domingo, 26 de mayo de 2019

Incoherencias de los ideólogos: J. J. Rousseau

Las propuestas políticas presentan, a veces, ciertas contradicciones lógicas que reflejan posibles incompatibilidades con la sociedad real. También encontramos incoherencias entre las acciones de los ideólogos y las ideas que proponen. En este caso, sin embargo, no es conveniente asociar debilidades teóricas con debilidades personales, ya que la veracidad de una propuesta debe evaluarse en función de su compatibilidad con la sociedad real.

Uno de los casos más llamativos es el de Jean Jacques Rousseau, quien aconsejaba a los educadores acerca de la forma de educar a los niños, mientras que él carecía de atributos para esa función. François Mauriac escribió: “A decir verdad, las «Divagaciones del paseante solitario» dan prueba a cada instante de su inclinación a cargar a los demás sus propias faltas y a juzgarse a sí mismo no por sus malos actos sino por sus intenciones siempre sublimes. El tema principal de su célebre y abominable carta a Mme. de Francueil (donde llega a encontrar, en el abandono de sus hijos, una prueba concluyente de su propia virtud) se repite sin vergüenza en el noveno Paseo: «Comprendo que el reproche de haber metido a mis hijos en la Inclusa haya degenerado fácilmente, con un poco de habilidad, en el de ser un padre desnaturalizado y de odiar a los niños. Sin embargo es seguro que fue el temor a un destino mil veces peor para ellos, y casi inevitable por cualquier otro camino, el que más me decidió en esa gestión. Más indiferente a su destino y no estando en condiciones de educarlos yo mismo, en mi situación habría debido dejar que los educara su madre, que los hubiera mimado, y su familia que los hubiera convertido en monstruos. Todavía me estremezco cuando lo pienso… Sabía que la educación menos peligrosa para ellos era la de la Inclusa; y allí los llevé. Lo haría de nuevo, y dudándolo mucho menos, si fuera necesario; y sé que no hay padre más tierno de lo que yo hubiera sido, por poco que la costumbre ayude a la naturaleza»”.

“Este texto basta para demostrar que Rousseau siguió siendo el mismo pecador que cambia el pecado en virtud. Es también siempre el mismo enfermo, y ésa es su disculpa. El Paseante solitario cree todavía que el mundo entero lo persigue. Lo repite sin cesar en sus «Divagaciones», y en ese plano, tampoco hay ningún progreso. Nada tan monótono como la locura. La insistencia de la idea fija difunde un tedio invencible que siempre nos ha defendido del poderoso encanto de Jean Jacques. Pero su enfermedad debe apartarnos más que irritarnos o indignarnos. Si las admirables «Divagaciones» no nos reconcilian con el hombre, aumentan nuestra compasión por el enfermo” (De “De Pascal a Graham Greene”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1952).

En la actualidad vemos en los ideólogos socialistas varios de los atributos que Mauriac observa en Rousseau. El primer atributo mencionado es “su inclinación a cargar a los demás sus propias faltas y a juzgarse a sí mismo no por sus malos actos sino por sus intenciones siempre sublimes”. Ello se debe a que el ideólogo socialista basa su prédica en su “superioridad moral” mientras promueve simultáneamente el odio hacia una determinada clase social y admite, sin el menor atisbo de vergüenza, admirar a los revolucionarios marxistas-leninistas que asesinaros a millones de opositores al socialismo (incluidos los simples no seguidores) a lo largo y a lo ancho del mundo.

El ideólogo socialista, que vive toda una vida para denigrar y difamar el capitalismo, a la vez que canta loas al socialismo, cuando es expulsado de un país por promover la violencia, casi nunca se refugia en un país socialista, eligiendo por lo general a un país capitalista. Incluso parece no advertir que, mientras la gente trata de huir de los países socialistas, son muchos los que desean entrar a los países capitalistas. En realidad, tal actitud del ideólogo no constituye ninguna incoherencia si se tiene presente que busca el éxito del socialismo, no para mejorar la condición de los pobres, sino para empeorar la de los ricos. Y para acceder, además, a un puesto jerárquico una vez instaurado el régimen socialista.

El socialista esconde sus intenciones detrás de un disfraz de humanitarismo y sensibilidad social. No difiere esencialmente del psicópata y de la encantadora personalidad que, según los psiquiatras, los caracteriza. El socialista no siente culpa de nada, porque supone que todas las culpas recaen en el sistema capitalista, responsable de todos los delitos y crímenes que se cometen. Mauriac escribió: “Rousseau trata sus crímenes como trató a sus hijos: no los reconoce. Aun más: nunca dudó de que fuera el padre de los pobres niños, y duda de ser el autor de esos gestos horribles. Pero si no es él el autor, tiene que serlo el resto del mundo. Pronto da ese paso”.

“Jean Jacques es el mejor de los hombres. Sin embargo carga a la sirvienta Marión de un hurto siendo él mismo culpable. Tiene el corazón más sensible de un siglo que vertió tantas lágrimas antes de cortar tantas cabezas. Pero el más tierno de todos los hombres abandona a sus cinco hijos. Tiene el valor de realizar cinco veces ese gesto atroz. Lo confiesa porque es sincero. La sinceridad, el placer de la confesión pública, lo encontramos en su legado”.

