sábado, 28 de agosto de 2021

Catolicismo vs. Religión natural

La religión natural está asociada principalmente a la Ilustración, o Iluminismo, que surge en Europa durante el siglo XVIII. En esa época aparecen los deístas, o librepensadores, que suponen que Dios sólo actuó en el momento de la Creación, o bien identifican a Dios con el orden natural, oponiéndose a los teístas, que suponen que Dios sigue interviniendo en los acontecimientos humanos. Si bien aceptan la ética cristiana como la base moral que debería adoptar cada integrante de la sociedad, tal postura es rechazada por la mayor parte de los católicos.

Si se considerara la eficacia de la religión en función de la efectividad de la ética propuesta, no habría ningún conflicto entre religión natural y catolicismo. Sin embargo, gran parte de los adeptos a la Iglesia sostiene que hay "algo más" que los mandamientos bíblicos, y son los misterios y los dogmas que, aunque alejen de la religión a muchos, siguen vigente a pesar de las enormes necesidades de información ética que toda sociedad en crisis requiere para salir de esa situación.

Para ilustrar la esencia del conflicto, se citan algunos escritos de Federico Klimke S.J.:

“El postulado de la tolerancia y de la libertad de conciencia señala el punto culminante de todas estas tendencias. La «iluminación» ama la tolerancia con delirio. Spinoza es uno de los primeros que intenta probar filosóficamente la libertad de conciencia; en su “Tratado teológico-político” quiere probar que esa libertad está fundada en el mismo Derecho natural, por lo que el hombre no puede jamás renunciar a ella”.

“La «iluminación» no reconoce como fuente de verdad la autoridad y la tradición, sino sólo la razón humana; además, únicamente admite la Religión natural”.

“La «iluminación» tan sólo reconoce tres verdades religiosas: Dios, la virtud, o sea, la libertad, y la inmortalidad, porque esas tres ideas son obvias a la razón natural y comunes a todas las religiones. Conviene con la doctrina católica en el concepto de religión natural, pero el valor y el significado de ese concepto en ambas es distinto. Según la doctrina de la Iglesia, la Religión meramente natural nunca existió como tal, sino que ya desde los orígenes del género humano ha sido elevada y perfeccionada por la Religión sobrenatural; en cambio, según los filósofos empiristas y racionalistas, la única religión verdadera y cierta es la Religión natural; destruyendo cada vez más con su escepticismo la Religión sobrenatural”.

“Algunos que todavía admiten la Revelación, o bien afirman que sobreañade nuevas verdades a las de la Religión natural, o bien creen que sólo comprueba las verdades naturales; otros, yendo mucho más lejos, defienden que todas las doctrinas reveladas no son más que una corrupción de la Religión natural, un efecto de la superstición, de la ignorancia o del deseo de dominar de algunos”.

“De este modo naturalista y escéptico de interpretar las cosas de la Religión se siguió la desaparición de la fe en los milagros. De la ciencia natural matemático-mecánica nació la persuasión de que en el cosmos las leyes naturales rigen de una manera inviolable, y que todos los fenómenos que hasta el presente no han sido descifrados, con el progreso de la ciencia hallarán su explicación natural”.

“Así, toda la religión cristiana ya no se considera como una institución sobrenatural, sino como un suceso meramente natural sujeto a las mismas causas que todos los demás acontecimientos históricos. Spinoza es el primero que niega los milagros apoyado en los principios de su filosofía”.

“Otros, como Newton y Leibniz, al desarrollar con el mayor rigor posible el aspecto mecánico de la Naturaleza, se esfuerzan en demostrar la existencia de una causa inteligente y suprema, deduciéndola precisamente del admirable orden del mecanismo cósmico, con lo que el argumento teleológico viene a ser uno de los más usados. Pero de esta misma consideración se sacan argumentos contra los milagros: un mundo tan bien ordenado, requiere de suyo la existencia y grandeza de Dios, pero los milagros derogarían esta grandeza divina y además son superfluos”.

“Esa misma conciliación de la religión con la mentalidad moderna, hizo que la esencia de la religión se colocara en la simple moralidad y que se negaran todos los dogmas. El fin del hombre no se pone en la salvación del alma y la bienaventuranza después de la muerte, sino en la presente felicidad interna que brota espontáneamente de la vida honesta. De aquí que los dogmas y el culto o se rechacen o se menosprecien; por lo mismo la fe inquebrantable en los dogmas como absolutamente imprescindible para la salvación, es atacada como «intolerancia»; el afecto y sentimiento religioso son mirados con desprecio y tenidos como «misticismo» y «fanatismo»”.

“La persuasión optimista de que el hombre es bueno por naturaleza está en pugna con el dogma del pecado original, por lo que despreciado este dogma, se da poca importancia al pecado en general”.

“Nuestro Señor Jesucristo se considera cada vez más como mero hombre que enseñó únicamente la moralidad y restauró la Religión natural. De ahí viene aquella distinción entre religión de Jesús y la religión cristiana, que como corrupción humana de la primera es condenada y rechazada; de ahí nace aquel pesimismo en el juzgar la historia de la Iglesia; de ahí también la crítica racionalista de libros sagrados, que ya no se tienen como divinamente inspirados, sino como una simple obra humana”.

(De “Historia de la Filosofía”–Editorial Labor SA-Barcelona 1947)

1 comentario:

agente t dijo...

Los misterios y dogmas, sean del tipo que sean (y evidentemente aquí caben los no estrictamente religiosos) deben ser consustanciales a unos individuos con mente simbólica como somos los humanos. Lo dificultoso parece ser conceder el predominio a nuestra vertiente racional.