sábado, 30 de septiembre de 2023

Cuanto menos gasto, menos robo

La agonía social y económica que padece la Argentina se debe esencialmente a una mentalidad generalizada que prioriza el robo individual y colectivo, al resto de la sociedad, a través del Estado. Para solucionar el problema existe una alternativa para el largo plazo, con resultado incierto, y también una alternativa para el corto plazo, con mayor probabilidad de éxito.

En la primera alternativa tenemos la esperanza de que cada individuo que roba al prójimo, vía Estado municipal, provincial o nacional, sea alguna vez consciente de que el sufrimiento y las penurias de mucha gente se deben, en parte, a su descarado egoísmo personal. En la segunda alternativa existe la posibilidad de disponer que el dinero deje de circular en grandes cantidades por las diversas instituciones públicas, reduciendo de esa forma las posibilidades por las que cada argentino (ladrón en potencia) realice la típica acción delictiva.

A continuación se transcribe un artículo al respecto:

CUANTO MENOS GASTO, MENOS ROBO

Por Dardo Gasparré

Cualquier creencia en una solución milagrosa y rápida condena a seguir la misma receta que llevó a la miseria.

Como alguna vez dijera el gran filósofo neolibertario Luis Barrionuevo, Argentina se arregla si paramos de robar dos años. Tal vez con la inflación ahora habría que pensar en cuatro años, pero el concepto es el mismo. Es que no hace falta demasiada investigación para comprender que la corrupción es generalizada, es multipartidaria y es multisectorial.

Cualquiera que esté dispuesto a emitir una factura más o menos legal y retornar algo de lo que cobra a alguno padrone, califica para participar del robo. Empresarios, concesionarios, licitadores, sindicalistas, todos son la mafia, o la casta, como se le quiera apodar. Se trate de una gigantesca obra pública que por supuesto, sólo puede hacer el Estado o de una modesta vendedora de ilusiones que tira el tarot en un Banco del Estado (¿determinarán así las inversiones?)

En algún momento existió una cierta proporcionalidad en el robo, es decir, los pequeños soldaditos participaban en cantidades modestas del reparto. Hoy, las cifras que se manejan son espeluznantes. Que un puntero-funcionario de cuarto o quinto nivel le haya pagado 20 millones de dólares a su esposa con motivo de su separación, es apenas una noticia de panelismo farandulero, cuando en realidad debería generar un juicio penal y hacer meditar en lo que la sociedad normaliza y tolera con resignación.

La vergüenza del robo con las tarjetas de débito, un acto de colusión multipartidaria y multisectorial escandaloso, une a movimientos y políticos viejos y nuevos, igual que lo hacen los candidatos que cambian de un partido a otro y dicen todo lo opuesto que hace pocas semanas, sin que nadie parezca comprender que ello es un escupitajo a la sociedad, pero también un castigo que la sociedad merece por creer en cualquier dios, en cualquier milagro, en cualquier fanatismo. Lo que, como se puede ver, no es un atributo exclusivo del peronismo.

Por eso, la columna insiste en bajar el gasto del Estado, que no sólo ha subido en las últimas dos décadas desproporcionada, injustificada y perversamente, sino que ha configurado una estafa a los más pobres y marginados, a los que supuestamente supone ayudar.

Ahora que parece que la realidad ha puesto en su lugar la magia monetaria salvífica, y que los discursos facilistas chocaron contra la aritmética elemental, es más importante que nunca la tarea de bajar el gasto del Estado, en todas las jurisdicciones, causa de la emisión, consecuentemente de la inflación y de la destrucción del sistema de precios e inversión del país.

LELIQ IMPAGABLES

Para que no quede ninguna duda, uno de los rubros más importantes del gasto del Estado, aunque no se contabilice como tal en el Presupuesto -esa payasada- es el interés de las Leliq, o de los Plazos Fijos, según cómo se quiera poner, que también es una erogación que Argentina no puede pagar, aunque se hayan ensayado alquimias diversas para cambiarla por boletos capicúa, o similares. Convalidar un Moral Hazard para salvar del riesgo país a los supuestos “pequeños ahorristas” siempre será hipotecar la producción con algún formato.

Por eso la columna sigue insistiendo en ideas para bajar el gasto, que no pretenden ser integrales ni siquiera las correctas, pero que muestran el trabajo minucioso y de gestión que hay que hacer para no proceder “a lo Massa”, y usar la inflación para despojar a la producción y al trabajador auténtico de todos sus derechos. El racional en este punto podría ser: “como lo que se roba es un porcentaje del gasto, cuanto menos gasto menos robo, y entonces más eficiencia y menos impuestos y costos”.

