martes, 29 de noviembre de 2022

Fundamentalismo político

Generalmente asociamos la palabra «fundamentalismo» a la actitud religiosa por la cual el creyente parte de la suposición que el Libro Sagrado que adoptó como referencia ha sido escrito por Dios o bien dictado por Dios a algunos elegidos. Incluso el propio creyente supone que ha recibido un llamado de Dios para propagar su voluntad entre el resto de los seres humanos.

Cuando alguien duda de tal argumento, es mirado como un enemigo de Dios, con cierta posibilidad que sea atacado, no sólo intelectualmente, sino también materialmente. Como los "enviados" son muchos, se llega a una situación de incompresión total por cuanto se trata de imponer posturas de validez subjetiva o sectorial, sin adoptar alguna referencia común, como podría ser la ley natural.

Este proceso implica esencialmente el "reino de la desigualdad", ya que los creyentes ocuparían un lugar moral e intelectual superior al resto, ya que la escala de valores adoptada sólo tiene en cuenta la cercanía al Dios que interviene en los acontecimientos humanos.

A medida que transcurren los años, además de mantenerse esta postura que divide a los seres humanos, se han sumado los fundamentalismos políticos, ya que esencialmente los "creyentes políticos" actúan en forma similar al creyente religioso, con los resultados catastróficos producidos por los totalitarismos del siglo XX.

Esta continuidad de los fundamentalismos se debe esencialmente al predominio de una tendencia anticientífica generalizada. Ello se debe a que el científico valora sus hipótesis según sean los resultados obtenidos, es decir, según su compatibilidad con la realidad. Por el contrario, el creyente fundamentalista, ya sea religioso o político, poco o nada le interesa la compatibilidad de sus creencias con la realidad cotidiana, ya que aspira sólo al éxito personal bajo cierto espíritu competitivo.

A medida que crece la cantidad de habitantes del planeta, mayor es la dificultad para salir del anonimato, por lo cual muchos "solucionan" ese inconveniente integrando algún grupo importante de gente, fanatizándose al extremo por cuanto su principal objetivo no es el bienestar general, sino el triunfo y trascendencia de la ideología a la cual apoya incondicionalmente.

El grupo de mayor impacto social, actualmente, es el de los socialistas (progresistas o pogres) que conforman un fundamentalismo político con los atributos antes mencionados. La ausencia de vocación social se advierte en su poca predisposición para ayudar a los demás materialmente, por cuanto el dinero es lo que predomina en su escala de valores. Interiormente sienten el egoísmo que los caracteriza, por lo que Gordon Liddy los define de la siguiente forma: "Progre es el que se siente profundamente en deuda con el prójimo y propone saldar esa deuda con tu dinero".

Casi siempre, los socialistas proponen repartir lo ajeno, nunca lo propio, estableciendo una clara diferencia con los cristianos, que buscan la felicidad ayudando al prójimo (aunque Jorge Bergoglio parece no haber advertido esa diferencia). El socialista, por el contrario, odia a los ricos, incluso al que se enriquece a través de la producción de bienes y servicios de utilidad general, por lo que el interés por los pobres resulta sólo una pantalla para encubrir la envidia hacia quienes poseen mayores recursos materiales. Walter E. Williams escribió: "Permítame ofecerle mi definición de justicia social: Yo me quedo con lo que gano por trabajar y usted se queda con lo que usted gana por trabajar ¿No está de acuerdo? Bueno entonces explíqueme ¿cuánto de lo que yo gano le pertenece a usted y por qué?" (Citas de "Cómo hablar con un progre" de Gloria Álvarez-Ariel-Buenos Aires 2017).

El título del libro mencionado implica un error, por cuanto es completamente inútil hablar con un socialista, ya que negará toda realidad que no coincida con sus creencias y descalificará a todo el que piense distinto, por lo que toda la labor al respecto deberá dirigirse a las personas no afectadas de progresismo para evitarle posibles contaminaciones.

A continuación se trascribe parcialmente el Epílogo del libro de Gloria Álvarez:

EL CULPABLE UNIVERSAL (LA CULPA LA TIENEN OTROS)

Sí, hay que reconocerlo. Los progres son la bondad hecha persona, y el mundo se merece que sigan defendiendo sus ideas a capa y espada, por tan bien intencionados como fracasados sean y por intentar salvarnos cuando nosotros, pobres pecadores, no hacemos nada por enmendar nuestra conducta.

Su fracaso no es culpa suya. No es su culpa no estudiar economía. No es su culpa relacionar lo que ocurre en la realidad cuando sus ideas utópicas han sido puestas en marcha. No es su culpa quedarse en la etapa adolescente del berrinche contra la pobreza de la cual nunca salen porque rehúsan estudiar cómo funciona el crecimiento económico. Es culpa nuestra, como lo es también que no surta efecto ninguna de sus políticas...

Recordemos las palabras de Valentí Puig a las que nos referíamos al principio de estas páginas: «Siempre hay fuerzas exteriores y malignas a las que atribuirles el mal». En un puñado de palabras se encuentra el sentido más primario del progre, que está alerta ante cualquier agresión, entendiendo por agresión que simplemente haya alguien que discrepe de sus ideas.

A lo largo de los años el progre ha demostrado, y perfeccionado, una habilidad tremenda para encontrar culpables. Además, dispone de una serie de elementos que siempre funcionan como presuntos culpables: Estados Unidos, el capitalismo o el neoliberalismo son los habituales. Porque para el progre todo vale, menos reconocer que quizá son ellos los que meten la pata y los que tienen la culpa de promover una ideología política trasnochada y a todas luces ineficaz. Una ideología deformada en sus fuentes que en su división maníquea del mundo produce enfrentamientos. Y esto segundo es seguramente aún más grave que su incapacidad de gestionar siquiera una junta de vecinos.

Cómo pueden defender los amigos de la paz mundial la represión que se aplica en dictaduras como la cubana o cómo pueden defender a los autodenominados guardianes de la libertad de expresión, la censura en Venezuela. Lo que para el resto de la humanidad es un misterio, para el progre es simplemente un modo de vida. Da igual lo que digas, lo que pienses o lo que hagas, el progre siempre tiene razón, aunque defienda una cosa y la contraria.

Conocerás a un progre cuando las palabras «consenso», «tolerancia», «igualdad» o «justicia social» salgan de su boca a la velocidad de la luz y sirvan casi para cualquier cosa. Es la demostración de cómo el progre es capaz de convertir palabras repletas de significado en meros clichés que aplica indiscriminadamente a cualquier hecho, aunque en el fondo su comportamiento se sitúa muy lejos de la verdadera intención de las citadas palabras, sobre todo la tolerancia.

1 comentario:

agente t dijo...

La superioridad moral de la izquierda se hace más necesaria a medida que el resultado de la aplicación de sus ideas deviene fracaso y se muestra como error. Sea en su vertiente más radical o comunismo sea en la moderada o socialdemocracia es necesario cada vez más hacer hincapié en un discurso ideológico radicalizado que permita seguir galvanizando a los partidarios para mantener influencia y áreas de poder al movimiento.