sábado, 9 de abril de 2022

La época del anti-capitalismo

Si bien en toda época y en todo logar es posible encontrar personas que abogan por una mayor producción de bienes y servicios y otras que sugieren una mayor distribución de lo existente, en una época determinada, y a nivel mundial, es posible advertir el predominio de una de estas posturas.

La época del anti-capitalismo se inicia con la Primera Guerra Mundial y tiene dos versiones principales:

a) Anti-capitalismo salvaje: comunismo y nazismo
b) Anti-capitalismo civilizado: keynesianismo

Alberto Duhau describe la situación: "La libertad económica sufrió un duro golpe el 2 de agosto de 1914, iniciación de la Gran guerra. Pudo haber sido reconstituida en su antiguo esplendor una vez terminada. No lo fue. Y a poco andar vimos aparecer diversas dictaduras nacidas a la sombra del dirigismo estatal. Y luego la Segunda guerra mundial".

"En cambio la era capitalista liberal fue una de las más luminosas de la historia humana. Las ciencias y las artes, la cultura toda tuvo un florecimiento como jamás vieron los tiempos idos, debido al acrecentamiento de la riqueza que lo hizo posible. Favoreció ella también a la clase más numerosa de la población" (Del Prefacio de "El fatal estatismo" de Federico Pinedo-Editorial Guillermo Kraft Ltda.-Buenos Aires 1956).

La crisis económica mundial surgida en EEUU en 1929 pareció ser el golpe definitivo contra la economía capitalista y a favor de una economía dirigida desde el Estado. Federico Pinedo escribió al respecto: "Durante la gran depresión que siguió al colapso económico del año 30 fueron innumerables los expositores, socialistas o no, para quienes era una verdad fuera de discusión que el reino de la economía llamada capitalista había llegado al límite y que su final era inminente".

"Según algunos era evidente que no había salida posible de la depresión si no se hacía definitivo y total abandono de los principios liberales fundamentales; si no se renunciaba a la producción para el mercado, determinada por los precios; a la iniciativa individual y a la libre competencia, y si no se cedía el paso a una economía totalmente dirigida por la autoridad pública, que diría qué debía producirse y cómo y cuánto".

"Los supuestos en que se basaba esa exigencia de acción inmediata eran casi siempre los mismos. Se daba por sentado que, al terminar la guerra, la economía de los grandes países, especialmente de los Estados Unidos, en cuanto se redujeran los pedidos oficiales para atender necesidades bélicas se vendrían irremisiblemente abajo; y con el colapso de la economía americana se produciría la de todo el mundo".

"Había derecho, sin duda, a tener esas opiniones y a proponer que se edificara sobre esa base, pero lo malo es que todo eso no se presentaba como una hipótesis a considerar, sino como una certeza, de la que era criminal prescindir. En exposiciones preparadas para el vasto público todo eso se decía, con diferencias en cuanto a la forma pero con parecido dogmatismo en cuanto al fondo".

"Con columnas de cifras y gráficos llamativos se explicaba a las masas que si el Estado no se decidía en el acto a gastar en grande, desequilibrando intencionalmente sus finanzas más de lo que lo estaban y aumentando la deuda pública en billones, la catástrofe era segura, porque era fatal que la demanda privada para consumo y para inversiones quedaría corta con respecto a la posibilidad de producir y que la consecuencia sería desocupación de elementos de producción y desocupación de hombres".

"Antes se consideraba que era razonable no gastar más que lo que se tenía, pero el progresismo expresaba que la forma moderna de ser razonable consistía en gastar mucho más de lo que se tenía y de lo que se podía tener. Aconsejar lo contrario era «irresponsabilidad». Había que huir del horror del ahorro, que siguiendo más o menos de cerca afirmaciones de Keynes o de Hansen estaba de moda presentar como el enemigo más temible del género humano, si alguien -el Estado- no se ocupaba de gastar en el acto por lo menos el equivalente de lo que otros ahorraban".

"Había que emanciparse de reglas financieras del pasado para tener la seguridad de que la economía marcharía a velocidad suficiente. Y nada de pensar en aliviar a los industriales reduciendo sus cargas fiscales, que por el contrario había que aumentar. El remedio estaba del otro lado, en «crear demanda» aumentando los ingresos de las masas por mejores salarios y mayores beneficios sociales...y, si todo eso tendía a aumentar los precios, siempre estaba a mano el remedio, por lo menos en el mercado interno, de extender y reforzar el control de los precios y de recurrir a subsidios para que éstos bajaran".

"Si no era igualmente fácil suprimir las consecuencias externas de la elevación de los costos y la exportación se hacía imposible y las divisas se volvían raras se buscaba el remedio reforzando el control de cambios, aunque quedara estrangulada la importación, dejándose por supuesto previamente de pagar las obligaciones contraídas".

La descripción realizada por Pinedo hace más de 60 años, se adapta a la perfección a la actual situación y mentalidad predominante en el gobierno peronista de la Argentina, y en gran parte de la población. Como síntoma de la severa destrucción de la economía y del orden social, puede mencionarse el hecho de que los ingresos de las familias, vía subsidios por parte del Estado, sin contraprestación laboral, excede actualmente el nivel de ingresos promedio de quienes trabajan y no reciben subsidios del Estado. De ahí que la pobreza aumenta continuamente.

2 comentarios:

agente t dijo...

La praxis actual, que no tanto así el discurso, de la gran mayoría de los dirigentes gubernamentales y sus anexos “independientes” (bancos centrales y medios de comunicación) del mundo occidental se corresponde con lo descrito en el artículo. Vemos, pues, que el oportunismo se recrea con diferentes excusas (ahora son la pandemia y la guerra de Ucrania), pero el objetivo siempre es el mismo: el control en lo fundamental de la economía por parte del poder político.

Carlos Zigrino dijo...

El capitalismo es como la rueda redonda, no hay forma geometrica posible para hacerla mejor. El capitalismo nace en Estados monarquicos y feudales que garantizaban estabilidad politico economica.El liberalismo economico es acertado en cuanto asume como valedero el libre mercado donde los resultados y beneficios dependen de la capacidad y el esfuerzo de cada individuo. En cambio la democracia liberal, parte de la premisa de la "soberania popular" derivada de una mayoria, donde se procesa lo cuantitativo pero no lo cualitativo de cada individuo. Eso crea un poder colectivo que abre las puertas al comunismo. El fascismo, que es la ultima trinchera de la civilizacion, sacrifica la democracia liberal para salvar al capitalismo.