domingo, 12 de julio de 2020

Las dos libertades esenciales

La libertad individual es una situación deseada por quienes adquieren previamente la responsabilidad necesaria para desempeñarse socialmente sin el gobierno mental ni material de otros seres humanos. Puede decirse que tal libertad es condicional por cuanto no constituiría un valor sin un fundamento ético adecuado. La libertad sin ética puede conducir a situaciones indeseables para el individuo y para la sociedad.

Esta situación a veces es "subsanada" con la adopción de "éticas" subjetivas que legitiman cualquier accionar individual, como es el caso de la "moral socialista", definida por Vladimir Lenin como: "Moral es todo lo que favorece el advenimiento del socialismo; inmoral lo contrario". De ahí que sea necesario hablar de una ética natural y objetiva, impuesta por las leyes naturales, que no den lugar al libertinaje, el cual puede definirse como una libertad desligada de la ética natural.

La existencia de una ética natural objetiva puede evidenciarse teniendo presentes las cuatro actitudes básicas en el ser humano, que constituyen una predisposición a responder de igual forma en iguales circunstancias. Tales actitudes básicas son el amor, el odio, el egoísmo y la indiferencia. Si consideramos que corresponde denominar como "ética" a las sugerencias prácticas que han de promover el bien y evitar el mal, puede decirse que la elección del amor es la decisión que responde a este requisito adicional. El amor, identificado como empatía emocional, es la actitud por la cual nos predisponemos a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias.

Ante la frecuente aparición de éticas racionales, que rechazan todo aspecto emocional, aduciendo que perturba la mente y es perjudicial para todo individuo, debemos tener presente que se considera como "pasión" todo sentimiento desvinculado de la razón, mientras que "emoción" es el sentimiento vinculado a la razón. De ahí que la empatía emocional presupone cierto control racional sobre nuestros sentimientos. De esa forma, nuestra empatía ha de estar condicionada a una escala de valores previamente aceptada por nuestra razón.

Las dos libertades esenciales pueden encontrarse en el cristianismo. Por una parte, sugiere adoptar el Reino de Dios, o gobierno de Dios mediante sus leyes naturales, en lugar de cualquier forma de gobierno del hombre sobre el hombre. Pero, para que sea efectiva tal liberación, se requiere que primeramente surja la otra libertad esencial; la adquirida mediante la desvinculación de uno mismo respecto de sus propios defectos personales. Ello se debe a que debemos protegernos tanto de las acciones negativas recibidas de los demás integrantes de la sociedad como de lo negativo que podemos dirigirnos hacia nosotros mismos.

La libertad respecto de los demás, es un concepto en el que coinciden cristianismo y liberalismo. También existe un sector liberal que encuentra necesaria la adopción de una ética natural, mientras que otros sectores "liberales" rechazan la necesidad de una ética previa por cuanto suponen que la democracia política y la democracia económica (mercado) traen de por sí una "ética incorporada", rechazando incluso a la ética cristiana al no advertir que se trata de una ética natural objetiva.

El liberalismo económico original, el de Adam Smith, presupone la existencia de una ética extraeconómica. Al denominar "simpatía" a lo que actualmente denominamos "empatía", se advierte la compatibilidad con el cristianismo. Esto no resulta novedoso si se tiene en cuenta que todo individuo "necesita de los demás" por cuanto se trata de un ser social. De ahí que el individualismo del liberalismo original no sea compatible con el egoísmo, como actitud que tiende a debilitar o a eliminar los vínculos que permiten establecer el organismo social. Que la economía de mercado pueda funcionar a pesar del egoísmo existente, no implica que el egoísmo sea necesario para dicho funcionamiento. Tomás Abraham escribió: "La moralidad que caracteriza a la economía tiene un automatismo involuntario. Es en lo que insiste J. P. Dupuy, quien considera que no es el egoísmo el atributo fundamental de la economía naciente. La economía nace en Escocia, y la escuela escocesa es sentimental, como Adam Smith".

"El legado de Adam Smith es moral. Su teoría de la simpatía muestra que si los hombres no pueden vivir los unos sin los otros, esto no se debe a un cálculo teñido de cinismo. No es la convivencia de los egoísmos lo que favorece la armonía colectiva. Por el contrario, esta doctrina moral establece que el hombre es un ser incompleto, que necesita del prójimo. Por una mimesis constitutiva que lo hace ver al mundo a través de los ojos del vecino, el hombre está enlazado a su especie".

"De ahí que Dupuy sostenga que el sujeto de la economía política naciente nada tiene que ver con el Homo economicus. Este ser aislado, egoísta, con pretensiones de autosuficiencia, es la antítesis del ser incompleto que necesita a los otros" (De "La empresa de vivir"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2000).

La oposición a la cooperación social, cooperación promovida por Adam Smith, no sólo proviene de sectores que exaltan al egoísmo, que poco tiene que ver con el individualismo. También la envidia se opone a toda forma de cooperación social, siendo el elemento restante que permite disponer de una imagen cercana al conflicto entre liberalismo y socialismo. Abraham agrega: "Adam Smith funda la economía política sobre una matriz sentimental. A este proceso de simpatía universal debe agregársele otro condimento moral: la envidia. Dupuy tiene la sagacidad de tomar en cuenta que el mercado -espacio económico en el que se encuentran los hombres- no es sólo cuestión de egoísmo y generosidad. La envidia corresponde a otro cálculo y a otra lógica que está en las bases de la conducta humana".

"Desde esta lógica siempre es mejor destruir todo, porque se gana más destruyendo que perdiendo frente a los otros. El perjuicio que podemos ocasionar a otros nos reditúa más que las pérdidas por sufrir nuestra derrota en la competencia general. Una lógica de perdedores cuyos límites son difíciles de establecer. El ejemplo del rey Salomón se leería así: hay que dejar matar al bebé en disputa para que cada una de las supuestas madres se beneficie con el dolor de la otra".

"Hubo teóricos que llevando la lógica de la envidia hasta sus últimas consecuencias propusieron una sociedad que permitiera el perjuicio mutuo generalizado. Si todos se hacen mal entonces se consigue el máximo bien. El bienestar general depende, según esta teoría, del malestar general. Equilibrio perfecto".

Los promotores del egoísmo, como base de la economía de mercado, no tienen en cuenta algo evidente: los intercambios económicos se mantienen en el tiempo si, y sólo si, ambas partes intervinientes se benefician. De lo contrario, se interrumpen los intercambios y el mercado se paraliza. Y este beneficio simultáneo es el que Adam Smith advirtió, y por ello encontró, en la simpatía (o empatía emocional) la base moral de la economía de mercado.

1 comentario:

agente t dijo...

Muchos podemos estar de acuerdo en que cuando se ha alcanzado un cierto nivel de vida es la envidia la que está detrás de las políticas económicas de tipo redistributivo. Pero al respecto vamos a traer aquí una de las acertadas reflexiones que entorno a ese tema hizo el escritor francés Bertrand de Jouvenel "el principal efecto de las políticas gubernamentales no radica en obtener ingresos de la población rica para asignarlos a la población más pobre, sino en transferir el poder de la población, y especialmente el de la población más pobre, al Estado. Cuando es el Estado el que asigna recursos, los individuos pierden su capacidad de decidir y de planificar sus propias vidas."
Y también pierden la capacidad de crear riqueza, podemos añadir, razón por la cual al final sólo se reparte la pobreza.