sábado, 25 de agosto de 2018

Perón y sus traiciones

Mientras que los líderes democráticos se identifican con lo mejor de una sociedad, los líderes totalitarios se identifican con lo peor de esa sociedad. Además, cada uno de ellos ha de poseer los atributos admirados por cada sector. En el caso de Juan D. Perón, se produjo una identificación con el argentino poseedor de “viveza criolla”, el que, como el adolescente inseguro de tener una auténtica inteligencia, hace continuos esfuerzos por demostrar a los demás, y por demostrarse a si mismo, que posee ese atributo. Marcelo A. Moreno escribió: “Se cree un vivo. Un vivo «bárbaro», como dice. Desde chico se piensa como el mejor del mundo, y está dispuesto a demostrarlo. Sólo que para llegar a esa evidencia necesitará imperiosamente perjudicar a los demás”.

“«Yo me corto solo». «Yo hago la mía». «Yo me salvo y zafo» son expresiones cotidianas de este personaje, prototipo del argentino medio: el porteño canchero, ganador, de fácil y frágil palabra, que «se las sabe todas»”.

“Desde luego, no hay un ser nacional ni entelequia parecida. Pero si existe un trabajado arquetipo de argentino: su modelo es el porteño, aunque se ha extendido y a este caracterizado personaje se lo puede encontrar en las más insospechadas provincias. Y como es un modelo ya impuesto, un «universal» de argentino, quien no responde al arquetipo o sufre por no alcanzarlo o lo padece en silencio”.

“Plástico, agradable, en su esquema de valores la viveza –una mezcla de astucia y ubicuidad, más un increíble poder de adaptación- suple a la sensibilidad, la inteligencia, el saber, la destreza, el esfuerzo, virtudes despreciadas en la geografía de sus estimas. Se trata, en suma, de un verdadero predador: lo único que espera es el momento y las circunstancias adecuadas para aprovecharse de los otros. Los demás son, para él, «los giles», sus víctimas. Quien estudia, trabaja o ama en serio de inmediato es catalogado como un gil. Ni hablar del que es honesto: «es un gil a cuadros». Un «vivo» es lo contrario: rápido, rapaz, se aprovecha. La diferencia está en la trampa, en el engaño, en la indecencia: ése es el mérito. Si se estudia, se trabaja, se mantiene una relación amorosa, pero siendo desleal y mentiroso, se saca carnet de vivo” (De “Contra los argentinos”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2002).

Puede decirse que el éxito de Perón, como líder y agitador, se debió a intuir la mentalidad de las masas y a decirles siempre lo que deseaban escuchar, no sin antes utilizar una gran cantidad de mentiras y de engañar y traicionar a quienes encontraba a su paso. Incluso advertía a sus seguidores acerca de los peligros de la traición, ya que en forma inconsciente temía que los demás actuaran como siempre él lo hizo. Al respecto expresó: “El movimiento tiene enemigos de afuera y enemigos de adentro; quien no lucha contra el enemigo ni por la causa del pueblo, es un traidor; quien lucha contra el enemigo y por la causa del pueblo, es un compañero, y quien lucha contra un compañero es un enemigo o un traidor” (De “Perón, enemigos y traidores” en www.youtube.com).

Perón se caracterizó por usar a circunstanciales aliados para, luego, abandonarlos o traicionarlos una vez que obtenía de ellos alguna ventaja personal. Como ejemplo puede mencionarse el caso de Cipriano Reyes, sindicalista de la carne y fundador del Partido Laborista, que participa en el 17 de octubre de 1945, siendo la principal figura del movimiento obrero que promovió la liberación de Perón. Sin embargo, apenas Perón asume la presidencia, decreta la ilegalidad de los partidos políticos, incluidos los que lo apoyaron para ser electo. También ordena que todo sindicato dependa de la CGT para seguir teniendo legalidad. Por oponerse a las directivas de Perón, Reyes es ametrallado y luego encarcelado bajo la acusación de haber atentado contra Perón y Eva, por lo que es encarcelado por varios años hasta quedar liberado en 1955 por la Revolución Libertadora. Esta era la manera que tenía el tirano para “agradecer” a quienes colaboraron con sus planes.

