miércoles, 3 de enero de 2024

El comercio y su abolición

El intercambio que beneficia a dos personas, vendedor y comprador, es la base del comercio. Mediante un ejemplo podremos advertir sus ventajas. Supongamos que alguien tiene en su biblioteca tres libros de medicina, que nunca leerá por cuanto sus proyectos consisten en dedicarse a las matemáticas. Esos libros carecen de utilidad y de valor, para él. Tampoco conoce a alguien con quien pueda intercambiarlos.

Pero, en cierta ocasión, conoce a un comprador y vendedor de libros usados, es decir, un intermediario o comerciante. Se ponen de acuerdo en el precio de los libros y, en poco tiempo, el intermediario los vende a alguien que quiere estudiar medicina. El antiguo dueño, con el importe recibido, puede comprar algún libro de matemáticas. De ahí que en esos intercambios se ha creado valor económico que ha beneficiado a tres personas. También ha favorecido la creación de “capital humano” por cuanto alguien se capacitará en matemáticas y otro en medicina.

El industrial Akio Morita, uno de los fundadores de la empresa Sony, en Japón, comienza sus actividades en la posguerra construyendo, entre otros, grabadores de sonido. En las demostraciones advierte el entusiasmo de la gente con sus aparatos, pero nadie los compra. De ahí que tiene que investigar la situación para encontrar las personas que puedan necesitar sus grabadores. Finalmente en las escuelas de idiomas y en las oficinas judiciales con pocos taquígrafos encuentran a sus compradores. Al respecto escribió: "Cuando nuestra máquina estuvo lista para la venta, tuvimos plena confianza en que, una vez que los clientes la vieran y la oyeran, nos inundaríamos con pedidos".

"Nos aguardaba un rudo despertar: el grabador de cinta era tan nuevo en el Japón, que casi nadie sabía qué era y la mayor parte de la gente que sí lo sabía, no veía razón alguna para comprarlo. No era algo que la gente considerase necesario. No lo podíamos vender".

Morita tuvo que hacer la doble función de fabricante y de intermediario, algo que, por lo general, no ocurre. La intermediación es importante por cuanto facilita, o mejor, posibilita, los vínculos entre productores y consumidores, de lo contrario se entorpecería la producción y el consumo. El mencionado empresario agrega: "Yo nunca había hecho algo para vendérselo a alguien y, si bien, siendo muchacho, había recibido de mi padre mucha educación sobre administración de empresas, nunca tuve experiencia en la comercialización ni en la venta. Nunca se nos ocurrió que la necesitaríamos: Ibuka creía firmemente que todo lo que teníamos que hacer era fabricar buenos productos y las órdenes vendrían solas. Y así lo hicimos. Ambos tuvimos que aprender una lección" (De "Made in Japan" de A. Morita, E. Reingold y M. Shimomura-Círculo de Lectores SA-Bogotá 1987).

Si bien todo esto resulta bastante evidente, muchas personas aducen que el intermediario “no produce nada” y que a veces "gana más dinero que el productor". De ahí que se lo considere como un verdadero parásito social que es necesario suprimir. Esta forma de observar la realidad es propia de los revolucionarios socialistas, cuya primera medida, una vez alcanzado el poder, consiste en suprimir el comercio. Herbert G. Wells escribió sobre la Rusia de 1920: “La transacción comercial más normal es a menudo castigada con severidad. Todo comercio, cualquiera que sea, es calificado de especulación y prohibido por la ley”.

Respecto a una entrevista a Lenin, Wells escribe: “Nuestra conversación comenzó por una discusión sobre el porvenir de las grandes ciudades bajo el régimen comunista. Yo quería saber hasta qué punto concebía Lenin la desaparición gradual, pero rápida, de las ciudades en Rusia. La desolación de Petrogrado me había hecho comprender, mucho mejor que antes de verla, hasta qué punto la configuración y el plan de una ciudad moderna dependen de los almacenes y de los mercados. Abolid el comercio y las nueve décimas partes de los edificios de una ciudad corriente dejan de tener el menor sentido o la menor utilidad”.

“-Las ciudades se harán mucho más pequeñas- reconoció Lenin.
¿También serán enteramente diferentes de lo que son hoy?
-Evidentemente, del todo diferentes”.

“Le hice observar la enormidad de la tarea que esto implicaba, Esto significaba la muerte de las ciudades actuales y su sustitución. Las iglesias y grandes edificios de Petrogrado serían pronto como los de Novgorod la Grande, como los templos de Paestum o de Ankor”.

“Él admitió, sin tristeza ninguna, que la mayor parte de las ciudades se disgregarían y acabarían por desaparecer. Me pareció que aquello le alegraba el corazón, encontrar a alguien que comprendiese una de las consecuencias necesarias del colectivismo –consecuencias que muchos, incluso sus discípulos, no pueden concebir”.

Rusia –me dijo- tiene necesidad de ser reconstruida del todo… Rusia necesita hacer algo enteramente nuevo…”.

“Pero –le objeté yo- en la puesta en práctica de vuestros proyectos ¿no le será a usted preciso contar en adelante con los campesinos enraizados en el suelo que les ha sido repartido?
-Pues no se trata solamente de reconstruir las ciudades. Los últimos vestigios de la antigua organización agrícola y de la organización agrícola presente, deben desparecer también”.

(De “Reportajes de la Historia III”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1962)

1 comentario:

agente t dijo...

El comercio y la ciudad son características consustanciales a la libertad individual, no son suficientes para alcanzarla, pero sí necesarias. La prueba de ello está en el ruralismo militante, en realidad atrasismo, de utopías colectivistas como las reducciones jesuíticas o el régimen de Pol Pot en la Camboya de los años setenta del siglo pasado.