“La sociedad, chivo emisario que asume los crímenes de Jean Jacques, no es a sus ojos un poder abstracto. Cuando escribe «la sociedad», piensa «los otros», y entre los otros, los Grandes, los que tanto lo han cuidado, halagado, lisonjeado, que han aceptado con tanta devoción todos sus gustos y todas sus repugnancias. ¡Como los odiaba, sin embargo! Dudo que, de haber sido profeta, la visión de la guillotina le hubiera arrancado mucho más que lágrimas hipócritas”.

“«¿Por qué no me he casado? –escribe a Mme. de Francueil, quien lo interrogaba sobre el abandono de sus cinco hijos- Pregúnteselo a sus injustas leyes, señora… El Estado de los ricos, su Estado es el que roba al mío el pan de mis hijos…». La culpa la tienen las leyes… Pero a los ojos de Jean Jacques esas leyes son las de Mme. de Francueil, en esa mujer las encarna y a esa mujer odia”. “La envidia, esa baja pasión de la igualdad que es el signo de nuestra época, existe ya cabalmente en Rousseau”.

El mérito de una ideología no depende solamente de su compatibilidad con la realidad, sino también de los efectos positivos que produce en el medio social. En el caso de Rousseau, puede decirse que sus fallas personales influyeron en sus ideas y en sus escritos hasta convertirse, ya fallecido, en uno de los promotores indirectos de la violencia asociada a la Revolución Francesa. Al respecto, Maximilien de Robespierre escribió: "Nadie puede dudar de que Rousseau habría defendido con nobleza y entusiasmo la causa de la justicia y de la igualdad, si hubiera podido asistir a esta revolución, de la que cabe ser considerado un precursor" (Citado en "Rousseau" de Sir Gavin de Beer-Salvat Editores SA-Barcelona 1985).

A pesar de sus desaciertos e incompatibilidades teóricas, su influencia se prolonga hasta nuestros tiempos, que, por ser una época anticientífica en el campo de las humanidades, a pocos debería sorprender. Sir Gavin de Beer escribió: "Las ideas de Rousseau parecen desafiar el paso del tiempo. Casi todos los argumentos que él presentó para demostrar que las artes y las ciencias, la evolución social y la civilización han llevado a la humanidad a la desdicha eran falsos. Sin embargo, si se hiciera hoy la pregunta de si las ciencias y la tecnología siguen beneficiando al género humano, ¿cuál sería la respuesta?".

Su antipatía por la sociedad lo llevó a defender la naturaleza humana primitiva siendo un detractor de todo proceso cultural. Sin embargo, con su oposición a la racionalidad mostró que su adhesión a lo puramente natural fue incompleta por cuanto la razón es una parte esencial de nuestra naturaleza humana. André Gide escribió: "No creo que el hombre sea, como asegura Rousseau, «bueno por naturaleza». El hombre primero es, y luego se hace; a este respecto el gran reproche que cabe achacar a la sociedad es que ha trabajado poco y mal para hacer posible este hombre bueno (no «bueno por naturaleza», sino obra, producto de la cultura y del arte). Lo que menos me gusta de Rousseau es su elogio de la ignorancia. El abuso de los descubrimientos científicos por parte del hombre no es un motivo para denigrar a aquellos, sino al hombre que es quien abusa de ellos".

El historiador George H. Sabine escribió: "El conflicto de la personalidad de Rousseau entre lo noble y lo vil, lo ideal y lo real, le robó toda satisfacción en su obra y toda confianza en el valor de ella. La iniciación de una idea era como una luz celestial que resolvía «todas las contradicciones de nuestro sistema social». La expresión no nos da ni la cuarta parte de la vaga pero deslumbrante visión. En sus relaciones sociales se movía con un penoso sentido de incapacidad, estupidez y falta de confianza en sí mismo. No parece haberse sentido nunca a gusto más que con mujeres y en relaciones prácticamente desprovistas de todo contenido intelectual".

"Era parásito por inclinación y durante periodos considerables vivió en un estado de semidependencia, pero nunca pudo aceptar la dependencia con agradecimiento. En cambio construyó en torno a sí mismo un mito de pseudoestoicismo y ficticia autosuficiencia, que se expresaba sobre todo en forma de suspicacia hacia quienes trataban de ser amigos suyos, y en el descubrimiento de complicadas conspiraciones, probablemente imaginarias, para arruinarle y traicionarle" (De "Historia de la Teoría Política"-Fondo de Cultura Económica-México 1996)

4 comentarios:

agente t dijo...

Aunque no le quita una pizca de su irresponsabilidad y de su culpa, y pese a su futuro remordimiento al respecto, el depósito de sus hijos en el hospicio es coherente (en esto sí) con su pensamiento de que es el Estado quien tiene que educar a los niños, tal como también recomendó otro de los principales precursores del totalitarismo junto con Rouseau, Platón.

Bdsp dijo...

Con la "perspectiva de género" impuesta obligatoriamente en las escuelas, estamos volviendo a las sugerencias de Platón y Rousseau....

Fernando dijo...

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El mérito de una ideología SI DEPENDE Y ABSOLUTAMENTE DE SU COMPATIBILIDAD CON LA REALIDAD . . . En estos tiempos, sólo un lunático o fanático obtiene conclusiones de lo irreal.
¡Vaya manera de hacer apología del Subjetivismo!

Bdsp dijo...

¿ Y quién ha dicho lo contrario ? Hay lunáticos y fanáticos que creen y repiten como el loro eso de que "el egoísmo es una virtud" y que la "ética ha de estar asociada al intercambio comercial".....Así de mal andan las cosas...