jueves, 7 de abril de 2022

Vidas paralelas: Lenin y Hitler

Si viviera en nuestras épocas Plutarco, el historiador romano, seguramente habría escrito un libro titulado "Vidas paralelas: Lenin y Hitler", por cuanto ambos personajes fueron los iniciadores de los sistemas totalitarios, que provocaron gran cantidad de víctimas durante el siglo XX.

Ambos políticos basaron sus respectivas luchas en la destrucción de las sociedades democráticas liberales, o capitalistas. De ahí que Lenin atacó a los kulaks, el sector de agricultores de Rusia, mientras que Hitler lo hizo con los judíos, a los que asoció el predominio en las finanzas. Fernando Díaz Villanueva escribió: "Hitler y Lenin fueron como dos gotas de agua en el modo de ejercer el poder de un modo absoluto e incontestable y, sobre todo, en sus planes de destrucción y creación ex novo de un mundo que tenían por imperfecto e irreformable".

"De ahí la emergencia de la revolución y de ponerlo todo patas arriba. Para construir un edificio sobre un solar que ya está ocupado no hay otra posibilidad que derribarlo hasta los cimientos y comenzar sobre ellos la obra nueva. Hitler y Lenin aborrecían de la portentosa Europa judeocristiana y liberal en la que habían nacido. Querían rehacerla desde abajo. Para ello no quedaba otro camino que derruirla a conciencia" (Del Prefacio de "Lenin y Hitler. Los dos rostros del totalitarismo" de Luciano Pellicani-Unión Editorial SA-Madrid 2011).

La lucha entre totalitarismo y democracia surge en la antigüedad, ya advertida en el antagonismo entre Esparta y Atenas, cercana al totalitarismo la primera y a la democracia liberal la segunda; colectivista la primera, individualista la segunda.

Si se ha de materializar la figura bíblica del Anticristo, seguramente la encontraremos por partida doble en ambos políticos. Luciano Pellicani escribió: "Todo sucedió como si de los estratos profundos de Europa se hubieran desencadenado terroríficas fuerzas poderosas decididas a hacer tabula rasa de la civilización de los derechos y de las libertades, trabajosamente construida a lo largo de siglos de luchas y experimentos: un espectáculo tan inquietante que indujo a Benedetto Croce a evocar la figura del Anticristo, «destructor del mundo, que disfruta con la destrucción, sin que le importe no poder contribuir sino al proceso cada vez más vertiginoso de esta misma destrucción, lo negativo que quiere comportarse como positivo y ser como tal no ya creación sino destrucción»".

A imitación del cristianismo, que proponía el surgimiento del "hombre nuevo", adaptado a las leyes naturales, Lenin y Hitler también proponían establecer los atributos del "hombre nuevo", esta vez adaptado a los requerimientos de sus respectivas sociedades totalitarias. Mientras el hombre nuevo bíblico surgiría del mejoramiento ético del hombre común, el hombre nuevo soviético, o el nazi, surgirían por obediencia y acatamiento a los líderes respectivos, mientras que quienes se opusieran, o bien pertenecieran a las razas o a las clases sociales incorrectas, serían eliminados. "Como en todas las revoluciones totalitarias, en la revolución nazi interactuaron dos componentes fundamentales: «Una destructiva, de visceral rebelión contra la civilización, y otra constructiva, un original intento de crear un hombre nuevo, un nuevo cuerpo social y un nuevo orden nazificados en Europa y en el mundo. Esa revolución se proponía reconstruir el paisaje social de Europa de conformidad con los principios de su racismo biológico, matando a millones de personas que sus fantasías raciales consideraban peligrosas o superfluas, para incrementar la proporción de las razas superiores, reforzando la cepa biológica de toda la humanidad»".

El desprecio por la vida humana ha sido otro de los atributos compartidos por nazis y comunistas. Pellicani escribió al respecto: "El léxico de Lenin, exactamente como el léxico de Hitler, es el de la parasitología: el mundo se describe como un pantano infestado de «insectos nocivos» -pulgas, chinches, vampiros, arañas venenosas, sanguijuelas; en una palabra, no-hombres- que deben ser exterminados recurriendo a los medios más brutales y despiadados. Y, en efecto, la ferocidad de los métodos de tortura escogidos por los bolcheviques sólo puede compararse con la de los nazis".

En la actualidad, ambos personajes gozan de cierta simpatía por parte de las masas, por cuanto el anti-capitalismo mantiene su vigencia. De ahí que la severa crisis moral puede vislumbrarse ante este masivo apoyo.

1 comentario:

agente t dijo...

Estos nefastos personajes gozan de una popularidad más o menos visible porque la atmósfera de odio y agresión que envuelve a todo totalitario es muy atrayente para quienes su vida la perciben fundamentalmente en clave de frustración, sentimiento que lanzan de muy buen gusto en contra de aquellos que son objeto de exclusión social por parte de las doctrinas totalitarias, por lo que podemos definir a éstas como carroña ideológica u oportunismo descarnado.