jueves, 20 de octubre de 2022

Ética y estética

El intelectual preocupado y ocupado por la tendencia caótica y decadente por la que se conduce la sociedad, encuentra en la descripción de las causas que producen el Bien y el Mal, una forma de promover la introspección psicológica que permitirá vislumbrar la solución a tal problema.

Sin embargo, tanto el Bien como el Mal tienen sentido para quienes aceptan la existencia de ambos conceptos, mientras que gran parte de la población desconoce la posible causalidad a ellos asociada. De ahí que la sociedad parezca estar fraccionada en dos grupos que hablan idiomas distintos.

Si el hombre buscara, en forma permanente, recibir satisfacciones morales, o emocionales, lograría un aceptable nivel de felicidad. Su autoestima estaría en un alto nivel y todo valor material tendría el significado de ser sólo un medio para hacer su vida más cómoda. Por el contrario, si tiene como objetivo buscar las comodidades para el cuerpo, relegando a un segundo plano los valores emocionales, será pobre el nivel de felicidad alcanzado y, seguramente, su autoestima será reducida.

El filósofo danés Søren Kierkegaard (1813-1855) planteó el problema humano en forma bastante precisa. En uno de sus libros, titulado “Lo uno o lo otro” (Enten-Eller) distingue las dos principales tendencias a las que puede adherir el ser humano: la vida ética o la vida estética. Y, al verlas como tendencias opuestas, sugiere elegir la mejor de las dos. Estas tendencias corresponden a la antigua descripción religiosa del espíritu o la carne, como tendencias opuestas.

Como ejemplo podemos mencionar la actitud de dos personas, cada una representando a uno de los grupos, que actúan en forma distinta ante una circunstancia similar. Supongamos que se trata del pago de una deuda. El hombre ético buscará sentir tranquilidad en su conciencia y hará el correspondiente esfuerzo por lograr el dinero necesario para saldar la deuda. Su mayor castigo será considerarse a sí mismo como un estafador. Por el contrario, el hombre estético encontrará “doloroso” trabajar y más “doloroso” aún desprenderse del dinero que tanto esfuerzo le costó. Incluso es posible que el hombre ético haga lo imposible por evitar pedir dinero a alguien, mientras que el hombre estético lo hará ante cualquier circunstancia desfavorable.

Respecto de uno de los personajes del libro de Kierkegaard, Pablo Da Silveira escribió: “Su objetivo es «vivir estéticamente», es decir, vivir en una continua búsqueda de experiencias y de sensaciones, manteniéndose en un eterno presente que no se preocupa del tiempo. Se trata de ir de lo interesante a lo interesante, de sumergirse en el ahora, de disolver la vida en una serie de instantes agradables e inconexos. El seductor desconoce el compromiso y la responsabilidad. Busca permanentemente lo nuevo y, cuando lo que tiene entre manos pierde novedad, pasa rápidamente a otra cosa. La chica de turno no es más que una excusa y su único interlocutor real es el aburrimiento. El seductor vive cada aventura con pasión, pero sabe que todo va a agotarse en un instante. Ese es el clásico lamento de Don Juan, con el que Søren estaba obsesionado” (De “Historias de filósofos”-Alfaguara-Buenos Aires 1997).

Más adelante escribe: “La otra respuesta consiste en lo que Søren llamaba la «vida ética», cuyo representante, el juez Wilhelm, nunca alcanzó la fama de su rival. «Vivir éticamente» significa vivir con el propósito de construir una vida moralmente buena. Por eso, el hombre que vive éticamente mira su vida como una unidad y se preocupa de su coherencia. Tiene que darse buenas explicaciones acerca de lo que ha hecho y tiene que hacer de su vida una historia con sentido. Quien elige vivir éticamente, dice Søren, «se posee a sí mismo como tarea». El modelo de este tipo de vida es el matrimonio, es decir, una relación que progresa con el tiempo y que enlaza nuestro presente con nuestro pasado y con nuestro futuro. Quien vive éticamente ve la vida del seductor como una existencia que se agota en una serie de comienzos sucesivos. Pero eso no es auténtica variedad sino repetición de la misma cosa. Lo interesante está en poder ir más allá del comienzo”.

