Se ha dicho acertadamente que una imagen vale por cien palabras, ya que, por lo general, cuando utilizamos palabras para establecer descripciones parciales de la realidad, estamos tratando de transmitir una imagen más o menos definida que previamente disponemos en nuestra memoria. De ahí que, si se requiere describiral socialismo, o a lo que sea, conviene primeramente intentar transmitir una imagen concreta sobre la cual basaremos nuestra descripción.
Como han señalado varios autores, puede entenderse al socialismo en base a la observación de una sociedad de hormigas, es decir, un simple hormiguero. Podemos observar que existe una meta común para todas las hormigas, ya que participan cooperativamente, unidas en el trabajo, buscando el objetivo mencionado. Por lo general transportan pequeñas ramitas, u otros elementos, cuyos pesos y tamaños resultan comparables al propio peso y tamaño de cada una.
No existen metas individuales, por cuanto casi nunca veremos una hormiga que realice una actividad fuera del objetivo compartido, buscando sus propias metas y su propio beneficio. El individualismo es algo prohibido en la sociedad de las hormigas y existe una igualdad en el trabajo y en las recompensas. No existe propiedad individual, ya que existe una propiedad compartida, lo que no resulta sorprendente teniendo presentes los objetivos previamente mencionados. Además, los objetivos básicos para la supervivencia apuntan a la permanencia del conjunto antes que a la permanencia de cada uno de sus integrantes. El individuo sobrevive y perdura en el tiempo como parte del conjunto.
El funcionamiento adecuado del hormiguero exige de la colaboración de todas sus integrantes, más aún, del altruismo de cada una, ya que, trabajar bastante más o bastante menos que las demás, no le reportará una diferencia significativa al individuo, pero sí al conjunto. El altruismo implica, justamente, renunciar a la búsqueda de ventajas para uno mismo para buscar solamente el éxito del grupo, o de la sociedad. Respecto del socialismo, Henri Lefevbre escribió:
“Las relaciones fundamentales de toda sociedad humana son por lo tanto las relaciones de producción. Para llegar a la estructura esencial de una sociedad, el análisis debe descartar las apariencias ideológicas, los revestimientos abigarrados, las fórmulas oficiales, todo lo que se agita en la superficie de esa sociedad, todo el decorado: debe penetrar bajo esa superficie y llegar a que las relaciones de producción sean las relaciones fundamentales del hombre con la naturaleza y de los hombres entre sí en el trabajo” (De “El marxismo”-EUDEBA-Buenos Aires 1973).
El hormiguero resulta ser una sociedad igualitaria ya que todos sus integrantes tienen iguales obligaciones y derechos. Ser igual implica que, al ser reemplazado por otro, nadie notará la diferencia. El valor de cada hormiga, desde ese punto de vista, es el mismo para todas. Como la naturaleza humana resulta ser bastante distinta a la naturaleza de las hormigas, se han propuesto diversos métodos de adaptación, conducentes a la formación del hombre-hormiga, es decir, al hombre plenamente adaptado al socialismo. Uno de esos intentos fue la formación del “hombre nuevo soviético” que debería universalizarse con la difusión del socialismo a escala mundial.
Debido a la naturaleza propia de las hormigas, se llega a una sociedad autoorganizada, en la que no hace falta que exista una “superhormiga” que piense por todas y decida cuales son los objetivos y los medios para establecer la supervivencia del conjunto. De ahí que, cuando se trata de aplicar al hombre un sistema social similar, surge la clase gobernante del sistema socialista, ya que alguien debe decidir por todos. Comienza, de esa forma, a surgir la desigualdad esencial del socialismo, ya que aparecen dos clases netamente diferenciadas; la de quienes dirigen y piensan en oposición a la de quienes sólo deben obedecer.
Mientras que en la sociedad de insectos no existe algo similar al amor y al odio, tal como existe en los seres humanos, los ideólogos socialistas deben “elegir” una de tales actitudes básicas del hombre, además del altruismo mencionado. Dicho altruismo, dirigido hacia la sociedad y el Estado, coexiste con el odio hacia los sectores individualistas, que son los que se oponen a la implantación del socialismo, es decir, al que promueve una sociedad libre o estrictamente humana, y hacia quienes van dirigidas descalificaciones, difamaciones y calumnias de todo tipo. Al proveerle de un enemigo a quien odiar, el ideólogo socialista le brinda a cada individuo un adicional sentido de la vida.
Debido a nuestra naturaleza humana, por el contrario, se tiende a establecer una sociedad autoorganizada en la que se producen intercambios voluntarios (mercado) sin necesidad de que alguien piense y decida por todos. De ahí que en las sociedades democráticas se busque el gobierno de las leyes antes que el gobierno de los individuos, tratando de lograr el autogobierno personal que es el que, en definitiva, nos dará la sensación y la seguridad de vivir en libertad. El vínculo de unión que permitirá establecer la sociedad humana ha de ser el amor, actitud por la cual compartimos las penas y las alegrías de nuestros semejantes, mientras que los vínculos laborales, o los surgidos de los intercambios mencionados, será una consecuencia de existir previamente una actitud cooperativa predominante.
