Entre las formas de corrupción más frecuentes se encuentran aquellas favorecidas por los vínculos entre políticos a cargo del gobierno y empresarios que obtienen ventajas por sus decisiones. Así, cuando el Estado adjudica a una empresa cierta construcción a realizar, mediante algún procedimiento no del todo legal, pagará luego sobreprecios que se repartirán entre políticos y empresarios.
En países en que, al ciudadano corriente, sólo le interesa su propia situación personal, y poco se preocupa por la corrupción estatal, no se advierte que los gastos del país se incrementan innecesariamente desaprovechando recursos que son necesarios para mejorar la situación de los sectores más vulnerables. De ahí que, a veces, los gobiernos autodenominados “nacionales y populares” son precisamente los que desvían a sus propios bolsillos (o cajas de seguridad) lo que les vendría muy bien a tales sectores.
Otras de las formas de corrupción se observa cuando desde los países desarrollados se envían fondos a los subdesarrollados para realizar obras esenciales y tales fondos van a parar a los bolsillos de quienes dirigen al Estado receptor. Peter Eigen escribió: “El Banco Mundial financió en Kenia un gran proyecto sanitario gracias al cual la gente que vivía en un barrio marginal dispondría de una clínica moderna para tratar el sida. Cuando se recibió la aprobación del Banco Mundial, los trabajadores de la clínica echaron abajo el edificio provisorio, una barraca de chapa ondulada, para hacer sitio al nuevo edificio. Como mi mujer Jutta también trabajaba allí ayudando a los enfermos terminales, supieron por mi intermedio que el gobierno ya había recibido el dinero, de modo que sólo quedaba esperar a que llegara en cualquier momento. Pero no pasó nada. El dinero nunca llegó. Insistí y me peleé para que se lo entregaran a la asociación de ayuda, pero sólo conseguí que me dieran excusas” (De “Las redes de la corrupción”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2004).
El citado autor, que trabajó en el Banco Mundial, es el fundador de la ONG (Organización no gubernamental) denominada “Transparency International” (TI) que tiene como finalidad desalentar la corrupción. Otra de las formas de corrupción, que observó en África, siendo todavía un funcionario del Banco Mundial, fue descripta así: “Una y otra vez, tras tenaces negociaciones siempre acabábamos consiguiendo fondos para destinar a proyectos importantes que, a nuestro juicio, eran necesarios para que Kenia pudiera avanzar en su desarrollo”. “Pero la mayoría de las veces todo era en vano. Mientras en Paris y Nairobi debatíamos los detalles, ya hacia tiempo que los jefes de las empresas se habían puesto de acuerdo con miembros del gobierno y altos funcionarios de los países en vías de desarrollo para llevar a cabo unos proyectos totalmente inútiles y terriblemente costosos. Cuando el Banco Mundial o cualquier otra organización estatal para el desarrollo se resistía a financiar esos proyectos inútiles o perjudiciales, a los bancos privados de las empresas proveedoras les faltaba tiempo para ofrecer una solución, y concedían a los países un crédito rápido y a menudo extremadamente caro, que por lo general quedaba cubierto con las garantías del Estado. Contaban, por supuesto, con que tarde o temprano obtendrían una conversión o liquidación de la deuda por parte de los países donantes, cuando los Estados se vieran amenazados por la imposibilidad de pagar la deuda”.
Poco a poco comprendí que la corrupción es el vicio capital de la actual ayuda para el desarrollo, así como la causa principal del fracaso de casi todas las gestiones al respecto. Se había forjado una alianza sacrílega entre los proveedores del Norte y las autoridades locales”.
No resulta extraño que en países con altas sospechas de corrupción gubernamental, como es el caso de la Argentina, se promuevan leyes para el blanqueo de capitales que pueden incluso provenir de actividades delictivas como es la venta de drogas. Es este un acto de gobierno que facilita la corrupción de alto nivel. El Financial Times de Alemania expresaba lo siguiente (31/10/2000): “Once de los principales bancos privados han acordado establecer principios comunes para luchar contra el blanqueo de dinero. Las directivas prevén, entre otras cosas, la creación de departamentos de control independientes en cada institución. El Deutsche Bank, único consorcio financiero de la República Federal de Alemania, participa en esta iniciativa. Se trabajará a partir de los principios de la organización no gubernamental Transparency International (TI), dedicada a la lucha contra la corrupción. El presidente de TI, Peter Eigen, manifestó en la presentación de la iniciativa de estos bancos que el objetivo es «que los corruptos lo tengan muy difícil para introducir sus ganancias ilegales en el sistema bancario mundial». En esta línea, el acuerdo viene a ser «una señal al mercado de que los once bancos se van a mostrar inflexibles con sus reglas de blanqueo de dinero»” (Citado en “Las redes de la corrupción”).