Una forma de describir a la sociedad de consumo, o época postmoderna, implica considerar el predominio de la vida estética sobre la vida ética. De ahí que prevalezca el relativismo moral y el caos progresivo. Para revertir la tendencia, por lo tanto, debemos buscar, a nivel individual, el predominio de una vida ética.

La vida ética está materializada por la actitud cooperativa, siendo el objetivo imprescindible a lograr a fin de reencauzar la sociedad hacia etapas de menor conflictividad y mayores niveles de felicidad. A continuación se transcribe un artículo en ese sentido, para ser tenido en cuenta en países como la Argentina:

ACTITUD

Los deseos primarios de todas las personas son: salud, dinero y amor. Una forma de lograr esos objetivos consiste en ser rico y próspero.

Así como hay personas pobres y ricas, hay países pobres y ricos.

La diferencia entre los países pobres y los ricos no proviene de su antigüedad. Esto se verifica mediante el ejemplo de países milenarios, como Egipto e India, que son muy pobres. Por el contrario, países como Australia y Nueva Zelanda, que hasta hace poco más de 150 años eran desconocidos, hoy son países desarrollados y ricos.

La diferencia entre países pobres y ricos tampoco proviene de los recursos naturales que disponen. Así, Japón tiene un territorio muy pequeño y montañoso que no sirve para la agricultura ni la ganadería y sin embargo es la segunda potencia económica mundial.

Su territorio es como una gran fábrica flotante que importa materia prima de todo el mundo, la procesa y el producto resultante es exportado también a todo el mundo acumulando riqueza.

También tenemos el caso de Suiza, sin océanos, que tiene una de las mayores flotas mercantes del mundo. Que no tiene cacao, pero sí el mejor chocolate del mundo. Que en sus pocos kilómetros cuadrados cría ovejas y cultiva el suelo cuatro meses al año ya que durante los restantes es invierno. Que tiene los productos lácteos de mejor calidad de toda Europa. Al igual que Japón no tiene productos naturales pero da y exporta servicios con calidad muy difícil de superar.

Tampoco es la inteligencia de las personas lo que hace la diferencia. Así lo demuestran estudiantes de países pobres que emigran a los países ricos y consiguen resultados excelentes en su educación.

Otro ejemplo son los ejecutivos de los países ricos que visitan nuestras fábricas y al hablar con ellos nos damos cuenta que no hay diferencia intelectual.

Finalmente tampoco podemos decir que la raza hace la diferencia. En los países centro-europeos o nórdicos podemos ver cómo los “ociosos” (latinos y africanos) demuestran ser la fuerza productiva de esos países.

Entonces….¿qué hace la diferencia?

La actitud de las personas hace la diferencia.

Al estudiar la conducta de las personas en los países ricos se descubre que la mayor parte de la población cumple las siguientes reglas (cuyo orden puede ser discutido):

1) Lo ético como principio básico
2) El orden y la limpieza
3) La integridad
4) La puntualidad
5) La responsabilidad
6) El deseo de superación
7) El respeto a las leyes y reglamentos
8) El respeto a los derechos de los demás
9) El amor al trabajo
10) El esfuerzo por la economía y acometimiento

En los países pobres sólo una mínima (casi ninguna) parte de la población sigue estas reglas en su vida diaria.

No somos pobres porque a nuestro país le falten riquezas naturales o porque la naturaleza haya sido cruel con nosotros. Simplemente somos pobres por Nuestra Actitud. Nos falta carácter para cumplir estas premisas básicas del funcionamiento de la sociedad. No esperemos un cambio por parte de los gobernantes, busquemos un cambio en nosotros mismos.

(De www.consultinggroupsa.com.ar)

1 comentario:

agente t dijo...

Lo probablemente cierto es que la actitud más exitosa de las personas de los países ricos no está tan basada en colocar en primer lugar el principio básico de la ética sino el de la responsabilidad personal (creo que hay una diferencia bien perceptible), es decir, que se tienen más presentes las consecuencias de dejarse llevar por el principio del placer (o de la carne), siendo más genuinamente seguido este último por la mayoría de los pobladores de los países menos exitosos.