sábado, 25 de mayo de 2019

Lo absoluto: ¿Dificultad o imposibilidad?

Lo "absoluto", como opuesto a "relativo", implica algo que tiene atributos propios definidos, sin necesidad de establecer referencias a otros entes existentes. José Ferrater Mora escribió: "Lo absoluto... ha sido identificado con 'lo separado o desligado de cualquier otra cosa'; por lo tanto, con 'lo independiente', 'lo incondicionado'. La expresión 'lo absoluto' se ha opuesto, pues, con frecuencia a las expresiones 'lo dependiente', 'lo condicionado', 'lo relativo'" (Del "Diccionario de Filosofía"-Editorial Ariel SA-Barcelona 1994).

Desde el punto de vista de la ciencia experimental, lo absoluto es la ley natural y el orden natural asociado. La ley natural invariante es la referencia que debemos adoptar en lugar de aquellas secundarias, como son las opiniones humanas, a menos que tales opiniones presupongan una referencia inmediata a dichas leyes. Manuel García Morente escribió: "Cuando una idea, un concepto son verdaderos, reflejan exactamente lo que es; y entonces son verdaderos en absoluto y no relativamente a tal o cual sujeto más o menos pensante. La verdad es absoluta o no es verdad. No cabe en esto término medio" (Del "Diccionario del Lenguaje Filosófico" de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).

En cuanto a las posturas adoptadas al respecto, puede establecerse la siguiente síntesis:

a) Lo absoluto existe y es la ley natural, que, en principio, es accesible al conocimiento humano.
b) Lo absoluto existe, pero será por siempre desconocido debido a las limitaciones de la inteligencia humana.
c) Lo absoluto no existe, por lo que toda opinión resulta relativa.

Quienes sostienen que lo absoluto es cognoscible, advierten las limitaciones humanas, por lo que aceptan la existencia de una dificultad real, aunque no una imposibilidad. La humanidad tiene por delante un futuro casi ilimitado por lo cual es de esperar un sostenido avance en el conocimiento de las leyes naturales que gobiernan el universo.

Por el contrario, desde el punto de vista religioso, y filosófico, hay sectores que sostienen que la humanidad sólo puede conocer lo absoluto (Dios) por la revelación de tal ente superior y su aceptación por parte del creyente mediante la fe.

Finalmente tenemos la postura (posiblemente mayoritaría) de quienes niegan tanto la ciencia experimental como la religión, incluso la existencia de leyes naturales, por cuanto observan un caos esencial que debería ser reorganizado por el hombre. Esencialmente coinciden con las ideas de tipo totalitario aduciendo que es el líder aceptado por las masas el que debe ocupar el lugar que las posturas antes mencionadas asignan a Dios o a la ley natural.

Los que niegan lo absoluto, generalmente aducen el relativismo moral, cognitivo y cultural, con las intenciones de desacreditar la ciencia y la religión, aunque sin descartar el absolutismo que luego reconocerán en el pensamiento de los ideólogos de tipo totalitario. Adviértase la devoción de marxistas, leninistas, nazis, etc, por las ideologías a las que adhieren ciegamente.

Al producirse cierta "envidia intelectual" motivada por los éxitos de la ciencia y un rechazo generalizado del fanatismo religioso, surgió una simpatía evidente por los diversos relativismos. Allan Bloom escribió: "Los antecedentes de los estudiantes son todo lo variados que los EEUU puede ofrecer. Algunos son religiosos; otros ateos; están los izquierdistas, y los de derecha; algunos quieren ser científicos, otros humanistas, o profesionales, o empresarios; los hay pobres y los hay ricos. Sólo están unidos por su relativismo y su fidelidad a la igualdad. Y ambas cosas están relacionadas en una intención moral".

"La relatividad de la verdad no es un discernimiento teórico, sino un postulado moral, la condición necesaria para una sociedad libre o por lo menos ellos lo ven así. Todos han sido equipados con este marco de referencia muy temprano, y constituye el moderno reemplazo de los inalienables derechos naturales que eran la base tradicional norteamericana de una sociedad libre. Que para los estudiantes se trata de un tema moral se revela en el carácter de sus respuestas cuando se los desafía, una combinación de descreimiento e indignación: «¿Acaso es usted un autoritario?», que es la única alternativa que conocen, y la pronuncian en el mismo tono que en otros tiempos se decía «¿Es usted anárquico?» o «¿Es verdad que cree en las brujas?». Esto último conduce a la indignación, pues alguien que cree en brujas puede muy bien llegar a ser un cazador de ellas o un juez de Salem".

"El peligro que se les ha enseñado a temer en el totalitarismo no es el error, sino la intolerancia. El relativismo es necesario para la apertura; y ésta es la virtud que toda la educación primaria durante más de cincuenta años se ha dedicado a inculcar. Esta apertura, y el relativismo que la convierte en la única posición posible ante los diversos reclamos de verdad y los diferentes modos de vida y tipos de seres humanos, es la gran idea de nuestro tiempo. El verdadero creyente es el peligro real. El estudio de la historia y de la cultura enseña que todo el mundo estaba loco en el pasado; los hombres siempre pensaron que tenían razón, lo cual produjo guerras, persecuciones, esclavitud, xenofobia, racismo y chauvinismo. El asunto en realidad no es corregir los errores y de veras tener razón, sino más bien no hay que pensar que uno tiene razón" (De "La decadencia de la cultura"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1989).

