miércoles, 30 de julio de 2014

El intercambio cooperativo

Se considera, en el ámbito de la economía, que el individuo racional, que trata de beneficiarse en todo intercambio, logrará establecer, en libertad y junto a otros individuos semejantes, el sistema autorregulado del mercado. Se considera, además, que tal sistema económico puede funcionar muy bien a pesar del egoísmo de sus participantes, incluso no faltan los optimistas que aducen que funciona mejor cuanto más egoísmo exista, lo que crea cierto conflicto con la ética y, seguramente, con la propia realidad.

Primeramente debe analizarse el caso ideal en el cual participan dos personas en las cuales predomina netamente la actitud cooperativa sobre el egoísmo que puedan tener. En ese caso, ambos buscan un beneficio simultáneo en el intercambio comercial que han de realizar. Desde el punto de vista ético, puede decirse que son personas que tienen la predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas y el beneficio simultáneo es la consecuencia esperada. Se advierte que esta situación implica un vínculo estable entre comprador y vendedor ya que podrá prolongarse en el tiempo.

Analicemos ahora el intercambio establecido entre dos personas egoístas, que sólo les interesa su propio beneficio. En principio, el intercambio realizado podrá considerarse tan cooperativo como el anterior, ya que se benefician ambas partes, no advirtiéndose diferencias notables. Sin embargo, es posible que este vinculo comercial sea inestable, y que no perdure en el largo plazo, ya que es un caso similar al de un matrimonio cuyos integrantes forman “un egoísmo de a dos”, que posiblemente terminará en separación, en oposición al matrimonio cooperativo que perdurará hasta el final de la vida.

En el intercambio entre personas egoístas podrá darse el caso en que, alguna vez, la mercadería adquirida resultó deteriorada o de calidad inferior a la normal, situación involuntaria por parte del vendedor. Luego, el comprador egoísta, que poco o nada se interesa por lo que le pueda suceder al vendedor, podrá denunciarlo buscando recibir una indemnización o bien intentará perjudicarlo en actitud de venganza. Este comportamiento pondrá fin al vínculo comercial, que resultó ser inestable. De ahí que el egoísmo no sea recomendable en el ámbito de la economía.

Supongamos ahora un caso mixto, en el cual participa un vendedor cooperativo y un comprador egoísta. En un intercambio típico, el vendedor de cierta mercadería cuyo precio de mercado es de $ 100 la ofrece a sólo $ 80 para beneficiar al cliente reduciendo su propia ganancia (quizás con las intenciones de conquistarlo para futuros intercambios). Sin embargo, como el cliente es egoísta y piensa sólo en su propio beneficio, piensa por un instante que el comerciante pasa por algún apuro económico y que por ello podrá adquirir la mercadería a un precio todavía menor, estableciendo una contraoferta de $ 40. El vendedor se sentirá ofendido por cuanto advierte que el cliente egoísta piensa sólo en su propio beneficio aun a costa del perjuicio ajeno. El vínculo ni siquiera es inestable, ya que no pudo establecerse.

Una situación similar es la de otro comerciante que vende por $ 200 la mercadería mencionada, es decir, al doble del precio de mercado. Un inadvertido comprador, cuando se entera de la situación un tiempo después de haber cerrado la operación, se siente estafado ya que el vendedor egoísta pensó sólo en sus ventajas, aun perjudicando al comprador. Lo que resulta inestable en este caso, además del vínculo comercial, es el futuro del comerciante, ya que, con su comportamiento, perderá muchos clientes.

Si intercambiamos la dupla comerciante-cliente por la dupla empresario-empleado, la situación será semejante. Habrá una situación estable cuando en ambos predomine una actitud cooperativa, siendo inestable cuando el empresario pague menos que el salario de mercado, o cuando tal salario resulte insuficiente, costándole muy poco pagar algo más; o bien cuando el empleado trabaja por mucho menos de lo que se le paga, mostrando además otras deficiencias laborales como irresponsabilidad o negligencia.

Para solucionar los inconvenientes mencionados, de alguna forma debe todo individuo dejar de lado el egoísmo adoptando una actitud cooperativa, beneficiándose con ello una mayor cantidad de personas, principalmente quien acepta el cambio. Esta solución proviene de quienes admiten una visión optimista de la naturaleza humana, o realista, por cuanto la actitud cooperativa forma parte de tal naturaleza al igual que el egoísmo y otras actitudes negativas.

Quienes descartan la existencia de la cooperación natural entre personas suponiendo que todas son necesariamente egoístas, aducen que la economía basada en los libres intercambios no puede funcionar debido a su inherente inestabilidad y al predominio del fuerte sobre el débil. De ahí que propongan suprimir tales intercambios siendo reemplazados por una asignación igualitaria de mercaderías provenientes de una producción planificada por quienes dirigen el Estado, previa expropiación de los medios de producción (socialismo).

Aun cuando no se llegue a esa situación extrema, en las sociedades con economías similares a la de mercado, se establecen controles y distorsiones, por parte del Estado, que perjudican los intercambios cooperativos, tanto como la producción correspondiente, en la presunción de que en tales intercambios predomina totalmente el egoísmo del más fuerte. Aunque tales situaciones existan parcialmente, debe apuntarse siempre a una situación compatible con la naturaleza humana, de lo contrario, partiendo de creencias con ella incompatibles, tarde o temprano surgirán los inconvenientes.

