martes, 10 de septiembre de 2019

Etapas del cristianismo: fe, creencia y espiritualidad

Para describir las etapas asociadas al progreso de cada rama de la ciencia, Auguste Comte propuso la ley de los tres estados: teológico, metafísico y positivo, que se interpretan como partes de una secuencia en la cual el hombre atribuye primeramente las causas de todo lo existente a la intervención de dioses especializados, o de un Dios único. Luego surge una etapa racional o filosófica, que exige cierta coherencia lógica en cada descripción realizada, hasta llegar finalmente a la etapa experimental, que caracteriza a la ciencia propiamente dicha.

Algunos autores han sugerido una secuencia similar para aplicar a la evolución histórica del cristianismo. En este caso, la primera etapa corresponde a la fe, la segunda a la creencia y la última a la espiritualidad. La fe vendría a ser una etapa en la que los aspectos emocionales e intuitivos presuponen la existencia de un orden natural "amigable" al hombre, condición favorecida por algún profeta. La segunda etapa implica la creencia, por la cual la institucionalización de la religión favorece la introducción de esquemas ideológicos, predominantemente cognitivos, que van reemplazando la fe original hasta constituir un impedimento para la consecución de los objetivos morales propuestos originalmente.

Finalmente se llegaría a la etapa espiritual en la cual predominaría lo práctico y lo concreto, que es la predisposición individual y colectiva a cumplir con los mandamientos morales propuestos por la religión. Harvey Cox escribió: "Los especialistas en religión se refieren a la metamorfosis actual de la religiosidad con frases como el «paso a la trascendencia horizontal» o el «recurso a lo inmanente». Pero sería más exacto concebirla como el redescubrimiento de lo sagrado en lo inmanente, de lo espiritual en lo secular".

"La gente acude a la religión en busca de apoyo en sus esfuerzos por vivir en este mundo y hacerlo mejor, más que para prepararse para el siguiente. Los elementos pragmáticos y experienciales de la fe como modo de vida han desplazado el énfasis previo en instituciones y creencias".

"Es cierto que para muchas personas «fe» y «creencia» son sólo dos palabras para designar la misma cosa. Pero no son lo mismo, y para comprender la magnitud del cataclismo religioso actualmente en marcha es importante aclarar la diferencia. La fe es una arraigada confianza. En el habla diaria solemos aplicarla a personas en las que confiamos o valores que apreciamos".

"La creencia, por otro lado, se parece más bien a la opinión. A menudo usamos este término en el habla cotidiana para expresar cierto grado de incertidumbre. «No sé nada al respecto», decimos, «pero creo que podría ser así». Las creencias pueden sostenerse levemente o con gran intensidad emocional, pero son más propositivas que existenciales. Podemos creer que algo es cierto sin que tenga mucha importancia para nosotros, pero sólo depositamos nuestra fe en algo que es vital para nuestro modo de vivir" (De "El futuro de la fe"-Editorial Océano de México SA de CV-México 2009).

En cuanto a las etapas históricas por las que ha pasado el cristianismo, Cox escribe: "Los casi dos mil años de historia cristiana pueden dividirse en tres periodos desiguales. El primero podría llamarse «la era de la fe». Esta era comenzó con Jesús y sus discípulos inmediatos, cuando una boyante fe propulsó al movimiento iniciado por él. Durante este primer periodo de crecimiento explosivo y brutal persecución, la participación en el espíritu viviente de Cristo unió a los cristianos, y la «fe» significaba esperanza y seguridad en el amanecer de una nueva época, caracterizada por la libertad, curación y compasión de que Jesús había dado muestra".

"El segundo periodo de la historia cristiana puede llamarse la «era de la creencia». Sus semillas aparecieron apenas décadas después del nacimiento del cristianismo, cuando los líderes de la Iglesia empezaron a formular programas de orientación para los nuevos reclutas que no habían conocido personalmente a Jesús y sus discípulos. El énfasis en la creencia comenzó a aumentar cuando esos primitivos kits de instrucción se volvieron más densos y se convirtieron en catecismos, reemplazando así la fe en Jesús por preceptos acerca de él. De este modo, aun durante la temprana era de la fe se anunciaba ya la tensión entre fe y creencia".

La decadencia del cristianismo, en otras palabras, implica el reemplazo de lo que Cristo dijo a los hombres por lo que los hombres dicen sobre Cristo, llegando a veces a denigrar su religión hasta convertirla en una vulgar idolatría.

En cuanto a la nueva era que se aproxima, el citado autor agrega: "Así como el cristianismo avanza torpe pero irreversiblemente a una nueva fase de su historia, quienes se empeñan en cruzar esa frontera suelen mirar al primer periodo, la era de la fe, no al intermedio, la era de la creencia, en busca de inspiración y orientación. Esto no debería asombrarnos. Hay grandes semejanzas entre la primera y la tercera, que apenas comienza. Entonces no había credos; hoy pierden importancia. Las jerarquías no habían aparecido en ese tiempo; hoy se tambalean. La fe como modo de vida o brújula orientadora ha comenzado otra vez, como entonces, a identificar lo que significa ser cristiano".

"La experiencia de lo divino desplaza a las teorías sobre ello. No es de sorprender entonces que la atmósfera en las florecientes comunidades de Asia y África se parezca más a la de Corinto o Éfeso en el siglo I que a la Roma o París mil años después. El cristianismo primitivo y el que hoy emerge parecen más afines".

Si tenemos presente que la religión moral tiene como objetivo principal dar sentido a la vida del ser humano, sugiriendo además adoptar una actitud de cooperación, debe descartarse todo lo que desvié la atención respecto de tales objetivos. De ahí que lo esencial radique en cumplir con el "Amarás al prójimo como a ti mismo", interpretando tal mandamiento en base a la empatía emocional, permitiendo así que la religión finalmente se asocie a la psicología social y a otras ramas de las ciencias sociales.

No hay comentarios: