sábado, 4 de agosto de 2018

Cuando los anti-imperialistas colaboran con el imperio

Es muy común en la izquierda política denostar todo el tiempo al capitalismo junto al “imperialismo yanqui”. Sin embargo, si existe un gran colaborador para el engrandecimiento de ese imperio, es justamente esa tendencia política. Ello se debe a que, cuando existen posibilidades de que la izquierda acceda al gobierno, en un país subdesarrollado, comienza el éxodo de capitales hacia los países desarrollados, debido al temor de ser nacionalizados. Una vez instalada en el gobierno, comienza el éxodo de capital humano hacia esos mismos destinos. Julio H. G. Olivera escribió: “Este libro trata de la emigración de trabajadores intelectuales hacia los países económicamente más desarrollados, en particular hacia Estados Unidos. ¿Constituye la emigración de trabajadores intelectuales un mal desde el punto de vista económico, o el creer esto es sólo un prejuicio sin fundamento, «un disparate nacionalista y sentimental»? la pregunta abarca, en realidad, dos cuestiones distintas. Por un lado, se ha examinado si la emigración de intelectuales perjudica a los países de origen; por otro, si daña a la economía mundial como un todo, incluyendo tanto a los países de origen como a los de destino”.

Luego de algunos análisis, concluye: “Si la emigración se limita a un solo trabajador, la disminución del producto es igual a su salario; pero si la emigración es más amplia, el descenso del producto resulta mayor que el salario total de los emigrantes, con lo que el ingreso de los que permanecen en el país se reduce necesariamente”.

“El hecho que la retribución sea más alta en los países de destino indica que la productividad marginal de este factor es en ellos más elevada que en los países de origen, de donde se infiere que la emigración de trabajadores intelectuales acrecienta el producto de la economía mundial en conjunto” (Del Prólogo de “El drenaje de talento” de Walter Adams (comp.)-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1971).

El valor de las empresas depende de las ganancias que brindan anualmente. En la actualidad, y a nivel mundial, las más valiosas son aquellas asociadas a la información y a la computación, constituidas esencialmente por capital humano (mano de obra intelectual), que predomina sobre otros factores de la producción. De ahí que pueda decirse que la pérdida de capital humano de los países emisores y la ganancia de los receptores, han ido en aumento. Walter Adams escribió: “¿Qué es el drenaje de talento? La expresión misma tiene una connotación peyorativa, sugiere la pérdida absoluta, sin compensación, de un recurso vital. Esta interpretación se basa en ejemplos que parecen demostrar que el capital humano, como recurso estratégico, fluye desde las economías donde puede contribuir en mayor grado al bienestar general, hacia las economías ya bien provistas de personal científico y administrativo capacitado”.

“Al observar que el 16% de los nuevos graduados Ph. D. británicos se perdía por emigración, una publicación técnica británica expresó el temor de que «el gobierno, con los millones invertidos en la expansión técnica, estuviese estableciendo sólo una enorme y costosa escuela preparatoria en provecho de la industria norteamericana»”.

“En Israel, el primer ministro Levi Eshkol trató de «gitanos» a los científicos e ingenieros emigrantes, en tanto que el ministro de Educación los llamó «traidores»”.

“En EEUU, un destacado senador considera el drenaje de talento «una vergüenza nacional» que acentúa la brecha entre las naciones ricas y las pobres y que en algunos casos «ha neutralizado con exceso el efecto y los beneficios de los programas norteamericanos de ayuda exterior»”.

“Estas impresiones tienen eco en la prensa de EEUU; dice el Christian Science Monitor: «Con una mano, EEUU da millones a esos países para que se desarrollen, y con la otra les quita, como al pasar, la semilla de futuros dirigentes en ciencias naturales, sanidad y disciplinas técnicas. Estos son más preciosos para sus países que los alimentos o las maquinarias»”.

