viernes, 15 de septiembre de 2017

El totalitarismo en el pensamiento latinoamericano del siglo XIX

En el siglo XIX, luego de la emancipación de las diversas colonias latinoamericanas, no son pocos los políticos y militares que promueven un gobierno centralizado como la mejor solución política para la época. Ello significaba reemplazar la autoridad absoluta de la monarquía española por una autoridad similar, pero surgida en los propios países independizados; siendo la postura que varios autores atribuyen a Simón Bolívar.

Es oportuno y necesario establecer que los diversos gobernantes deben ser calificados en función de la forma de acceder al poder y por la forma de ejercer la administración pública, por lo cual la preferencia de un gobernante por un sistema de gobierno centralizado, no asegura que necesariamente vaya a ser un mal gobernante, o que por ser elegido por el voto popular vaya a ser uno bueno. Recordemos que tiranos como Adolf Hitler, Juan D. Perón y Hugo Chávez, accedieron al poder mediante un masivo apoyo popular.

También debe distinguirse entre gobiernos totalitarios en lo político, pero democráticos en lo económico, de aquellos democráticos en lo político y totalitarios en lo económico, siendo éste posiblemente el peor de los casos. Teniendo presentes las catástrofes sociales promovidas por los totalitarismos durante el siglo XX, queda la democracia como el mejor sistema, o el menos malo, por cuanto ofrece una mayor seguridad para el ciudadano común, ya que siempre queda la posibilidad de cambiar de gobernante en caso de mala gestión. Por el contrario, los gobiernos totalitarios pueden resultar eficaces en ciertos casos, aunque en otros pueden llegar a ser catastróficos, dependiendo de quién ejerza el poder.

Aun cuando en Simón Bolívar puedan reconocerse muchos méritos, la forma de gobierno que proponía no es la mejor opción para el siglo XXI. Justamente, al seguir algunas de las ideas bolivarianas, tiranos como Nicolás Maduro justifican su mando centralizado aduciendo cierta legitimidad brindada por el pensamiento político, posiblemente predominante en el siglo XIX. Jacques Bainville escribió: “Después de gobernar algún tiempo el Perú como dictador, volvió Bolívar a Colombia. Se sospechaba que quería instaurar en su favor la monarquía, lo que le acarreaba numerosas enemistades y le obligaba a hablar frecuentemente en público de «el horror» que le inspiraba el poder supremo”.

“En todo caso deseaba vivamente constituir una asamblea de Estados Suramericanos o por lo menos crear un organismo común a fin de proteger más activamente las nuevas independencias. Abrió en 1826, en Panamá, un gran congreso que a nada condujo. El verdadero designio de Bolívar era sin duda reunir a Colombia, el Perú, Bolivia, la Argentina y Chile, en una inmensa República de la que él hubiese sido el jefe y que habría tomado el nombre de Estados Unidos del Sur”.

“El ministro de Negocios Extranjeros del Perú adivinó el proyecto. Paéz, que ejercía el mando militar de Venezuela, maniobró contra Bolívar. El Congreso panamericano fracasó y comenzó la desconfianza. El Perú desechó la constitución bolivariana, Bolivia que por gratitud había tomado el nombre del Libertador se desembarazó de ella igualmente. Una conjuración estuvo a punto de arrebatarle a Colombia. Acabó por alejarse y murió el 17 de diciembre de 1830, agobiado por la amargura y las penas, no sin haber visto a Colombia dividirse en tres Estados: Colombia, Venezuela y Ecuador”.

“Se ha hecho de Bolívar el símbolo del estadista republicano, cuando es evidente que soñó toda su vida con una dictadura imperial que se extendiera sobre vastas tierras. Se lo ha pintado como un pensador humanitario amamantado por los filósofos del siglo XVIII, cuando era un hombre áspero y violento que no retrocedía ante ejecución o acto sanguinario alguno. Y sin embargo este violento era también, es muy cierto, un hombre tierno en su vida privada y capaz de bondad y caridad en su vida pública” (De “Los dictadores”-Editorial Juventud Argentina-Buenos Aires 1938).

Recordemos que la anarquía imperante en muchos países sudamericanos justificaba en ciertas circunstancias un gobierno firme, como fue el de Juan Manuel de Rosas, si bien la división que promovió en la población, entre adeptos y enemigos, en nada favoreció la pacificación esperada. Bainville agrega: “Hoy comienza a comprenderse que el dictador colombiano era ante todo un positivista, un realista. Ha escrito duras frases respecto a los códigos «fabricados por dulces visionarios que, imaginando repúblicas etéreas, han querido elevarse a la perfección política presuponiendo la perfectibilidad del género humano». A pesar de sus declaraciones republicanas era todo lo opuesto que se puede ser a la democracia y la definía como un estado de cosas «tan débil que el menor tropiezo la trastorna y la arruina»”.

