sábado, 4 de diciembre de 2021

Pertenencia a la humanidad vs. Inserción social

Entre las principales alternativas propuestas para la solución, parcial o definitiva, de los conflictos humanos, encontramos dos posibles caminos extremos. En un caso se sugiere que todo individuo intente sentirse parte de la humanidad, haciendo el esfuerzo respectivo y logrando los méritos necesarios. En el otro extremo encontramos la propuesta que favorece la inserción social, mediante una acción establecida principalmente desde el Estado, sin que se realicen demasiados esfuerzos individuales para la adaptación.

Ser parte de la humanidad implica poseer los atributos intelectuales suficientes como para ser un actor, o al menos un espectador consciente, del proceso de adaptación cultural que afronta la especie humana. Además, debe ser consciente de las leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales a fin de fortalecer su empatía emocional para constituirse en un verdadero "ciudadano del mundo" que apunta a cooperar de alguna manera con la humanidad para asegurar su supervivencia. Finalmente debe intentar fortalecer sus atributos físicos para un mejor sostenimiento de los atributos mencionados previamente.

Estas posturas extremas no difieren, seguramente, de la división advertida por San Agustín para quien la sociedad se divide entre quienes viven en la "ciudad de Dios" y entre los que lo hacen en la "ciudad del hombre". Los primeros están en contacto permanente con las leyes naturales que conforman el orden natural; los segundos están pendientes de las leyes humanas y de las costumbres sociales muchas veces desvinculadas, y en oposición, a dicho orden. "Más profunda que la división visible del mundo en Estados múltiples, una división invisible reparte los hombres y forma dos ciudades. Se es forzosamente ciudadano de una de las dos ciudades. Nacen en efecto cada una de uno de los dos amores, entre los cuales todo hombre elige de hecho. Si se ama a Dios como se debe, es decir, como el soberano Bien, se pertenece, con todos aquellos a quienes inspira un mismo amor supremo, a la ciudad de Dios. Si por el contrario se rehusa orientarse como es debido hacia el verdadero fin del hombre y si se desvía de Dios para complacerse en sí y detener en sí el movimiento natural de las cosas hacia su Creador, se forma parte, con los que un mismo amor desordenado poseen, de la ciudad terrenal" (De "San Agustín" de Carlos Boyer S.J.-Editorial Excelsa-Buenos Aires 1946).

Si bien en la visión medieval se habla de "pertenencia", en la actualidad puede hablarse de "orientación intelectual y emocional" hacia una de las dos posturas extremas, sin desconocer la existencia de posturas intermedias o indefinidas. De ahí que la "ciudad de Dios" está integrada, según la visión actual, no por creyentes ni por quienes aducen poseer cierto perfeccionamiento moral, sino por quienes hacen algo concreto a favor de la humanidad y de la sociedad en que viven.

Todo individuo debe adaptarse tanto a las leyes naturales, vigentes para todo habitante del planeta, como a las costumbres de la sociedad a la cual pertenece. Pero, si buscamos una mejora significativa de las actuales sociedades, debe priorizarse la adaptación al orden natural. De esa forma, además, se tendrá la visión óptima para poder adaptarse a la sociedad en cuestión aún cuando ésta esté en plena decadencia moral. Se entiende que la palabra "adaptación", en este caso, no significa sumarse a la mentalidad errónea predominante, sino que, como siempre, significa "ser apto" para desempeñarse eficazmente aún cuando se le presenten las peores condiciones posibles.

Gran parte de los conflictos actuales consiste en una lucha que subyace entre los bandos que proponen vincularnos a la humanidad, por una parte, y a la "ciudad terrena", por la otra. En el primer grupo se encuentran quienes, advirtiendo las falencias humanas, proponen la división del trabajo y la competencia entre productores, para evitar la existencia de monopolios concentradores de poder. Proponen, además, la división de poderes en el Estado, con un criterio similar.

En el segundo grupo están quienes proponen una igualdad económica que tiene como atractivo la eliminación de las causantes de la envidia, suponiendo que la redistribución de riquezas, sin ninguna mejora individual, aliviará el cercano y permanente autocastigo que se impone a sí mismo el envidioso. Con la estatización de los medios de produccción, o con la estatización de sus ganancias, se supone que se establecerá la ansiada inserción social de quienes se sienten desvinculados de su medio. En realidad, el malestar que sufren se debe esencialmente a no intentar ingresar en la "ciudad de Dios".

Se ha llegado al extremo de liberar a peligrosos delincuentes bajo el pretexto de que han sido previamente marginados de la sociedad por un "sistema económico injusto" y que por ello se los debe reinsertar en la sociedad liberándolos, siendo el delito una justa venganza contra el medio opresor y excluyente.

