El empresario es la figura central de toda economía de mercado y es quien tiene como misión disponer y organizar los distintos factores de la producción para satisfacer la demanda de sus clientes. Se ha dicho muchas veces que la empresa capitalista debería tener metas sociales, en lugar de individuales. Esta opinión se origina en el hecho de que, por lo general, no se valora suficientemente su tarea de ofrecer puestos de trabajo y de producir bienes y servicios de uso masivo, aspectos con los que cumple una importante función social. Sin embargo, no toda empresa asocia sus ganancias a la producción y a la creación de puestos de trabajo, ya que también existe la empresa optimizadora de ganancias que se aleja un tanto de los objetivos mencionados. Podemos hacer en breve esquema de los tipos de empresas existentes como así también del tipo de empresa social que aparece como una innovación empresarial:
a) Empresa orientada prioritariamente a la producción y al trabajo
b) Empresa orientada a la prioritaria optimización de ganancias
c) Empresa socialista
d) Empresa social
Los economistas liberales, que promueven la adopción y vigencia de la economía de mercado, dan por sobreentendido que toda empresa debe apuntar a la producción y al otorgamiento de puestos de trabajo, siendo sus utilidades una consecuencia de haber logrado eficazmente tales objetivos. Por otra parte, la empresa que sólo busca optimizar sus ganancias, por lo general es la que no busca adaptarse al mercado sino que se orienta a la búsqueda de apoyo por parte del Estado intervencionista a cargo de políticos que luego serán sus cómplices.
Por lo general, se busca la mejora de la economía dirigiendo la atención en lo que hacen y en lo que no hacen los empresarios, olvidando que si éstos no constituyen un porcentaje suficiente, la atención debe orientarse hacia el resto de la sociedad que tiene muy poca vocación empresarial; ausencia que constituye el principal factor de pobreza y subdesarrollo.
En la imaginación popular aparece, como alternativa, la empresa socialista, regida por el lema: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”. Tal tipo de empresa ha dado resultados decepcionantes por cuanto resta todo tipo de incentivos económicos a quienes tienen mayor capacidad productiva, acentuando además la vagancia y la improductividad en quienes tienen poca predisposición para el trabajo. Para subsanar la ausencia de incentivos económicos, en los países socialistas se trató de reemplazarlos por incentivos de tipo humanitario, que habrían de ser asignados a los que trabajaran con mayor entusiasmo y productividad, descartando los incentivos económicos como si ganar dinero mediante el trabajo honesto fuese algo pecaminoso. En forma injustificada se supone que todo objetivo individual necesariamente se opone a los objetivos colectivos, identificando egoísmo con individualismo, actitudes que no siempre concuerdan.
Finalmente tenemos la empresa social, asociada a la labor de Muhammad Yunus, galardonado con el Premio Nobel de la Paz por su innovación empresarial y debido a los excelentes resultados logrados otorgando préstamos para pobres mediante el Banco Grameen. El citado autor escribió: “Si queremos completar la estructura del capitalismo, debemos introducir otro tipo de empresa, que reconozca la naturaleza multidimensional de los seres humanos. Si describimos las empresas actuales como empresas que maximizan sus beneficios (EMB), el nuevo tipo de empresa podría llamarse «empresa social». Los empresarios fundarían empresas sociales no para obtener beneficios para sí mismos, sino para alcanzar objetivos sociales específicos”.
“Puede que los fundamentalistas del libre mercado crean que se trata de una blasfemia, porque la idea de una empresa con un objetivo distinto al de obtener beneficios no tiene cabida en su teología actual del capitalismo. Sin embargo, el libre mercado no tiene por qué verse perjudicado por el hecho de que no todas las empresas sean maximizadoras de beneficios, y no cabe duda de que el capitalismo pueda mejorarse. Además, hay demasiado en juego como para seguir por el mismo camino que hasta ahora. Al insistir en que todas las empresas deben ser maximizadoras de beneficios por definición y al considerar esto como una especie de verdad axiomática, hemos creado un mundo que le da la espalda a la naturaleza multidimensional de los seres humanos. El resultado es que las empresas siguen siendo incapaces de resolver muchos de los problemas sociales más acuciantes” (De “Un mundo sin pobreza”-Ediciones Paidós Ibérica SA-Madrid 2008).
Debe advertirse que las grandes empresas, que cotizan en bolsa y que compiten con otras de su misma envergadura, tienen la imperiosa necesidad de hacer fuertes inversiones en investigación para no verse superadas por la competencia. De no hacer tales inversiones, pronto irían a la quiebra. Además, si no tuviesen elevadas ganancias anuales, el accionista constituido por el ciudadano común y corriente, pronto vendería sus acciones por cuanto espera obtener ganancias razonables. La venta masiva de acciones también produciría la quiebra. De ahí que debe distinguirse entre empresa optimizadora productiva de otra optimizadora a cualquier precio.
