viernes, 6 de septiembre de 2019

¿Libertad implica "hacer lo que nos viene en ganas"?

Es tan importante el "liberalismo de los libros" como el "liberalismo de la calle", ya que las figuras representativas de tal tendencia del pensamiento buscan que el hombre común comparta su visión de la realidad. Sin embargo, los conjuntos de ideas tienden a veces a ser degradados y tergiversados por la "sabiduría popular", llegando a reemplazar casi totalmente "lo que dicen los libros" por lo que dicen las masas.

También en materia de religión se observan deformaciones de este tipo por cuanto las actitudes paganas generalizadas tienden a reemplazar a la religión moral, ya que a cada uno le resulta más fácil adaptarla a sus propios gustos que adaptarse a ella. De esa forma se llega al extremo de que los propios divulgadores de la religión cometan aberrantes delitos en evidente oposición a la moral más elemental.

En el caso del liberalismo, ante la postura inicial de interpretar la libertad como la condición social por la cual todo individuo debe ser independiente del gobierno personal de otros seres humanos, con el tiempo se generaliza la creencia de que la libertad implica, por el contrario, hacer lo que a cada uno le viene en ganas.

Debido a que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, la libertad debería estar asociada a la acción que las contempla. Tal conjunto de leyes nos presiona para que orientemos nuestra acción cotidiana hacia la cooperación social, algo bastante distinto a "hacer lo que nos viene en ganas". Recordemos que el libro básico de Ludwig von Mises, titulado "La acción humana", sugiere en varias de sus partes orientar nuestras acciones hacia la cooperación mencionada.

Mucho se ha escrito acerca de la libertad, por lo cual resulta oportuno mencionar lo que se ha dicho al respecto. Ramiro de Maeztu escribió: "La libertad se defiende con el pretexto de que los hombres son más felices cuando hacen lo que quieren. Pero contra esto ha de decirse, en primer término, que es dudoso que los hombres sean felices cuando hacen lo que quieren; y, además, que es imposible concebir una sociedad en que los hombres puedan hacer lo que quieren, porque está en la naturaleza del hombre el querer imposibles".

"La magia de la palabra libertad no pertenece a la libertad misma, sino a sus asociaciones. Si el Papa fuera a prohibir a los católicos la lectura de la Biblia, o el estudio de la teología, por temor a que se volviesen herejes, los fieles se rebelarían, en nombre de la libertad, probablemente; pero la justicia de su rebeldía no se fundaría en la libertad, sino en la verdad".

"Si un gobierno se opone a la explotación metódica de los recursos naturales de un país, la población se rebelará en nombre de la libertad; pero la justificación de su revuelta no estará en la libertad, sino en el hecho de que el aumento de riqueza es una cosa buena. Si otro gobierno decreta que las mujeres se liguen los pies para empequeñecerlos, al modo que lo hacían, hasta hace pocos años, las de China, las mujeres se rebelarían, también en nombre de la libertad, pero la verdadera razón de su causa no sería la libertad, sino la salud".

"Como el hombre no es un autómata, privarle en circunstancias normales de su libertad para buscarle su vocación entre las profesiones consideradas necesarias sería destruirlo, y también se lograría su destrucción si se le obligase a desempeñar su función de modo automático. En estos dos sentidos, la libertad personal no es tan sólo legítima sino necesaria; porque ninguna sociedad puede subsistir largo tiempo si no se ajusta a la naturaleza del hombre, que es incompatible con el automatismo".

"Con esto no decimos sino que todas las leyes deberán tener en cuenta el hecho de que el hombre no es una máquina, sino un agente libre. Pero es preciso ser claro en este punto, y decir sin ambages: que cuando defendemos la libertad de pensamiento, lo que estamos defendiendo realmente es el pensamiento, y no la libertad; porque si estuviéramos defendiendo meramente el principio de libertad, podríamos hallarnos nanteniendo la causa de no pensar en absoluto".

"La libertad no es en sí misma principio positivo de organización social. Hablar de una sociedad cuyos miembros tengan la libertad de hacer lo que quieran es una contradicción en los términos mismos. La libertad en este sentido no constituiría sociedad alguna. Las reglas de todas las sociedades prescriben que sus miembros harán ciertas cosas, y se abstendrán de hacer otras. El bien que algunas veces se ha alcanzado en nombre de la libertad, como la restricción de la autoridad, o el fomento del tráfico, del pensamiento, etc, se habría alcanzado mejor si se hubiese luchado derechamente por el fomento del tráfico o del pensamiento; y se habría evitado entonces esta extraña superstición que hace creer a tantas gentes que la libertad les da derecho legítimo a negarse a desempeñar función alguna necesaria a la sociedad a que pertenecen" (De "La crisis del humanismo"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1951).

