domingo, 10 de noviembre de 2019

El trabajo: ¿fin o medio?

Si consideramos al ser humano como un sistema complejo adaptativo, la finalidad esencial de su vida será la adaptación al orden natural. En ese proceso adaptativo aparece el trabajo como la acción que le ha de demandar la mayor cantidad de tiempo y de actividad mental. De ahí que, desde este punto de vista, el trabajo ha de ser un medio que posibilitará la finalidad mencionada. De ahí la prioridad cristiana sintetizada en la expresión: "Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura".

El trabajo sin una finalidad, o una finalidad sin la acción que la concrete, carecerían de sentido. Sin embargo, desde el punto de vista de las ideas y de los sentimientos asociados, tiene importancia la prioridad de los fines sobre los medios, ya que los fines nos permiten encontrar un sentido a nuestras acciones.

Siendo el automóvil un medio de transporte, encontramos dos casos extremos: el de quien tiene proyectos para viajar careciendo de automóvil y el de quien tiene automóvil pero carece de proyectos para viajar. Quien tiene proyectos, cuando tenga los medios, podrá realizarlos, mientras que quien carece de proyectos, teniendo los medios, deberá intentar un cambio de actitud para llegar a establecerlos.

En los últimos tiempos, sin embargo, el trabajo como finalidad se ha ido estableciendo a partir del marxismo, cuyo lema podría simbolizarse como: "Primeramente buscad el trabajo bajo el socialismo, que lo demás se os dará por añadidura". Es por ello que el trabajo, simbolizado con la hoz y el martillo (que representan la unión de la agricultura y la industria) constituye el vínculo de unión entre los seres humanos en el socialismo. Por el contrario, el vínculo propuesto por el cristianismo es la cooperación social basada en la predisposición a compartir penas y alegrías ajenas como propias.

El trabajo, en el socialismo, adquiere un valor que va bastante más allá de sus resultados concretos, por cuanto constituye la esencia de la sociedad. Es por ello que, generalmente, los resultados concretos dejan mucho que desear, aspecto considerado por algunos como de poca importancia, mientras que otros ven en tales resultados el fracaso tanto económico como social.

Al aplicar el lema socialista que sugiere: "De cada uno según su capacidad; a cada uno según su necesidad", se advierte que en realidad tal lema promueve el descenso de la actividad laboral tanto en los poco adeptos al trabajo como en los más activos. Los primeros trabajan menos porque tienden a vivir a costa de los demás, mientras los más activos tienden a disminuir sus actividades por cuanto consideran que es injusta la distibución igualitaria sin tener en cuenta el trabajo realizado. Se atribuye a Adrien Rogers lo siguiente (escrito en 1931): "Todo lo que una persona recibe sin haber trabajado para obtenerlo, otra persona deberá haber trabajado para ello, pero sin recibirlo. El gobierno no puede entregar nada a alguien, si antes no se lo ha quitado a alguna otra persona".

"Cuando la mitad de las personas llegan a la conclusión de que ellas no tienen que trabajar porque la otra mitad está obligada a hacerse cargo de ellas, y cuando esta otra mitad se convence de que no vale la pena trabajar porque alguien les quitará lo que han logrado con su esfuerzo, eso...mi querido amigo...es el fin de cualquier nación. No se puede multiplicar la riqueza dividiéndola".

Una sociedad cuyos integrantes están unidos teniendo como vínculo a los medios de producción, se parece bastante a una sociedad de abejas, o de hormigas. Los líderes socialistas no pueden eliminar de su subconsciente esos modelos de sociedades de insectos. De ahí que, al igual que en un hormiguero, es impensable la existencia de proyectos e iniciativas individuales. También, al igual de lo que ocurre en un hormiguero, poco o nada afecta al conjunto la pérdida de uno de sus integrantes, por lo que muchos socialistas ven como algo "normal y necesario" liquidar a los sectores de la población que se niegan a adaptarse al socialismo una vez efectuada la toma del poder.

La degradación de la vida humana, bajo el socialismo, ha promovido un fuerte rechazo en algunos sectores cristianos. Julio Meinvielle escribió al respecto: "Para Marx, siendo el trabajo el hecho primero y fundamental que produce la vida material del hombre, y por el cual éste se autocrea, no puede ser alienado en manos de unos pocos; los proletarios, cuya definición es, precisamente, ser trabajadores, es decir, no tener otra realidad social que la de producir con su trabajo, exigen por su condición desalienarse, o sea tomar el control y el gobierno de la producción".

"Así se autocreará el hombre nuevo, comunista, cuya necesidad primera la constituirá el hecho mismo de trabajar para crear riquezas y autocrear una humanidad nueva, que será producto del incesante progreso técnico material desarrollado por el trabajo".

