debido a los inconvenientes inmediatos que esta tendencia provoca en la economía, resulta ser una “solución” desestimada por otros sectores, mientras que los marxistas se interesan más por el perjuicio que originará a los ricos que por los beneficios que recibirán los pobres. Ludwig von Mises escribió: “No vale la pena hablar demasiado del resentimiento y de la envidiosa malevolencia. Está uno resentido cuando odia tanto que no le preocupa soportar daño personal grave con tal de que otro sufra también. Gran número de los enemigos del capitalismo saben perfectamente que su personal situación se perjudicaría bajo cualquier otro orden económico. Propugnan, sin embargo, la reforma, es decir, el socialismo, con pleno conocimiento de lo anterior, por suponer que los ricos, a quienes envidian, también, por su parte, padecerán. ¡Cuántas veces oímos decir que la penuria socialista resultará fácilmente soportable ya que, bajo tal sistema, todos sabrán que nadie disfruta de mayor bienestar!”.
Además, el socialismo implica la esperanza de quienes necesitan apoyarse en la creencia en un futuro venturoso. El citado autor agrega: “El socialismo, para nuestros contemporáneos, constituye divino elixir frente a la adversidad; algo de lo que le pasaba al devoto cristiano de otrora, que soportaba mejor las penas terrenales confiando en un feliz mundo ulterior, donde los últimos serían los primeros. La promesa socialista tiene, sin embargo, muy diferentes consecuencias, pues la cristiana inducía a las gentes a llevar una conducta virtuosa, confiando siempre en una vida eterna y una celestial recompensa. El partido, en cambio, exige a sus seguidores disciplina política absoluta, para acabar pagándoles con esperanzas fallidas e inalcanzables promesas”.
También la imposición del socialismo tuvo cierta semejanza con la colonización española de América, ya que, bajo la excusa de evangelizar a los nativos, se cometieron saqueos generalizados y una intensiva explotación laboral a los habitantes del Nuevo Mundo. La imposición del socialismo, mediante las armas y las guerras civiles, produjo también saqueos masivos y explotación generalizada de amplios sectores de las poblaciones. Sin embargo, existe una diferencia notable, ya que la conquista de América ocurrió hace más de cinco siglos mientras que la imposición socialista existe todavía en algunos pocos países.
En las sociedades actuales, si fuese por la intención de la mayoría, se le otorgarían al empresario sólo obligaciones, tal como la de mantener al resto de la población quedándose para sí con una pequeña ganancia. Tales obligaciones están vinculadas a los deberes que el Estado contrae con el resto de la sociedad, que sólo tiene derechos. Los deberes del Estado son transferidos sin mucho cambio al sector empresarial. Se habla siempre en nombre de la igualdad, sin embargo, se supone que unos sólo tienen derechos y otros sólo obligaciones.
En cuanto a la redistribución de las utilidades empresariales, confiscadas mediante impuestos, en cuanto se excede el nivel razonable de la prestación de ayuda a los sectores más vulnerables, se tiende a reproducir los típicos errores socialistas:
a) Al quitarle incentivos para trabajar y producir, empresarios y empleados tienden a limitar sus actividades
b) Al elevarse el monto de los impuestos, las inversiones productivas tienden a decrecer debido a la menor disponibilidad de recursos
c) Cuando la ayuda social se generaliza, se tiende a igualar los salarios del obrero con lo que recibe mensualmente quien no trabaja. Se incentiva así la vagancia
Cuando se reducen las posibilidades de inversión productiva; se impide la creación de puestos de trabajo para quienes son mantenidos por empresarios y trabajadores, a través del Estado, sin que se produzca la esperada contraprestación laboral. De ahí la gran divergencia de opiniones entre liberales y redistribucionistas. Podemos sintetizar ambas posturas de la siguiente forma:
1) Liberales: sostienen que los bajos impuestos permiten aumentar las inversiones productivas; tales inversiones permiten ofrecer puestos de trabajo genuino, ya que se busca la elevación del nivel de vida de toda la sociedad.
2) Redistribucionistas: sostienen que los altos impuestos permiten al Estado distribuir dinero masivamente para mejorar la situación de los sectores necesitados, y de aquellos no tan necesitados. (Aunque sin reconocerlo, buscan la obtención de votos para las futuras elecciones).
