miércoles, 15 de noviembre de 2023

Delación bajo los regímenes totalitarios

En las sociedades democráticas, se exime de considerar como "encubridor" al familiar que no informa o delata a otro miembro de su familia por un ilícito que éste haya cometido. De esa manera se trata de priorizar la integridad del vínculo familiar por encima de la integridad de la sociedad. Bajo los regímenes totalitarios, por el contrario, la prioridad es inversa, ya que se promueve la delación entre familiares y se castiga como "encubrimiento" el hecho de no haber ejercido la obligación de informar al Estado lo que las leyes totalitarias consideran como infracción o delito.

Bajo el régimen totalitario de Perón, en la Argentina se promovió la delación en contra de los opositores al movimiento peronista. El escritor argentino Héctor Bianciotti, de la Academia Francesa, expresó en una entrevista: “Yo creo que estaba al mismo tiempo huyendo del campo y huyendo de la dictadura de Perón, que fue mucho más terrible de lo que la gente cree. No se ha sabido nunca en Europa lo que era la vida cotidiana durante la dictadura de Perón; algo simplemente atroz. Un pueblo convertido en policías los unos de los otros. En delatores” (Reportaje de la Revista “Gente”).

En Cuba, se les preguntaba a los escolares qué habían comido durante las fechas navideñas de manera de detectar la infracción o delito de haber festejado la Navidad aún cuando estaba prohibido por el Estado. En otras circunstancias, el Jefe de manzana tenía (o tiene) la obligación de delatar a sus familiares y vecinos, ante las autoridades estatales, acerca de algún ilícito bajo la pena correspondiente por no hacerlo. Hilda Molina escribió: “Es harto conocido que los regimenes comunistas totalitarios, so pretexto de edificar la sociedad perfecta, socavan las raíces mismas de la estructura y de los valores familiares, se afanan en disolver las familias, e intentan sustituir el amor filial, el amor fraternal…el amor familiar, por un culto ciego al Estado".

"Los cubanos, prisioneros y al mismo tiempo cómplices del régimen, fuimos testigos y actores conmocionados y atónitos del enfrentamiento entre padres e hijos, hermanos, esposos y demás familiares, por motivos políticos, ideológicos y hasta religiosos. Los verdugos del cariño, entronizados en el poder, transmutaron a los cubanos, proverbialmente devotos de sus familias, en partícipes de hechos tan atroces como delaciones, marginación, discriminación, calumnias, encarcelamientos y ejecución de sus seres queridos, sólo por no identificarse con el gobierno, por discrepar, por objeciones de conciencia o por no ocultar su fe” (De "Mi verdad"-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2010).

A continuación se transcribe un artículo al respecto:

DELACIÓN

Por Alberto Falcionelli

El código penal en vigor en la URSS desde hace casi treinta años, sin cesar "perfeccionado" desde entonces y en cuya redacción el finado Andrei Ianuárievich Vishinskiy tomó parte tan relevante que, a menudo, se lo califica también de "Código Vishinskiy", se basa, esencialmente, en el concepto jurídico de la delación.

En efecto, todo delito considerado en dicho código se acompaña con un articulado que cataloga las penas, sanciones y condenas previstas, no ya solamente para el delincuente o contraventor, sino también para todo individuo que, enterado -o simplemente, sospechoso de haber podido enterarse- de los actos o de las intenciones del delincuente, no lo haya denunciado, ya sea para prevenir su actividad delictiva, ya sea para ayudar a las autoridades en su función represiva.

Se puede establecer incluso que los perfeccionamientos aportados año tras año al código penal soviético obedecen, no al postulado según el que el legislador o el jurisconsulto deben proporcionar al acusado medios que faciliten su defensa, sino al de volver más imperativa la obligatoriedad de la delación. De esta suerte, todo ciudadano de la URSS, desde la edad de los 12 años, que es la edad penal, es delator por obligación jurídica y toda infracción a esta obligación se inserta en una escala de castigos que va de la deportación a un campamento de trabajos forzados o de una pena variable de cárcel menor a la reclusión perpetua y, aun, en los casos relacionados con la defensa nacional o la propiedad estatal, a la pena de muerte.

Este carácter de la obligatoriedad de la delación es tan absoluto que, en ciertos casos determinados, la familia del delincuente es condenada por el solo hecho de ser su familia, porque, incluso si los parientes próximos pueden hacer la prueba de su ignorancia del delito, la ley no admite tal ignorancia y los acusa automáticamente del delito de encubrimiento.

En la URSS, un padre debe denunciar a su hijo, una mujer a su esposo y viceversa. Los parientes próximos de un desertor son pasibles de una condena de 5 a 10 años de deportación, incluso cuando se trata de un miembro de las fuerzas armadas o de un servicio estatal que eligió la libertad desde su guarnición de Berlín oriental sin haber avisado de sus intenciones a sus padres y hermanos residentes en Vladivostok, incluso cuando se trata de un delincuente que rompió toda relación con sus familiares desde hace muchos años.

De este modo, durante la época de las Grandes Purgas (1935-1938), se ejecutó o deportó a los parientes próximos o de segundo grado y, aun, a parientes muy lejanos de los reos porque el legislador consideraba imposible que dichos reos no les hubieran hecho entrever sus propósitos tenebrosos. En aquella época, todos los familiares de los principales acusados de conspiración trotskista, de Zinóviev a Bujárin, y del mismo Trotskiy a Herschel Iágoda, fueron ejecutados o llevados a campamentos de Asia central.

Si se considera que la mayor parte de los rusos ejecutados entonces recibieron notificación del delito que se les achacaba en el momento mismo en que el fiscal les leía, una vez iniciado el proceso, el acta de acusación, las intenciones del finado Vishinskiy y del camarada Stalin, su inspirador a la vez que padre del derecho proletario, adquieren un colorido nunca visto en la historia de la humanidad. Para comprender los alcances de semejante realidad jurídica, siempre hay que recordar el caso del joven Morozov que, en el periodo de la colectivización agraria, delató a su padre porque había sustraído una bolsa de trigo a las requisiciones estatales, por cuya razón este "ladrón de la propiedad socialista" fue ejecutado.

Ahorcado a su vez por decisión de los ancianos de su aldea alertados por su propia abuela, este ejemplar muchacho de 14 años, que acababa de verse admitir en el Komsomol, se transformó en héroe epónimo de todo komsomolets futuro, una estatua fue levantada en el lugar de su muerte y no existe escuela soviética donde no figure el retrato de ese "mártir del socialismo".

(De "El licenciado, el seminarista y el plomero"-Ediitorial La Mandragora-Buenos Aires 1961).

1 comentario:

agente t dijo...

Lo dicho, el poder por el poder mismo, sin remisión real a fines o principios superiores. Cuando se invocaban razones o principios que justificasen tan bárbara e inhumana realidad se hacía desde la hipocresía, a modo de velo encubridor, y como ejercicio de imprescindible propaganda para conseguir una extensión territorial del poder que ya se tenía en ese momento.