En el caso de la Argentina, país en continua y permanente decadencia, se observa que gran cantidad de capitales de ciudadanos argentinos, se encuentra en el exterior. Si esos capitales volvieran al país, seguramente podría revertirse la situación crítica. Sin embargo, la poca confiabilidad del país, en el cual predomina la aversión al capitalismo y a las empresas, junto a la preferencia mayoritaria por gobiernos populistas, impide un pronto retorno de esos capitales.

Mahatma Gandhi afirmaba que fueron los propios indios quienes trajeron a los ingleses. En forma semejante, puede decirse que el imperialismo yanqui ha sido afianzado por el resto de los países que expulsan capital humano y financiero propio que favorecerá la expansión y el poderío económico de los EEUU.Gandhi escribió: “Las mismas circunstancias que les dieron la India, les permitieron mantenerse en ella. Algunos ingleses sostienen que ellos han tomado la India por las armas y que la conservan por los mismos medios; ambas afirmaciones son falsas. Somos nosotros los que hemos conservado a los ingleses, y las armas no tienen en esto ningún papel. Se dice que Napoleón llamaba a los ingleses un pueblo de mercachifles. Nada los pinta mejor. Ellos no conservan sus dominios más que para finalidades comerciales; su ejército y su flota, para proteger sus intercambios” (De “La civilización occidental y nuestra independencia”-Editorial Sur SRL-Buenos Aires 1959).

La emigración de talentos y la atracción de los mismos por algunos países, no es nada nuevo. Stevan Dedijer escribió: “Los Ptolomeos procedieron de manera consciente y planeada, utilizando los recursos del Estado para convertir a Alejandría –recientemente construida en la ubicación de un pueblo de pescadores egipcio- en el centro de la ciencia, la filosofía, la erudición y el arte del mundo conocido. Ejercieron su influencia poderosa para transferir de Atenas a Alejandría todo lo que pudiera promover su objetivo básico: libros, instrumentos, pautas de organización e institucionales y, por sobre todo, recursos humanos”.

“Ptolomeo I importó, en primer lugar, alrededor del 300 a. de C. a Demetrio de Faleros, político y discípulo de Aristóteles, y a Estratón el físico, que actuaron aparentemente como consejeros de la política científica del gobierno. Nombró al primero de ellos director de la Biblioteca y del Museo recientemente fundados, y al segundo, tutor del futuro Ptolomeo II…Los Ptolomeos construyeron un Museo y una Biblioteca semejantes a las actuales instituciones estatales de investigación o escuelas de graduados” (De “El drenaje de talento”).

El economista Kenneth Boulding estima que el factor principal de la recuperación de países como Alemania y Japón, luego de la Segunda Guerra Mundial, se debió principalmente a que su capital humano quedó casi a salvo a pesar de que se perdió gran parte del capital físico. Al respecto escribió: “Volviendo al problema del capital humano y del «drenaje de talento», no hay duda de que desde el punto de vista del desarrollo económico esta forma de capital tiene bastante más importancia que el capital físico. El capital físico es, en el fondo, sólo saber humano que se impone al mundo de la materia. Lo integran improbables estructuras materiales que reconocen su origen en no menos improbables estructuras de la mente humana”.

“Y así, tal como tenemos el concepto de una suma total de capital físico del mundo, tenemos una suma total del capital humano, constituido principalmente por conocimientos, información y aptitudes. Es casi sinónimo de lo que Pierre Teilhard de Chardin denomina la «noosfera» o la esfera total del conocimiento humano. La prioridad del capital humano sobre el físico se revela claramente en la experiencia de los países que se han recuperado de la devastación física causada por la guerra”.

“En Alemania y Japón, por ejemplo, aproximadamente la mitad del capital físico resultó destruida por la Segunda Guerra Mundial, pero al final de ésta el capital humano estaba casi intacto, con excepción de pérdidas por muertos en la guerra y por deficiencias educacionales del periodo bélico. Con ese capital humano intacto, dichos países no tardaron mucho en recuperar su volumen previo de capital físico y, además, en alcanzar una tasa de desarrollo muy superior a la que habían tenido antes” (De “El drenaje de talento”).

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