domingo, 10 de marzo de 2013

Las riquezas en pocas manos

Uno de los argumentos que atribuye como causa principal de gran parte de los males del mundo consiste en suponer que cada millonario posee, además de gran cantidad de dinero, un gran número de cuerpos que es necesario alimentar y vestir, por lo que a otros, los que poseen un solo cuerpo, les faltará lo mínimo debido a tal exceso. Luego, se sostiene, que si sus riquezas fueran repartidas entre los más necesitados, se resolvería gran parte de los problemas que afectan a la humanidad. Sin embargo, como todo individuo posee solamente un cuerpo para alimentar y vestir, el argumento carece de validez. Además, debe tenerse presente que la mayor parte de los bienes económicos son generados por el hombre y que gran parte de las riquezas no existirían si no fuesen previamente creadas.

Resulta poco afortunado considerar la cantidad de riqueza disponible por cada individuo sin tener presente la forma en que la ha logrado y la forma en que la ha invertido, por cuanto existirá una amplia variedad de situaciones que resulta injustificado unificar. De ahí que resulta conveniente clasificar a los distintos tipos de monopolio económico que pueden formarse como así también reservar un lugar para el comportamiento cooperativo que ha de tener una empresa:

a) Empresa cooperativa: busca lograr cierto porcentaje del mercado (demanda) existente en su especialidad tratando de incrementarlo en base a innovación, calidad y precio.
b) Monopolio natural: se produce cuando no existe competencia en un sector, por cuanto una empresa introduce una innovación exclusiva y puede llegar a dominar el mercado aunque ese no haya sido su objetivo principal. También se produce tal tipo de monopolio en países cuya población, en conjunto, muestra poca iniciativa individual y es poco emprendedora.
c) Monopolio competitivo: cuando una empresa trata de absorber a sus competidores buscando una primacía absoluta en el mercado utilizando cualquier medio posible.
d) Monopolio generalizado: cuando sectores políticos buscan dominar el Estado para luego proceder a la confiscación de los medios de producción, incluso dominando otros sectores de la actividad social como son los medios de información, educación, justicia, fuerzas de seguridad, etc. Tal búsqueda caracteriza al pensamiento socialista.

Como ejemplo de actitud monopólica podemos mencionar a John D. Rockefeller en el rubro del petróleo. Daniel Gross escribió: “Una vez establecida la Standard Oil, Rockefeller se les acercó a sus competidores más pequeños con una propuesta muy sencilla: «Únanse a nosotros o tendrán que habérselas con los estragos de la alta competencia. Nosotros nos encargamos de salvarlos de los fracasos del negocio de la refinación, y les retribuimos por el capital que tienen representado en la fábrica y el terreno; o si lo prefieren, les quitamos el negocio», les dijo llanamente”. “Pero aquellos que se resistían a sus propuestas iniciales recibían entonces un desapasionado recordatorio: «Según mi criterio, usted no podrá hacer más dinero. No puede competir con Standard Oil», le dijo a un renuente refinador. «Ahora nosotros tenemos todas las grandes refinerías. Si rehúsa vender, terminará por ser aplastado»” (De “Historias de Forbes”-Grupo Editorial Norma-Bogotá 1997).

A pesar de todo, con los aportes y la iniciativa de Rockefeller, es posible que la sociedad se haya beneficiado económicamente, por cuanto promovió la producción petrolera, aunque la perjudicó en otros aspectos. Esto puede afirmarse en base a un razonamiento similar al empleado por los socialistas quienes proponen el altruismo, actitud por medio de la cual todo individuo se ha de sacrificar por el bien de la sociedad. Consideran inhumano sacrificarse por el engrandecimiento de una empresa privada aunque se consideran altamente ético sacrificarse por el engrandecimiento del Estado, siendo que el individuo, en ambos casos, recibirá similares compensaciones económicas y personales. El tan criticado egoísmo, que según algunos pensadores liberales ha de ser el motor de la economía, presupone la existencia de seres benévolos que hasta aceptarán ser perjudicados de alguna manera ya que de esa forma ha de progresar el conjunto de la sociedad, coincidiendo parcialmente con la actitud socialista.

Quienes buscan el completo dominio del mercado, en su especialidad, se asemejan al político que busca el monopolio de los votos a través de la existencia de un partido político único. Luego, el líder totalitario pretenderá tener un dominio total, no sólo de la política sino también de la economía.

A pesar de constituir el socialismo, o capitalismo estatal, un medio para la concentración total de las riquezas, aparece entre las soluciones propuestas para corregir “los excesos del capitalismo privado” en la creencia de que las riquezas en manos de los políticos serán mejor administradas que por los empresarios más acaudalados. Faustino Ballvé escribió: “La intervención estatal en materia de impuestos es de carácter correctivo o de carácter confiscatorio. Respecto a la primera dice el profesor W. A. Lewis que en Inglaterra el 20% de la renta nacional va al 2% de la población, y que esto es excesivo y hay que quitar a esta minoría, por medio del impuesto, la mitad de sus ingresos. No tiene en cuenta tres cosas:

1- Que estos llamados privilegiados son también los que pagan la mayoría de los impuestos s.in necesidad de impuestos especiales.
2- Que la mayor parte de lo que ganan no lo consumen porque la capacidad de consumo de una persona o de una familia, por despilfarradora y extravagante que sea (en cuyo caso, según Keynes, hace bien a la sociedad porque lleva su dinero al mercado) es limitada. Sus ganancias van principalmente a la inversión; a la construcción de viviendas y a la producción de bienes y servicios de los que se beneficia toda la comunidad que ve mejorado y abaratado su nivel de vida.
3- Que la redistribución de este excedente no significaría ventaja apreciable para el que gana poco (apenas un 10%) y en cambio el dinero distribuido iría al mercado a encarecer los precios y se sustraería a la inversión con lo cual escasearían aún más las mercancías y subirían más los precios.

Sin embargo, Lewis y sus correligionarios no se contentan con ello y proponen la confiscación de los capitales. Quieren sustraer el capital privado, por medio de estas confiscaciones, a la economía y entregarlo al gobierno. Y ¿qué hará el gobierno con el dinero? No puede hacer más que una de estas dos cosas: o gastarlo en forma improductiva (aumento de la burocracia y de la policía, obras públicas de fantasía) en cuyo caso la producción se estanca en relación con el aumento de la población y el nivel de vida baja, o bien, emplearlo en la producción directamente o por medio de organizaciones llamadas descentralizadas, lo cual, prácticamente es el socialismo, que es precisamente lo que los dirigistas pretenden querer evitar con sus medidas correctivas de las «debilidades de la economía libre»” (De “Diez lecciones de economía”-Victor P. de Zavalía Editor-Buenos Aires 1960).

La “solución socialista” proviene esencialmente de las criticas marxistas a la economía de mercado, aunque el propio Marx, como gran parte de sus seguidores, poco se hayan interesado en indagar desde cerca los aspectos reales del proceso productivo. Sylvia Nasar escribió: “Marx nunca salió a la calle a ver las cosas por sí mismo; ni siquiera se preocupó por hablar bien el inglés. Su mundo se circunscribía a un pequeño círculo de exiliados con sus mismas ideas. Sus contactos con los dirigentes obreros ingleses fueron superficiales. Nunca expuso sus ideas ante personas que pudieran rebatirlas en sus mismos términos. Jamás trató a los economistas («buhoneros del librecambismo», los llamaba) que planteaban ideas que pretendía derribar”. “Para ser el mejor amigo de un empresario [Engels] y el autor de una de las más apasionadas descripciones de los horrores de la mecanización, Marx nunca estuvo en una fábrica de Inglaterra, ni de ningún otro sitio, hasta que hizo una visita guiada a una manufactura de porcelanas cercana a Carlsbad, la localidad donde acostumbraba veranear en los últimos años de su vida” (De “La gran búsqueda”-Debate-Buenos Aires 2013).

Generalmente aparecen conflictos respecto de la justa distribución de ganancias entre empresarios, accionistas y empleados de una empresa, siendo llamativo el caso de Henry Ford quien pretendía reinvertir las ganancias de su empresa con gran disgusto de sus accionistas, por lo que dijo: “La industria tiene que arreglárselas para mantener los salarios altos y los precios bajos, porque, de otro modo, ella misma limitará el número de sus clientes. Los mejores clientes del industrial deberían ser sus propios trabajadores”. Stewart H. Holbrook escribió:

“Ford demostró ante los Tribunales que él pertenecía a una clase nueva de magnates del dinero, capitalistas o patronos. Expuso en sus declaraciones unas doctrinas heréticas que habrían provocado ataques de apoplejía fulminante a un Vanderbilt, un Rockefeller o un Carnegie. Ford dijo al Tribunal que los beneficios de la Ford Motor Company no eran de él ni de los accionistas. «Una vez que ellos (los empleados) han recibido sus salarios y su parte correspondiente de beneficios, es obligación mía tomar lo que queda y devolverlo a la industria, a fin de crear mayor cantidad de trabajo para un número mayor de hombres con salarios más altos». Aseguró que nada tenían que ver en ello ni su generosidad ni su conciencia. Era simplemente una buena norma de negocio”.

“Los abogados de la parte contraria mostraron una hoja de balance en la que resultaba que la Ford Motor Company había obtenido el año anterior beneficios que superaban a los 52 millones de dólares. ¿Era su intención entregar a sus accionistas algo menos que un cincuentavo de esa cantidad? En efecto: ésa era su intención”. “El Tribunal encontró aquello excesivo, y quizás lo hubiera encontrado excesivo cualquier otro Tribunal; este de ahora sentenció que Henry Ford debía distribuir un dividendo de 19.265.000 dólares. Decía el Tribunal: «No está dentro de la potestad legal de una sociedad anónima el dar forma y llevar a cabo sus negocios simplemente para proporcionar un beneficio accesorio a sus accionistas, en tanto que dedica su finalidad principal a beneficiar a otras personas»” (De “Hombres de empresa y hombres de presa”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1958).

La globalización económica, que consiste en un mercado mundial único, parece seguir los lineamientos empresariales básicos propuestos por Henry Ford; no en el sentido de limitar las ganancias de los accionistas, sino por promover el consumo masivo sin excluir a nadie de la posibilidad de adquirir desde una potente computadora personal hasta un automóvil. Quienes se oponen al consumo masivo, que involucra precios accesibles, son aquellos que sólo piensan en las masas para inculcarles un intenso odio hacia aquellos empresarios que tratan de mejorar el nivel de bienestar de cada uno de los habitantes del mundo, pretendiendo establecer, en su propio beneficio, un monopolio estatal.

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