Aunque se intente hacerlo, no es tan fácil discrepar de este concepto, salvo que se crea que cambiar de partido, de boleta, de jurisdicción o de cargo para el que los candidatos se postulan, sea una redención, una conversión en el camino a Damasco, un mantra que troca a los malos en buenos por el solo hecho de cambiar de sigla o de lema partidista.

Así como hay quienes se perciben de diferente género al natural, u otras percepciones, pareciera que los candidatos se perciben de pronto en un formato distinto a su historia, o simplemente a lo que hicieron o dijeron hace dos años, o uno, o tres semanas, según les convenga. Una población crédula y convenientemente fanatizada o barrabravizada elige dejarse engañar. Ojalá el horóscopo funcione.

Tras este introito que parece necesario, habrá que concentrarse nuevamente en la tarea de bajar el gasto, tarea aburrida, desgastante, impopular y sobre todo imposible frente a la ignorancia de cómo se encaran esos procesos, o a la conveniencia de no encararlos.

EL MAESTRO BRODA

En una entrevista de esta semana el economista Miguel Ángel Broda, (con quien el autor de esta columna tuvo el honor de compartir los insultos y agravios del ministro Cavallo hace 30 años por enrostrarle la corrupción del régimen automotor) sostuvo que para encarar semejante tarea de austeridad hacían falta 3.000 funcionarios muy capacitados. La columna lamenta disentir del maestro Broda: hacen falta no menos de 30.000 fiscales del gasto para poder bajarlo seriamente, recuperar la confianza y no hacer un desastre social. En cambio la columna coincide con Broda en que los dos partidos opositores principales, que al menos en los papeles defienden la libertad de mercado y la inversión privada, deberían unirse en esta colosal tarea. (La columna cree sin embargo que eso no pasará)

Un tema crucial es el falso federalismo que ha creado jurisdicciones provinciales y municipales mezcladas con punteros que son federales para gastar pero unitarias cuando se trata de pasar el cepillo del mangazo. Son las que se ingeniaron para hacer que todo cambio en la coparticipación federal deba ser unánime, salvo que aumente.

Es evidente que todo lo que se aplica al gasto del gobierno federal, tanto en el volumen como en las prácticas para controlarlo y restringirlo, los análisis de contratos, concesiones y juicios y todo el paquete de trucos indios del robo, debe aplicarse también a esas satrapías. No deben subestimarse las comunas, todo el sistema es rampantemente corrupto. Todos los sátrapas son millonarios en dólares. (En eso tienen razón algunos teóricos: los ladrones ya eligieron dolarizarse)

Domingo Cavallo, Carlos Rodríguez y todo su equipo saben que el interior fue la causa central del estallido de la convertibilidad, al no poder reducir su gasto ni su deuda en sus mil formatos. De modo que hay que contar con que aún en los casos de que un gobierno local sea del mismo partido que el del Poder Ejecutivo Nacional, la resistencia a cualquier ahorro y a cualquier control será sorda pero durísima.

Algo parecido sucederá con el pacto sindical-empresario, que la lleva casi 80 años de vigencia. Todo intento de morigerar a los prebendarios será respondido con una huelga inmediata de los trabajadores del sector. Pasaba así en la década del 40 con los sindicatos de la industria azucarera prebendaria, acaba de pasar con la obra pública “del Estado”, que en rigor es un sistema de licitación a privados que no son otra cosa que una gigantesca causa de los cuadernos, como se ha dicho aquí.

Quienquiera gobierne tendrá que encontrar elementos de presión, (sí, presión) para obligar a esas satrapías a proceder con responsabilidad y seriedad. Por eso hay que buscar mecanismos para limitar los impuestos coparticipables. La reciente eliminación virtual del Impuesto a las Ganancias en el sector de altos ingresos reduce el gasto coparticipable, pero obviamente ya se están negociando que otros impuestos hoy no coparticipables, como el de débitos y créditos bancarios, se transforme en coparticipable, otra aberración, que debería ser combatida por todos los partidos de la oposición, si no tuvieran en sus entrañas tantos kirchneristas.

