domingo, 29 de agosto de 2021

Entrevista a Alberto Benegas Lynch (h)

Por Luciana Vázquez

En pleno avance de liberales y libertarios en la Argentina, el tema se instala: ¿cómo describir al liberalismo local? De la Argentina de Alberdi a la de la pobreza, ¿se necesita más liberalismo? Un estado liberal, ¿sin ministerio de Educación? Igualdad de oportunidades y justicia educativa. Liberales, ¿progresistas o de derecha? La izquierda, ¿retrógrada? El empresariado argentino, ¿para nada liberales? El liberalismo argentino, ¿conservador en lo social? Sobre estos y otros temas reflexionó Benegas Lynch (h).

“Me parece un insulto a la inteligencia que se diga que las izquierdas son progresistas”, sostiene. “El liberalismo es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de los otros”, define. “Cuando el gobierno interviene en los precios, destroza los únicos indicadores que tiene el mercado para saber dónde es rentable”, explica. “Los empresarios piden bajas de impuestos para ellos pero aumentos de aranceles para otros para tener mercados cautivos”, argumenta. “¿Tiene sentido tener un ministerio de Educación o es una cachetada fenomenal a la inteligencia?”, plantea.

-¿Qué es el liberalismo de acuerdo con usted, un liberal argentino? En Argentina se escucha hablar de liberales, libertarios, un campo político que avanza cada vez más y empieza a disputar porciones importantes de poder.

-En uno de mis primeros libros fabriqué una definición que está usada y difundida por intelectuales por quienes tengo un gran aprecio. La definición es que el liberalismo es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros. ¿Esto qué quiere decir? Cuando decimos respetar el proyecto de vida del vecino, no estamos diciendo, y esto lo pongo en negritas y resalto, que adherimos a esos proyectos. Más aún, nos puede resultar repugnante el proyecto del vecino pero si no hay lesión de derechos, nunca puede recurrirse a la fuerza para torcer el rumbo porque la vida sería invivible si todos pretendemos imponer al vecino nuestro proyecto de vida. Hay un test mayor de tolerancia aunque la palabra “tolerancia” no me agrada mucho porque los derechos se respetan, no se toleran. “Tolerar” tiene cierta connotación inquisitorial, como que se mira desde arriba, perdonando. El test mayor de tolerancia es cuando no compartimos el proyecto del vecino. Tenemos la gran suerte de que en la Argentina hay un personaje que es Juan Bautista Alberdi, el padre de nuestra Constitución liberal de 1853-60, en vigencia hasta el golpe fascista de los ‘30, a partir de cuando, y mucho peor a partir del golpe militar de 1943, estamos a los tumbos. Pero en el período 1853 hasta esa revolución fascista éramos la envidia del mundo. Esto suena a ciencia ficción por cómo estamos empantanados hoy. Pero los salarios e ingresos en términos reales eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, España. La población se duplicaba cada 10 años. Venía la gente con una mano atrás y otra adelante y se hacía la América, competíamos con EEUU.

-A partir de esta definición que usted hace del liberalismo, otras zonas del campo ideológico también podrían afirmar un respeto irrestricto por los proyectos de vida del otro. ¿O usted cree que eso no es así, que desde una posición socialdemócrata o desde el justicialismo, por ejemplo, no es tan fuerte esa convicción?

-En reuniones sociales o en distintas manifestaciones culturales, por supuesto que la gente va a decir yo quiero respetar el proyecto de vida del otro. Tomemos el tema de la educación. Educar no es transmitir cualquier cosa en cualquier sentido. Es transmitir valores cuyo corazón es el respeto a los proyectos de vida de otros. Ése es un proyecto educativo que exige, requiere y demanda puertas y ventanas abiertas, mucho oxígeno, un proceso evolutivo de prueba y error. Ergo, y aquí tenemos que sacar telarañas mentales de conservadores que se atan al status quo y tenemos que considerar si tiene sentido tener un ministerio de Educación y Cultura o es una cachetada a la inteligencia. ¿Qué es esa insolencia de imponer estructuras curriculares? Nadie tiene la precisa. Hay muchos liberales bien intencionados que dicen que quieren hacer bien algo que está mal, esto es, tengamos un buen ministro de Educación que imponga las cosas que a mí me gusta. Craso error.

