sábado, 28 de octubre de 2023

Ética de la persuasión vs. Ética del deber

En el origen de las éticas propuestas aparece un proceso que puede sintetizarse en la siguiente expresión:

Si haces tal cosa, te ocurrirá tal otra

Esto proviene de la natural y universal causalidad por la cual los efectos siguen a sus causas. Siendo la ética una forma de teoría del comportamiento humano mientras que la moral es la práctica concreta, que puede o no seguir a la ética sugerida, en su forma original adopta la forma de una "ética de persuasión" a partir de una sugerencia propuesta por un observador del accionar humano.

Los teóricos de la ética, en tiempos remotos, al pensar en las posibles intervenciones de Dios en los acontecimientos humanos, no les resultaba difícil aceptar que sus conocimientos provenían de Dios y, por lo tanto, las sugerencias éticas habrían de adoptar la forma de órdenes o mandamientos que provenían de Dios, sintiéndose los teóricos simples intermediarios.

El mandamiento del amor al prójimo, en el lenguaje causal, quedaría de la siguiente forma: Si compartes las penas y las alegrías ajenas como propias, entonces serás feliz (y posiblemente obtendrás la vida eterna).

Por lo general, los autores de libros sobre ética, se limitan a enunciar características que habría de tener una ética universal, mientras casi nunca mencionan la ética de validez universal sugerida en la Biblia. Otros, rechazan la posibilidad de una tal ética y adhieren al relativismo moral. Otros, ignorando la existencia de una predisposición o actitud caracteristica, discuten diversas situaciones posibles mientras que tampoco establecen orientaciones éticas concretas. Mario Bunge escribió al respecto: "Consideran la ética como un muestrario de opiniones, arbitrariedades y utopías de pensadores ilustres" (De "Ética y ciencia"-Ediciones Siglo Veinte-Buenos Aires 1960).

La ética del deber propiamente dicha aparece en el ámbito de la filosofía, como es el caso de Immanuel Kant, incluso priorizando el deber sobre las consecuencias o efectos de determinadas conductas. "Para Kant, la moralidad es un asunto serio. Implica optar por los deberes, no por los deseos; el principal rasgo distintivo de la acción moral son los motivos y no las consecuencias. La moralidad no consiste en hacer lo que surge con naturalidad, sino en resistirse a lo que surge de manera espontánea".

"Kant no estaba de acuerdo con lo que había oído sobre el utilitarismo, y pensaba que la moralidad raras veces tenía algo que ver con la felicidad". "Kant comenzó por preguntar qué es lo que distingue una acción moral de otra no moral. Concluyó que una acción moral es aquella que se hace por sentido del deber, más que siguiendo inclinaciones o haciendo lo que queremos" (De "Ética para todos" de D. Robinson y C. Garratt-Ediciones Paídós Ibérica SA-Barcelona 2005).

Puede decirse que, al existir una moral natural, regulada por la empatía emocional, existe una vinculación estrecha entre moralidad y felicidad. Incluso hasta puede decirse que el nivel de felicidad logrado por las personas es una medida del grado de moralidad alcanzado. Si la moral, como proceso que nos orienta hacia el logro del bien y el rechazo del mal, produjera infelicidad, o fuese neutral en ese aspecto, careceríamos de los estímulos necesarios y el propio orden natural sería indiferente ante nuestro comportamiento.

Kant no menciona concretamente cuáles han de ser los deberes que propone, ya que sugiere una ética vacía de contenido (o formal) que puede "llenarse" aún cuando los deberes no son impuestos por el orden natural, sino por seres humanos. Daniel Muchnik y Alejandro Garvie escribieron: "En la cosmovisión que sería piedra angular de la consolidación del orden burgués, la filosofía moral kantiana contiene un elemento perturbador: la obediencia a las leyes por parte del ciudadano debe ser incondicional de la misma forma que la obediencia del soldado hacia su superior. Y este resquicio es la rendija por la que se coló el horror del nazismo. El propio jerarca nazi Adolf Eichmann (1906-1962) en su juicio alegó -citando a Kant- que él obedecía a un orden legal y a una jerarquía superior a la que no podía contradecir por principios morales: «Habiendo asumido la exigencia kantiana como principio rector desde largo tiempo atrás, estructuré mi vida según esa exigencia»".

"Es decir, que el sistema moral kantiano posee un lado «ciego» por el cual se podrían haber filtrado las peores atrocidades del siglo XX" (De "El derrumbre del humanismo"-Edhasa-Buenos Aires 2006).

1 comentario:

agente t dijo...

Ciertamente Kant abre la puerta a la instrumentalización del ser humano desde su propio interior mediante la introducción en él de deberes que no tienen que estar motivados por instancias superiores o extrínsecas a quienes allí los introducen.