martes, 19 de marzo de 2024

La ciencia en la Argentina

OCTAVIO MOSSOTTI (1791-1863)

Octavio Fabricio Mossotti fue un físico, astrónomo, climatólogo y topógrafo italiano que llega a Buenos Aires en 1827. Por motivos políticos se aleja de Italia y se instala en la Argentina por siete años. En el antiguo convento de Santo Domingo establece un observatorio astronómico y un gabinete meteorológico, único en su época. También estableció un aula de física experimental.

Es la primera vez que en la Argentina reside un científico de primer nivel, ya que fue el autor, entre otros trabajos, de la “teoría del dieléctrico de Faraday-Mossotti”, uno de los fundamentos de la teoría electromagnética realizada posteriormente por James Clerk Maxwell. También aparece su nombre ligado a otro gran científico, tal el caso de la “ecuación de Clausius-Mossotti” en el campo de la termodinámica.

En esas épocas aparece el periódico “La abeja argentina”, establecido para la divulgación de la ciencia, que cuenta, entre otros redactores, a Vicente López y Planes. Respecto de la amistad que había establecido con Mossotti, su hijo relata: “tenía con mi padre íntima y frecuente relación, por las atenencias astronómicas, a pesar de la inmensa distancia que había entre el saber del uno y del otro. Sin embargo, el aprecio de Mossotti debió ser muy cordial pues apenas llegado a Milán, se hizo hacer un precioso retrato que le mandó a mi padre, y que yo, por ruego de José María Gutiérrez, cedí a la Universidad” (Citado en “Octavio F. Mossotti” por Máximo Baron – Ediciones culturales – Ministerio de Cultura y Educación).



FLORENTINO AMEGHINO (1854-1911)

Se ha dicho que la ciencia argentina nace con Florentino Ameghino, naturalista y paleontólogo nacido en Luján, provincia de Buenos Aires. Sus padres provenían de Génova, Italia.

Fue el continuador de la obra de Francisco Javier Muñiz. En una carta, afirma: “..se ocupó de las mismas ciencias que constituyen mis estudios predilectos, vivió quince años en donde yo pasé mi niñez y explotó los mismos yacimientos fosilíferos que yo debía remover treinta años después…Mis descripciones, demostrando que los mamíferos extinguidos quedaron sepultados en el barro de antiguas lagunas, parecen copiadas de Muñiz. Es que ambos, aunque con cuarenta años de intervalo, hemos escrito sobre el terreno, con el cuerpo del delito a la vista, que da siempre una idea distinta de la que se hace el sabio que todo lo estudia desde el bufete” (De “Vida de Ameghino” de Bernardo Gonzalez Arrili – Editorial Castellvi SA).

Ameghino se desempeña como maestro de escuela y a los 20 años publica, en francés, un trabajo de investigación acerca de fósiles encontrados en Mercedes. Asistió a la Exposición Internacional de París en 1878, lugar en donde conoce a quien sería luego su esposa. Habla con ella en francés mientras que con su madre lo hace en italiano.

Publica “La antigüedad del hombre del Plata”. En el diario “La Nación” aparece, respecto a esta publicación: “..esta obra no ha merecido una sola mención periodística y al leer el aviso de su venta en librerías, muchos se han preguntado sonriendo, si era cierto que un argentino pudiera estar científicamente preparado para tratar con competencia tan arduo asunto. La lectura del libro mismo es la mejor contestación que el autor pueda dar a los incrédulos”.

Domingo F. Sarmiento escribe: “Florentino Ameghino, que nadie conoce y es el único sabio argentino, según el sentido especial dado a la clasificación, que reconoce la Europa, debe tenerse en cuenta”.