Los ideólogos de la "ciudad terrena", que apuntan al poder total y absoluto sobre todo lo existente, incluídos los seres humanos, sostienen que se basan en una "teoría científica", por lo que suponen estar en lo cierto y que por ello sus propuestas deberían ser aceptadas sin discusión. Milovan Djilas escribió: "Haciendo hincapié en la idea de la Realidad del Cambio, Marx, y sobre todo Engels, afirmaron que las leyes del mundo objetivo y material eran invariables e independients de los seres humanos".

"Marx estaba seguro de que descubriría las leyes fundamentales que rigen la vida y la sociedad como Darwin había descubierto las leyes que rigen a las criaturas vivientes. En todo caso, Marx aclaró algunas leyes sociales, particularmente el modo como esas leyes operaban en el periodo del primitivo capitalismo industrial".

"Este hecho por sí solo, aunque sea aceptado como exacto, no puede justificar la pretensión de los comunistas modernos de que Marx descubrió todas las leyes de la sociedad. Todavía menos puede justificar su intento de modelar la sociedad de acuerdo con esas ideas del mismo modo que se cría el ganado sobre las bases de los descubrimientos de Lamarck y Darwin. No se puede comparar a la sociedad humana con las diversas especies animales o con los objetos inanimados; se compone de individuos y grupos que están continua y conscientemente activos en ella, desarrollándose y cambiando".

"En las pretensiones del comunismo contemporáneo de ser, si no la única y absoluta, en todo caso la ciencia suprema, basada en el materialismo dialéctico, se ocultan las semillas de su despotismo. El origen de esas pretensiones puede encontrarse en las ideas de Marx, aunque Marx mismo no las expuso".

"Partiendo de la premisa de que sólo ellos conocen las leyes que gobiernan la sociedad, los comunistas llegan a la conclusión demasiado simple y anticientífica de que ese supuesto conocimiento les da el poder y el derecho exclusivo a modificar la sociedad y dirigir sus actividades. Éste es el error más importante de su sistema" (De "La nueva clase"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1957).

La ciencia experimental se basa en hechos concretos y no en una filosofía particular. Por el contrario, es la filosofía la que debe basarse en la ciencia y en los hechos concretos. De ahí que el fundamento filosófico adoptado por el marxismo sea contrario a lo que caracteriza a la ciencia experimental. De todas formas, puede considerarse como "científico" todo planteo que establezca afirmaciones que puedan comprobarse experimentalmente.

Lo que resulta en extremo errónea y engañosa es la conclusión de que todo lo científico es verdadero, ignorando que es inherente al método de prueba y error establecer, a veces, teorías y resultados falsos o incompatibles con la realidad. Este es el caso del marxismo; al ignorar totalmente los aspectos psicológicos individuales y basarse en clases sociales, y una supuesta lucha, resulta ser una teoría incompleta y absurda. Además, el marxista tiende a suponer que todo burgués carece de virtudes, mientras que todo proletario carece de defectos.

Es oportuno mencionar el caso de Paul Ehrlich y el descubrimiento del salvarsán. Luego de 606 intentos logró perfeccionar el medicamento que buscaba. Ello implica que realizó 605 ensayos previos sin éxito y sólo uno eficaz. El error de Marx posiblemente haya consistido en que adoptó como base de referencia, para la validación de su teoría, a su postura filosófica y no a la realidad misma. “Ehrlich y sus ayudantes comenzaron una serie de ensayos valiéndose de compuestos similares a las tinturas, aunque contenían en su composición arsénico. Ello formaba parte de su programa destinado a encontrar una «bala mágica» capaz de localizar y destruir las células de los agentes patógenos invasores. Su compuesto número 606, arsenobenzol…, resultó ser efectivo en su acción contra el Treponema pallidum, responsable de la sífilis. Pronto se lo empleó como medicamento, denominado «salvarsán»” (Del “Diccionario básico de científicos” de David Millar y otros-Editorial Tecnos SA-Madrid 1994).

1 comentario:

agente t dijo...

Es una teoría, la de las clases sociales, absurda, sobre todo si pensamos que en realidad Marx se refería a castas inamovibles, algo así como estamentos medievales, cuando estaba teorizando y pontificando acerca de los grupos sociales presentes en las etapas del desarrollo capitalista (revolución industrial y sus épocas posteriores), toda vez que en la sociedad de economía libre hay tantas clases como niveles económicos podamos conjeturar y para nada son fijas e inamovibles porque, precisamente, esa variabilidad es una de las características más definitorias del concepto mercado.

Por otra parte, la denominada lucha de clases entre el proletariado y la burguesía es de un esquematismo ramplón porque donde más lucha existe es entre burgueses cuando se disputan el favor del mercado o entre “vanguardias proletarias” cuando luchan entre sí por la hegemonía política dentro de su campo.