Por eso en el nuevo Presupuesto, aunque no suene ortodoxo, hay que copiar al kirchnerismo. Es decir, subestimar la inflación. De ese modo, toda la recaudación adicional pasa a ser en buena parte de libre disponibilidad del PEN, con lo que puede usar esos fondos no coparticipables para bien, es decir para negociar con las provincias la adopción de políticas fiscales serias y de reducción de impuestos alevosos. No hay manera de utilizar la persuasión para lograr esa adhesión. Mafia contra mafia.

ACORDAR CON LA CORTE

En esa tarea, como en otras de las que se vienen enunciando, será fundamental acordar con la Corte Suprema la interpretación y aplicación de las leyes vigentes y la eliminación de excesos de todo tipo que se vienen cometiendo. No muy distinto a lo que hizo Menem. La Corte, como cabeza del Poder Judicial, tiene que estar conteste con la política de austeridad y evitar la utilización de la Constitución como un preservativo para defender privilegios o negociados, y actuar velozmente. Si no se logra esa comprensión y participación de la Corte en todo el esfuerzo de reducción de gastos y robos, casi carece de sentido emprender la tarea.

Debe tenerse presente que, contra lo que indica la CN, los diputados de cada provincia se han tornado dependientes, como si fueran empleados, del gobierno provincial o de su partido, lo que torna imposible cualquier proyecto serio de ajuste, austeridad o seriedad fiscal.

Paralelamente, no parecería demasiado serio que se encarase esta colosal tarea sin que la política ofrezca un permanente ejemplo de austeridad y prudencia en sus gastos. Es superfluo enumerar los escandalosos abusos en todas las áreas de los tres poderes, cuya sola comparación con cualquier otro país de cualquier tamaño oscila entre el ridículo y la lágrima. Eso también es robo, aunque se disfrace de asesorías, jubilaciones de privilegio, viáticos, gastos especiales, pasajes, viajes, congresos, y cualquier otra denominación más o menos ingeniosas.

Difícilmente en esas condiciones se pueda hacer creer que hay equidad o seriedad si se suprime un subsidio de 20 mil pesos pero se mantienen los gastos que insumen el Parlasur, el Congreso y su vergonzosa biblioteca de Babilonia, (por lo cara) las legislaturas y organismos comunales, y cuanto otro gasto disimulado se oculte debajo de cada piedra que se levante. Si no se puede poner coto a ese robo por planilla, es inútil cacarear que se va a arreglar ninguna cosa. (Las múltiples jubilaciones y pensiones de Cristina Kirchner son un fácil ejemplo, pero muestran la poca capacidad de ira y enojo que tiene el pueblo de la patria ante el despojo)

La Corte, además, junto al Consejo de la Magistratura en una versión no prostituida por el kirchnerismo, tiene la tarea pendiente y grave de eficientizar la Justicia. No ya, o no sólo, en costos. En velocidad, en simplificación, en probidad, en mejoras de los procesos. El ataque injusto de la señora de Kirchner para no ser imputada, y su propuesta de una reforma socialista, ha paralizado los reclamos de los necesarios cambios y mejoras en el sistema judicial, para no aparecer apoyando los despropósitos de la condenada vicepresidente. Sin embargo, esas demoras, esos prevaricatos, esos negocios judiciales también son un gasto que el país soporta. Y también son un robo.

Tómese el caso de los negocios del fuero laboral, que basado en una interpretación deliberadamente errónea del principio in dubio pro operario asegura que cualquier juicio contra un empleador termina con una fuerte pérdida para el mismo, con o sin razón, aún en contra de la ley luego con una indexación delirante que lo conduce a la quiebra. Cuando los empresarios hablan de modernizar los convenios, o el sistema laboral, en rigor quiere decir liberarse del yugo judicial que transforma cada juicio en un enorme negocio para todos sus participantes y en la quiebra para el condenado. Eso no sólo es gasto, sino que facilita la oposición sistemática a cualquier intento de solución. Y definitivamente, atenta contra la inversión y el empleo, aunque no sea el motivo de esta nota.

Sin claros pronunciamientos de la Corte en estos aspectos, no hay solución.

EL ESTADO NO EMPRENDE

Un rubro clave, que requiere, además de conocimiento, gestión y agallas una vocación rayana en el heroísmo o en el martirio, es el de las empresas del Estado. Existen grupos de estas seudoempresas (el Estado no emprende nada, por definición) que son más fáciles de encuadrar, si bien no de resolver. Aerolíneas, una cueva de bandidos, además de inviable y gastadora serial, Telam, Televisión Argentina, no tienen razón de existir.

