lunes, 25 de septiembre de 2017

El Estado como figura apocalíptica

El actual antagonismo entre liberales y marxistas, partidarios los primeros del individualismo y de la propiedad privada, y los segundos del colectivismo y de la propiedad estatal de los medios de producción, reedita el antagonismo existente entre los primeros cristianos y Roma, época en que Juan el apóstol escribe el Apocalipsis, donde el Estado romano es simbolizado como una bestia poderosa que se opone al establecimiento del Reino de Dios. Goguel escribió: “El autor del Apocalipsis ha reconocido lo que nadie, parece, reconocía en sus tiempos, a saber: el conflicto que se manifestaba en diversos lugares del mundo romano y la Iglesia, no tenía carácter de un malentendido que pudiera resolverse, sino que era el choque de dos concepciones antitéticas, entre las cuales no había posibilidad de compromiso” (Citado en “El Apocalipsis y la historia” de Stanislas Giet-Taurus Ediciones SA-Madrid 1960)

Si bien el propio Karl Marx había advertido el peligro que implicaba un Estado con excesivo poder, y propone su disolución futura en el comunismo, no tiene en cuenta que, al promover la abolición de la propiedad privada, queda como única alternativa la propiedad colectiva, que es esencialmente una propiedad estatal que acentúa los defectos observados en los diversos Estados. El remedio resultó mucho peor que la enfermedad.

Entre los pensadores que advierten la necesidad de establecer un Estado que proteja al individuo de los perjuicios que pudieran ocasionarle otros individuos, tenemos a Thomas Hobbes, quien advierte también los peligros de los excesos de ese Estado, al que denomina Leviatán; figura simbólica utilizada en la Biblia. Al respecto escribió: “Pero el arte va aún más lejos, llegando a imitar esa obra racional y máxima de naturaleza: el hombre. Pues es mediante el arte como se crea ese gran LEVIATÁN que llamamos REPÚBLICA o ESTADO, en latín CIVITAS, y que no es otra cosa que un hombre artificial. Es éste de mayor estatura y fuerza que el natural, para cuya protección y defensa fue concebido” (De “Leviatán”-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1994).

Por otra parte, Ignacio Iturralde Blanco escribió: “En la Biblia encontramos una cantidad considerable de criaturas monstruosas: desde plaga de langostas hasta bestias de siete cabezas. Dos de estas criaturas, de gran relevancia para Hobbes, aparecen en el Antiguo Testamento…en primer lugar…Behemoth, el enorme monstruo terrestre que pasta yerba, tiene miembros tan duros como barras de bronce…A continuación, Dios dio vida al indomable e invencible Leviatán…Cuando Dios, habiendo establecido el gran poder del Leviatán, le denomina rey de la soberbia. «Nada existe sobre la Tierra que pueda compararse con él. Está hecho para no sentir miedo. Menosprecia todas las cosas altas, y es rey de todas las criaturas soberbias»” (De “Hobbes”-EMSE EDAPP SL-Buenos Aires 2015).

Mientras que el objetivo de establecer el Reino de Dios, como un gobierno directo del Creador sobre el hombre, a través de la ley natural, implica el cumplimiento de los mandamientos bíblicos, el Estado aparece como un poder que dicta sus propios “mandamientos” y exige cierta obediencia constituyendo el adversario más importante que se opone a aquél objetivo. Thomas Hobbes escribió al respecto: “El mayor y principal abuso que se hace de la Escritura, y del cual son consecuencia casi todos los demás, es el de manipularla para probar que el reino de Dios, tan frecuentemente mencionado en la Escritura, es la Iglesia actual [del siglo XVII], o la multitud de cristianos que ahora viven, o que, estando muertos, resucitarán otra vez en el último día”.

