Una de las frases más difundidas, respecto de la religión, es aquella de Marx en la que afirma que “la religión es el opio de los pueblos”, es decir, lo que adormece para producir daño. El pensamiento marxista atribuye principalmente a la religión cristiana la de ser una farsa promovida por la burguesía para dominar al proletariado sin que éste se rebele, facilitando su explotación laboral. De ahí que, una vez que se ha advertido a la población de tal engañosa maniobra, la religión debería dejarse de lado. Incluso en los países comunistas estaba prohibida, mientras que en las sociedades democráticas se la trata de minimizar descartando su carácter público para relegarla al lugar de una creencia subjetiva que tiene sólo validez personal. Hilda Molina escribió: “El gobierno de Fidel Castro no tardó en mostrar su intolerancia religiosa. Ya en 1963 los colegios religiosos habían sido clausurados, miles de sacerdotes y religiosas expulsados del país, y yo me iba alejando de mi Iglesia”.
La diferencia esencial que existe entre cristianismo y marxismo radica en que el primero predica el amor al próximo mientras que el segundo predica el odio a la clase social enemiga. Recordemos que Cristo sugiere amar al prójimo como a uno mismo, que en el lenguaje actual implica compartir las penas y las alegrías de los demás como si fuesen propias. Por el contrario, el odio implica alegrarse del mal ajeno y entristecerse por su alegría, por lo que la burla y la envidia son sus componentes básicos. El cristianismo busca la verdad por cuanto trata que el hombre se adapte al orden natural, ya que debe describirlo en una forma adecuada, mientras que el marxismo se basa en la mentira por cuanto trata de destruir todo lo construido bajo el criterio anterior.
Como son dos posturas incompatibles, puede hacerse una analogía con un final de ajedrez en el cual el cristianismo se parece a un alfil que se mueve por los cuadros blancos mientras que el marxismo es otro alfil, perteneciente al rival, que se mueve por cuadros negros. Pertenecen a una misma sociedad y a un mismo planeta, pero no pueden interactuar por cuando el odio no puede existir en quienes han sido habituados al amor al prójimo, mientras que el amor no puede existir en quienes han sido inoculados con el odio. En la analogía aparece otro aspecto de interés y es que los alfiles representan a los obispos, en un supuesto combate de la época medieval. Así, el cristianismo es la religión del amor mientras que el marxismo es la religión del odio.
Adviértase que quien siempre busca compartir las penas y las alegrías ajenas, le resulta imposible compartir una actitud de burla o de envidia, mientras que quien siempre trata de burlarse, de denigrar y difamar a los demás, le resulta imposible compartir las penas y alegrías de los demás, excepto a un nivel familiar. Quienes habitualmente necesitan difamar a un enemigo real o imaginario, para delegar en otros las causas de su propio malestar personal, ven en la actitud cristiana una postura débil por cuanto el cristiano es incapaz de responder con violencia aun a las injusticias o a las ofensas. De ahí que poco puedan comprender a personajes como el Mahatma Gandhi o al recientemente desaparecido Nelson Mandela.
Aunque no sepamos la preferencia religiosa de Mandela, podemos decir que su actitud era compatible con el cristianismo por cuanto nos resulta sorprendente que, luego de estar 27 años encarcelado por promover una causa justa, tal el trato igualitario de los distintos grupos étnicos, no promovió la violencia ni tampoco una venganza contra sus oponentes, por cuanto en su personalidad no existía la posibilidad del odio. Gracias a sus poco comunes atributos personales, pudo finalmente imponer sus ideales de igualdad y justicia. Esto dista totalmente de la actitud marxista-leninista, por cuanto los revolucionarios socialistas resolvían sus conflictos eliminando a todo el que se opusiera a su acceso al poder.
En las Feria del Libro, en Mendoza, a las cuales concurre una representación de Cuba, pudo advertirse el ofrecimiento persistente de un libro de Friedrich Nietzsche, autor preferido por los nazis y fascistas. Se trata justamente de “El Anticristo”, en donde el conocido filósofo alemán interpreta al cristianismo como una degradación humana, lo que concuerda con la postura marxista. El citado autor escribió:
“El cristianismo no puede tener disculpa. Es inútil, pues, que se pretenda poetizarlo. Ha hecho la guerra a muerte a ese tipo superior del hombre, ha proscrito todos los instintos fundamentales de ese tipo de hombres y ha destilado de esos instintos el mal y lo malo: el hombre fuerte ha sido siempre considerado como un tipo reprobable. El cristianismo se ha puesto del lado de todo lo débil, de todo lo bajo, de todo lo fracasado, formando un ideal que se opone a los instintos de conservación de la vida fuerte, y que ha echado a perder la razón aun de las naturalezas intelectualmente más fuertes, enseñando que los valores superiores de la inteligencia no son más que pecados, extravíos y tentaciones. El ejemplo más lamentable de ello es Pascal, que creía en la perversión de su razón por efecto del pecado original, siendo así que lo que la había pervertido era precisamente el cristianismo” (De “El Anticristo”-Edicomunicación SA-Barcelona 1997).
En cuanto a lo expresado por Nietzsche, es oportuno mencionar que la base de la mecánica y de la astronomía fue establecida por científicos afines al cristianismo, tales como Nicolás Copérnico (sacerdote), Galileo Galilei (dos hijas monjas), Johannes Kepler e Isaac Newton, mientras que la base del electromagnetismo fue también establecida por físicos cristianos practicantes, como Michael Faraday y James Clerk Maxwell.