En su actuación política, previa a su primera presidencia, prepara el terreno aliándose con nacionalistas, militares y católicos. Sin embargo, con el tiempo los va traicionando a todos, dejándolos de lado en cuanto deja de necesitarlos. Richard J. Walter escribió: “El 4 de junio de 1943, un sector del Ejército depuso al gobierno del presidente civil Ramón S. Castillo e instauró un régimen autoritario que duró hasta 1946. En el movimiento golpista se destacaban los militares nacionalistas; así, ofrecían a la derecha argentina la mejor oportunidad hasta entonces para influir en la sociedad y ejercer el poder real en escala nacional. Simultáneamente, uno de los oficiales implicados en el golpe –el coronel Juan Domingo Perón- utilizaría la ocasión para preparar su propio ascenso al poder”.

“En este proceso, los intereses de Perón y de los nacionalistas fueron coincidentes; pero, en varias ocasiones, Perón y los nacionalistas trabajaron con objetivos encontrados. En 1946, Perón ganó las elecciones presidenciales. Durante sus nueve años de gobierno, cooptó a los nacionalistas y se apropió de parte de su programa, relegándolos a roles secundarios en su administración. A comienzos de los años cincuenta, muchos nacionalistas se pasaron a la oposición y se incorporaron al movimiento que en septiembre de 1955 derrocó a Perón y lo obligó a exiliarse” (De “La derecha argentina” de David Rock y otros-Javier Vergara Editor-Buenos Aires 2001).

Los militares y los nacionalistas argentinos apoyaban durante la Segunda Guerra Mundial al Eje (Roma-Berlín). Sin embargo, cuando Perón advierte que el Eje va a perder la guerra, deja de lado su apoyo a pesar de las protestas de los nacionalistas. Walter agrega: “Perón intentó desempeñar un papel cuidadosamente ambiguo en estos sucesos, pero el balance final aparecía como partidario de la ruptura y se convirtió en el centro de la ira nacionalista. Para muchos integrantes de la corriente, Perón era – después de la ruptura con el Eje- un traidor a su causa, un personaje que había sacrificado el principio de neutralidad en función de sus propias ambiciones”.

Cuando necesitó ayuda de los enemigos del Eje y de los nacionalistas, los norteamericanos, el entonces vicepresidente “de facto”, no dejó de pedirla: “En marzo, Perón –a través de un emisario- intentó un acercamiento a la legación norteamericana, describiéndose como «un adversario de los nacionalistas» y prometiendo trabajar por el restablecimiento de un gobierno constitucional, a cambio del reconocimiento del gobierno militar. La embajada rechazó sus intenciones, pero esto mostraba que Perón era alguien que se debía tener en cuenta si las circunstancias lo exigían”.

Desde unos años antes, Perón ambicionaba ser el líder latinoamericano del nazi-fascismo ante la esperanza de que Hitler ganara la guerra. A pesar de la derrota del Eje, mantiene su proyecto. Buscaba aliarse con otros países latinoamericanos aunque algunos de ellos en la condición de súbditos. Ezequiel González Madariaga escribió: “Nosotros los chilenos no podremos olvidar fácilmente en nombre de Juan Domingo Perón. Adicto militar argentino en Santiago, intrigó para apoderarse de documentos secretos, lo que dio lugar a un bullado proceso. Presidente de la República más tarde, organiza legiones de espías dependientes de una Subsecretaría de Prensa y Propaganda la que, con el apoyo de malos chilenos, adquiere en Santiago radio-emisoras y organiza en el territorio la distribución de noticias encaminadas a destruir el Parlamento y a instaurar una dictadura, que respalde su máxima ambición de hacer de Argentina y Chile un solo Estado, con frente a dos océanos”.

“Es la época en que lo trastornan delirios de grandeza y cae en la manía de anunciar para el futuro el proceso de guerras continentales, en el que la Argentina, como es de esperarlo, está llamada a regir los destinos de la América del Sur, como el dictador alemán de quien se sintió su discípulo, pensó en su tiempo ordenar la Europa. Los gobiernos que se han sucedido en la Argentina tienen una responsabilidad moral con el pueblo de Chile y con la democracia continental, como es la de revelar los dineros que se destinaron a esta propaganda y señalar, al mismo tiempo, los individuos que se consagraron a esta innoble tarea” (De “Patria y traición” de Ginna Maggi-Ediciones Gure-Buenos Aires 1957).