Yo creo que Télam es un problema. La existencia de una agencia oficial de noticias es otra bofetada a la inteligencia. Si el gobierno tiene algo que decir, lo dice en una conferencia de prensa o terceriza. Pero tener una agencia de noticias es algo típicamente autoritario

-Alberto, usted hizo una definición clara sobre el liberalismo. Quiero entender la diferencia con cómo se plantan en relación a los proyectos de vida del otro las otras posiciones ideológicas. Porque hoy en día nadie diría que la izquierda o el justicialismo o una posición ideológica como la que sostiene Juntos por el Cambio o el macrismo atenta contra los proyectos de vida del otro. Entonces, ¿qué tiene de particular este liberalismo que se diferencia de los otros posicionamientos ideológicos?

-Primero, la palabra ideología no es pertinente para el liberalismo. Ideología no en el sentido inocente del diccionario de conjunto de ideas, ni siquiera en el sentido marxista de falsa conciencia de clase sino como algo cerrado y algo terminado. Esa es la antítesis del espíritu liberal. Acá debajo de mi computadora, tengo un letrero enorme que es el lema de la Royal Society de Londres: “nullius in verba”, esto es, “no hay palabras finales”. Para ver el contraste con la socialdemocracia, nadie va a estar de acuerdo en esos grupos con eliminar el ministerio de Educación; todos se abalanzan a imponer estructuras curriculares, primero. Y hay otra diferencia con la socialdemocracia o con otras líneas de pensamiento: yo creo que Télam es un problema. La existencia de una agencia oficial de noticias es otra bofetada a la inteligencia. Si el gobierno tiene algo que decir, lo dice en una conferencia de prensa o terceriza. Pero tener una agencia de noticias es algo típicamente autoritario. Ahí hay otro ejemplo de una diferencia.

-Es decir, el Estado y las instituciones que lo conforman y el uso que hace el gobierno de esas instituciones es una línea fundamental para distinguir si un estado es liberal o no. ¿Ese sería el punto que usted señala?

-No es lo que hace el gobierno con ese puesto sino eliminar ese puesto. El tema no es usar bien Telam por ejemplo; el tema es liquidar Telam o cualquier agencia de noticias que era característico del Führer o del Duce.

El estado liberal, ¿sin ministerio de Educación?

-Señalaba el caso del ministerio de Educación. ¿Cuál es el problema en un estado liberal de la existencia de un ministerio de Educación?

-Si nos ponen a cualquiera de nosotros en ese puesto, algo tenemos que hacer y cualquier cosa que hagamos, va a estar mal porque no podemos imponer nada. Tiene que estar absolutamente abierto y las instituciones educativas, en auditorías cruzadas, tienen que competir entre sí y los padres y los candidatos tienen que decir cuál es la de mayor excelencia académica.

-Es decir lo que usted está señalando es que hay un sistema educativo que no tiene que estar centralizada en agencias que bajan una línea y de alguna manera congelan el conocimiento. ¿Usted está pensando en el modelo chileno de educación y la posibilidad de que en esta relación entre oferta y demanda educativa, la demanda educativa regula el interés por un colegio u otro? La demanda de los estudiantes y sus familias.

-No quiero entrar en el modelo chileno que tiene sus bemoles. La existencia del ministerio de Educación y Cultura implica que se van a establecer pautas obligatorias para determinadas estructuras curriculares. Cuando hablamos de enseñanza privada, en realidad en estos esquemas están privadas de todas independencia. Pueden decidir cuál es el color del edificio, el campus, si son colegios y sus uniformes pero el producto que allí se expende se llama estructura curricular y las instituciones no tienen la libertad para establecer. Ya sabemos que la perfección no está al alcance de los mortales. Esto no quiere decir que las ocurrencias de la gente van a llevarnos a la perfección, no, pero van a minimizar costos y problemas. Si alguien tiene la idea de que los colegios tienen que ser sólo a la mañana o a la mañana y a la tarde y tiene que enseñar tres geografías, dos matemáticas y un álgebra, pues hágalo, propóngalo y la gente se lo va a aceptar y se lo va a rechazar. Si yo tengo otra idea tengo que tener la libertad de competir para proponer esto.

De lo que se trata en una sociedad abierta es que todos tengan más oportunidades pero nunca iguales porque afortunadamente somos distintos, tenemos distintos fuerzas físicas, distintas fuerzas intelectuales, distintos talentos, distintas inclinaciones.

Liberalismo e igualdad de oportunidades

-En esa organización de la vida en común en el Estado a la hora de proveer el servicio educativo, ¿cómo se garantiza la igualdad de acceso a una batería de conocimientos de buena calidad si no hay un mínimo asegurado y consensuado a lo largo de todo un territorio?