En el caso en que una persona esté impedida de trabajar, necesitará de la ayuda de los demás. Imaginemos la situación de alguien que pide ayuda en la calle, siendo una persona naturalmente agradecida. Cuando otra persona, con buena predisposición, le ofrece una ayuda, se benefician ambas partes. El que obsequió su dinero, obtuvo a cambio una satisfacción moral proporcional al monto respectivo, o al “dolor” momentáneo que la separación de su dinero le provocó, mientras que el receptor se benefició doblemente por el valor económico recibido y por la actitud cooperativa del donante. En caso de que ambas personas fuesen egoístas, no se producirá ninguna ayuda ni habrá beneficios para nadie.

En caso de que el benefactor cooperativo ni siquiera reciba un reconocimiento por dar una ayuda, por cuanto su egoísta destinatario supone que tiene la obligación moral de hacerlo, o por cualquier otra razón, la situación no ha de perdurar. Tampoco resulta aceptable la situación en que un egoísta da algo de sí sólo cuando hay varios espectadores atestiguando su acción. Es posible que el receptor se sienta mal cuando advierte que ha sido usado para una muestra de dudosa generosidad. Peor aún es el caso en que el dador de la ayuda lo hace para resaltar la gran diferencia económica con el receptor, incluso con la alegría disimulada ante la existencia de alguien que sufre una situación adversa.

Para que no queden dudas de la sinceridad de una ayuda, debe ésta ser secreta y sin espectadores. La tradición nos otorga el ejemplo de Santa Claus, o San Nicolás de Bari, una persona con muchos recursos económicos que depositaba en forma anónima una ayuda económica a quien la necesitaba. Quienes tienen una visión negativa de la naturaleza humana, por el contrario, aseguran que no existe una bondad natural en las personas y que cada vez que realizan una ayuda es para mostrarse ante los demás o bien para degradar a quien la recibe. Y de ahí que proponen nuevamente al Estado para desempeñar tal función social. El caso típico de esta actitud fue el de Eva Perón, que acusaba a la “oligarquía” de ayudar a los pobres para denigrarlos, por lo cual desde el Estado peronista se redujo drásticamente la posibilidad de acción de todas las sociedades de beneficencia estableciendo una especie de monopolio de la ayuda en la Fundación Eva Perón. De esa forma, con los aportes coercitivos exigidos a los empresarios, logró el apoyo de medio país (y sus votos vitalicios), mientras que la otra mitad, que recibía sus descalificaciones y calumnias, sentía desprecio por ella. Puede hacerse una síntesis del peronismo:

1- Se confiscan bienes desde el Estado al sector productivo
2- Se los distribuye en nombre del justicialismo
3- Se publicita la ayuda sin exaltar a quien produjo los bienes, sino a quien los confiscó
4- Se descalifica y difama públicamente al sector productivo aduciendo que no distribuyó sus riquezas en forma espontánea, sino bajo presión

Quienes suponen que la naturaleza humana es perversa, tratan luego de reemplazarla por una “naturaleza artificial”, tal la que se basa en el altruismo, actitud que implica beneficiar a los demás aun a costa de perjudicarse a uno mismo. Esta actitud podemos observarla en algunos “cristianos” que mecánicamente dan alguna ayuda sin sentir la satisfacción moral derivada de los afectos, siendo principalmente motivados por la creencia en un Dios que observa desde el cielo y anota en una libreta las buenas acciones cotidianas del creyente en vistas a un futuro premio posterior. En forma similar, la ayuda altruista de los socialistas consiste en otorgar mecánicamente algún bien necesario a quien lo necesita motivado principalmente por la creencia en que un burócrata del Partido Comunista lo observa y anota en una libreta las buenas acciones cotidianas en vistas a un futuro ascenso en la escala jerárquica de la burocracia estatal. Morris y Linda Tannehill escriben:

“A pesar de las «moralidades» tradicionales que glorifican «una vida de sacrificio al servicio de los demás», el sacrificio no puede beneficiar a nadie. Desmoraliza tanto al dador, que ha disminuido su cúmulo total de valor, como al receptor, quien se siente culpable por aceptar ese sacrificio, y resentido porque siente que está moralmente obligado a devolver el «favor» a costa de sacrificar algún valor propio. El sacrificio, llevado hasta sus últimas consecuencias, resulta en la muerte; es exactamente lo opuesto a lo moral o sea al comportamiento pro-vida, pese a que contradiga a los «moralistas» tradicionales”. “No sólo cada hombre debe ser libre para actuar, sino que también debe tener libertad para disfrutar plenamente de los beneficios de todas sus acciones pro-vida. Lo que él gane en placer emocional, bienes materiales y valores intelectuales (como la admiración y el respeto) debe ser completamente suyo; no debe ser obligado contra su voluntad a renunciar a nada de eso para el supuesto beneficio de los demás. No debe ser obligado a sacrificarse, ni siquiera por «el bien de la sociedad»”.

“En la medida en que el hombre no es libre de vivir su vida en paz de acuerdo a sus propios estándares ni de poseer plenamente lo que fuere que él se gane, es un esclavo. Esclavizar a los hombres «por el bien de la sociedad» es una de las formas más sutiles y extendidas de esclavitud, por la que abogan constantemente sacerdotes, políticos y filósofos charlatanes que, mediante el trabajo de los esclavizados, esperan ganar lo que no se han ganado” (De “El mercado para la libertad”-Barbarroja Lib.-Bs. As. 2014).

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