miércoles, 10 de enero de 2024

Resentimiento

La persona que odia, o que todavía tiene capacidad para odiar, tratará de autoprotegerse de ese autocastigo descalificando o despreciando a las personas odiadas. También podrá buscar alguna forma de venganza ante el mal recibido, mientras tanto seguirán en su mente persistiendo los hechos que motivaron su actitud adversa, lo que puede denominarse como "resentimiento".

El resentimiento se asocia a la imposibilidad de venganza o de superación del odio, y, por supuesto, a la imposibilidad del perdón o del abandono de la actitud que mantiene vigente la capacidad de odiar, en lugar de dedicar mente y pensamientos hacia los aspectos positivos que nos ofrece la vida. Emilio Mira y López escribió: “Max Scheler ha sido quien con mayor clarividencia ha analizado este complejo y deletéreo estado anímico, en el que muchas personas se resecan y carcomen, en una tortura peor que la más infernal de las imaginadas venganzas. Pone de manifiesto ese gran pensador que se requieren tres condiciones para que el odio engendre el resentimiento:

1- Que se haya alimentado una probabilidad de triunfo sobre lo odiado.
2- Que ésta se haya perdido por falta de coraje.
3- Que el sujeto, que siente una sed sin esperanza de venganza, perciba su inferioridad y no se conforme con ella, odiándose tanto o más de lo que primitivamente se odió.

En tales condiciones nada puede, ya, hacerse para devolverle la paz «desde fuera», puesto que su rabia crece y se magnifica por autoinducción. Cualquier gesto de generosidad, conciliación o complacencia sólo sirve para empeorar el resentimiento; la única salvación sería borrar el pasado u olvidarse de sí mismo, mas una y otra condiciones son prácticamente imposibles de logro y por ello la persona resentida se comporta, al parecer, masoquísticamente, aumentado sin cesar los motivos de su sufrimiento, cual si quisiera expiar su cobardía o su ineptitud para lograr la reparación de su vulnerable «yo»” (De “Cuatro gigantes del alma”-Librería El Ateneo Editorial-Buenos Aires 1957).

Max Scheler escribió: “La persona resentida siente como mágica la atracción hacia fenómenos como la alegría de la vida, el lustre, el poder, la dicha, la riqueza, la fuerza; no puede pasar junto a ellos sin contemplarlos («quiera» o no). Pero al mismo tiempo le atormenta en secreto el deseo de poseerlos, deseo que ella sabe es «vano»; y esto determina a su vez una deliberada voluntad de apartar la mirada de ellos, un huraño afán de prescindir de ellos, de desviar la atención de eso que atormenta su alma, afán bien comprensible por la teleología de la conciencia”.

“El progreso de este movimiento interior conduce, en primer término, a una característica falsificación de la verdadera imagen del mundo. El mundo de la persona resentida recibe una estructura muy determinada en su relieve de los valores vitales, cualesquiera que sean los objetos que aquella persona tome en cuenta. A medida que esta desviación vence sobre la atracción de valores positivos, la persona se hunde (con omisión de los valores intermedios y de tránsito) en los males opuestos a aquéllos, males que ocupan un espacio cada vez mayor en la esfera de su atención valorativa”.

“Hay en esa persona algo que quisiera injuriar, rebajar, empequeñecer, y que hace presa, valga la palabra, sobre toda cosa en que puede desfogarse. De este modo, «calumnia» involuntariamente la existencia y el mundo, para justificar la última constitución de su vida valorativa” (De “El resentimiento en la moral”-Espasa-Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1938).

Por lo general, las masas tienden a culpar a un imperialismo extranjero por todos sus males ante la intensa proclama de algún líder populista. No se conforman con odiar a una persona, o unas pocas, sino a toda una nación. De ahí que cada éxito logrado por algún habitante del “imperio” sea un motivo más de infelicidad y de autocastigo. Cuando alguien intenta evitar que un individuo malogre su vida de esa forma, tratará de hacerle ver que en realidad el imperialismo no es tan malo como se piensa, o bien que no es tan culpable de nuestros males como se cree. Luego, el resentido ha de considerar a quien trata de sacarlo de su deplorable estado como un “traidor” a favor del imperialismo extranjero, por lo cual ya no tendrá efecto la ayuda mencionada.

El resentimiento es una actitud que implica tanto un aspecto emocional como cognitivo. Rafael Echeverría escribió: “Cuando los seres humanos luchamos contra lo que no podemos cambiar, cuando demostramos incapacidad para aceptar lo que hemos llamado las facticidades de la vida, generamos un espacio dentro del cual es fácil que se desarrolle el resentimiento. No estamos diciendo que el resentimiento sólo sea una resistencia a las facticidades de la vida. Para crear resentimiento se necesita más que el rechazo a lo que no se puede cambiar”.