-En ese sentido, hay varios aspectos pero hay algo que un premio Nobel en economía sugirió que son los vouchers educativos, esto es, a la gente que tiene las condiciones para aplicar a ofertas educativas existentes pero no tiene los ingresos, se le dan vouchers para que elija cuál es la mejor opción. La otra cuestión es un poco más pastosa y más difícil y va más a contracorriente de lo que opina todo el mundo y son las llamadas igualdad de oportunidades. La igualdad de oportunidades suena muy lindo pero es absolutamente incompatible con la igualdad ante la ley. Quiero poner un ejemplo: yo juego al tenis. Si juego al tenis con un profesional, para que me den igualdad de oportunidades hay que encadenarle un pie o una mano al otro, o sea estoy lesionando su derecho. De lo que se trata en una sociedad abierta es que todos tengan más oportunidades pero nunca iguales porque afortunadamente somos distintos, tenemos distintos fuerzas físicas, distintas fuerzas intelectuales, distintos talentos, distintas inclinaciones. Si fuéramos iguales, la sociedad sería un horror porque todos quisiéramos ser panaderos y no habría médicos, no habría cooperación social ni división del trabajo.

-Pero cuando un chico que nace por azar en un barrio humilde con carencias extremas comparado con un chico que nace en un barrio de clase media, se da un problema de origen que es necesario balancear para que esa competencia por los recursos en la vida sea justa.

-Tal vez no fui claro pero insisto en esto que sugiere de los vouchers el premio Nobel de economía Friedman. Se le da crédito educativo para que pueda educarse en la mejor institución que él prefiera de todas las que existen.

-Pero el chico pobre va a llegar a esa oportunidad con un déficit alimentario, por ejemplo. Aunque tenga un voucher que le permita ir a la escuela no va a poder estar a la altura de esa exigencia.

-Ahí hay otro tema. Lamentablemente nos hemos desbarrancado tanto en Argentina que hemos perdido la noción de que todos, usted, yo, todos, venimos de la miseria y las cuevas. El asunto es cómo pasamos de situaciones espantosas de villas a situaciones mejores: haciendo todo lo contrario de lo que viene haciendo la Argentina hace 80 años, que es derrumbar y destrozar a los más pobres y a los más vulnerables.

¿Cómo salir de la pobreza?

-¿A qué se refiere?

-¿A qué se debe la diferencia entre el nivel de vida en Uganda y en Alemania? Sólo exclusivamente a las tasas de capitalización, o sea a la inversión per cápita, al ahorro interno y externo que en unos lugares se ahuyenta y en otros lugares se atrae. Eso es solo la diferencia. No es que los alemanes sean más buenos y más amarretes los ugandeses. El problema es haber establecido sistemas que en nuestro caso son exactamente las antípodas de lo que sugería Alberdi. Después hay una cosa formal que mencionaste con la mejor de las intenciones pero es algo que me desagrada y es la expresión clase social, como si fuéramos de una naturaleza social. Clase baja me parece una expresión repugnante. Clase alta me parece algo frívolo y estúpido y clase media me parece que carece de sentido. ¿Estamos hablando de ingresos? Hablemos de ingresos altos, medios y bajos pero no hablemos de clase.

-La pobreza implica mucho más que no tener un ingreso para cubrir las necesidades básicas. Es un problema multidimensional. Pero ahí hay algo muy interesante en lo que planteaba: usted plantea que el modo en que la Argentina ha intentado sacar gente de la pobreza, de esa pobreza complejísima que no sólo depende los bajos ingresos, no ha funcionado. Esta mirada progresista de centro izquierda que ha pensado en compensar a esos sectores vulnerables no ha funcionado. ¿Qué funcionaría? ¿Usted dice que es el crecimiento económico?

-Estoy por escribir algo que dice “Los liberales somos progresistas”. Me parece otro insulto a la inteligencia que se diga que las izquierdas son progresistas, justamente es el retroceso, no el progreso.

Liberales vs izquierda: ¿quién es progresista en la Argentina?

-¿Por qué usted dice que las izquierdas que son descriptas como progresistas representan el retroceso?