La jueza Eva Joly, tuvo la oportunidad de observar la corrupción investigando las maniobras de la empresa francesa Elf, vinculada también con países extranjeros. Eva Joly escribió: “La globalización económica y la revolución tecnológica han cambiado profundamente nuestros puntos de referencia. Sin limites, sin normas, en silencio, la gran corrupción se ha ido extendiendo a riesgo de hacer estallar nuestras democracias y de destruir la confianza, ese ingrediente indispensable para toda acción política. Ante un mundo que ha desaparecido, arrastrando consigo un conjunto de valores, de costumbres y de referentes que ya no coincidían con la realidad, creímos que las nociones de justicia y de injusticia habían perdido ya todo su sentido. Y que habían sido reemplazadas por el único valor universal: el dinero”.
“Nos hemos equivocado. Nada desaparece de la conciencia colectiva: todo se transforma. A finales del siglo XVIII, los filósofos del Siglo de las Luces intentaron expresar su idea acerca de la sociedad en el derecho penal. Establecieron un nuevo equilibrio entre los delitos y los castigos, rechazando la tortura y la pena de muerte, protegiendo al individuo de los abusos del poder. La gran transformación de los equilibrios económico y planetario nos induce a inventar, a nuestro turno, un nuevo orden de los delitos y las penas que termine con la impunidad de las elites y restablezca el equilibrio de la Justicia”.
“La creación del Tribunal Internacional ha sido el primer paso. La lucha contra la corrupción a gran escala será el segundo. Ambas necesitarán, sin duda, más de una generación para llegar a cambiar por completo el curso de las cosas. Pero ya está ahí el relevo”. “La Declaración de Paris marca un hito en nuestro camino. Formula tres principios sencillos para reconstruir una justicia justa:
a) La transparencia es el corolario de la libertad
b) La transparencia sin libertad es un atentado contra los derechos humanos. La libertad aunada a la opacidad es una puerta abierta al crimen
c) La globalización judicial es indispensable para la globalización económica
Los países que protegen el dinero del crimen o del fraude deben ser alejados del juego y vedados bancariamente. El crimen de las elites constituye un atentado contra los intereses superiores de la nación. Mayores castigos, la instauración del embargo civil y de la vigilancia bancaria son instrumentos de prevención y de represión de esta profunda ruptura del vínculo social. Estas ideas son ahora muy minoritarias, lo cual las hace aún más preciadas para mí. A veces basta con casi nada, con un simple suceso, para romper un orden de cosas aparentemente inamovible” (De “Impunidad”-Fondo de Cultura Económica de Argentina SA-Buenos Aires 2003).
Adviértase que, para la citada autora, también la transparencia, o la masiva difusión de información sobre las acciones humanas, principalmente de los hombres con trascendencia pública, es un factor que ha de limitar la corrupción. También la creación de una justicia internacional resulta ser una imperiosa necesidad para el control y penalización de actos ilícitos que se amparan en las limitaciones propias inherentes a las justicias nacionales.
De la misma manera en que las leyes humanas actúan cuando las instancias previas que resguardan el comportamiento ético normal han fracasado, como es el caso de la influencia de la conciencia moral, el marco familiar y el social, las leyes contra la corrupción deberán actuar cuando fracasaron las instancias previas. Para el Mahatma Gandhi, los siete pecados capitales son los siguientes: “Riqueza sin trabajo, placer sin conciencia, conocimiento sin carácter, negocio sin moral, ciencia sin humanidad, religión sin sacrificio y política sin principios”.
El economista Robert Kliegaard propuso una sencilla fórmula que describe a la corrupción a partir de sus causas:
Corrupción = Monopolio + Discrecionalidad – Transparencia
Mariano Grondona da un ejemplo de aplicación: “En la Argentina las denuncias contra el ex interventor del PAMI son una buena muestra de la utilidad de la fórmula de Kliegaard. El PAMI es una organización que maneja 1.800 millones de dólares por año sin ningún órgano de control. En el año 1991 el interventor era la única autoridad que tenía el monopolio de la distribución de esos fondos. La discrecionalidad del ex interventor y de los funcionarios que de él dependían había aumentado, pues la ausencia de órganos externos de vigilancia se sumaba la inexistencia de un directorio. Un jubilado, Carlos Montero, denunció a la justicia que se exigía a los prestadores médicos la devolución de un porcentaje de los pagos que les correspondían”.
“El comienzo de las investigaciones a cargo de un juez y la publicación de la información, provocó que los contratos denunciados fueran anulados y el ex interventor reemplazado. Aún no existe un pronunciamiento judicial sobre el hecho pero la transparencia generada por la denuncia produjo cambios. Asumió la doctora Matilde Menéndez, se estableció un directorio y se prometen reformas profundas que aseguren la transparencia del manejo de los fondos asistenciales de los jubilados”.
“Para evitar la corrupción es más importante detectar sistemas culpables que personas culpables. Se puede analizar cuánto monopolio, discrecionalidad y transparencia existen; se pueden prevenir las situaciones externas que aumentarían los riesgos; se pueden reclamar sistemas que controlen la corrupción”. “Los casos de corrupción son difíciles de probar, pero es fácil detectar sistemas que producen corrupción. Es necesario conocer cuáles son las políticas que favorecen la corrupción y cuáles son las que la controlan, y así establecer costos para aquéllas y beneficios a éstas” (De “La corrupción”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1993).
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