En 1882, para poder mantenerse económicamente, abre la “Librería del Glyptodón”, en la calle Rivadavia, de Buenos Aires. Desarrolla además un sistema propio de taquigrafía. Cierta vez fue detenido por un policía, quien le pregunta: ¿ Quién es Usted ?, a lo que responde: Y a usted ¿qué le importa?. El policía sigue interrogándolo: ¿En qué anda usted?, respondiendo: En lo que se me da la gana. El policía lo detiene indicando: Bueno; va a venir conmigo a la Comisaría. Ameghino responde: Muy bien. Ya me explicará usted porqué… Estando en la comisaría, al aclararse su identidad, hace exclamar al oficial: ¡Qué! ¡No puede ser!. El policía que lo detuvo se justificó delante de sus superiores afirmando que el detenido tenía cierto “aire de infeliz”.

En 1888, Ameghino escribe respecto de la idea de Dios: “Hoy no tengo opinión al respecto; soy indiferente; evito el mal y trato de hacer el bien. El ateo puede entregarse al mal por no creer en ningún castigo después de la tumba, mientras que el deísta hace el bien y evita el mal por temor. El verdadero mérito es hacer el bien y evitar el mal, deduciéndolo como un deber desde el fondo de nuestra conciencia, como lo aconsejó Jesús en su célebre máxima de no hacer a los otros, etc.”. También escribió: “Los esfuerzos del hombre deben encaminarse siempre al conocimiento de la verdad, cuyo culto será la religión del porvenir”.

Fue un partidario de la teoría de la evolución por selección natural, propuesta por Darwin y Wallace. Por ello tuvo varios enfrentamientos que, incluso, le hacen perder su trabajo. En una nota en el Museo de La Plata, del 6 de marzo de 1888, el director de tal institución Francisco P. Moreno (conocido como el Perito Moreno) le escribe: “Al Sr. Don Florentino Ameghino: Habiendo el Excmo. Gobierno de la Provincia exonerado a Ud. del puesto de Secretario Sub-Director de esta repartición y no habiendo entrega hasta ahora de las llaves del edificio, que retiene indebidamente en su poder, comunico a Ud. que si en el día de hoy no hace efectiva dicha entrega, tomaré las medidas requeridas por el caso. Dios guarde a Ud.”.

Al perder este trabajo, vuelve a abrir una librería. Esta vez en la ciudad de La Plata y a la que le da el nombre de Rivadavia, debido a su admiración por este político manifestaba. Falleció el 6 de Agosto de 1911.



LUIS AGOTE (1868-1954)

El médico Luis Agote fue uno de los científicos que pudieron permitir las transfusiones de sangre indirectas, ya que sólo podían hacerse en forma directa, desde el donante hasta el paciente, si bien las dificultades que este proceso implicaba las hacía muy dificultosas de realizar.

Agote logra realizar la primera transfusión el 9 de Noviembre de 1914. Pronto habría de utilizarse este hallazgo para salvar innumerables vidas durante la Primera Guerra Mundial. Irmengarde Eberle escribió: “Esos médicos (Hustin, Lewisohn, Weil, Agote) habían pasado mucho tiempo buscando una sustancia que impidiera la coagulación de la sangre, y cada uno halló una solución algo diferente. El doctor Luis Agote, argentino, llegó a ella más o menos así: Un día estaba sentado ante su desayuno y cuando iba a echar su huevo pasado por agua a una taza, se le ocurrió una idea. Un huevo, se dijo, contiene albúmina. Es la albúmina de un huevo crudo lo que coagula, y el citrato de sodio detendrá esa coagulación. Fijándose en esos hechos simples bien notorios se vio llevado a una idea importante. Se dijo a sí mismo: Es también la albúmina de la sangre lo que se coagula y produce tantas dificultades al hacer transfusiones. Trataré de poner citrato de sodio en la sangre. No es nocivo para las células de la sangre, y puede ser el fin de nuestra investigación".

"Esa mañana no terminó su desayuno, antes bien se apresuró a ir hacia su laboratorio. Explicó su idea a un colaborador y se pusieron a trabajar para hacer los experimentos necesarios. Tomaron una pequeña cantidad de sangre de un animal y la trataron con citrato de sodio. La dejaron así un rato. ¡La sangre no se coaguló! Ahora, los investigadores tenían que ensayar en una criatura viviente. Inyectaron de nuevo esa sangre a un animal. ¿Sería nocivo el citrato de sodio en la corriente sanguínea del animal?".