Es un error creer que quien posee la verdad, o cree poseerla, necesariamente la ha de tratar de imponer a los demás en lugar de sugerir su aceptación, tales los casos del científico o de la verdad predicada en los Evangelios. Por el contrario, el relativismo crea las condiciones propicias para una lucha entre "múltiples verdades" en conflicto sin ninguna posibilidad de acuerdos posteriores, ya que se descarta cualquier tipo de instancia superior, como la ley natural.

Algunos autores asocian la postura relativista a la actitud democrática, mientras que una verdadera democracia y una política verdaderamente científica no deberían ignorar las leyes naturales que gobiernan el comportamiento humano. Hans Kelsen escribió: "Quien sostiene que la verdad absoluta y los valores absolutos rebasan el entendimiento humano está obligado a considerar por lo menos como posible una opinión ajena contraria a la suya. El relativismo es, pues, la filosofía que presupone la concepción democrática" (Citado en "Pensamiento político moderno" de William Ebenstein-Taurus Ediciones SA-Madrid 1961).

La "opinión ajena contraria a la suya" no necesariamente debe provenir de un relativista moral, sino que debería provenir de alguien que se ha molestado en conocer suficientemente la mayor parte de las ramas que constituyen las ciencias sociales. René de Visme Williamson escribió respecto de Kelsen: "Con una consistencia lógica perfecta arguye que la creencia en valores absolutos corresponde a regímenes autocráticos -especialmente la monarquía de derecho divino-, pues el creyente no es libre para permitirse o permitir a los demás cualquier desviación de los valores absolutos, y está obligado, por su conciencia, a basar las decisiones políticas en la autoridad y no en la mayoría".

"La teoría de Kelsen implica una convicción y tolerancia que son incompatibles. Supone que quienes creen en valores absolutos están obligados, por su propia conciencia y por necesidad lógica, a imponer estos valores a las gentes que no las suscriben; de ahí que el mecanismo del Estado se convierta antes o después en un instrumento de persecución".

"El grado relativo de democracia y de paz que poseemos, por escaso que sea, lo debemos a quienes lo edificaron sobre los cimientos de los valores absolutos. Un orden social, de cualquier tipo que sea, sólo puede ser creado por quienes tienen la visión de un cielo nuevo y una tierra nueva, tanto más cuanto que la vieja tierra y el imperfecto cielo ideado por el hombre han sido tan tristemente insuficientes".

"Hemos de movernos hacia lo absoluto si queremos dominar lo relativo. Abandonemos, de una vez para siempre, la vana empresa de buscar nuestras pautas en condiciones que son inferiores a ellas, y de tomar prestada nuestra concepción de la democracia de quienes la interpretan mal" (De "Pensamiento político moderno").

En cuanto a la utilización del relativismo moral por parte del marxismo, Morris Ginsberg escribió: "La moral marxista es más compleja. Hay, al parecer, dos morales: una moral universal, que se hará operante cuando hayan desaparecido los antagonismos de clase, y una moral 'interina', que está relacionada funcionalmente con la lucha de clases. Durante este periodo cada clase tiene su propia moral, basadas en sus necesidades, y lo que se llama moral general es, en realidad, la moral de la clase dominante, disfrazada con una ideología que sirve para imponerla sobre las restantes clases".

"En un periodo de revolución, la moral es la que viene exigida por la guerra, y está 'justificada' cuales quiera medidas exigidas por la táctica y estrategia revolucionaria y no reconoce límites superiores a los necesarios para mantener la moral de las clases trabajadoras. La condenación de la violencia es 'contra-revolucionaria', y no es más que la ideología de las clases explotadoras".

"Existe cierta incoherencia en la actitud marxista ante la moral burguesa. Estrictamente hablando, esa actitud no puede ser 'condenada' en el periodo de la lucha de clases, excepto en un sentido ideológico, puesto que durante este periodo no hay normas morales comunes. Pero, de hecho, los marxistas las tienen en ambos sentidos. Apelan a la ética de la moral interina al defender los actos de los revolucionarios, y a la ética de la moral del futuro al juzgar los actos de sus adversarios. Este uso de una moral dual no es, por supuesto, exclusivo del marxismo. Pero en él la fisura entre los dos códigos es suficientemente profunda para comprometer la esencia de la moral" (De "Pensamiento político moderno").

1 comentario:

agente t dijo...

Si se parte de la base de que no se tiene razón en principio, de que se defiende determinada postura simplemente porque nos beneficia o nos resulta más amable se está perdiendo el incentivo para mejorar, para ser accesibles a nuevos posicionamientos tras el análisis de los correspondientes argumentos. Es una minusvaloración de nuestra capacidad racional y síntoma claro de decadencia.