viernes, 28 de octubre de 2022

Dignidad y felicidad

Puede decirse que una persona es digna cuando responde adecuadamente a su naturaleza humana, es decir, cuando se adapta a los fines con que ha sido creado por un Dios Creador o bien por las leyes naturales eternas que constituyen el orden natural.

Debido a que estamos constituidos por un cuerpo, un intelecto y una emocionalidad, nuestra dignidad está asociada a la predisposición a valorar y potenciar tales atributos en respuesta a la voluntad aparente del orden natural. De lo contrario, cuando ignoramos alguno de esos atributos, aparece el hombre automutilado, por lo que tiende a perder algo o bastante de su dignidad como ser humano.

Al respecto leemos: "Principio de la dignidad humana: Kant lo ha formulado así: «Obra siempre de tal suerte que trates a la humanidad, en tu persona tanto como la persona del prójimo, como un fin y no como un simple medio». Este principio se halla integrado en todas las morales que no sitúan el fin de la vida en el placer egoísta".

"Moral de la dignidad humana: Doctrina según la cual el principio fundamental de la moral es el respeto a la naturaleza humana en sí y en los demás. Está implicada en toda moral puramente racional, p. ej. en la moral de los estoicos, para quienes es preciso vivir conforme a la propia naturaleza de hombre, es decir, conforme a la razón. Antaño centrada en los deberes hacia sí mismo, hoy considera sobre todo los deberes hacia los demás" (Del "Diccionario del Lenguaje Filosófico" de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

Por lo general, las personas se sienten dignas de su naturaleza humana en cuanto cumplen adecuadamente con las leyes establecidas por el Estado y cuando respetan las costumbres arraigadas en la sociedad en que viven. Sin embargo, la referencia debe situarse en las leyes naturales antes que en las leyes y costumbres decididas por los propios seres humanos. Así, mientras las leyes positivas y las costumbres no respetadas reciben sanciones por parte de la justicia humana y por la sociedad, las leyes naturales no respetadas reciben sanciones del propio orden natural utilizando a cada uno de nosotros como el propio "verdugo", ya que actúan a través de nuestra conciencia moral. De ahí la expresión de Marco Tulio Cicerón cuando afirma respecto de la ley natural: "Desconocerla es huirse a sí mismo, renegar de su naturaleza y por ello mismo padecer los castigos más crueles aunque escapara de los suplicios impuestos por los hombres".

La dignidad humana se pierde también cuando un sistema de gobierno totalitario le niega a todo individuo la posibilidad de realizar todas sus potenciales creativas, familiares, intelectuales, laborales, etc., como ocurre con los sistemas socialistas. Incluso las "ayudas sociales" tienden a marginar de la sociedad a quienes son convertidos en parásitos sociales que sólo podrán vivir a costa del trabajo ajeno, a pesar de que los favorecedores de la indignidad generalizada atribuyan a los sectores liberales una culpabilidad similar de la que ellos se excluyen; de la tan difundida marginación social.

A veces la dignidad se asocia a objetos distintos a las personas, como es el caso de la "vivienda digna" o el "trabajo digno", por lo cual existirían viviendas indignas y trabajos indignos. Al respecto puede decirse que una vivienda digna es aquella construida con medios legales por parte de personas dignas, en forma independiente de sus comodidades o de la seguridad que brinda. También un trabajo es "digno" cuando sus efectos resultan favorables a alguien sin perjudicar a nadie.

Si el camino hacia la dignidad humana requiere de nuestra atención a los valores y atributos asociados a nuestro cuerpo, a nuestra mente y a nuestros sentimientos, puede advertirse que es el mismo camino que conduce a la felicidad. Este sería el premio que el orden natural nos otorga al adaptarnos a sus leyes.

Quizá la idea más importante que podamos extraer de estos planteos consista en concluir con que el camino a la felicidad está asociado a la virtud, y que la felicidad resulta accesible a quienes, siendo inteligentes, eligen el camino de la virtud. De esa forma se descalifica a gran parte de la sociedad por buscar la felicidad por otros medios, como el poder, el dinero, el lujo, el placer como único objetivo, etc. Nuevamente encontramos las ideas socráticas por las cuales se asocia la felicidad a la virtud y al conocimiento, y la infelicidad a la ignorancia.

2 comentarios:

agente t dijo...

En total acuerdo con las consideraciones hechas y con lo propuesto en este hilo, pero creo necesario añadir que, para dedicarse a cultivar el cuerpo, el intelecto y las emociones, además de predisposición personal y buena información desde el entorno social e institucional, debes conseguir previamente a ponerte a ello una mínima tranquilidad económica y confortabilidad física, es decir, no temer por la supervivencia y disponer de algún tiempo y de medios adecuados. También del suficiente equilibrio emocional, algo difícil de alcanzar si no se dispone de todo lo anterior.

Bdsp dijo...

También puede decirse que, para lograr tranquilidad económica, previamente hay que adoptar una predisposición hacia el equilibrio integral. El cultivo de atributos físicos, intelectuales y emocionales no requieren tampoco de una base económica buena, excepto en el caso de situaciones de decadencia crónica, como la de la Argentina, en la cual las preocupaciones por sobrevivir ocupan en muchas personas gran parte de su tiempo y de sus preocupaciones....