"Se pusieron a observar con atención. No se produjo ningún efecto malo al cabo de pocos minutos, horas y aun varios días. Ensayaron de nuevo con otros animales para estar seguros de que daría buen resultado en todos los casos. A medida que hacían esos ensayos modificaron la cantidad mínima que podía usarse para mantener la sangre en buen estado” (De “Descubrimientos médicos modernos” – Editorial Agora).



ENRIQUE GAVIOLA (1900-1989)

Se ha dicho que la física nace en la Argentina por el impulso de dos hombres: Gaviola y Beck. Nacido en Mendoza, Gaviola llega en 1917 a la Facultad de Ingeniería de La Plata. Luego viaja, en 1922, a Alemania en donde tiene como profesores a Einstein, Lise Meitner, Nernst, von Laue y otros. Obtuvo el doctorado en la Universidad de Berlín y luego viaja a EEUU solicitando una beca Rockefeller, la que le fue negada en un principio por cuanto “nunca un latinoamericano había antes accedido a ella”. Gaviola comentó: “Yo le mostré eso a Einstein, quien se enojó y ahí mismo, sobre el borde de la escalera, le escribió una carta al representante de la Rockefeller”.

Cuando pudo acceder a la beca, trabajó con el físico Robert Word y luego fue asistente en el Carnegie Instituto de Washington. Regresa al país en 1930 ocupando el cargo de Director del Observatorio Astronómico de Córdoba. Impulsa la creación de la Asociación Física Argentina. Enrique Gaviola escribió: “La ciencia mundial atraviesa actualmente, como resultado de su importancia decisiva en la última guerra, por una severa crisis que pone en peligro su futuro. La cultura científica de Occidente fue creada sobre la base de una ciencia internacional al servicio del progreso humano. En los países que hasta ayer iban a la cabeza de la cultura, la ciencia ha sido nacionalizada y puesta al servicio de la guerra”.

“Ante tal situación es alto privilegio y es clara conveniencia de los países no directamente interesados en la Tercera Guerra Mundial levantar y mantener encendida la antorcha de la ciencia libre internacional”.

“Centenares de hombres de ciencia, con los mejores a la cabeza, abandonarán los países donde se sientan oprimidos si encuentran la posibilidad de trabajar en tierras donde reine libertad científica. La Argentina está en condiciones de recibir a muchos de ellos, si lo desea. Su venida puede significar una revolución industrial, científica y cultural para el país. Para que vengan es necesario darles seguridad económica, medios de trabajo y libertad científica a través de un organismo capaz de inspirarles confianza. Tal organismo podría ser una «Comisión Nacional de Investigaciones», formada por los pocos hombres de ciencia activos de reputación internacional con que cuenta el país, que dispusieran de suficiente autoridad y recursos. Un anteproyecto de ley creando tal comisión se agrega al final de este trabajo…..” (Citado en “El secreto atómico de Huemul” de Mario Mariscotti – Editorial Sudamericana-Planeta).

Gaviola logra que en 1943 llegue al país el físico austriaco Guido Beck. Posteriormente convencen al gran físico Werner Heisenberg para que se instale entre nosotros, pero un periodista de EEUU interpreta este hecho como un intento de la Argentina por ubicarse entre los países poseedores de armas atómicas, por lo que Heisenberg no pudo venir.



GUIDO BECK (1903-1988)

Guido Beck nace en Liberec, en el entonces Imperio Austro-Húngaro (luego República Checa). A partir de 1921 cursa en la Universidad de Viena. Publica trabajos sobre el campo gravitatorio, efecto Compton, relatividad general, ondas electromagnéticas, el problema de la fricción en mecánica cuántica, clasificación de los isótopos, siendo un pionero en el modelo de capas del núcleo atómico. Fue asistente de W. Heisenberg.

También asiste al Instituto de Física de Copenhague, dirigido por Niels Bohr, y en donde concurren las mayores figuras de la física, especialmente los realizadores de la mecánica cuántica.