La primera, Aerolíneas, impide además el desarrollo de un verdadero sistema de transporte aéreo que en serio conecte a todos los habitantes del país a tarifas razonables. Por supuesto que requiere un estudio profundo pero no para analizar si debe subsistir o no, sino para estudiar y aplicar los mecanismos de eliminación y de respuesta a la lucha subversiva y saboteadora que se producirá aun antes de tomar ninguna medida. Es acaso la mejor síntesis del gasto público argentino. Inútil. Ineficiente, corrupta, atrasada y saboteadora de todo intento de progreso o eficiencia. Cueva de delitos de todo tipo de delincuentes, desde Yabran y sus socios o sucesores.

No se debe caer en el error de intentar que sea rentable, ni de eficientizarla, ni de hacer que deje de ser deficitaria. Tampoco de entregarla a su personal, porque se convertirá en un permanente subsidio y en una continuidad monopólica. Desde 1943 en adelante, todos los iluminados que intentaron “desde adentro” tratar de hacer rentables y eficientes las empresas mussolinianas del peronismo, fueron devorados o absorbidos por vaya a saber qué mancha voraz. Debe primero dejar de ser línea de bandera y luego desaparecer.

Ni siquiera tiene sentido intentar privatizarla, porque terminará siempre en el mismo punto. Se debe dedicar el tiempo, el conocimiento y el esfuerzo desde afuera a ver el modo legal y práctico de hacerlo: cielos abiertos, aeropuertos, apertura de rutas aéreas, y un mecanismo que facilite la absorción de personal capacitado, que sin duda lo tiene, por los nuevos protagonistas. La solución del problema de este monopolio implicará casi una guerra civil, guerra que hay que enfrentar y vencer, porque simboliza la reacción ante cualquier cambio similar. Semeja mucho a la huelga de los controladores o de los mineros que soportaron Reagan y Thatcher.

Por supuesto que este tema implica revisar íntegramente la operatoria de Aeropuertos 2000 y sus negocios y acuerdos con el ente estatal de contralor, el diabólico ORSNA, que forman parte de un mismo paquete, más allá de lo formal. Nada más que este punto requiere una dosis de tiempo, capacidad, conocimiento de múltiples aspectos, coraje, honestidad y decisión. Si no se puede cruzar este Rubicón, apenas se cruzarán charquitos.

Telam y Televisión Argentina, junto con otros entes similares, deben desaparecer de inmediato, y su personal estable engrosar la lista única de sueldos-subsidios que se propusiera en la nota anterior. No es necesario, ni constitucional ni cierto, que haga falta un ente de noticias oficiales, más bien al contrario, se opone a todo concepto democrático. Tampoco es cierto que se requiera un canal de la magnitud del actual para fomentar la cultura, suponiendo que eso sea lo que se ha venido haciendo hasta ahora, además de ser refugio de inútiles. También aquí habrá que dedicar gestión y capacidad de comunicación para pelear la batalla mediática y supuestamente “cultural” que la decisión de cerrar estos merenderos desatará.

La obligación de la publicidad de las medidas de gobierno es mucho más modesta que el despliegue de publicidad de ideología oficialista que se ha venido desarrollando a un alto costo. Se ha confundido deliberadamente la publicidad de las medidas del Estado con la publicidad del oficialismo. Basta ver los avisos. Esto vale también para la Pauta, cuya reducción le valió tanto odio de periodistas enojados. Esa pauta debe reducirse todavía más. Contribuirá a la limpieza del sistema y a reducir costos.

También aquí, la tarea, además de luchar contra los subsidiados protestadores y apedreadores será encontrar la manera legal de llevar adelante el cierre y de suplir, en algunos casos mínimos, la tarea de comunicación legal de los actos de gobierno y algunos aspectos culturales. Un canal de cable bastaría.

Está claro que la sola enunciación de estos tres casos da una idea de la batahola ideológica que se aproxima, pero que no habrá más remedio que enfrentar y serenar si se quiere en serio producir los cambios de fondo que todos prometen.