“Pero lo cierto es que el reino de Dios fue originalmente instituido por el ministerio de Moisés, y sólo sobre los judíos, los cuales fueron por eso llamados su pueblo elegido. Ese reino cesó después, con la elección de Saúl, cuando los judíos rehusaron ser gobernados por Dios y pidieron un rey al modo de las demás naciones, cosa que Dios consintió…A partir de entonces, no hubo en el mundo reino de Dios alguno instituido por pacto, ni por cualquier otro procedimiento, excepto en la medida en que Dios era, como lo fue siempre, rey de todos los hombres y de todos los seres creados, y gobernador del mundo según su voluntad, en virtud de su poder infinito”.

“Sin embargo, sirviéndose de los profetas, Dios prometió restaurar aquel reino suyo otra vez, cuando hubiese transcurrido el tiempo que Él había determinado secretamente, y cuando los judíos volvieran a Él después de arrepentirse y de enmendar su vida. Y no sólo eso, sino que también invitó a los gentiles a que se le unieran y disfrutaran la felicidad de su reino, bajo las mismas condiciones de conversión y arrepentimiento. Y prometió también enviar a su Hijo al mundo, para expiar con su muerte los pecados de todos, y para prepararlos con su doctrina a recibirlo en su segunda venida. Y como esa segunda venida no ha tenido lugar todavía, el reino de Dios no ha llegado aún, y no estamos bajo más reyes, mediante pacto, que bajo nuestros soberanos civiles” (De “Leviatán”).

Mientras que, desde la religión, se sostiene que el hombre es bueno por naturaleza (o que sus atributos buenos podrán predominar sobre los malos), desde las posturas totalitarias se supone lo contrario, por lo cual el Estado debería predominar sobre la libertad individual. Incluso se ha llegado al extremo de denominar a la política como “el arte de conquistar y mantener el poder en el Estado”, en lugar de considerarla como una ciencia social vinculada a la Administración pública. Rajos Rolda escribió: “La teoría política se reduce a una pura praxis; los grandes textos políticos no presentan una ciencia teórica, sino lo que los hombres han hecho y hacen con la política: ciencia del gobierno, le llaman algunos; ciencia del poder, le llaman otros; y todos posan sus ojos en el motor de la política: el Estado; y en su dueño, el César. Muy a menudo, César y Estado son una y la misma cosa; y esta cosa es la que manda, es puro poder”.

El Leviatán, el hombre artificial, es dirigido por hombres naturales. El Estado magnifica todas las virtudes y todos los defectos de quienes lo dirigen. Es el gobierno del hombre sobre el hombre en su máxima expresión, tendiendo a absorber a la sociedad bajo sus leyes y bajo sus órdenes. Incluso algunos gobernantes se identifican con la expresión “L’Etat c’est moi” (El Estado soy yo). Rajos Rolda agrega: “Con el paso de los siglos y la proliferación humana, el hombre inventó otra persona ficticia para que le evitara los crímenes y la violencia de los malvados; para que premiase a los justos y condenase a los pecadores; una persona poderosa, un Leviatán, que poco a poco fue ocupando el centro del quehacer político, apoderándose de la política que Dios había puesto en la naturaleza humana para su autorrealización. Hoy el Estado, que así ha dado en llamarse el Leviatán, el César, determina esa autorrealización” (De “L’Etat c’est moi” (I)-Editorial Dunken-Buenos Aires 2008).

A pesar de las catástrofes sociales y los fracasos de los totalitarismos, los “admiradores de la bestia” parecen constituir una mayoría con preferencia por el socialismo. Son dos las causas principales de esa preferencia, que hace recordar aquella por la cual el pueblo prefirió la liberación de Barrabás antes que la de Cristo: en primer lugar aparecen las ilimitadas ambiciones de poder de los políticos populistas y totalitarios y, en segundo lugar, las promesas de igualdad emitidas por la propaganda partidaria, siendo el socialismo el refugio ideal de los envidiosos. Ludwig von Mises escribió: “No vale la pena hablar demasiado del resentimiento y de la envidiosa malevolencia. Está uno resentido cuando odia tanto que no le preocupa soportar daño personal grave con tal de que otro sufra también. Gran número de los enemigos del capitalismo saben perfectamente que su personal situación se perjudicaría bajo cualquier otro orden económico. Propugnan, sin embargo, la reforma, es decir, el socialismo, con pleno conocimiento de lo anterior, por suponer que los ricos, a quienes envidian, también, por su parte, padecerán. ¡Cuántas veces oímos decir que la penuria socialista resultará fácilmente soportable ya que, bajo tal sistema, todos sabrán que nadie disfruta de mayor bienestar!” (De “Liberalismo”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1994).