Para que las grandes empresas dejen de ser optimizadoras de ganancias, debe primero convencerse al ciudadano común que tiene que seguir siendo un cliente fiel de la empresa que hizo pocas inversiones por lo que sus productos quedaron relegados técnicamente o bien desplazados por la competencia por otros similares, pero más baratos, o bien se debe convencer al accionista común que sus ganancias serán pequeñas a cambio de informarle que la empresa en cuestión produjo objetivos sociales importantes y que la satisfacción moral debería considerarse como parte de los beneficios obtenidos.
Donde es posible compatibilizar la empresa social con el mercado, es en el caso de las PYMES, pequeñas y medianas empresas, en cuyo caso, por lo general, se tienen en cuenta objetivos sociales inmediatos. Yunus agrega: “La estructura organizativa de este nuevo tipo de empresa es básicamente igual a la de las maximizadoras de beneficios actuales, la diferencia reside en los objetivos. Al igual que el resto de las empresas, emplea trabajadores, produce bienes y servicios y los ofrece a sus clientes a un precio coherente con su objetivo; sin embargo, el objetivo básico (y el criterio que debe utilizarse para evaluarla) es generar beneficios sociales para las personas con quienes entra en contacto. Puede que la empresa genere beneficios, pero los inversores que la apoyen no obtienen ninguno, una vez que han recuperado, al cabo del tiempo, la cantidad original que invirtieron en un principio. Los objetivos de las empresas sociales son las causas humanitarias, no los beneficios, y tienen el potencial para actuar como agentes de cambio en el mundo”.
“Al igual que cualquier otra empresa, las empresas sociales no pueden tener pérdidas indefinidamente, pero los beneficios no van a quienes invierten en ellas. Por lo tanto, las empresas sociales podrían definirse como empresas sin pérdidas y sin dividendos. En lugar de transferirse a sus inversores, el superávit generado por la empresa social vuelve a reinvertirse en la misma empresa. En última instancia se transfiere al grupo de beneficiarios de la actividad de la empresa, en forma de precios más bajos, mejores servicios y mayor accesibilidad”. “La rentabilidad es importante para las empresas sociales. Siempre que sea posible hacerlo sin que peligre el objetivo social, las empresas sociales deben generar beneficios, por dos motivos: en primer lugar, para devolver el dinero a los inversores y, en segundo término, para fomentar la consecución de objetivos sociales a largo plazo”.
“¿Cómo pueden los bienes y servicios que venden las empresas sociales generar beneficios sociales? Pueden hacerlo de múltiples maneras. Imaginemos algunos ejemplos:
1- Una empresa social que fabrica y vende productos de alimentación nutritivos y de alta calidad a precios muy bajos, destinados a un mercado especifico de niños pobres y mal alimentados. Los productos pueden ser más baratos, porque no compiten en el mercado de lujo y no necesitan envases caros ni publicidad y porque la empresa que los vende no está obligada a maximizar sus beneficios.
2- Una empresa social que diseña y vende seguros médicos, para proporcionar asistencia sanitaria asequible a los pobres.
3- Una empresa social que desarrolla sistemas de energía renovable y que los vende a un precio razonable a comunidades rurales que, de otro modo, no podrían permitirse el acceso a la energía.
4- Una empresa social que depura aguas residuales, recicla basura y otros productos de desechos que, de otro modo, contaminarían barriadas pobres o sin poder político”.
En definitiva, Yunus promueve, acertadamente, tener siempre presente los objetivos sociales y los valores éticos en un lugar dominante respecto de los objetivos que orientan nuestras decisiones, por lo cual, de seguirse sus consejos, las empresas optimizadoras de ganancias que las busquen fuera de los objetivos productivos, deberían orientarse hacia la producción, produciéndose una mejora importante en el campo empresarial.
Es oportuno mencionar un caso interesante, y es el de un empresario que en sus comienzos “jugó sucio” con sus competidores estableciendo un monopolio petrolero de grandes dimensiones. Con el tiempo, John D. Rockellefer, cambiando su actitud, se dedicó a utilizar su dinero en obras de ayuda social, devolviendo a la sociedad unos 100.000 millones de dólares (traducido a los valores actuales), lo que constituye todo un record de beneficencia social.
La idea importante, en todo esto, es que debemos inculcar en la gente, previamente a todo accionar, que producir beneficios en aquellos que nos rodean produce mayor felicidad que buscar siempre beneficios económicos que nos favorecerán sólo a nosotros mismos. Luego de que tal idea haya sido aceptada, es de esperar mejoras sociales de todo tipo, mientras que, de lo contrario, no habrá cambios esenciales.
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