EL CASO DE YPF

Las empresas estatales se pueden dividir a grandes rasgos entre las que deben cerrarse y las que requieren acción especial. Tal es el caso de YPF. Como es sabido, la empresa se privatizó a precio de mercado, una buena decisión que no fue sostenida a causa de la incertidumbre cambiaria, los controles y manoseos tarifarios y otras típicas trampas telúricas. Luego devino el desastre de la colusión entre el Estado y Repsol para permitir la desinversión vía dividendos alevosos, una barbaridad consentida por la SEC y las autoridades de contralor locales, ya que se oponía a todas las normas. De ahí surge como contrapartida o retorno la “venta” del 25% en dos etapas con control de la compañía a Eskenazi, el “experto en mercados regulados” otra barbaridad informada a la SEC y consentida por ésta.

Pocas empresas más corruptas que la petrolera. Desde siempre. Las licitaciones y adjudicaciones fueron el coto de caza de muchos “expertos en contratar con YPF” que enriquecieron groseramente con sus negociados. Néstor Kirchner concesionó y prorrogó concesiones por decenas de años sin licitación, y aún hoy sus negocios son un misterio. Al mismo tiempo, ofrece una gran oportunidad para el crecimiento del país, o al menos para generar dólares. No parece razonable intentar privatizar la empresa, pero sí tiene sentido analizar todos los contratos vigentes en profundidad, para ver el modo en que se realizaron las adjudicaciones y licitaciones, los acuerdos, pactos y demás particularidades. Entre ellos, los acuerdos con Pan American Energy, ampliamente beneficiada con ellos. No es el único caso.

Esta empresa requiere por un lado un management profesional de primerísima línea, por el otro una auditoría de gestión profunda, y siempre el ojo vigilante de toda la sociedad. Su futuro tiene mucho que ver con la liberación del mercado cambiario y de los sistemas tarifarios. Hoy funciona con un conjunto de reglas excepcionales que no deberían ser una práctica. Al mismo tiempo, se impone obligarla al cumplimento de todas las reglas que rigen a las sociedades anónimas argentinas, incluyendo su auditoría, y las de la SEC. Si se quiere pensar en privatización habría que esperar algunos años a que su funcionamiento previo y actual esté clarificado y optimizado. Una de las posiciones más difíciles de llenar para cualquier gobierno.

Todas las empresas o entes estatales requerirán una revisión, adecuación, mejora o análisis. Tómese el caso del Conicet. Es aventurado decir que se debe cerrar, o que no presta una función útil. La presta. Respetables profesionales reciben un ingreso del ente. Muchas universidades privadas financian el costo de sus profesores con aportes de este organismo. Al mismo tiempo, hay “infiltrados” que reciben una remuneración por investigar el sexo de los ángeles. El kirchnerismo se ha especializado en saturar con inútiles pagos todo el sistema. Se arregla con gestión y elevando el nivel de exigencia. Requiere conocimiento, trabajo, seriedad y nuevas reglas. Como casi todo. Obviamente, la solución fácil y simple de cortar de un tajo lo que molesta o no se comprende bien es pocas veces adecuada.

MONOPOLIOS PRIVADOS

Hay otros monopolios que no son estatales, sino privados, pero que también son graves y alevosos, y requieren investigación y sanción, como el caso de Telecom-Fibertel-Personal-Cablevisión-Flow-Arnet, un exceso que sólo puede explicarse si hubiese tenido lugar en Sicilia en 1930. No es así la libertad de mercado. No es esa la teoría liberal, ni la de la escuela austríaca, ni del capitalismo. La justicia debería resolver y sancionar estos temas, como en EEUU, antes de Biden.

Estos son unos pocos casos que sirven de ejemplo de lo complicado y diverso de la tarea, si en serio se quiere hacer con el soporte ciudadano. Hay casos distintos, como el del cine, que tiene una cuota de corrupción y explotación de los regalos del Estado apabullante, contra unos pocos casos que acaso justifiquen el subsidio. Bastaría con decir que prácticamente sin excepción, ningún director paga los préstamos que recibe. La experiencia personal del columnista apunta a un alevoso saqueo de los fondos estatales. Difícilmente eso pueda ser interpretado como un apoyo al cine nacional.

Sin embargo, la sensibilidad exprés de Palermo, tan habitual, hace conmover a mucha gente que no advierte las estafas. Aquí se requiere otro camino, para mostrar a la sociedad caso por caso la realidad, a fin de que no se convierta en defensor de una supuesta cultura. En este tipo de entes, no hace falta un gerente o un presidente, hacen falta auditores y auditorías que hagan público los resultados para mostrar a la sociedad el abuso.