Así como el tema principal de la Biblia es la lucha del bien contra el mal, el tema básico del Apocalipsis es la lucha del futuro Reino de Dios contra el actual Reino del Hombre (Estado, Leviatán, marxismo-leninismo, principalmente). Esta lucha ha llegado hasta la propia Iglesia Católica, o Estado Vaticano, que ha adoptado o aceptado a la Teología de la Liberación, que es apenas un antifaz de marxismo-leninismo (ya que un disfraz lo haría menos evidente). Rajos Rolda escribió: “Teología de la Liberación: propuesta al problema de la redención, cuestión fundamental del Cristianismo; propone un cambio radical en las estructuras políticas del mundo, que han programado de antemano la pobreza y la injusticia; es una teología de la praxis política redentora, convirtiendo a la redención en un proceso político para el que, la Filosofía marxista, proporciona las orientaciones esenciales, sustituyendo la fe por la ciencia y haciendo de la ciencia praxis (praxis política científicamente fundamentada); acabó con el hundimiento de los sistemas marxistas del este europeo, donde la aplicación de la ideología liberadora produjo una falta radical de libertad”.

“En 1968, en Medellín, Colombia, los obispos latinoamericanos emitieron un documento que decía: «El objetivo no es entender el mundo, sino cambiarlo» (casi un calco de la famosa frase de Marx: «Hasta ahora, los filósofos han tratado de explicar el mundo; de lo que ahora se trata es de transformarlo». Uno de los creadores de la teología de la liberación, el ex-sacerdote franciscano Leonardo Boff, explica los factores que la diferencian de la teología ortodoxa: (a) la primacía del elemento antropológico sobre el eclesiastológico, puesto que se enfoca la persona que se pretende ayudar y no a la Iglesia misma; (b) la perspectiva factual sobre la utópica: se mira el proceso social como un proceso permanente de cambio; (c) lo crítico tiene primacía sobre lo dogmático, para contrarrestar la tendencia hacia la fosilización de las instituciones, (d) preeminencia de lo social sobre lo individual; (e) ortopraxis sobre ortodoxia; se afirma que Cristo no vino a proponer criterios filosóficos, sino caminos de acción” (De “L’Etat c’est moi” (IV)).

Es conveniente aclarar que una descripción del mundo se considera “científica” cuando ha superado la prueba de la experimentación, y no según el método utilizado. De ahí que el marxismo, en el mejor de los casos, es una ciencia social errónea, ya que, además, ignora totalmente los atributos individuales del ser humano describiendo la realidad social en base a clases sociales. En cuanto a que el capitalismo “ha programado la pobreza y la injusticia”, los resultados económicos producidos en China, y en otros países, han mostrado su efectividad para combatir la pobreza, mientras que el socialismo ha sido abandonado en la mayor parte de los países debido a su ineficacia en ese y en otros aspectos.

En cuanto a que “Cristo no vino a proponer criterios filosóficos, sino caminos de acción”, resulta sorprendente que el “amarás al prójimo como a ti mismo” (o compartirás las penas y las alegrías ajenas como propias) no sea considerado como un “camino de acción”, siendo que fundamenta y promueve la adopción de una actitud, o tendencia a la acción, que solucionaría todos los problemas humanos en caso de adoptarse masivamente.

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