Participa, con otros 25 físicos, en la creación de la Asociación Física Argentina, ya que viene al país invitado por Enrique Gaviola. Falleció en Río de Janeiro víctima de un accidente automovilístico.



JOSÉ A. BALSEIRO (1919-1962)

José Antonio Balseiro nace en Córdoba, graduándose en la Universidad de La Plata en 1944. Fue alumno de Guido Beck. Luego de realizar actividades docentes en La Plata, obtiene una beca, en 1950, para estudiar física nuclear en la Universidad de Manchester, Inglaterra.

Mientras que Gaviola es un físico experimental, Beck y Balseiro son físicos teóricos. Entre los trabajos realizados por Balseiro pueden mencionarse los siguientes: “El modelo de capas en relación a la teoría de las fuerzas nucleares”, “Modelo nuclear de capas”, “Momentos magnéticos nucleares”, “Cuadripolo del mesón vectorial”, “Momentos magnéticos del deuterón”, “Formulación Hamiltoniana de la teoría de partículas elementales”, “Representación de los operadores de la teoría de las partículas elementales”.

Fue el principal gestor del Instituto de Física de Bariloche, que ahora lleva su nombre. Esta institución depende de la Comisión Nacional de Energía Atómica y de la Universidad Nacional de Cuyo.



BERNARDO HOUSSAY (1887-1961)

Bernardo Houssay era descendiente de franceses e ingresa al Colegio Nacional de Buenos Aires con sólo nueve años (para comenzar sus estudios secundarios). Con una estatura propia de su edad, cuando lo llamaban al frente, no alcanzaba al pizarrón, por lo que ubicaron uno más bajo para que no tuviese dificultades. A los trece años se recibe de bachiller con las mejores clasificaciones, a los diecisiete se recibe de Farmacéutico y a los veintitrés de médico.

Por sus estudios sobre la hipófisis, recibe el Premio Nobel de Medicina en 1947 (compartido con los doctores Cori). Houssay tenía un amplio dominio de gran parte de la medicina y fue un gran impulsor de la ciencia en la Argentina. Fue el principal gestor del CONICET, al cual presidió cuando se funda en 1958. Bernardo Houssay escribió: “El grado de desarrollo de la investigación es un índice seguro de la jerarquía y la posición de un país entre las naciones del mundo moderno".

"Se puede medir la ilustración y la clarividencia de los gobernantes por la importancia que acuerdan a la investigación científica fundamental, por lo que realmente hacen para ayudarla, y por el apoyo y respeto que dispensan a los auténticos hombres de ciencia".

"La investigación científica consiste en un examen incesante de problemas, sin otro límite que la demostración de la verdad, independientemente de los dogmas religiosos, políticos o de otra clase. Exige la libertad de investigación, de expresión, de discusión. La ciencia no se desarrolla bien más que en una atmósfera de libertad, mientras que languidece o entra en decadencia bajo los regímenes de opresión” (Citado en “Desarrollo sin ciencia: otra fantasía argentina” del Dr. Ricardo H. Pichet – Torres Agüero Editor).

El grupo del Dr. Houssay dedicado a la hipertensión estaba formado por José Muñoz, Alberto Taquín, Juan Fasciolo, Eduardo Braun Menendez y Luis F. Leloir. Respecto de sus trabajos, aparece lo siguiente en “Biografías imprescindibles Clarín”: “Aunque Houssay emprendió múltiples investigaciones en endocrinología y metabolismo, neurofisiología, sangre e inmunidad, respiración, digestión y función renal, su nombre quedó para siempre ligado al Nobel por dilucidar «el papel de la glándula hipófisis en la regulación del metabolismo de los hidratos de carbono». En 1907, una enferma de acromegalia despertó su interés por las secreciones hipofisiarias. Y ése fue el tema de su tesis doctoral. Al descubrirse la insulina en 1921, Houssay realizó, junto a varios discípulos, un estudio sistemático de la acción fisiológica de la hipófisis. En 1929, demostró la resistencia de las secreciones hipofisiarias a la insulina. Un año después, con Alfredo Biasotti, experimentó que un perro con diabetes producida por la extirpación del páncreas sobrevivía al serle extraída la hipófisis. Había demostrado, primero en sapos y luego en mamíferos, el fenómeno biológico por el cual la hipófisis interviene en el consumo de azúcares en el organismo”.

