miércoles, 27 de abril de 2022

Bergoglio y el gobierno mundial

A lo largo de la historia se ha visto el surgimiento de líderes religiosos, militares o políticos que, “generosamente”, se mostraron dispuestos a gobernar el mundo bajo sus criterios personales, llegando así a generar las peores catástrofes sociales de toda la historia, como fue el caso de los gobiernos totalitarios, comunistas y nazis, si bien no lograron el dominio total del planeta, como tenían planeado. De ahí que un gobierno universal y personal implica un gran peligro, aun cuando no sea desechable la posibilidad de alguien con buen criterio y buenas intenciones.

Para evitar riesgos extremos, los sistemas democráticos establecen leyes que deben ser también acatadas por los propios gobernantes. Por ello, un gobierno universal debería, en principio, estar constituido esencialmente por leyes humanas, antes que por un líder que adopta decisiones personales. Incluso tales leyes deben ser compatibles con las leyes naturales que gobiernan nuestra naturaleza humana; de lo contrario no tendrían razón de ser.

Las leyes naturales descriptas por la ciencia, que son las mismas leyes de Dios consideradas por la religión, deben constituir entonces el gobierno universal que todos buscamos. Esto se conoce como el Gobierno de Dios sobre el hombre, o el Reino de Dios, para distinguirlo de los distintos gobiernos del hombre sobre el hombre, desaconsejados y opuestos a la religión.

Cuando Cristo manifiesta que “El Reino de Dios está dentro de vosotros” (Regnum Dei intra vos est) indica que el gobierno universal es esencialmente un autogobierno, individual; que se inicia cuando el hombre se decide a adaptarse a tales leyes y a aceptar tal gobierno superior junto al mandamiento que nos propone adoptar una actitud cooperativa, tal el “Amarás al prójimo como a ti mismo”, o, compartirás las penas y las alegrías ajenas como propias.

En la actualidad se ha llegado al extremo de que algunos “cristianos” ubican en un lugar secundario al contenido ético priorizando alguna forma misteriosa de vínculo del creyente con el propio Cristo. Este es el caso de la máxima autoridad de la Iglesia Católica, Jorge Bergoglio, quien expresó en Twitter: “Ser cristianos no es ante todo una doctrina o un ideal moral, es la relación viva con el Señor Resucitado” (18/4/21).

En cuanto a un posible gobierno mundial, distinto del propuesto en la Biblia, Jorge Castro escribió: "La Iglesia es la fe encarnada que torna visible lo invisible; y no puede vincularse a un sistema como el capitalista contemporáneo...Sólo puede hacerlo (esa es su vocación más profunda) en su condición de Católica (unida y universal) en el terreno estrictamente político, cuya razón de ser es la legitimidad".

"Por eso Francisco, al igual que Benedicto XVI, proclama la necesidad de instaurar una Autoridad politica global, un Estado mundial fundado en valores trascendentes".

"El control de la técnica es la verdadera prueba de poder que deberá afrontar el Estado mundial en ciernes. la emergencia de una sociedad global implica la necesidad de pensar en un plan común para un solo mundo. Este es el contenido de la política mundial en el siglo XXI, sostiene el Papa jesuita".

La preponderancia de la política sobre la religión, como parece constituir el fundamento de la postura de Bergoglio, puede vislumbrarse en sus siguientes palabras: "Poner en vigencia lo político es garantizar la unidad de la Nación, amenazada por la discordia y la enemistad interna...Es retormar el horizonte de la síntesis y de la unidad nacional...La política es unidad y búsqueda de acuerdo en lo esencial. Sin ella, la identidad nacional está en riesgo de desintegración, e incluso es frágil y transitoria la vida social" (Citado en "La visión estratégica del Papa Francisco" de Jorge Castro-Distal SRL-Buenos Aires 2015).

1 comentario:

agente t dijo...

Bergoglio tiene que saber que un plan como el que propone, inalcanzable por medios democráticos y abiertos, sólo tiene sentido si se trata de un pacto entre élites que reparta el poder y la influencia entre ellas. Y ahí es donde cree que él y su Iglesia tienen un papel, el de legitimadores de ese nuevo status quo.