-Porque proponen medidas de control de precios, de empresas estatales, de inflación monetaria, de impuestos adicionales, de endeudamiento para hundirnos en el fango. El problema ya no es sólo lo que estamos viendo con la pobreza; mucha gente que era considerada de ingresos medios o ingresos altos, si seguimos en esta tendencia, vamos a estar todos comiendo de tachos de basura porque no hay milagros en esto. Cuando interviene el gobierno por ejemplo en los precios, está destrozando los únicos medios de comunicación, los únicos indicadores que tiene el mercado para saber dónde es rentable y dónde no lo es. En una pandemia lo peor que se puede hacer es poner precios máximos a los medicamentos, a los barbijos, al alcohol en gel porque quiere decir que no va a haber alcohol en gel, barbijos y medicamentos. Hay un libro que se llama Cuatro mil años de intervención en los precios (sic): desde Hammurabi estamos con esto y no lo aprendimos todavía. Como dice este otro premio en Economía (Friedrich) Hayek, en lugar de permitir el conocimiento fraccionado disperso en sociedad, el burócrata concentra ignorancia y dice: no podemos dejar esto en manos del mercado, mercado quiere decir millones de arreglos contractuales, lo voy a manejar yo. Y entonces como en Venezuela, no hay góndolas, no hay supermercado, no hay ningún medicamento ni alimentos y es una catástrofe sanitaria y de otra naturaleza.

El liberalismo argentino, ¿es la derecha?

-Usted planteaba que el liberalismo es progresista. Sin embargo, en Argentina la interpretación más instalada dice que ser liberal es ser de derecha. ¿Cómo ve usted esto?

-La palabra “derecha” no me gusta porque me suena a conservador y fascista. Estas cuestiones de la izquierda, la derecha, el norte, el sur pasaron de moda. Hay que dar vuelta la página. Incluso diría, la izquierda ha traicionado sus valores originales porque la izquierda viene con la gente sentada a la izquierda del rey en la Asamblea de la Revolución Francesa antes de la contrarrevolución de los jacobinos. ¿Por qué se sentaban a la izquierda? Porque eran contrarios al abuso del poder. Resulta que las izquierdas ahora imponen las botas, el monopolio de la fuerza, porque el gobierno es eso, las botas y la fuerza para todos los actos lícitos de la persona. La gente en lugar de sentir que el gobierno acompaña, que la protege, que vela por sus derechos, resulta que la ataca y la persigue. La gente tiene que estar escondiéndose de las inflaciones y los impuestos y todas las regulaciones que asfixian.

Los empresarios argentinos piden bajas de impuestos para las actividades que ellos desarrollan pero piden aumentos de aranceles para que otros, sobre sus espaldas, paguen costos más altos para poder tener sus privilegios y sus mercados cautivos.

-¿Cuán liberal es el empresariado argentino? ¿El solo hecho de funcionar socialmente en un mercado convierte a un empresario en liberal?

-Lamentablemente, salvo honrosas excepciones, el empresario local es un cazador de privilegios, es un barón feudal. Es un asaltante de guante blanco. Como no puede y no queda bien para su status social entrar a la casa del vecino y robarle los muebles, lo hace a través del gobierno con aranceles aduaneros y con distintas llamadas protecciones que en realidad son arreglos. La alianza entre el empresario y el poder se da desde Adam Smith, desde 1776. Cuando el empresario visita la Casa de Gobierno, se prende una luz colorada: no tiene nada que hacer en la Casa de Gobierno. El empresario tiene que competir en el mercado. Tener privilegios, prebendas, mercados cautivos, eso explota miserablemente a la gente, especialmente a los más necesitados.

Los empresarios argentinos, ¿son liberales?

-Cuando los empresarios piden rebajas de impuestos, ¿están en esa misma línea que usted señala?

-Eso es una mezcla. Piden bajas de impuestos para las actividades que ellos desarrollan pero piden aumentos de aranceles para que otros, sobre sus espaldas, paguen costos más altos para poder tener sus privilegios y sus mercados cautivos. Lo mismo las exenciones fiscales, que quiere decir que otros van a tener que pagar las diferencias. Lo mismo con los llamados subsidios. Cuando uno habla off the record con ellos, dicen bueno, pero yo tengo que salvar mi empresa. Grave error: por más que usen corbata de Hermes y estén en primera fila en la Casa de Gobierno aplaudiendo, saben que si estornudan mal, le sacan la empresa. Han vendido malamente a la empresa y han perjudicado a su familia, a sus hijos. Esto no es sólo un caso argentino. Lamentablemente viene ocurriendo en muchas partes del mundo.

