sábado, 5 de noviembre de 2022

El consumismo socialista

En las sociedades democráticas la mayor parte de sus integrantes se dedica a sus asuntos personales y familiares, mientras un sector minoritario parece vivir en un estado de guerra permanente contra la "sociedad burguesa", o "sociedad de consumo". Tal actitud beligerante lleva como objetivo principal la destrucción de la sociedad democrática para instalar el socialismo, mientras el ciudadano común desconoce tales planes; cuando los advierte, puede ser demasiado tarde.

Entre las tácticas de los ideólogos socialistas se advierten ataques contra los defectos de la sociedad a destruir, aún cuando tales defectos sean inherentes, incluso más intensificados, en los países socialistas. Mientras critica al imperialismo yanky, olvida al imperialismo soviético al cual apoyaba con todas sus fuerzas. Mientras critica a la globalización económica asociada a un mercado libre mundial, apoyaba una globalización socialista. Mientras critica la concentración de poder económico en las sociedades democráticas, promueve una concentración socialista mucho más amplia. Y así sucesivamente.

Incluso cuando critica al egoísmo dominante en las sociedades de consumo, parece ignorar el temor de los integrantes de un país socialista cuando temen ser delatados ante los organismos estatales de control, produciendo una atomización personal y un exagerado individualismo para poder sentirse seguros.

Al no existir la propiedad privada, ni tampoco las herencias familiares, ni los bancos en donde invertir ahorros, el ciudadano socialista se ve inclinado a gastar todo lo que tiene, por lo que aparece el "consumismo socialista". Téngase en cuenta que, bajo un sistema capitalista, se promueve la formación del capital, que no es otra cosa que el ahorro, siendo el ahorro algo opuesto al consumismo.

En el relato de sus experiencias en la URSS, en 1961, Silvina Bullrich escribió: "Ya el marqués de Custine decía [sigloXIX] «He conocido muchos pueblos que han soportado la opresión, pero sólo Rusia la ha amado». En verdad no me extrañaría que uno de los famosos misterios del alma eslava sea su falta de misterio".

"Su espíritu gregario le hace temer toda reacción demasiado individual y le permite instalarse confortablemente en un género de vida colectivo. En los libros de Tolstoi o de Dostoievsky, la gente vive hacinada en sus castillos o en sus isbas como en los monobloques de la Rusia actual. Indudablemente la falta de espacio del que dispone lleva al ruso de hoy a salir mucho a la calle. La deficiencia de las viviendas se siente también en la falta de higiene que hace casi insoportable los primeros días permanecer en un lugar cerrado de Moscú".

"Una muchedumbre de hombres, mujeres y niños corre como un río por las aceras de Moscú y por sus calzadas, inusitadamente anchas, por las que pasan a toda velocidad unos pocos automóviles. Acostumbrado al escaso tránsito de vehículos, el peatón ruso cruza sin mirar ni a derecha ni a izquierda, así como camina distraídamente por el medio de las carreteras; como tampoco respeta excesivamente los semáforos, tengo la impresión constante de que sólo por milagro no matamos a alguien".

"Esos numerosos transeúntes no siempre se dirigen a su trabajo, sino a otra de las ocupaciones que más atrae y toma más tiempo al ciudadano soviético: va de compras. En la URSS no hay herencias, ni propiedad, ni títulos de Bolsa. Por lo tanto, guardar dinero no tiene ningún sentido y lo mejor es gastarlo cuanto antes y darse el gusto".

"Entro al Gum, la tienda más importante de Moscú. Es un enorme edificio (no puedo evitar que la palabra enorme vuelva a menudo al referirme a este país donde todo parece haber sido hecho a la medida de hombres gigantes) dentro del cual las tiendas son totalmente independientes y están divididas en calles interiores, más o menos como lo que nosotros llamamos «galerías»".

"La gente empuja, se apretuja, y de pronto se agolpa ante algún mostrador en el que se vende un artículo importado. Esto no es corriente, pues en cuanto llegan zapatos, chales de lana o pañuelos de seda, la demanda supera la oferta. Los productos soviéticos son caros y de mala calidad: los zapatos de mujer son chatos y anchos, las medias gruesas, los vestidos informes de colores turbios".

Más adelante: "En Moscú hay dos problemas esenciales: las colas y las notas. Para la mitad de las cosas hay que hacer cola, para la otra mitad hay que presentar notas. Para conseguir la mayoría de los alimentos, sobre todo leche y fruta, hay que hacer cola".

"El sistema de notas es absurdo e incomprensible. Para conseguir una entrada de circo o de ballet hay que presentar una nota al director del teatro pidiendo que tenga la bondad de vender a la embajada de tal país tal número de butacas, pero cada embajada puede presentar una nota por día. El ciudadano soviético hace cola para obtener una entrada"

"Es dificil comprender cómo un pueblo que ha dado pruebas de ocupar su tiempo en descubrimientos de importancia, pierde y hace perder tanto tiempo en futilezas: nota para comprar naranjas, nota para ir al teatro, nota para sacar un pasaje, nota para visitar la Universidad. Nada es dado espontáneamente, todo hay que pedirlo" (De "El mundo que yo vi"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1976).

1 comentario:

agente t dijo...

En los países nominalmente capitalistas de la actualidad es el Estado el que provee la formación de capital por medio de la emisión monetaria por parte del Banco Central, castigándose fiscalmente el clásico ahorro individual. Hasta ese punto se ha pervertido la ortodoxia económica.