Sus alumnos recuerdan una anécdota muy difundida en la Facultad de Medicina. Durante sus clases magistrales, Bernardo Alberto Houssay comparaba las siglas de su nombre con las del sapo “Buffo Arenarum Hensel”, que utilizaba para demostrar el mecanismo de la hipófisis: “Ese sapo y yo somos la misma cosa porque llevamos las mismas iniciales”, decía.



LUIS FEDERICO LELOIR (1906-1987)

Nace en París cuando su padre es sometido a una operación quirúrgica, en la que fallece. Leloir es descendiente de un cónsul francés y pertenece a una familia que es una de las poseedoras de grandes extensiones de tierra en la Provincia de Buenos Aires. Realiza sus estudios secundarios en Inglaterra. Intenta seguir la carrera de Arquitectura en París, pero finalmente estudia Medicina en Buenos Aires. Leloir escribió: “No sé cómo ocurrió que seguí una carrera científica. No era una tradición familiar ya que mis padres y hermanos estaban principalmente interesados en las actividades rurales. Supongo que el factor más importante fue el recibir un grupo de genes que dieron las habilidades negativas y positivas requeridas".

"Entre las habilidades negativas podría mencionar que mi oído musical era muy pobre y por lo tanto no podía ser un compositor ni un músico. En la mayoría de los deportes era mediocre, y por lo tanto esta actividad no me atraía demasiado. Mi falta de habilidad para la oratoria me cerró las puertas a la política y el derecho. Creo que no podía ser un buen médico porque nunca estaba seguro del diagnóstico o del tratamiento".

"Estas condiciones negativas estaban acompañadas presumiblemente por otras no tan negativas: gran curiosidad por entender los fenómenos naturales, capacidad de trabajo normal o ligeramente subnormal, una inteligencia corriente y una excelente capacidad para trabajar en equipo. Lo más importante probablemente fue la oportunidad de pasar mis días en el laboratorio y efectuar muchos experimentos. La mayoría fracasaron, pero algunos tuvieron éxito, debido sólo a la buena suerte o al hecho de haber cometido el error adecuado” (Citado en “Por los caminos de Leloir” de César Lorenzano – Editorial Biblos)

Respecto de su obra, en las “Biografías imprescindibles de Clarín” aparece: “El hallazgo premiado con el Nobel se basa en los nucleótido-azúcares. Estos son esenciales para la subsistencia de los organismos vivos. Hasta ahora se identificaron más de 80 nucleótido-azúcares y otras muchas enzimas que intervienen en las reacciones de interconversión, a nivel celular. Estos elementos forman el «tanque de nafta» donde se almacena el glucógeno del hígado y son esenciales para la construcción de tejidos; el propio ADN es una cadena de nucleótidos. Pueden transformar un azúcar en otro o llevarlo al lugar donde es necesario para la síntesis orgánica”.

Cuando Leloir recibe el Premio Nobel de Química, un periodista le pregunta para qué sirven sus descubrimientos, a lo que contestó: “Para ganar el Premio Nobel”.



CÉSAR MILSTEIN (1927-2002)

Mientras que Leloir, el médico, recibe el Premio Nobel de Química, Milstein, el químico, recibe el Nobel de Medicina. Su padre vino a la Argentina desde Ucrania y se instala en Bahía Blanca. Una prima, que trabajaba en el Instituto Malbrán, despierta su interés por la bioquímica. También influyó la lectura de “Los cazadores de microbios”, un libro de Historia de la Medicina escrito por Paul de Kruiff. Gran parte de su carrera científica la realiza en la Universidad de Cambridge. En “Biografías imprescindibles Clarín” aparece: “El sistema inmunológico responde ante los agentes biológicos (virus, bacterias, hongos y parásitos) de la siguiente forma: los anticuerpos que circulan en la sangre se adhieren a la molécula extraña; luego, el complejo anticuerpo-antígeno es fagocitado por células que lo eliminan. Este mecanismo biológico está compuesto por anticuerpos policlonales –de amplio espectro- y monoclonales, más específicos".