-Los unicornios como Mercado Libre que caracterizan el nuevo desarrollo económico de Argentina, ¿escapan de esa lógica?

-Esas son excepciones a la regla. El caso de Mercado Libre es un caso muy interesante, incluso en la forma de operar, eso de calificar y clasificar a quienes están comprando y vendiendo para mostrar que la reputación y la marca y el valor comercial no es algo que dependa de lo que dice un burócrata sino que depende de lo que dicen compradores y vendedores. En Mercado Libre se puede comprar casi cualquier cosa con servicios excelentes. Es una demostración de que por suerte el Leviatán no ha podido echar mano a Mercado Libre.

Liberalismo argentino, ¿conservador en lo social?

-Hay una cuestión que parece una contradicción dentro del liberalismo argentino. Usted señalaba la palabra conservador, el rechazo a que el liberalismo sea considerado conservador o de derecha. Las posiciones del liberalismo en temas sociales, por ejemplo, en relación a la legalización del aborto: parece una contradicción la idea de que una posición que respeta el proyecto de vida de otro no contempla la posibilidad de que mujeres que no creen que el embrión con vida sea persona humana puedan llevar adelante el aborto.

-Cuando estamos hablando de respetar los proyectos de vida de otros, el alma de ese concepto, contiene el proteger la vida, la propiedad y la libertad. Cuando hablamos de que la madre tiene derecho a su cuerpo, estamos plenamente de acuerdo. Lo que no creo definitivamente es que tenga el derecho sobre el cuerpo de otro y como los chicos no nacen en los árboles sino en el seno materno por ahora –puede haber transferencia de úteros el día de mañana tecnológicamente-, como ha dicho la Academia Nacional de Medicina, desde el momento de la concepción hay un ser humano en acto, en potencia de muchas cosas como usted y yo que estamos en potencia de ser muchas otras cosas, pero en acto somos seres humanos. Esto implica la liquidación de un ser humano y es completamente contrario al espíritu liberal que es respetar los proyectos de vida de otros, que esencialmente es respetar los derechos de otros.

-Pero en la medida en que hay un debate, ¿una posición liberal no debería respetar las posiciones distintas de ese debate para que cada persona ejerza sus decisiones de vida de acuerdo con sus convicciones?

-Me parece que eso es respetar el no respeto. También podemos decir que hay algunas personas, algunos degenerados, como el régimen nazi que piensan que las personas que no son arias deben ser exterminadas. Había otro lado de la biblioteca. A mí personalmente me importa un bledo que haya otro lado de la biblioteca. Es liquidar a una persona.

(De www.lanacion.com.ar)

3 comentarios:

agente t dijo...

Comparto la práctica totalidad de lo afirmado por el señor Benegas Lynch, pero en cambio, yo sí creo que debe haber contenidos curriculares obligatorios. En primer lugar porque para que una sociedad funcione tiene que tener un idioma compartido: no sólo una lengua que todo el mundo domine correctamente sino unos conocimientos comunes que articulen un ámbito y unas formas de comunicación, debate y acuerdo comunes, de ahí la necesidad de fijar un contenido mínimo y obligatorio en ciencias naturales, derecho positivo y buenas maneras. Y en segundo lugar porque no hay otra forma de evitar la descualificación de la enseñanza, fenómeno que va en contra de la necesidad objetiva de poder competir que tiene un país que se halla dentro de un mundo cada vez más interrelacionado económicamente y con muchos candidatos a la hegemonía planetaria. No se puede caer en la demagogia de permitir que los ciudadanos puedan elegir libremente los curriculums académicos de sus hijos porque muy probablemente la gran mayoría optaría por planes de estudio escorados hacia lo aspiracional o lo hedonístico, olvidando la dureza de la vida en muchos de sus ámbitos, empezando por el ocupacional.

Bdsp dijo...

Opino lo mismo acerca de la educación. En EEUU, por ejemplo, según me han contado, dejan que las editoriales sugieran o decidan los contenidos, ya que están al tanto del material bibliográfico disponible y de otros aspectos importantes. La base de los contenidos han de ser las ciencias naturales y sociales, que abarcan la mayor parte del conocimiento disponible. Definiendo contenidos mínimos, con libertad de cátedra mediante, se pueden lograr resultados óptimos.

agente t dijo...

Y no olvidemos la evaluación del rendimiento, tanto de los alumnos como de los profesores, algo bastante olvidado en la enseñanza pública.