“¿Qué es el resentimiento? Este estado de ánimo puede ser reconstruido en términos de una conversación subyacente en la cual interpretamos que hemos sido víctimas de una acción injusta. Una conversación que sostiene que teníamos el derecho moral a obtener algo que nos fue negado o que simplemente merecíamos algo mejor de lo que obtuvimos. Alguien se interpuso impidiendo que obtuviéramos lo que merecíamos, negándonos posibilidades a las que consideramos que teníamos derecho. Alguien, por lo tanto, aparece en nuestra interpretación como culpable por lo que nos sucede”.

“En su reconstrucción lingüística detectamos el juicio en que alguien nos cerró determinadas posibilidades en nuestra vida, como también el juicio de que ello es injusto. Este alguien podría ser una persona, un grupo de personas, toda una clase de individuos (por ejemplo, todos los hombres, todas las mujeres, los jefes, los inmigrantes, los hispánicos, los judíos, los negros, los gitanos, etcétera). Se podría culpar incluso al mundo entero o a la vida como un todo” (De “Ontología del lenguaje”-Dolen Ediciones-Santiago de Chile 1995).

Las distintas tendencias políticas responden a diferentes actitudes personales subyacentes. De ahí que el resentimiento sea promovido por las tendencias populistas y totalitarias para ganar adeptos. Se trata de elegir a un sector para atribuirle todas las culpas, ya sea se trate de los judíos, la burguesía o la oligarquía. Es por ello que el afianzamiento de la paz y la democracia se ha de lograr, no tanto con la promoción de una buena política, sino con el adecuado diagnóstico psiquiátrico de ciertas debilidades psicológicas proyectadas a un nivel masivo. El “secreto” para lograr un fracaso definitivo implica culpar a los demás por todos nuestros males impidiendo intentar algún cambio favorable.

El citado autor agrega: “Pero el resentimiento suele no detenerse allí. Además de los juicios subyacentes en los que podemos reconstruirlo, descubrimos también una declaración (o una promesa que nos hacemos a nosotros mismos). Sea quien sea el que hacemos responsable de la injusticia que se nos ha hecho, tarde o temprano pagará. En cuanto sea permitido, se hará justicia. Podrá tomar tiempo, pero llegará el momento en que nos vengaremos o alguien (¡Justicia divina!) nos vengará. El espíritu de la venganza es un subproducto habitual del resentimiento”.

La peligrosidad del líder que disfraza sus verdaderas intenciones resulta mayor que la de quienes abiertamente promueven ideas erróneas. “El estado de ánimo de resentimiento se acerca al de la ira. La principal diferencia reside, sin embargo, en que la ira se manifiesta abiertamente. El resentimiento, por el contrario, permanece escondido. Se mantiene como una conversación privada. Crece en el silencio y rara vez se manifiesta directamente”.

Mientras los profetas bíblicos se inspiran en Dios como el creador del hombre y que, como tal, establece leyes estrictas, surgiendo como resultado de tal contemplación la sugerencia ética del amor al prójimo, los profetas del resentimiento, por el contrario, reemplazan a Dios por algún político o algún filósofo que propone sus propias leyes, y de ahí que buscan objetivos opuestos a la actitud cooperativa, llenándolos de resentimiento como paso previo a la construcción de una sociedad utópica, ya que el resentimiento y el odio justificarán plenamente la realización de tal sociedad. Rafael Echeverría escribe al respecto: “El resentimiento se presenta siempre como fruto de una reacción desactivada, una reacción que no se efectúa, que se refrena, se contiene. Éste es su principal aspecto: ante una acción determinada, no se reacciona, pero la reacción es sentida, y este sentimiento de la reacción suple a la reacción misma”.

“Es importante ver bien la complejidad del asunto. Lo aparentemente usual es que la gente reaccione actuando; aunque es también habitual que ante una determinada excitación (en sentido muy general: una agresión del prójimo, verbal o física; una cierta presión del medio en que uno se encuentra; una determinada exigencia que flota en el aire…) el individuo no reacciona, y esta actitud puede deberse a factores muy distintos: quizá no haya percibido la acción o, habiéndola percibido, no la sienta amenazante o perturbadora; tal vez la fortaleza del individuo sea tal que la pretendida agresión no suponga para él más que la molestia de una mosca impertinente («no ofende quien quiere, sino quien puede»); puede que se encuentre en un mundo distinto de aquel del que procede la acción (aunque así lo parezca, no todos deambulamos por el mismo mundo, por el mismo tejido de valores y de jerarquía de valores)”.

“El resentimiento, por el contrario, se da cuando se combinan dos elementos aparentemente contradictorios: la reacción y su no efectuación. Entendiendo la reacción como un tipo de acción (acción de respuesta, de rebote, de reflexión), el resentimiento aparece como el extraño producto de una reacción que no es acción, brota de una reacción que persiste como tal sin descargarse, de una reacción que queda fijada, como petrificada, sin perder por ello nada de su fuerza original”.

1 comentario:

agente t dijo...

El resentimiento puede desembocar en venganza, incluso tras un largo período de impotencia o de resignación, si se presenta la ocasión propicia. En la historia contemporánea existen numerosos ejemplos de estallidos de furia extrema, impredecibles sólo unos meses antes, cuando se materializa una situación novedosa de grave descontrol social.