"Pero sea por simples razones de sentido común, o con las más complicadas de un hegelianismo invertido, cabe preguntar: ¿Con la supresión de la propiedad privada levanta Marx a la condición de afortunados a todos los asalariados, o rebaja a la condición de asalariados a los poco afortunados? Ya Aristóteles vio con mirada definitiva, contra Platón, que si se priva al trabajo del goce que le viene del estímulo de la propiedad privada, no queda otro recurso para la producción de bienes, siempre penosa, que el trabajo forzado".

"Y las razones de Aristóteles están fundadas en la psicología de la naturaleza humana, que muestra una permanencia en el comportamiento que desafía las previsiones más halagüeñas de cualquier utopía. El hombre, o trabaja para adquirir riqueza, o por miedo al castigo. La sociedad comunista, que suprime la propiedad privada, estímulo natural del trabajo, implanta, por lo mismo, el trabajo forzado. Ahora bien, en una sociedad donde el hombre es privado de vida religiosa y de vida política, y es condenado al trabajo forzado, ¿en qué condición se halla? ¿Divina, humana, animal o infraanimal? La respuesta se impone por sí misma?" (De "El comunismo en la revolución anticristiana"-Cruz y Fierro Editores-Buenos Aires 1982).

En cuanto al trabajo como derecho y como deber, puede decirse que en la actualidad predomina la idea de que el vago y el irresponsable tienen el derecho a trabajar, mientras que el deber de trabajar lo tiene el activo y el responsable, sobre quien recae todo el peso de las obligaciones que le ha impuesto la sociedad.

En los países subdesarrollados, el trabajo es considerado en forma similar a la que aparece en el Antiguo Testamento: un castigo. De ahí la ansiada espera del viernes como preludio del fin de semana, haciendo evidente que gran parte de la población está mentalmente preparada para las fiestas y los días feriados, sufriendo el resto del tiempo, que tiene como consecuencia inmediata la pobre producción económica de toda una nación.

Hay sectores que aducen que el egoísmo es el motor de la economía. Sin embargo, tal predisposición competitiva no es necesaria para el establecimiento de una economía productiva. Si alguien es suficientemente eficaz en su actividad laboral, es posible que progrese económicamente ganando bastante más que lo que gasta para vivir. El exceso lo invertirá en forma productiva y, seguramente, podrá llegar a ser un empresario exitoso, aun sin haberse impuesto metas egoístas y competitivas.

Entre los promotores de la denominada "revolución anticristiana" aparecen los denominados "marxistas de mercado", partidarios del aborto, creyentes convencidos de "la virtud del egoísmo" y de que "el amor al prójimo es inmoral". Aduciendo que el cristianismo predica, no el amor, sino el altruismo, y que el marxismo promueve, no el odio, sino el altruismo, constituyen una importante ayuda para la masiva promoción del marxismo-leninismo, por cuanto presentan una igualdad entre cristianismo y marxismo que no existe.

Mientras que el trabajo es considerado como el vínculo esencial entre los integrantes de la sociedad comunista, el intercambio de lo que fue logrado con el trabajo genuino, es presentado por los "marxistas de mercado" como el vínculo que debería unir a los seres humanos en la sociedad futura. Ayn Rand escribió: "El principio de intercambio comercial es el único principio ético racional para todas las relaciones humanas, personales y sociales, privadas y públicas, espirituales y materiales. Es el principio de justicia" (pág. 45)(De "La virtud del egoísmo"-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2007).

2 comentarios:

agente t dijo...

Fin y medio. El trabajo es antes de nada una necesidad que nos lanzan a la cara las puras leyes físicas. Y su producto directo son bienes materiales o dinerarios que tienen un dimensión primaria y subjetivamente individual, aunque es innegable que cuenta mayor cantidad absoluta haya de ellos mejor no va a todos aunque sea de una forma desigual.
Pero tiene otra dimensión indudablemente social: es una actividad que se basa en avances cognitivos teóricos y prácticos a los que se accede desde él, que contribuyen a crear tradiciones laborales y culturales depuradas, savias, que hacen que las personas adquieran virtudes (y también vicios), y que así conforman un determinado ethos social, transmitiendo lo bien echo y poniendo de manifiesto los errores, lo que permite la superación y el avance tanto individual como del conjunto de la comunidad.

agente t dijo...

Fin y medio. El trabajo es antes de nada una necesidad que nos lanzan a la cara las puras leyes físicas. Y su producto directo son bienes materiales o dinerarios que tienen una dimensión primaria y subjetivamente individual, aunque es innegable que cuenta mayor cantidad absoluta haya de ellos mejor nos va a todos aunque sea de una forma desigual.
Pero tiene otra dimensión indudablemente social: es una actividad que se basa en avances cognitivos teóricos y prácticos a los que se accede desde él, que contribuyen a crear tradiciones laborales y culturales depuradas, savias, que hacen que las personas adquieran virtudes (y también vicios), y que así conforman un determinado ethos social, transmitiendo lo bien echo y poniendo de manifiesto los errores, lo que permite la superación y el avance tanto individual como del conjunto de la comunidad.