El liberal masificado poco piensa que las ideas liberales, para ser útiles, alguna vez deberán ser admitidas por el resto de la sociedad. Sin embargo, insiste en cerrarse en argumentos rígidos que poco convencen al resto arrogándose por ello mismo la falsa percepción de ser un iluminado; y además, incomprendido por las masas ignorantes.

Al negarse la existencia de instancias superiores, es decir, Dios o las leyes naturales, surgen propuestas fáciles intentando solucionar todos los problemas humanos sin necesidad de adaptarnos a las leyes de Dios, o leyes naturales. De ahí que se proponga resolverlos sólo con la democracia, o sólo con la igualdad, o con la libertad, o con "todo en el Estado", o con "nada en el Estado", etc. Por el contrario, quienes observan la existencia de instancias superiores, llegan a la conclusión que la única solución viable implica la aceptación y adaptación a las exigencias morales implícitas en el espíritu de la ley natural.

Los optimistas en exceso creen que sólo basta con la libertad de pensamiento y de expresión para que surjan las ideas adecuadas en forma espontánea. Sin embargo, ello no es suficiente ya que un sector se encargará de difundir ideas erróneas y mentiras de todo tipo para negar la verdad y distorsionarla a favor de la imposición de sus creencias individuales o sectoriales. Ramiro de Maeztu escribió al respecto: "La adquisición de verdades nuevas y la conservación de las ya conocidas, es realmente un valor absoluto. Pero, ¿es verdad que el mejor método para favorecer el progreso intelectual sea el de la libertad personal? El problema puede plantearse en estos términos: ¿Qué es mejor para el progreso, desarrollo y avance del pensamiento en un país: la libertad de pensamiento o la organización del pensamiento?".

"Tanto Stuart Mill como Buckle creían que la libertad es suficiente para fomentar el pensamiento. De aquí el fervor de su liberalismo. Esta creencia suya tuvo que basarse en esta otra: en la creencia de que bastaba consentir a los individuos que pensaran como quisieran para que las verdades brotasen espontáneas de las cabezas de los hombres. Sólo que no brotan. Y no brotan porque el pensamiento no es una actividad espontánea más que en los pensadores por vocación".

"La inmensa mayoría de los hombres no piensan casi nunca. Por lo común no piensa el hombre sino cuando le ha acontecido algún percance. El resto de su vida no hace más que soñar o dejar que sus ideas se asocien al azar. Concentrar la atención sobre problemas objetivos es algo que sólo hacen por amor, en cada generación de un pueblo considerable, media docena de individuos. Si no hubiese en el mundo otra actividad intelectual que la espontánea, no bastaría ésta ni para conservar los conocimientos ya adquiridos, y no habría ni que pensar en la posibilidad de acrecentarlos".

"Esta es la razón de que los Gobiernos, excepto los más primitivos, han dedicado en todo tiempo gran parte de su poder a fomentar el pensamiento, y aun a castigar la ignorancia, como la castigan en las leyes que prescriben la asistencia obligatoria a la escuela. Es verdad que también ha habido Gobiernos que han dedicado parte de su poder a aplastar los pensamientos que les parecieron peligrosos para su mantenimiento en el poder. Pero hicieron mal, como se probó por los resultados. Emplear el poder en fomentar el pensamiento es cosa buena; emplearlo en aplastarlo, mala".

Puede decirse que la libertad de expresión es una condición necesaria, aunque no suficiente, para que la verdad prevalezca en el medio social, ya que toda libertad debe estar asociada a la responsabilidad respectiva. Si una gran parte de la población no se preocupa por cumplir el mandamiento del "No levantar falso testimonio ni mentir", se advertirá la insuficiencia de la condición necesaria.

1 comentario:

agente t dijo...

La libertad es la guinda que puede y debe ponerse al final de un arduo proceso de construcción y mantenimiento del edificio del conocimiento científico de todo orden, lo que incluye el de tipo moral o consuetudinario, porque si no fuera así el resultado cierto de desarrollar la libertad sin ese basamento seguro que sería el caos en un principio, y después la opresión.