jueves, 18 de enero de 2024

Reportaje a Joseph LeDoux

Por Cédric Routier

¿Por qué es esencial el cerebro emocional para comprender y explicar nuestro comportamiento? ¿Cómo pueden servirnos de guía las emociones para nuestra mente «racional»?

Casi todo lo importante que hacemos involucra los sistemas de la emoción. Incluso aunque no seamos conscientes de lo que estamos haciendo. De hecho, la mayoría de nuestras respuestas a las cosas que cuentan son inconscientes. Es a posteriori que nos volvemos conscientes de lo que experimentamos y entonces explicamos nuestras emociones sobre la base de la situación presente. Es la teoría que proponen Schacter y Singer, creo.

Con Gazzaniga llegamos a esta conclusión después de estudios en pacientes con cerebro dividido. Basta que el hemisferio derecho produzca una respuesta simple, como saludar con la mano, para que el hemisferio izquierdo nos invente una historia, en la que cree, sobre la razón por la que piensa que el paciente produjo esa respuesta: “Ví un amigo…”. El paciente siempre tiene una explicación, aunque nosotros sepamos que no es la correcta; nosotros lo hicimos actuar de esa manera.

Las emociones activan el comportamiento; luego nos inventamos una historia para explicar nuestro comportamiento, porque a la conciencia le gusta mucho tener una historia-mito acerca de quienes somos y por qué hacemos lo que hacemos. Eso forma parte de una especie de teoría narrativa de la conciencia. De hecho, cuando ocurre algo importante no podemos hacer otra cosa que involucrar nuestras emociones. El resto del comportamiento son respuestas instrumentales; todo lo demás que hacemos se basa en las emociones iniciales estimuladas.

¿Cómo influyen en el pensamiento racional? Es lo que logró desarrollar Damasio. Algunas veces, nuestras emociones no son muy sofisticadas desde un punto de vista cognitivo, al menos al principio. En cierto aspecto, no mienten, nos dicen lo que nuestros cerebros piensan y sienten realmente. Por lo tanto, podemos utilizar esas reacciones llamadas viscerales para seguir a nuestra mente “inconsciente”, pero no estoy seguro de que siempre sea una buena idea. En la base, estamos animados de sesgos raciales, toda clase de cosas negativas que reprimimos todo el tiempo; es importante para la racionalidad mantener los instintos básicos bajo control. No creo que haga falta seguir nuestras reacciones primarias. No estoy seguro de que ésa sea la forma correcta de tomar decisiones.

Usted habla de inconsciente. ¿Cómo lo puede definir?

El inconsciente es todo lo que no fue colonizado, con el uso, del conocimiento en sí. Tradicionalmente, la idea comenzó con Freud, quizás antes, incluso. Hay varias formas de definir el inconsciente. Una de ellas, el preconsciente, contiene información potencialmente consciente, pero no consciente en el momento presente: son todos los recuerdos a los que tenemos acceso: usted me pregunta qué tomé en el desayuno y yo se lo digo, porque esa información está allí, disponible y de fuente segura. Pero si me pregunta por qué mi corazón se va a acelerar si usted aplaude, yo no puedo contestarle, porque no es accesible.

La mayor parte del tiempo el cerebro actúa en forma inconsciente. No controlamos nuestro corazón ni nuestra digestión, aunque sean elementos esenciales de nuestras respuestas corporales, y que sea importante que el cerebro controle esas funciones. Pero ese control no es consciente. Tampoco tenemos el control consciente de nuestra postura cuando caminamos, podemos cambiarla pero normalmente caminamos de una manera determinada, a cierto ritmo y eso se regula inconscientemente.

Intermediario entre el preconsciente y lo que podríamos llamar el inconsciente trivial, existe un inconsciente más significativo que almacena muchas informaciones emocionales; es inconsciente e inaccesible. La razón de eso es que no tenemos relación directa, consciente, con la amígdala, sobre la que no tenemos control, ni sobre otros sistemas que podrían almacenar informaciones inconscientemente. Nos volvemos conscientes de estas cosas cuando requieren la adaptación de nuestro comportamiento y entonces explicamos conscientemente lo que hicimos, cómo hablamos de ello.

¿Nuestras emociones invaden la vida cotidiana sin que seamos, en general, conscientes?

Sí, eso creo. Por ejemplo, todos nos caracterizamos por rasgos de personalidad, existe gente introvertida y gente extrovertida. El introvertido siempre tiene que enfrentar su timidez. No es necesariamente consciente, pero, debido a la forma en la que interactúa normalmente, debe ajustar sus previsiones frente a las situaciones sociales. Piensa: ¿tengo que ir o no a la reunión? ¿Y cómo? Porque me van a poner a prueba, socialmente… Al principio puede ser consciente, luego, poco a poco, esa persona evita directamente determinadas situaciones, en las que no se sentiría cómoda.

Creo que existen situaciones como ésa en las que nos adaptamos constantemente. Aprendemos estilos de adaptaciones que utilizamos en la vida diaria sin ni siquiera pensarlo. También está la idea de que la gente se vuelve introvertida por un exceso de alerta del sistema nervioso autónomo: a fin de evitar ser fuertemente estimulados, se quedan al margen de las situaciones… Tienen una especie de comprensión inconsciente de su cuerpo y adaptan su comportamiento para evitarlo.

(Extractos de “Los nuevos psi” de Catherine Meyer-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010)

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