domingo, 20 de noviembre de 2022

Errores en la incorporación de una economía de mercado

Nunca faltan los optimistas que piensan que una economía de mercado trae implícita una ética de cooperación social y que será la decisión económica, y no una decisión política o cultural, la que primero debe establecerse para iniciar el camino del progreso económico y social.

Si el liberalismo es una visión o postura frente a la vida, parece evidente que el acatamiento a las reglas de la democracia política y de la democracia económica (mercado) sólo vendrán cuando exista un nivel ético aceptable en la población. No resulta fácil imaginarse que el cercano 50% de los estudiantes universitarios argentinos, que respondieron en una encuesta, que no tendrían inconvenientes en corromperse desde el Estado si tuvieran la oportunidad de hacerlo, que vayan a cambiar drásticamente de mentalidad a partir de un presidente que decidió incorporar al país la economía de mercado. No hay inconveniente alguno si alguien puede lograr el milagro de hacer cambiar de actitud a tal sector predispuesto a mantener en vigencia tal "tradición nacional".

Es necesario, además, contar con un marco legal adecuado para la instalación de la economía de mercado, además de la mentalidad favorable mencionada. Mario Vargas Llosa, quien fue candidato a presidente en el Perú, aunque no llegó a serlo por intentar decir siempre la verdad, entre otros aspectos, escribió en 1992: "La obra entera de Hayek es un prodigioso esfuerzo científico e intelectual para demostrar que la libertad de comerciar y de producir no sirve de nada -como lo están comprobando esos recién venidos a la filosofía de Hayek que son los países ex socialistas de Europa central y de la ex Unión Soviética y las repúblicas mercantilistas de América Latina- sin un orden legal estricto que garantice la propiedad privada, el respeto de los contratos y un poder judicial honesto, capaz y totalmente independiente del poder político".

"Sin estos requisitos básicos, la economía de mercado es una pura farsa, es decir, una retórica tras de la cual continúan las exacciones y corruptelas de una minoría privilegiada a expensas de la mayoría de la sociedad".

"Quienes, por ingenuidad o mala fe, esgrimen hoy las dificultades que atraviesan Rusia, Venezuela y otros países que inician (y, a menudo, mal) el tránsito hacia el mercado, como prueba del fracaso del liberalismo, deberían leer a Hayek. Así sabrían que el liberalismo no consiste en soltar los precios y abrir las fronteras a la competencia internacional, sino en la reforma integral de un país, en su privatización y descentralización a todos los niveles y en la transferencia a la sociedad civil -a la iniciativa de los individuos soberanos- de todas las decisiones económicas. Y en la existencia de un consenso respecto a unas reglas de juego que privilegien siempre al consumidor sobre el productor, al productor sobre el burócrata, al individuo frente al Estado y al hombre vivo y concreto de aquí y de ahora sobre aquella abstracción: la humanidad futura" (De "Desafíos a la libertad"-Alfaguara SA de Ediciones-Buenos Aires 2005).

En la Argentina actual hay dos posturas extremas para no sucumbir ante la barbarie y la destrucción peronista; por un lado los jóvenes capacitados y emprendedores que emigran hacia otros países, ya que no están dispuestos a sacrificar sus vidas por un pueblo que en una elección presidencial apoya abiertamente a una mafia política o bien a un grupo de politiqueros que sólo piensan en sus proyectos personales. Ambas posturas también se dieron en la ex Checoslovaquia. Mario Vargas Llosa escribió al respecto: "Cuando Milan Kundera se exilia en Francia, en 1975, para entregarse por completo a la literatura, había perdido toda esperanza de que su país saliera alguna vez del despotismo y la servidumbre. Yo lo comprendo muy bien. Probablemente mi reacción hubiera sido semejante a la suya".

"Pero el que tuvo razón fue Vaclav Havel. Porque, en efecto, siempre se puede hacer algo. Por mínimo que parezca, un manifiesto, una carta con un puñado de nombres, pueden ser las gotas que horadan la piedra. Y, en todo caso, esos gestos, intentos, amagos simbólicos, permiten ir viviendo con cierta dignidad y, acaso, irán contagiando poco a poco a los otros la voluntad y la confianza que hacen falta para una acción colectiva. No hay regímenes indestructibles ni potencias indoblegables. Si la historia es absurda, todo puede ocurrir en ella, opresión y crimen desde luego, pero también libertad".

1 comentario:

agente t dijo...

El nivel ético de la población no va precisamente camino de mejorar cuando se vota repetidamente a políticos que muestran a las claras sus malas artes, su falta de palabra, su amoralidad y que con su ejemplo ramplón están indicando un camino que aparece como exitoso, pues les permite el acceso y su mantenimiento en el poder, a los ojos del ciudadano común que se lo perdona porque cree que le favorece de alguna manera, preferentemente crematística.