"Producir estos últimos «in vitro» fue, durante casi un siglo, un anhelo de los científicos. Hablaban de la «bala mágica», porque, al igual que un misil teledirigido, ese anticuerpo sería capaz de reconocer un antígeno entre varios y destruirlo. En 1975, Milstein y Georges Köhler crearon el «hibridoma» y dieron un paso concreto en esa dirección. En realidad, se trata de un método para fabricar monoclonales, es decir, anticuerpos a medida. El híbrido consiste en la fusión de una célula de ratón –programada con anticuerpos humanos- y células de origen tumoral (un mieloma), que tienen la capacidad de crecer indefinidamente. El siguiente paso es la clonación de este reactivo. El método se parece a una «microfábrica» de células aptas para reconocer a un antígeno y aniquilarlo”.

Milstein dijo: “Pienso que la clonación de humanos es horrible, sería una terrible estupidez”.



ALBERTO P. CALDERÓN (1920-1998)

Se considera al matemático Alberto Calderón, nacido en Mendoza, como al más destacado matemático argentino de todos los tiempos. Realiza sus estudios primarios en Suiza, los secundarios en Mendoza y luego se recibe de Ingeniero Civil en la Universidad de Buenos Aires, en 1947. Al año siguiente, realiza una visita el matemático Antoni Sygmund, iniciándose una colaboración científica entre ambos. Viaja a EEUU en donde investiga en la Universidad de Chicago.

Felix Browder escribió: “Calderón fue uno de los enlaces entre las dos mayores áreas del análisis matemático: análisis de Fourier y ecuaciones diferenciales. Hizo esenciales contribuciones a ambos campos y dejó fundamentos para otros trabajos en estas áreas”.

Recibe el Premio Bocher, de la American Mathematical Society. Este premio también fue concedido a otros grandes matemáticos, como N. Wiener y J. von Neumann.



LUIS A. CAFFARELLI (1948-) Otro matemático argentino que recibe el Premio Bocher, de la AMS, es Luis A. Caffarelli. Los temas a los que se dedica son: ecuaciones diferenciales parciales, análisis no lineal, cálculo de variaciones y optimización.

Estudió en la Universidad de Buenos Aires y luego estuvo en varias universidades extranjeras, incluso en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. Recibió numerosos premios y distinciones.



MIGUEL ANGEL VIRASORO

Virasoro es un destacado físico teórico que introdujo el “álgebra de Virasoro”, uno de los fundamentos de la teoría de cuerdas. Estudió en la facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires entre los años 1958 y 1966. Su carrera científica se desarrolla en el exterior, en Wincosin, Berkeley, Princeton, París, Roma, y actualmente en el International Centre for Theoretical Physics, el ICTP de Trieste, Italia, del cual es su director (sucediendo al Premio Nobel A. Salam)



JUAN MALDACENA

Otro físico teórico argentino que realiza aportes a la teoría de supercuerdas es Juan Maldacena. Del 85 al 88 estudió en la Universidad de Buenos Aires. En 1991 se gradúa en la Universidad Nacional de Cuyo, en el Instituto Balseiro, con una tesis acerca de “Teoría de cuerdas en espacios curvos”. En 1996 recibe su Ph.D de la Universidad de Princeton. Luego se establece como profesor en la Universidad de Harvard y desde el 2001 es miembro del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton.

Maldacena dijo: “Los agujeros negros son un muy buen sistema para probar lo que sucede con la gravedad cuántica”.

1 comentario:

agente t dijo...

Las sospechas sobre Werner Heisenberg estaban plenamente fundadas porque participó en el intento nazi de obtención de la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial. A lo que debe añadirse la cercanía de Perón con los regímenes fascistas europeos.