Existe una diferencia esencial entre las ramas de la ciencia experimental más desarrolladas, y las construcciones intelectuales de tipo filosófico, ya que las primeras se asemejan a edificios únicos construidos con el aporte de todos sus especialistas, mientras que las segundas parecen estar constituidas por varios edificios pequeños que se construyen, a veces, mirando a otros a su alrededor. Las grandes construcciones científicas presentan cimientos que pueden rastrearse en la historia, ya que implican observaciones contrastables con la realidad que se han ido perfeccionando con el tiempo mediante el trabajo de las distintas generaciones.
Si bien en la ciencia económica no existen acuerdos o coincidencias totales, podemos considerar, como ejemplo, a la Escuela Austriaca, o de Viena, como un edificio intelectual que se ha ido construyendo con aportes que provienen incluso de un pasado lejano. Tal construcción intelectual tiene como objetivo describir el accionar del hombre libre cuando establece intercambios en el mercado. Por el contrario, las construcciones filosóficas que desconocen el método científico, constituyen un conjunto de utopías que tiene como objetivo, casi siempre, la limitación o la anulación del mercado y de la propiedad privada. Así, al sospechar que el capitalismo es malo, el marxismo supone que el anticapitalismo debe ser bueno, por lo que Marx centra sus esfuerzos en destruir la economía de mercado sin prestar mucha atención a la forma que habría de adoptar el socialismo. David McLellan escribió: “Marx, curiosamente, dejó pocas indicaciones de cómo debía ser una sociedad marxista. Sus reflexiones sobre la naturaleza de la futura sociedad comunista resultan sumamente imprecisas” (De “Marx: su legado”-Ediciones Quarto SA-Barcelona 1984).
La mayor parte de los países adoptan al mercado, pero muchas veces dispensándole poca confianza, por lo que tratan de controlarlo llegando a distorsionarlo severamente. Luego de su destrucción parcial, todos concuerdan en que “no produce buenos resultados” por lo que se acentúan los controles desde el Estado. De ahí que los resultados de la ciencia económica están lejos de ser aceptados plenamente. Como causa de esa pobre aceptación están las propias limitaciones de la ciencia experimental, ya que muchas veces se olvida establecer la declaración esencial de que el mercado exige de la sociedad una base ética y legal aceptable para poder desarrollarse, constituida por factores esencialmente extraeconómicos.
En cuanto a los orígenes del pensamiento económico de la Escuela Austriaca, Murray N. Rothbard escribió: “En un intento para explicar la preferencia de los austriacos, entre todos los marginalistas, por el realismo filosófico y la ontología social, Kauder señaló las influencias de fines del siglo XIX sobre el clima intelectual austriaco de Aristóteles, Santo Tomás y de otras escuelas de filosofía realista. El más influyente fue Aristóteles, quien fue estudiado cuidadosamente a mediados del siglo XIX y también enseñado frecuentemente en las escuelas secundarias de Austria”. “En contraste, la influencia de la filosofía aristotélica en Inglaterra y Francia fue virtualmente nula durante el siglo XIX”.
“En décadas recientes, las escuelas revisionistas han alterado claramente nuestro conocimiento de la prehistoria de la escuela austriaca de economía. Vemos emerger una larga y poderosa tradición de economistas escolásticos protoaustriacos, fundada en Aristóteles, continuada a través de la Edad Media y por los últimos escolásticos españoles e italianos, y luego influenciando a los economistas franceses e italianos de antes y hasta Adam Smith. El logro de Menger y de los austriacos no fue tanto el encontrar un nuevo sistema sobre el marco de la economía política inglesa como el revivir y elaborar sobre la más vieja tradición que había sido dejada de lado por la escuela clásica” (De “Nueva luz sobre la prehistoria de la Escuela Austriaca”-Universidad Nacional de Cuyo-Mendoza 1978).
En cuanto al origen del concepto del precio justo, Rothbard escribió: “Los escritores medievales consideraron al hombre pobre más como consumidor que como productor. La teoría del costo de producción habría dado a los comerciantes una excusa para aumentar el precio con el pretexto de cubrir sus gastos, y se pensó que era más justo confiar en las fuerzas impersonales del mercado que reflejaban el juicio de toda la comunidad o, para usar la frase medieval, la «estimación común». Por cualquier razón, parecería que el fenómeno del intercambio vino a ser explicado crecientemente mediante términos psicológicos”.
Luis Saravia de la Calle escribía en 1544: “Aquellos que miden el precio justo por la mano de obra, los costos y los riesgos incurridos por la persona que produce o comercia la mercadería, o por los gastos de viaje o por el costo del transporte…o por lo que tiene que pagar a los factores de su industria, riesgo y mano de obra, están grandemente equivocados, y aún más lo están aquellos que aprueban o conceden un beneficio cierto de una quinta o décima parte. Porque el justo precio surge de la abundancia o escasez de bienes, comerciantes y dinero….y no de los costos, mano de obra y riesgo. Si tuviéramos que considerar la mano de obra y el riesgo para establecer el precio justo, ningún comerciante sufriría pérdida alguna, ni la abundancia o escasez de bienes y dinero entrarían en discusión. Los precios no son fijados comúnmente sobre la base de los costos. ¿Por qué debiera valer más una bata de lino traída por tierra desde Bretaña con grandes gastos, que aquella transportada más baratamente por mar? ¿Por qué debiera valer más un libro escrito a mano que otro que fuera impreso, cuando el último es mejor aunque cuesta menos producirlo?...El precio justo está fundado no en el costo pero sí en la estimación común”.
