sábado, 9 de septiembre de 2023

Las cruzadas

Mientras que la religión y los nacionalismos tienden a desunir a los pueblos, el comercio tiende a unirlos. De ahí que a veces se considera, entre las causas que motivaron las cruzadas, también al comercio, siendo posiblemente lo único que actuó como un vínculo entre el Occidente y el Oriente medievales. Recordemos que la Unión Europea nace principalmente para unir comercialmente a Francia con Alemania, para impedir futuras guerras entre ambos países.

Los papas organizan las cruzadas motivadas por cuestiones de fe y de expansión del poder de la Iglesia, siendo la denominación conocida debida a la vestimenta de los "soldados cristianos" que llevaban una cruz roja en su vestimenta. La causa principal consistía en liberar Tierra Santa en poder de los musulmanes, bajo la absurda tendencia a materializar la religión moral priorizando los lugares sagrados a la vida humana. La religión está hecha para el hombre y no el hombre para la religión. Se atribuye a Indira Gandhi haber expresado, luego de un atentado ocurrido en la India en tiempos cercanos, que “hubo varios muertos, pero los lugares sagrados quedaron intactos”, como ejemplo de la prioridad antes mencionada.

Durante la Edad Media también se advertía que los intercambios comerciales favorecían la paz entre regiones. Jacques Le Goff escribió: "El comercio, aunque suscita conflictos, es también uno de los principales vínculos entre las zonas geográficas, entre las civilizaciones y entre los pueblos. Inclusive en la época de las Cruzadas no cesó el intercambio comercial -base de otros contactos- entre la Cristiandad occidental y el mundo musulmán. Más aún, hasta podría afirmarse que la constitución del Islam, lejos de separar Oriente de Occidente, fusionó ambos mundos, y que sus grandes centros urbanos de consumo crearon la demanda de productos que determinó la renovación comercial del Occidente bárbaro".

"La revolución comercial de la que fue teatro la Cristiandad medieval entre los siglos XI y XIII se halla estrechamente unida a algunos grandes fenómenos de la época, y no resulta fácil determinar si fue causa o efecto de los mismos. En primer lugar, cesan las invasiones. En cuanto dejan de penetrar en el corazón de la Cristiandad o de arribar a sus costas germanos, escandinavos, nómadas de las estepas eurasiáticas y sarracenos, los intercambios pacíficos -nacidos, por otra parte, modestamente en el mismo seno de las luchas- suceden a los combates. Y aquellos mundos hostiles se revelan como grandes centros de producción o de consumo".

"La paz -relativa- sucede a las incursiones y a los pillajes, creando una seguridad que permite renovar la economía y, sobre todo, al ser menos peligrosas las rutas de tierra y de mar, acelerar si no reanudar el comercio. Más aún; al disminuir la mortalidad por accidente y mejorar las condiciones de alimentación y las posibilidades de subsistencia, se produce un extraordinario aumento demográfico que provee a la Cristiandad de consumidores y productores, mano de obra y un stock humano del que tomará sus hombres el comercio. Y cuando el movimiento cambia, cuando la Cristiandad ataca a su vez, el gran episodio militar de las Cruzadas no será más que la fachada épica a la sombra de la cual se intensificará el comercio pacífico" (De "Mercaderes y banqueros de la Edad Media"-EUDEBA-Buenos Aires 1966).

En cuanto a los historiadores, se advierte que, por lo general, tratan de criticar al bando cristiano y de encubrir la acción del bando musulmán; parecen decirnos que, debido a que la Biblia desaconseja las respuestas armadas, los cruzados cristianos cometieron un serio pecado, mientras que el Corán, al promover la Guerra Santa, hace que sus adeptos realicen sus conquistas en forma “legítima”. Oriana Fallaci escribió: “Pero antes que una serie de expediciones encaminadas a reconquistar el Santo Sepulcro, las Cruzadas fueron la respuesta a cuatro siglos de invasiones, ocupaciones, vejaciones, carnicerías. Fueron una contraofensiva para bloquear el expansionismo islámico en Europa”.

En cierta oportunidad, el Papa Juan Pablo II pidió perdón al Islam por las Cruzadas, aunque el Islam no hizo otro tanto con el cristianismo. La citada autora escribió (dirigiéndose simbólicamente al Papa): “¿Nunca le han pedido perdón por haber dominado durante más de siete siglos la catoliquísima Península Ibérica, invadido y usurpado todo Portugal y tres cuartas partes de España, perseguido al pueblo, desnaturalizado sus costumbres y sus idiomas, así que si en 1492 Isabel de Castilla y Fernando de Aragón no hubiesen tomado cartas en el asunto, hoy en España y Portugal se hablaría todavía el árabe?” (De “La rabia y el orgullo”-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2004).

1 comentario:

agente t dijo...

Ni una sola palabra de perdón, arrepentimiento o simple duda se ha oído de boca de un representante destacado del Islam acerca de su persistir guerrero a lo largo de la Historia. Y muy pocas veces ese hecho es puesto de relieve por alguien igualmente destacado de Occidente. Es cuando menos curioso.