En cuanto a los intentos por sobornar a militares chilenos, Ginna Maggi escribió: “Cuando menos nadie lo imaginaba, el Mayor Perón fue descubierto con las manos en la «masa» en un intento de sobornar a un grupo de patriotas chilenos para que le vendieran unos planos secretos del Ejército de Chile. Los candidatos a traidores, le hicieron creer a Perón que estaban de acuerdo con sus proposiciones, y cuando éste concurría a la cita con el dinero a cambio de los planos, le presentaron unos planos falsos, y al tiempo en que el Mayor sacaba el dinero, caía la policía que comprobó la flagrante intención”.

“Por razones de salud, la esposa de Perón estaba viajando a Buenos Aires en los días anteriores a este ingrato episodio, y por razones «obvias», el Mayor Perón, hubo de seguirla precipitadamente, dejando en completo desorden los documentos relacionados con su fallido plan de espionaje, como diciendo: Ahora, «que se embrome el que viene»”.

El militar que ocupa el lugar de Perón como agregado militar de la Embajada Argentina en Chile, fue el Mayor Eduardo Lonardi. La citada autora agrega: “A partir de aquella «jugada» que el Mayor Perón le hiciera, el Mayor Lonardi no tuvo descanso ni perdió oportunidad para proclamar lo que el llamara: una «torpe e inaudita traición», que tan amargos momentos le hicieran vivir en su corta permanencia en Chile, y que tanto afectara su correcta sensibilidad de militar. Inútiles fueron las explicaciones que más tarde le diera el Coronel Perón, e inútiles las granjerías que ya como Presidente le ofreciera”.

También en la destitución del Gral. Ramírez, Perón había utilizado la traición. Ginna Maggi escribió al respecto: “Entonces Perón acudió a un plan maquiavélico sin perder un solo instante: necesitaba un hombre que le sirviera de punto de apoyo para actuar detrás de él, y encontró en el Gral. Farrell el modelo ideal, que escuchó halagado sus proposiciones tendientes a encaminarlo a la Primera Magistratura”.

“Los colaboradores del complot que habrían de derribar al General Ramírez, los buscaría Perón entre los mismos militares que eran adictos al Presidente. Por algo se trataba de un «plan maquiavélico». Sólo le pidió a Farrell «confianza y libertad para actuar…»”.

“Ya está Perón incluido en el grupo de los entusiastas amigos del General Ramírez, y se ha ganado la confianza y simpatía del grupo de oficiales que rodean al Presidente. Sus planes están listos para caminar sobre rieles…Y antes de cumplir un mes desde que Perón presentara el manifiesto al General Ramírez «nervio y motor» del histórico movimiento, había «fructificado» su plan de convencer al grupo revolucionario de que había que sacrificar a Ramírez, en bien de la patria…”

En realidad, Perón buscaba ubicar a Farrell en la presidencia vislumbrando su propio ascenso posterior. “El acto de sacrificio de Ramírez, al igual que el de proclamarlo días atrás, bajo palabra de soldado y de argentino, el nervio y motor de la Revolución, lo encabezó Perón secundado por Farrell. Los amigos del Presidente se negaron a estar en ese «acto patriótico»”.

Raúl Damonte Taborda describe algunos detalles del momento de la renuncia de Ramírez: “Perón y Farrell se han introducido, sin anunciarse previamente, en las habitaciones privadas de Ramírez y, sin decirle: ¡Agua va!, le presentan un pliego renunciante y una estilográfica. El pobre hombre está semidormido. (Es la una de la madrugada)”.

“Su señora, al escuchar el ruido de botas, sables y voces roncas, ha saltado del lecho y huído al baño. Los traidores a Ramírez intimidan y zamarrean al Presidente que no entiende nada, «tratando de cubrir sus vergüenzas» con las sábanas de seda” (Citado en “Patria y traición”).

Pero la mayor traición a la Patria la produjo cuando se asoció con la guerrilla marxista-leninista de los años 70, como es el caso de Montoneros, con el fin de destruir material y espiritualmente a la Nación. Ambos socios tratan de utilizar al otro para llegar al poder, pero, como es de esperar, triunfa quien mayor experiencia tiene como traicionero y, posteriormente, desde la Presidencia, ordena en “aniquilamiento” de sus antiguos cómplices destructivos.

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