La religión del amor, denominada “opio de los pueblos”, fue reemplazada en los países comunistas por la religión del odio, el “veneno de los pueblos”. Hilda Molina escribió:
“Sólo después de un largo y agónico proceso de maduración y al cabo de múltiples horas de análisis y meditación, yo comencé a conocer la maléfica naturaleza de ese régimen. Hasta entonces permanecí inerme frente al enajenante, prolongado y minucioso proceso de manipulación sentimental, de inoculación del terror y de chantaje psicológico al que han sometido al pueblo cubano, y que ha transformado en marionetas a millones de seres pensantes. Y es que se trata de un sistema intrínsecamente perverso, cuyas prácticas contradicen y traicionan a sus propias teorías, que ha ascendido las cumbres de la crueldad, y que destroza sin misericordia incluso a sus más fieles hijos. Se trata de un gobierno que utiliza el miedo paralizante como uno de sus principales instrumentos de poder. Se trata de un sistema generador incansable de miedos, espantoso sentimiento del que no se ha librado ni se libra ningún cubano, doloroso sentimiento siempre presente en mí, fortalecido y multiplicado a partir de 1959” (De “Mi verdad”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2010).
Antes que hablar de una diferencia entre teoría y realidad, o entre socialismo teórico y real, debe hablarse de la diferencia entre el disfraz utilizado y los objetivos finales que conlleva. Una de las causas por las cuales existe en la Argentina la gran división de su sociedad, es que un importante sector esperaba el triunfo de la guerrilla marxista para hacer de nuestro país una especie de sucursal de Cuba, con las intenciones de degradar y someter a la población; especialmente al sector que más odia. A pesar de la derrota militar, siguen su campaña ideológica destructora con la misma finalidad anterior, la de implantar el “veneno de los pueblos”.
Si bien a veces resulta difícil distinguir entre los distintos totalitarismos, puede decirse que el fascismo promueve la supremacía de los “mejores” (ya sea raza, clase o individuo) y el desprecio de los “inferiores”, mientras que el marxismo promueve la destrucción de los mejores utilizando la colaboración de los peores. De ahí que no haya sido extraño que el físico Piotr Kapitza, que dirigió el proyecto nuclear de la URSS, haya debido formar su equipo de científicos buscándolos en las cárceles de Stalin. A.M. Biew escribió:
“Hombres de ciencia y dirigentes son llevados a los OKB bajo pseudónimos. Con esto se quiere disimular la impresión –que sería por demás exacta-que la elite intelectual de Rusia tiene que vivir detenida”. “En cuatro meses de detención, Kurtschatov, que antes era un hombre de cincuenta años, bien parecido, que apenas tenia alguna canas, ahora ha envejecido diez años: su cabeza está completamente blanca”. “Desde estos OKB, los trabajos de millones de presos rusos son observados. En esta sala se encuentran setenta mesas de dibujo, que cuentan con un equipo completamente moderno”. “A la cabecera de las mesas está el profesor Andrei Tupolev, el constructor de aviones de más jerarquía de los Soviets; todos los records aéreos fueron logrados con su marca de aeroplanos”.
“Pero como todos los hombres de ciencia en el momento en el que pisan un OKB se les cambia de nombre, y Kapitza no confía en las listas, pidió visitar y explorar él personalmente el reino de las sombras soviético”. “Durante tres semanas están de viaje; recorren por lo menos 30.000 kilómetros, no tienen ni un accidente, ni siquiera un atraso. Kapitza debe de haber visto a algunos miles de especialistas; alrededor de 600 nombres se agregan a la lista” (De “Kapitza, el zar del átomo”-Editorial Troquel SA-Bs.As. 1956).
Entre los físicos más importantes de la URSS estaba Lev D. Landau, quien, para salvar su vida, tuvo que publicar un artículo científico importante. Al igual que Kapitza, obtuvo el Premio Nobel de Física. Kip S. Thorne escribió al respecto: “La publicación de Landau sobre los núcleos de neutrones era realmente un grito pidiendo ayuda; las purgas de Stalin se hallaban en pleno apogeo en la URSS y Landau estaba en peligro. Esperaba que dando un golpe de efecto en los periódicos con su idea del núcleo de neutrones [del Sol] podía protegerse del arresto y la muerte”. “Landau estaba en peligro debido a sus anteriores contactos con los científicos occidentales. Poco después de la Revolución rusa, la ciencia había sido objeto de atención especial por parte de la nueva dirección comunista. El propio Lenin había impulsado una resolución del Octavo Congreso del Partido Bolchevique en 1919 eximiendo a los científicos de los requisitos de pureza ideológica: «El problema del desarrollo industrial y económico exige el inmediato y amplio uso de expertos en la ciencia y la tecnología que hemos heredado del capitalismo, pese al hecho de que ellos están inevitablemente contaminados con ideas y costumbres burguesas»”.
“De todos los jóvenes teóricos soviéticos que hicieron el camino de Leningrado, luego Europa Occidental, y después la vuelta a la URSS, quien iba a tener con creces la mayor influencia en la física era Lev Davidovich Landau”. “Poco después del regreso de Landau cayó el telón de acero de Stalin, haciendo casi imposibles nuevos viajes a Occidente. Como recordaba más tarde George Gamow, «la ciencia rusa se ha convertido ahora en un arma para combatir al mundo capitalista. Igual que Hitler estaba dividiendo la ciencia y las artes en campos judío y ario, Stalin creó la noción de ciencia capitalista y ciencia proletaria»” (De “Agujeros negros y tiempo curvo”-Critica-Barcelona 1995)
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