Un punto central a trasmitir es que el país y sus habitantes están en la ruina y en la pobreza. No puede darse el lujo de subsidiar salvo las esencialidades. Si no se logra hacer comprender este hecho, tampoco se podrán tomar las medidas correspondientes. Ciertamente, se trata de una tarea de cirujano y no de carnicero, de bisturí, no de motosierra, como se ha dicho aquí.

DRAMÁTICAS UNIVERSIDADES

Otro ejemplo dramático es el de las universidades. El sistema nacional es el más ineficiente del mundo. Y no pasa por la gratuidad o no de la enseñanza, si bien es absurdo que un país en la miseria regale su enseñanza a extranjeros, que luego se marchan. Se recordará que Agustín Lanusse comenzó el hábito de crear universidades de cercanía. Un mecanismo antieconómico y antiacadémico. No hay posibilidades económicas de conseguir una buena enseñanza con la creciente dispersión argentina. Mucho peor es cuando las universidades alimentan el bolsillo y el populismo de algún puntero sublimado.

Para colmo de males, los padres, que un día marcharon pidiendo el ingreso irrestricto de sus hijos, un alegato colectivo por la ignorancia, lograron crear el CBC, mecanismo que consume más de la mitad del presupuesto de cada universidad. No habrá presupuesto que alcance y la excelencia se alejará cada día más. Los que no querían que sus hijos tuvieran que viajar de Río Cuarto a Córdoba para educarse, ahora ven a sus hijos marcharse a cuidar jardines en Canadá. Lo peor es que no es cierto que el Presupuesto de las universidades no alcance. Como no es cierto en ningún otro nivel de enseñanza. Todo se ha transformado en un mecanismo de corrupción grande o pequeña, patrocinados por sindicatos casi siempre trotskistas o similares, que han desprestigiado y bastardeado el mejor mecanismo igualitario y de progreso individual conocido. La pregunta es: ¿Aceptarán las provincias y ciudades importantes perder sus universidades, que creen un símbolo de saber y progreso? Y la pregunta siguiente es: ¿Y quién las pagará? Dos preguntas que bien resumen todo el problema del gasto argentino. Y de llevar el populismo en la sangre, claro.

EL LUJO DE SER SUPERFICIAL

Ningún gobierno se puede dar el lujo de ser superficial en estos temas, ni de tomar decisiones instantáneas y no coordinadas. Hablar de cambiar el país sin estudiar cómo atacar este problema suena casi irresponsable. El gasto está ahí, pero requiere trabajo, inteligencia, conocimiento y capacidad de comunicación reducirlo y hacerlo eficaz. Eso es cambiar el país.

Se pueden listar todos los gastos uno por uno, y todos requieren un tratamiento complejo, inteligente, de gestión, de conocimiento y de análisis. Y probablemente no haya una, sino ciento de soluciones, aplicables a los diferentes casos. Por eso la columna pone estos ejemplos, y plantea la necesidad de contar con especialistas de las dos fuerzas de oposición.

Del otro lado está Massa, hoy peronista, mañana quién sabe, haciendo una rara chapucería en cada cosa que toca, agravando cada problema que cree solucionar o que dice solucionar, rompiendo cada vez más la sociedad y los consensos.

La oposición tiene que unirse al día siguiente de la elección, porque es la única chance que tiene el país. Si en cambio cualquiera de las dos fuerzas decidiese unirse abierta o solapadamente con el peronismo en algunos de sus formatos, sindical, residual, prebendario empresario, financistas cueveros o cualquier otra rama de la mafiacasta, se condena al fracaso y condena a la extinción a la sociedad.

Una elección se gana de mil maneras. Pero el triunfo verdadero es sacar al país de la miseria, la pobreza, el atraso y la vergüenza. Lo otro es estrépito y cenizas, diría don Jorge.

(De www.laprensa.com.ar)

1 comentario:

agente t dijo...

Los artículos de este periodista son un informe exhaustivo de la situación elegida para comentar, y sus advertencias dignas de ser tenidas en cuenta. Es un acierto su transcripción.

Por otra parte, los problemas que se exponen son ciertos, pero también es cierto que nunca como ahora ha existido la posibilidad de abordarlos de una manera más real.

Ya más en concreto, comentar que al hablar de sindicatos trotskistas me parece oportuno recordar que el propio Trotski está demostrado que fue un agente al servicio de determinados grupos financieros norteamericanos que querían hacerse con las riquezas de la Rusia zarista apoyando a un gobierno que derrocase la monarquía y que fuese favorable a sus intereses.