“Podría sacarse de sus pensamientos una severa requisitoria contra el gobierno parlamentario:

«Nunca ha de olvidarse que la excelencia de un gobierno no consiste en su teoría sino en que sea apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para la cual está instituido».
«No hay que dejar todo al azar y a la ventura de las elecciones: el pueblo se engaña más fácilmente que la naturaleza perfeccionada por la educación».
«Los gritos del género humano en los campos de batalla y en las asambleas tumultuosas, son testimonios elevados al cielo contra los legisladores desconsiderados que se figuran que puede hacerse impunemente ensayos de constituciones quiméricas».
«El gobierno democrático absoluto es tan tiránico como el despotismo».

“Así Bolívar, con su realismo político, se indignó siempre de ver a los Estados de la América del Sur adoptar constituciones hechas, fundadas en la abstracción y que de ningún modo habían sido creadas para ellos. Lo que hubiese querido, lo que los escritores de América latina han llamado la teoría bolivariana, es el sistema de un partidario de «la herencia sociocrática» al modo de Auguste Comte, antes de Auguste Comte. Habría querido, inspirándose sin duda en la costumbre de los Antoninos en Roma, que a la cabeza de cada una de las Repúblicas que había fundado hubiese un presidente vitalicio, el cual nombraba su sucesor. De esta manera pensaba conciliar el poder absoluto y la duración, patrimonio de las monarquías hereditarias, prescindiendo de la herencia”.

Algunos analistas políticos coinciden con lo hasta aquí mencionado. Armando Ribas escribió al respecto: “«Simón Bolívar fue el primer dictador en América». Esa fue la observación de Domingo Faustino Sarmiento, una de las mentes más privilegiadas en la lucha por la libertad en el conteniente y por supuesto en la Argentina. Y he dicho por la libertad y no por la independencia, en tanto Bolívar a mi juicio tenía confundidos ambos conceptos. Vale recordar a Alberdi al respecto: «La patria es libre cuando no depende del extranjero, pero el individuo carece de libertad en cuanto depende del Estado de un modo omnímodo y absoluto». Y este es el proceso iniciado en Venezuela por Bolívar, como vamos a ver en las siguientes declaraciones”.

“En primer lugar dijo: «En América debe gobernar un monarca con el nombre de presidente». Para llegar a esa conclusión en una carta al Gobernador de Barinas escribió: «Jamás la división del poder ha establecido y perpetuado gobiernos, sólo su concentración ha infundido respeto para una nación, y yo no he liberado a Venezuela sino para realizar este mismo sistema». Creo que está claro que esa es la intención de Maduro con la instalación de la nueva corte”.

“Siguiendo su pensamiento en el Discurso ante el Congreso de Angostura dijo: «En las repúblicas el ejecutivo debe ser el más fuerte…sino se ponen al alcance del ejecutivo todos los medios que una justa atribución le señala, cae inevitablemente en la nulidad o en su propio abuso…La libertad indefinida, la democracia absoluta, son los escollos en que han ido a estrellarse todas las esperanzas republicanas». Conciente de esa filosofía siguió diciendo: «Pisístrato usurpador y tirano fue más saludable a Atenas, y Pericles aunque también fue usurpador, fue el más útil ciudadano»”.

“Creo que tomando en cuenta las anteriores manifestaciones Bolívar estaría amparando a Maduro hoy en Venezuela. Y asimismo es evidente que esos principios son la antitesis del pensamiento de Alberdi y Sarmiento que a partir de la Constitución de 1853-60 proyectaron a la Argentina por las cimas de la historia. En primer lugar vale recordar un pensamiento de Alberdi cuando dijo: «¿Cuál es la índole y condición de la libertad latina? Es la libertad de todos refundida y consolidada en una sola libertad colectiva y solidaria de cuyo ejercicio exclusivo está encargado un libre Emperador o un Zar libertador. Es la libertad del país personificada en su gobierno, y su gobierno todo entero personificado en un hombre». Me atrevería a pensar que se estaba refiriendo a Bolívar” (De https://prensarepublicana.com/author/armandoribas/ )

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