Para ilustrar la forma en que funciona una sociedad comunista, o socialista, podemos mencionar un caso ocurrido en Cuba, cuando la “superhormiga” que la dirigía planifica una cosecha de azúcar record, siendo relatado tal acontecimiento por una “hormiga” que tuvo que padecer la situación. La médica Hilda Molina escribió al respecto:
“Con el confesado objetivo de mejorar la desastrosa situación económica del país, Fidel Castro concibió otra de sus delirantes campañas. Se trataba de la «Zafra de los diez millones». Él y otros dirigentes aseguraron que la salvadora cifra de diez millones de toneladas de azúcar que íbamos a producir proporcionaría bonanza y prosperidad a la nación. Y paralizaron el país. Todos los cubanos nos involucramos compulsivamente en esa zafra sin precedentes inaugurada por el propio Fidel Castro el 27 de octubre de 1969”.
“Los alumnos y profesores de la Escuela de Medicina participamos en la zafra a tiempo completo, distribuidos en diferentes regiones. A nuestro grupo le correspondió un campamento ubicado en Aguada de Pasajeros, localidad de la provincia de Cienfuegos. Se repetía la pesadilla. Otra tarea inútil de obligatorio cumplimiento. Lejanía de la familia. Campamento desolado, con un local sin paredes destinado a cocina-comedor. Barracones mal construidos, en penumbras, donde dormíamos hacinadas, heladas de frío, sin privacidad y rodeadas de insectos y de sapos. Dos letrinas de madera sucias y pestilentes. Nos bañábamos prácticamente a la intemperie, usando el débil chorro de agua helada que fluía durante una hora diaria através de un tubo agujereado”.
“Así malvivimos en una locura que parecía interminable. Los alumnos y profesores del grupo sobrellevamos con disciplina, dedicación al trabajo, respeto y algunas pinceladas de humor juvenil aquella abusiva movilización de crueldad e inutilidad memorables”.
“Los bribones jefes de la región y de la provincia, integrantes de la elite de poder y también adictos al acoso sexual, se movían con prepotencia en sus jeeps soviéticos impartiendo órdenes y exigiéndonos a nosotros, sus esclavos, más productividad y mayores sacrificios. Una vez finalizada su cotidiana payasada, nos abandonaban a nuestra suerte y marchaban a sus hogares donde, sin que les temblaran las conciencias, comían y dormían cómodamente junto a sus familias”.
“El país vibró durante nueve meses en incontrolable frenesí y movido por directrices arbitrarias contrapuestas y yuxtapuestas. Se gastaba más de lo que se producía. Los sensatos vaticinaban en voz baja el fracaso. El ministro de la Industria Azucarera fue destituido precisamente por oponerse a tamaña locura y por predecir el fracaso. Esa guerra de nervios concluyó el 26 de julio de 1970 con el anuncio de Fidel Castro de que la meta no se cumpliría puesto que sólo seproducirían algo más de ocho millones de toneladas de azúcar. Pero, como político astuto, allí mismo enardeció a las masas hipnotizadas, convocándolas a «nuevas batallas» con la recién creada consigna de «¡A convertir el revés en victoria!»” (De “Mi verdad”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2010).
Siendo la ética la rama de la ciencia que estudia el comportamiento humano, y que atribuye el adjetivo de “bueno” a lo que favorece la consecución de objetivos y “malo” a lo que nos aleja de ellos, podemos afirmar que existe una ética socialista que diferirá bastante de la ética natural o humana, por cuanto los objetivos y medios de ambas sociedades son bastante distintos.
Cierta vez se mencionaba el caso de un profesional que, con el excedente de sus ingresos mensuales, inicia la construcción de viviendas para alquilar pensando en una seguridad económica futura. Además, para construirlos permitía que algunas personas trabajaran en esas construcciones y que, con el tiempo, podría solucionar, quizás parcialmente, el problema habitacional de otras personas. Indirectamente promovía, además, una pequeña reducción del déficit habitacional que sufre la sociedad argentina. Sin embargo, a pesar de promover beneficios a varias personas, su accionar fue calificado como “no ético” por una marxista; algo que resultó inicialmente bastante sorprendente. Tal comportamiento “no ético”, asociado al sector productivo, conduce a considerarlo como la clase social enemiga del socialismo; la burguesía individualista.
Recordemos que, para el socialista, el hombre debe realizar todas sus actividades dentro del Estado, que para él es la materialización de la sociedad. Toda acción fuera del Estado es considerada como una acción no social y, por lo tanto, alejada de la ética socialista.
Para muchos seres humanos, el socialismo presenta diversos atractivos, ya que la búsqueda de objetivos comunes nos invita a asociarnos a otros individuos dejando de lado el egoísmo y los antagonismos existentes entre los integrantes de una sociedad en crisis. Sin embargo, al confundirse egoísmo con individualismo, y al prohibirse todo emprendimiento individual, se restringe y se anulan las capacidades e iniciativas individuales, con lo cual se tiende a desnaturalizar a la sociedad humana auténtica.
Si alguien nos recuerda que estamos en pleno siglo XXI y que el socialismo es una cosa del pasado, debido precisamente a los reiterados fracasos que se produjeron ante su implantación, podemos responderle que, sin embargo, en la actual Argentina, y en algunos países vecinos, principalmente a través de los medios masivos de difusión oficiales, en forma bastante reiterada se promueve una ideología que insta a cada individuo a orientarse hacia el socialismo, por lo cual es necesario informar de qué se trata en realidad.
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