miércoles, 9 de septiembre de 2020

Políticos democráticos vs. Autocráticos

Es posible encontrar en los diferentes políticos dos actitudes extremas. Por una parte encontramos al político democrático, cuyos objetivos implican una eficaz tarea en la administración pública, o del Estado, teniendo en la mente los beneficios que recaerán sobre toda la población. En el otro extremo encontramos al político autócrata, o maquiavélico, cuya misión principal consiste en la toma y permanencia en el poder, sin apenas interesarle las consecuencias que afectarán a la población.

No todos los políticos transitan por uno de esos extremos, por lo que existen casos intermedios. Además, se advierte que el demócrata en un principio, una vez en el poder, cae en la tentación de la autocracia, mientras que el autócrata con poca habilidad política puede terminar, casi sin quererlo, en una actuación cercana a la democrática.

A continuación se transcribe un artículo que contempla ambos extremos:

LOS POLÍTICOS DE LA DEMOCRACIA Y LOS DE LA AUTOCRACIA

Por Arturo Orgaz

Conforme a la índole de los hombres representativos –positiva o negativamente- se produce el movimiento de las ideas prácticas. Aludiendo Merriam al anhelo expresado por algunos a favor de “un mundo sin políticos”, lo inadmisible porque, declara, los políticos desempeñan en la sociedad una función útil e importante. “Son intermediarios entre los técnicos solitarios y los ocupados consumidores que integran la comunidad. Sus idas y venidas, sus conversaciones y discursos, sus discusiones y compromisos, no son siempre inútiles aunque lo sean en algunos casos. Resultan indispensables a la sociedad moderna en una forma o en otra, en parte como artistas, en parte como hombres de ciencia”.

Se comprende que la cita hace referencia a los políticos enrolados en la política de significación positiva. Y si, como es obvio, la política ha de juzgarse por la calidad de los individuos que la emprenden y sirven, preciso será distinguir los políticos democráticos de los autocráticos: los de la ciencia y el arte de la libertad y los de la estatolatría. Es fácil señalar arquetipos en ambos campos. Dentro de la política de signo positivo, hallamos al repúblico, al estadista y al ciudadano activo; dentro de la política negativa actúan el demagogo, el apolítico y el hombre-masa. El repúblico, el estadista y el ciudadano activo se sienten hombres para el pueblo cuyos ideales y necesidades interpretan y sirven en la función pública, en la obra intelectual, en la acción de organizaciones políticas y profesionales. El demagogo, al contrario y en forma disimulada, piensa y practica que el pueblo es para el hombre que explota ideales y necesidades colectivas a la medida de su interés dominador.

En el primer caso el pueblo es destinatario y término de servicio; en el segundo, instrumento de inconfesable ambición. Aquéllos edifican y enaltecen la libertad porque ven en sus conciudadanos expresiones de inalienable dignidad. El demagogo teme la libertad porque es luz de conciencia y altivez y prefiere la obsecuencia como segura prenda de su poder discrecional que le servirá para confundir la cosa pública con la bandería inferior y el gobierno con la obra anarquizadora.

El ciudadano activo, emancipado del frío egoísmo y del paralizante cálculo, sirve a la causa de la solidaridad y del decoro civil, con cumplida responsabilidad y cívico fervor. Su vocación de hombre libre, su generosidad serena, hallan pequeños y grandes motivos para hacer sentir la gravitación de su voluntad y de su razón en la suerte de los negocios públicos. Comprende que más que ningún otro campo, en el de la política es menester cumplir el aforismo bergsoniano: “pensar como hombre de acción y obrar como hombre de pensamiento”.

Su antítesis es el hombre-masa que forma el cortejo de los demagogos y secunda las tradiciones contra el destino de la libertad. Forma las fuerzas de choque contra la ciudadanía esclarecida. Puede llamarse mazorquero, guardia de asalto, policía política, esbirro, legionario, claque, sicario, elemento de comité-garito, elector fraudulento, policía brava, fanático de tumulto, guardia de hierro, chusma terrorista o de cualquier otra manera; en todo caso, su papel será el mismo: hacer de puntal para las demasías autoritarias, actuar en climas de irresponsabilidad y alentar impecable intolerancia contra la libertad y la inteligencia.

Otro ciudadano de la política negativa es aquél que por escepticismo, por cobardía, por egoísmo o por resentimiento, se dice “apolítico”. No se trata simplemente del que no se halla afiliado a un partido o núcleo político concreto sino del que, con olímpica jactancia, se coloca fuera de toda preocupación de color político y no renuncia a vivir socialmente. Es lastre descolorido pero gelatinoso.

Es hora de preguntarse, según eso, cuál debe ser la tarea actual de la política y a qué cometido deben entregarse los más nobles propósitos del servicio social. Es necesario hacer posible que los apóstoles cívicos triunfen en la acción y no deban resignarse a hacerse escuchar desde el seno de la muerte, cuando ya su grandeza es sólo resplandor y no esfuerzo militante.

Correlativamente, es forzoso que el demagogo, el energúmeno y el tirano no hallen posibilidad de dictar la ley al mundo, cerrando a las generaciones el camino del porvenir. Todo ello será posible en la medida en que los hombres se sientan penetrados de responsabilidad moral en la acción ciudadana. “La tarea primordial de la política y de los políticos –se ha expresado con verdad- consistirá en conservar despejadas las vías de la libre comunicación, de la libre discusión y la libre interpretación…Sin imaginación ni inventiva, sin valor ni idealismo, la política es una forma de paleontología…”.

(De “El Pensamiento Democrático Argentino” de Guillermo L. Canessa-Editorial Kapelusz SA-Buenos Aires 1957)

3 comentarios:

agente t dijo...

Esas fuerzas de choque o esbirros de la demagogia son puntual y periódicamente incentivadas mediante emolumentos con cargo al presupuesto público sin cotización o mérito previo, solamente para que ejerzan su derecho al voto en la manera esperada, y también para que pongan su fuerza física en versión intimidatoria al servicio de los promotores de las políticas negativas. Y el intercambio dura hasta que se acaba el dinero, porque está comprobado que aunque los demagogos pierdan el poder esas políticas tienen su inercia y generalmente sólo se revierten parcialmente.


Bdsp dijo...

La Argentina ha sido prácticamente destruida por los gobiernos maquiavélicos que sólo buscan el poder. Y para colmo, siempre le echan la culpa a otros. Si les falta dinero pra incentivar obsecuentes, tienen la máquina de imprimir billetes......

agente t dijo...

Las perspectivas en España también son muy malas. A nivel popular todavía no se ha extendido la sensación de vértigo, pero entre la gente informada el pesimismo es la tónica.