sábado, 11 de mayo de 2019

La destrucción de PDVSA (Petrolera de Venezuela)

Los habitantes de países con muchos recursos naturales, como Venezuela y Argentina, tienden a afirmar que viven en “países ricos” sin tener en cuenta que las materias primas no conforman un porcentaje importante del PBI mundial. Como consecuencia de esta creencia, promueven el ascenso al poder de políticos que prometen una “justa redistribución de la riqueza”, lo que, en sus optimistas creencias, les aseguraría una vida exenta de responsabilidades y de preocupaciones materiales. De ahí que la “preparación” de grandes sectores de la población no está orientada a un trabajo futuro, sino al ocio y la diversión inmediata.

Una de las consecuencias inevitables de esta creencia generalizada es la dependencia casi total que tales países tienen respecto de su principal riqueza natural: el petróleo venezolano y la soja argentina. El subdesarrollo mental pronto se traduce en un subdesarrollo económico hasta llegar al caso extremo, como el venezolano, de destruir desde el propio gobierno a la petrolera estatal PDVSA siendo la gestora de la mayor parte de los ingresos de esa nación.

La historia de tal destrucción comienza con los intentos de Fidel Castro de recibir de Venezuela el petróleo del que Cuba carece. Como no puede lograrlo militarmente, se las ingenia para establecer una colonización con la ayuda de Hugo Chávez. Enrique Krauze escribió: “No sólo los estudiantes revolucionarios militan contra Rómulo Betancourt. También Fidel Castro. El 24 de enero de 1959 viaja a Caracas (donde recibe una bienvenida apoteósica) y visita a Betancourt (entonces presidente electo) para pedirle petróleo. Betancourt le responde que el pueblo venezolano no regala el petróleo, lo vende, y que no hará una excepción en ese caso. El encuentro –según los pocos testigos- es breve y áspero. Betancourt lo cala y sabe que Castro será, a partir de entonces, su enemigo mortal. Las ejecuciones que se practican en la isla lo alejan más. En noviembre de 1961 Cuba y Venezuela rompen relaciones”.

“Para repetir la operación de Sierra Maestra, Fidel Castro se involucra personalmente en la planeación de dos invasiones a Venezuela con tropas cubanas”. “La invasión revolucionaria a Venezuela planeada minuciosamente por Fidel Castro había fracasado por varios motivos: dificultades prácticas de toda índole (entre otras, las botas mal diseñadas…¡por Fidel!), el entorno inhóspito…” (De “El poder y el delirio”-Tusquets Editores SA-Buenos Aires 2008).

PDVSA llegó a ser una de las diez petroleras más importantes del mundo. De ahí que lo aconsejable hubiese sido mantenerla, al menos, en esa posición. Sin embargo, con Hugo Chávez en la presidencia, al producirse una huelga por parte de los empleados de esa empresa, en lugar de negociar, Chávez decide cesantearlos y reemplazarlos por gente con escasa capacitación empresarial y laboral. La actitud totalitaria de Chávez (y de Fidel) no admitía ninguna oposición a los planes expansivos del socialismo. Héctor Pérez Marcano escribe al respecto: “Poner pie en Venezuela y apoderarse de sus reservas energéticas podría ser el primer paso para, unido a las guerrillas colombianas, extender la revolución castrista como una mancha de petróleo por el resto del continente, su auténtica aspiración. Ese proyecto constituyó desde el triunfo mismo de la Revolución cubana, y posiblemente desde los lejanos inicios de sus napoleónicos sueños de gloria, un objetivo estratégico en el tablero internacional de Fidel Castro” (Citado en “El poder y el delirio”).

La destrucción de PDVSA puede intuirse fácilmente contemplando cómo un simple y exitoso kiosco de revistas puede decaer en pocos meses cuando cambia de dueño, o cambia el empleado al frente del mismo. También una panadería afianzada con el prestigio logrado a través de varios años puede decaer cuando alguien incapaz accede a su gestión. De ahí que la caída de PSVSA no puede extrañar a nadie luego de las cesantías masivas. Krauze agrega: “La sangría le ha costado muy cara al régimen de Chávez. La producción total de Venezuela, tanto de PDVSA como de asociaciones estratégicas, ha pasado de cerca de 3 millones de barriles diarios de crudo a mediados de 2000 a poco más de 2,4 millones de barriles diarios a fines del 2007 [se estima en unos 750.000 en 2019]”. “La caída vertical de la producción no sólo se debe a la falta de inversión en el sector sino a la falta de capacidad ejecutiva, gerencial, ingenieril”.

“La pasmosa ventaja comparativa del precio actual del petróleo [escrito en 2008] se está esfumando fatalmente por el derrumbe de la producción, que a su vez se explica, ante todo, por la pérdida de personal especializado (los aproximadamente 22.000 ejecutivos, geólogos, ingenieros y demás profesionales cesados en 2003). Hay otros factores: la falta de inversión propia, el natural recelo de las compañías petroleras extranjeras a invertir en Venezuela, la escasez de torres perforadoras y la indisposición de empresas internacionales a arrendarlas”.

“Para colmo, PDVSA está inflando su nómina alegremente, día tras día (en octubre de 2007 Chávez declaró que la empresa tenía 74.918 empleados y planeaba llegar a los 113.831 a fines del 2009)”.

“Con un consumo interno de 800.000 barriles diarios, Chávez entrega 300.000 barriles diarios a Cuba y el Caribe con descuento y supuestamente pagaderos a 20 años”.

Los países mentalmente subdesarrollados actúan en forma similar a algunas familias carenciadas que, en caso de recibir alguna cantidad importante de dinero, en lugar de hacer compras básicas necesarias e imprescindibles, lo derrochan en alguna fastuosa y lujosa fiesta colectiva. Es algo que también pasa en el continente africano. Guy Sorman escribió al respecto: “El recuerdo de las hambrunas de antaño no incitará necesariamente a mostrarse precavido para el futuro. Un futuro que en sí mismo tiene poca realidad sensible, como lo testimonia la facultad de un padre de dilapidar, en ocasión de un nacimiento, todo el patrimonio que hubiera podido servir para la educación de su hijo. En todas las culturas africanas, los ritos propiciatorios están así mezclados con la ostentación social y, en todos los casos, excluyen un dominio racional, «weberiano», sobre el mundo” (De “El capitalismo y sus enemigos”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1994).

En la Argentina, como en Venezuela, una bonanza en el precio de las materias primas exportables, es ocasión propicia para consolidar el derroche estatal de recursos. Ramón Espinasa, quien fuera el economista jefe de PDVSA antes del régimen de Chávez, escribió: “Ya nos ocurrió tres veces en el pasado, y nos volverá a ocurrir. El ciclo es previsible: en 73-74, en 79-82 y en los noventa, los precios subieron y con ellos el gasto público se desbocó. Se crea una inercia indetenible en el gasto y las importaciones. De pronto el precio baja y la economía se estrella. Se presenta una crisis fiscal y de balanza de pagos. Pero lo crucial aquí es que el derrumbe viene aun si el precio no baja sustancialmente, porque la inercia de gastar más y más es indetenible. La situación actual es ésa; los precios caerán hasta cierto nivel, el gobierno no podrá parar el gasto y la producción no se recuperará: su caída es inexorable. De modo que es cuestión de tiempo: la tormenta perfecta viene” (Citado en “El poder y el delirio”).

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