domingo, 2 de octubre de 2022

La competencia no siempre se opone a la cooperación

Los seres humanos respondemos a dos tendencias generales, como son la cooperación y la competencia. De ahí que lo más sensato implica adaptarnos a esas tendencias naturales. Si ambas dominan nuestras acciones, será porque, de alguna manera, favorecen nuestra supervivencia.

Pero no todos piensan que el mundo está bien hecho y que, si no nos gusta, o no nos parece adecuado el "diseño" que la evolución biológica estableció para la vida inteligente, podemos tranquilamente suprimir una de esas tendencias. O al menos deberíamos intentar modificar nuestras conductas individuales a fin de "corregir" lo que el orden natural establece, o la voluntad del Creador ha establecido. Este rechazo a la idea de adaptación al orden natural es la postura que se identifica mejor con el ateísmo.

Desde las posturas socialistas se critica a la economía capitalista por basarse en la competencia en el mercado. Tales críticas se deben a la creencia que la competencia se opone a la cooperación. Y de ahí critican severamente al liberalismo por promover la economía de mercado o capitalista. Ignoran completamente el contenido de libros como "La acción humana", de Ludwig von Mises, en donde se advierte una continua promoción de la "cooperación social".

Pareciera que nunca han intentado realizar un razonamiento que vaya un poco más allá de sus narices advirtiendo que existe una competencia que favorece a la cooperación. Este es el caso de los empresarios A y B que compiten tratando de mejorar la calidad de sus productos y de reducir sus precios; todo ello para cooperar mejor con el cliente X.

Luego, los socialistas promueven la abolición de la competencia mediante la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, o bien de sus ganancias. Se establece así un monopolio estatal que hace desaparecer la competencia previa y a eliminar la cooperación anterior de los empresarios con los consumidores. La ausencia de competencia hace disminuir drásticamente la cooperación social por cuanto todos trabajan con mínimas autoexigencias. De ahí el éxodo siempre presente de quienes huyen de los países socialistas para refugiarse en los países capitalistas. Los socialistas, entonces, deberán llegar a la conclusión de que el resto de la gente está mal de la cabeza porque huye de la "saludable cooperación" socialista para refugiarse en la "despiadada competencia" capitalista.

A continuación se transcribe una nota que involucra al mayor líder mundial del socialismo, al menos por su influencia en millones de cristianos:

FRANCISCO Y LA COMPETENCIA

Por Manuel Solanet (h)

Las relaciones humanas pueden ser cooperativas o competitivas. La libertad de las personas es el mejor abono para el bien de la sociedad.

El Papa Francisco escribió, recientemente, un tuit planteando una antinomia entre el comportamiento de las plantas y el de los seres humanos. El mensaje dice así: “El paradigma vegetal contiene un planteamiento distinto sobre la tierra y el ambiente. Las plantas saben cooperar con el ambiente que las rodea, e incluso cuando compiten, en realidad están cooperando por el bien del ecosistema. Aprendamos de la humildad de las plantas”.

En este mensaje el Papa, al interpretarlo en función de las relaciones sociales, parece decir que la humanidad solamente compite generando un daño al prójimo sin lograr ningún aporte al bien común, lo cual es falso. Así como el comportamiento de las plantas en busca de su propio beneficio genera ambientes y oportunidades para otras, por ejemplo árboles creciendo muy alto buscando luz, dejando lugar para plantas rastreras sin necesidad de mucha luz, algo similar se da en las relaciones entre las personas.

Las relaciones humanas también pueden ser cooperativas o competitivas y, en ambos casos, el resultado de esta interacción puede transformarse en un bien para la sociedad.

En las relaciones cooperativas resulta simple de entender cómo se logra el bien del conjunto. El beneficio que cada parte obtiene cooperando redunda en un beneficio general. Por ejemplo, en los casos de un empleado o una fábrica produciendo un insumo que lo utilizará otra empresa, ambas partes y el conjunto de la sociedad salen beneficiados de estos intercambios. Esto es así por la posibilidad de realizar tareas y producir bienes o servicios más complejos de los que podrían hacer cada uno por su cuenta.

Pero también se logra el beneficio del conjunto en las relaciones competitivas. Por ejemplo, si tenemos dos peluqueras o dos firmas que producen tractores, cada uno de ellos se esforzará para ser mejor que su competidor a fin de tener más trabajo o poder cobrar más. Como consecuencia, prevalecerá aquel productor que pueda dar al consumidor aquellos productos o servicios que le generen el mayor bienestar y/o provecho al menor costo, beneficiando al conjunto de la sociedad indirectamente. Cada competidor deberá esforzarse y mejorar o producir algo diferente que sea apreciado y requerido. Este proceso de adaptación y búsqueda de mejoras, aunque no ajeno de dolor por la energía dedicada a superarse y la necesidad de cambio, es una de las bases del progreso de la humanidad.

Por lo tanto, las personas cuando compiten están impulsando el bien de la sociedad. Los sistemas económicos que intentaron imponer la cooperación y eliminar o limitar la competencia a fin de aliviar este dolor, es decir cualquier tipo de dirigismo, sólo lograron traer sufrimientos mayores por falta de crecimiento y pérdida de la libertad.

Por definición, la cooperación es una actividad voluntaria. Obligar a cooperar es un oxímoron. Y aquellos que quieren eliminar la competencia son, posiblemente, los que buscan ventajas. En conclusión, la libertad de las personas es el mejor abono para el bien de la sociedad.

(De www.infobae.com.ar)

1 comentario:

agente t dijo...

En el último inciso del párrafo atribuido a Francisco está lo más relevante para mí de esta cita. De él se deduce que el actual Papa quiere personas humildes, o lo que vendría a ser lo mismo, conformados con más bien poco en lo material y, sobre todo, predispuestos a recibir doctrina desde instancias superiores.