lunes, 1 de enero de 2024

Relativismo de la verdad

Cuando establecemos una descripción acerca de algún aspecto del mundo real, se produce cierto error, es decir, existirá una diferencia entre la descripción realizada y lo que deseamos describir. Habremos llegado a la verdad cuando dicho error es nulo, o muy pequeño. Este error es algo concreto aunque generalmente no sea fácil de distinguir. Tanto la descripción como lo descripto son conceptos concretos, que no dependen de quien haya realizado la descripción, una vez que la descripción ha sido realizada.

Todo esto resulta evidente en el ámbito de la ciencia experimental. Sin embargo, ha proliferado la idea de que es posible la existencia de diversas "verdades" respecto de un mismo aspecto de la realidad y que esas "verdades" dependen de quién haga la descripción. En realidad, hay varias verdades posibles, en este caso, de la misma manera en que hay varias teorías propuestas para una descripción en el ámbito de la ciencia experimental, pero entre todas ellas habrá una que produce el menor error, y ella será luego reconocida como la que está más cerca de la verdad.

Al respecto, Alfredo Sáenz escribió: "Otras de las notas del hombre moderno es el relativismo. Caracterízase esta tendencia por una interpretación muy peculiar del concepto de verdad. Por cierto que ésta, que no es sino la conformidad de la inteligencia con el objeto considerado, implica, sin duda y esencialmente, una inobviable relación, y en este sentido se puede decir que la verdad es relativa. Pero el relativismo afirma algo diferente al considerar que la norma de la verdad no es el objeto acerca del cual se emite el juicio, sino otras cosas, por ejemplo, la psicología del sujeto, lo que se afirma en el ambiente, las condiciones culturales de la sociedad".

"En otras palabras, toda verdad es relativa en el sentido de que sólo es válida en relación con el sujeto que piensa; por tanto, el bien, la ética, la religión, etc., sólo valen para el sujeto, o a lo más para el grupo de sujetos, y en ello en dependencia de diversos condicionamientos, sin que sea admisible verdad alguna necesaria. Mientras para la filosofía realista el objeto es la medida de verdad válida para todos los sujetos, enteramente igual, sean cuales fueren las condiciones en que se produce el conocimiento, esta medida común desaparece tan pronto como se la ubica en un sitio distinto del objeto mismo" (De "El hombre moderno"-Ediciones Gladius-Buenos Aires 1998).

Respecto del origen histórico del relativismo, Alfredo Saénz escribió: “Julien Benda en su libro La trahison des clercs, publicado en 1926, afirma que la transmutación de la cultura en mi cultura es el distintivo de la era moderna, uno de los legados del romanticismo alemán, con su admirado Volksgeist, el genio nacional, según lo explica Herder en su libro Otra filosofía de la historia, de 1774. El pensador alemán afirma que es preciso terminar con ese error recalcitrante de juzgar con criterios intemporales el Bien, la Verdad y la Belleza. No son éstos valores ideales, sino que tienen origen en el espacio y en el tiempo, son locales. Sólo hay valores regionales”.

“Sócrates es un ateniense del siglo V antes de Cristo, para valorarlo como corresponde, hay que compararlo con sus compatriotas y los hombres de su tiempo, no con un hombre ideal, ni con Spinoza o Kant. La Biblia es una expresión poética del alma hebraica; hay que valorarla en su contexto. De donde concluye Benda, quizás con cierta exageración: «Desde siempre, o para ser más exacto, desde Platón hasta Voltaire, la diversidad humana había comparecido ante el tribunal de los valores, apareció Herder e hizo condenar por el tribunal de la diversidad todos los valores universales»”.

La invariabilidad de la ley natural que rige todo lo existente, incluso a nosotros mismos, contradice la postura que considera la verdad (y la moral) relativa a distintos pueblos, épocas o individuos; son los relativistas los que tienden a proponer “valores” que poco o nada contemplan la existencia de dichas leyes.

En cuanto a las razones psicológicas que apuntan hacia la adhesión al relativismo de la verdad, Sáenz escribió: “¿Cuál será el origen mental de esta posición filosófica? Quizás tenga algo que ver con lo que Nietzsche llamó la ley del resentimiento”.

“Cuando uno es incapaz de vivir según lo que señala la razón, fácilmente, en un secreto deseo de venganza, minimiza o desprecia racionalmente el sistema de valores positivos que no ha podido o querido encarnar. Así, el relativismo doctrinal puede provenir del resentimiento contra las ideas consagradas por la tradición”.

“Si se aceptara que la verdad es permanente e invariable habría que hacer un esfuerzo de reforma personal para adecuarse a la misma. Como no se lo quiere hacer, se inventan sin pausa nuevas doctrinas, o mejor, ideologías, que van reemplazándose unas a otras, merced a las cuales el hombre adquiere una aparente tranquilidad intelectual y se venga de lo que no pudo o no quiso hacer. Paralelamente a este procedimiento mental, Max Scheler ha elaborado una luminosa demostración de cómo la doctrina del «humanitarismo» disimula paradójicamente una fundamental incapacidad de amar al hombre y una aversión tenaz a la naturaleza humana, a sus ideas y a sus valores”.

De la misma manera en que en física se habla de la “entropía”, como una medida del desorden creciente de un conjunto de moléculas en un sistema cerrado, es posible hablar de una “entropía social” como una medida del desorden que se produce ante el casi ilimitado crecimiento del hombre-masa, cuyo principal atributo consiste en repetir y adherir a todo lo que dicen y hacen los demás. El citado autor agrega: “La victoria del relativismo trae consigo el imperio de la mediocridad. Ernest Hello nos ha dejado una descripción pormenorizada del hombre mediocre: siente especial deferencia por la opinión pública; no habla jamás, siempre repite; admite a veces algún principio, pero sin atreverse a sacar las consecuencias; si llegas a ellas te dirá que exageras; si la palabra exageración no existiera, el hombre mediocre la inventaría; admira un poco todas las cosas, pero no admira nada con calor; teme comprometerse; le gustan los escritores que no dicen sí ni no sobre asunto alguno, que nada afirman, que se avienen con todas las opiniones contradictorias; se destaca por seguir la corriente; se erige en el enemigo más feroz del hombre de genio”.

1 comentario:

agente t dijo...

Todo parece indicar que la irrupción de las masas en la Historia tras la caída del Antiguo Régimen ha traído una adecuación del nivel general del conocimiento y del de la moral a ese hecho nunca antes producido.