En cuanto a la Escuela Austriaca, Eduardo A. Zalduendo escribió: “La revolución marginalista procuró reconstruir las bases de la teoría económica con la critica a la escuela clásica (indistintamente, inglesa o smithiana) y a la escuela histórica (o alemana, desde List, Rosher y otros), a partir de cuatro puntos fundamentales:
Primero: el valor no es una propiedad de las cosas, sino que surge como fruto de la relación entre quien evalúa y la cosa evaluada. Se introduce así la utilidad subjetiva, donde las distintas personas tienen diferentes gustos, y emergen los conceptos del saber y de las expectativas, que se desarrollarán más adelante. Esta es la nota conocida como subjetivismo.
Segundo: desde Menger se enfatizó lo que él denominó «método atomístico». Este se expresó diciendo que un conjunto (la nación) no es equivalente a una sola persona que toma decisiones; los verdaderos elementos son personas, y es necesario estudiarlas individualmente. Otra nota característica de la metodología de la escuela austriaca es su posición respecto del uso de las matemáticas. Menger, von Mises y von Hayek lo estimaron inapropiado; entre ellos, el matiz diferencial va desde dudas sobre el mismo (von Hayek) hasta quien lo considera «vicioso por el uso de supuestos falsos que conducen a inferencias falaces» (von Mises). En 1871, Menger había criticado algunos trabajos que utilizaron matemáticas en su presentación.
Tercero: el fenómeno de la aparición de las instituciones sociales (como la moneda, el mercado, la competencia, las estructuras, etc.) es vital para el bienestar social, aunque no es el resultado de una legislación o acuerdos conscientes para establecer dichas instituciones, sino que existen procesos que generan esos fenómenos orgánicos. Menger decía que las instituciones sociales eran fruto de la acción humana, pero no de propósitos humanos específicos. Esta nota se denomina «organicidad».
Cuarto: los procesos orgánicos (cambios en el conocimiento, en las organizaciones y en los planes económicos) tienen valor por el paso del tiempo.
Luego de la década de 1940, los economistas que siguen la corriente austriaca se interesaron en destacar diversos aspectos de la personalidad de productores y consumidores (y por tal razón, a veces la escuela también recibió el nombre de «escuela psicológica»” (De “Historia del Pensamiento Económico”-Ediciones Macchi-Buenos Aires 1998).
Mariano Grondona escribió al respecto: “Ludwig von Mises distingue tres etapas en el pensamiento occidental. La primera ha sido dominada por los filósofos. La segunda, por los economistas clásicos –como Smith y Ricardo-, quienes descubren un principio científico: la teoría del intercambio, la teoría del valor…..Esto constituyó el primer momento en que la ciencia económica consiguió perforar la barrera que la separaba de las ciencias físicas y matemáticas. Es la primera vez que la ciencia consigue penetrar en el mundo de la acción humana. Hasta ese momento había, simplemente, filosofía. Este vocablo para von Mises tiene el sentido de ensoñación, ilusión. Pero también critica a los economistas clásicos porque ellos se quedaron en la cataláctica, hicieron sólo una ciencia del intercambio. No se dieron cuenta, como lo haría luego la Escuela de Viena, que habían descubierto la ley que preside «toda» la acción humana, económica y no económica”.
“Adam Smith decía que hay un precio de mercado que oscila, pero hay un precio natural que es estable y que objetivamente se puede fijar. «Hay que eliminar –dice von Mises- esta referencia a lo objetivo». Lo considera un residuo de la metafísica medieval. «No existe lo objetivo, lo único que existe son las preferencias personales». Una vez que nos hemos situado en las preferencias personales, estamos de lleno en la praxeología [de praxis, acción]”.
“Si yo creo que hay un precio natural, que es el justo, y el precio de mercado se desvía por arriba o por debajo de éste, alguien gana de más y alguien obtiene de menos. La tesis de la praxeología es que si yo abandono la pretensión de que hay un precio objetivo, «ambos» ganan. Ambos ganan porque el valor subjetivo que tienen las cosas para cada uno es distinto”. “El principio de Montaigne ha sido derrotado en forma definitiva: dos pueden ganar en una misma operación. Si alguien gana, no necesariamente hay otro que pierde” (De “Los pensadores de la libertad”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1986).
Si bien la ciencia experimental busca la validez objetiva del conocimiento, debe advertirse que von Mises acepta tal atributo asignado al conocimiento económico, mientras que estima que no debe asociarse al valor económico de las cosas. Luego, el carácter objetivo quedaría asociado a las leyes psicológicas que rigen las decisiones humanas. De ahí que, para la Escuela Austriaca, el comportamiento de la economía depende de la psicología, mientras que para Marx es la psicología humana la que depende de la economía.
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