La postura liberal, sin embargo, es descalificada, mientras que el redistribucionismo es alabado. Ludwig von Mises escribió: “En cuanto el liberal se pronuncia contra ciertas demagógicas medidas, por razón de las demagógicas consecuencias sociales que sabe las mismas han de provocar, inmediatamente acúsasele de enemigo del pueblo, mientras elogios y alabanzas sin cuento son derramadas sobre falsos profetas que, incapaces de ver los inevitables perjuicios subsiguientes, propician lo que, al pronto, parece mejor”. “La política antiliberal es una política de consumo de capital. Amplía la provisión presente a costa de la futura”. “Hablar, en tal caso, de dureza de corazón frente a filantropía resulta, a no dudar, deshonesto y mendaz. Y esto no es tan sólo aplicable a nuestros presentes políticos y periodistas antiliberales, pues la cosa ya viene de antiguo; la mayor parte de los autores partidarios de la prusiana «Sozialpolitik» recurrió a iguales tretas” (De “El liberalismo”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1994).
Debe advertirse que el libro citado apareció inicialmente en 1927 en idioma alemán. Sin embargo, como las posturas políticas provienen de los distintos tipos de personalidad existentes en las diversas sociedades, las discusiones se repiten hasta que un país entra definitivamente en la etapa del desarrollo y se comienza a tener en cuenta los efectos reales de las decisiones humanas.
En cuanto a la filosofía confiscatoria, Ludwig von Mises escribió: “Supone el dirigista que las medidas atentatorias contra el derecho de propiedad para nada influyen sobre el volumen total de la producción. De ahí que tan cándidamente se lance a todo género de actividades expoliatorias. La producción, para él, es una suma dada, sin relación alguna con el orden social existente. Piensa que no es tanto la producción, sino la «equitativa» distribución de la misma entre los distintos miembros de la comunidad, lo que fundamentalmente debe de preocupar al Estado. Intervencionistas y socialistas pretenden que los bienes económicos son engendrados por peculiar proceso social. Llegado éste a su término y recolectado sus frutos, pónese en marcha un segundo proceso que distribuye entre los miembros de la comunidad los bienes acumulados. Rasgo característico del capitalismo es –dicen- el que las respectivas cuotas asignadas, en dicho reparto, a cada individuo sean desiguales. Hay quienes –empresarios, capitalistas, terratenientes- se apropian más de lo debido. El resto de las gentes, consecuentemente, ve su participación injustamente cercenada. El poder público está obligado, ejerciendo innegable derecho, a expropiar ese exceso retirado por los privilegiados para redistribuirlo entre los restantes ciudadanos”.
“Pero esta supuesta dualidad de procesos –uno de producción y otro de distribución- en la economía de mercado no se da. El mecanismo es único. Los bienes no son primero producidos y luego distribuidos. Ficticia a todas luces resulta aquella imaginada apropiación de unas riquezas sin dueño. Todos los bienes, desde un principio, son siempre propiedad de alguien. Si se quiere redistribuirlos es obligado proceder previamente a su confiscación. El aparato estatal de compulsión y coerción puede, desde luego, lanzarse a todo género de expoliaciones y expropiaciones. Pero ello no prueba que un duradero y fecundo sistema de colaboración social pueda, sobre tal base, estructurarse”.
“Cuando los piratas vikingos, después de asolar una comunidad de autárquicos campesinos, reembarcaban en sus naves, las víctimas supervivientes reanudaban el trabajo, cultivaban la tierra y procedían a la reconstrucción de lo damnificado. Si los corsarios al cabo de unos años volvían, encontraban nuevas riquezas que expoliar. La organización capitalista, sin embargo, no resiste reiteradas depredaciones. La acumulación de capital y la inversión productiva presuponen que tales ataques no se prodigarán. En ausencia de tal esperanza, las gentes prefieren consumir su capital a reservarlo para quienes han de expropiarlo. De ahí la íntima contradicción de aquellos planes que aspiran a combinar la propiedad privada con la reiterada expoliación de la riqueza individual” (De “La acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).
Cuando los gastos del Estado son excesivos, ha de recurrirse a la impresión de billetes a un ritmo mayor al aumento de la producción, acentuándose el proceso inflacionario. Como la inflación afecta prioritariamente a los sectores de menores recursos, la redistribución excesiva termina siendo una redistribución inversa, ya que el impuesto inflacionario puede considerarse como un proceso por el cual se favorece a los ricos a costa de los más pobres. Esta parece haber sido la secuencia adoptada por el kirchnerismo; que puede resumirse de la siguiente manera:
a) Se trata de ganar elecciones a toda costa
b) Se redistribuyen los montos derivados de impuestos cada vez más altos
c) Se comienzan a realizar expropiaciones de empresas
d) Disminuye la inversión productiva
e) Salen los capitales del circuito productivo (a veces fuera del país)
f) Se imprime papel moneda en exceso
g) Comienza a acentuarse el proceso inflacionario
h) Se mantiene alto el nivel de pobreza
i) Seguimos a paso firme por el camino del subdesarrollo.
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