sábado, 16 de diciembre de 2017

La idolatría política

Cuando se instala un gobierno populista, que perjudica seriamente a toda una nación, recibe el apoyo y beneplácito en muchos sectores. Una primera conclusión indica que no todos los sectores son los perjudicados, ya que algunos se benefician, y de ahí el apoyo a dicho gobierno. Sin embargo, pueden observarse casos en que quienes se ven perjudicados económicamente también adhieren a ese gobierno. Y aquí es donde surge la posibilidad de explicar ese apoyo adicional por razones extraeconómicas, como es el caso de la idolatría política.

Puede citarse al peronismo como ejemplo, siendo un movimiento totalitario en el que muchos adeptos negaban su filiación sabiendo que se trataba de una tendencia nefasta para el país; proceso algo similar al fascismo en Italia. Jorge Luis Borges escribió: “Quince años han bastado para que las generaciones argentinas que no sobrellevaron o que por obra de su corta edad sobrellevaron de un modo vago el tedio y el horror de la dictadura, tengan ahora una imagen falsa de lo que fue aquella época. Nacido en 1899 puedo ofrecer a los lectores jóvenes un testimonio personal y preciso”.

“Decía Benedetto Croce que «no hay en Italia un solo fascista, todos se hacen los fascistas»”. “La observación es aplicable a nuestra república y a nuestro remedo vernáculo de fascismo. Ahora hay gente que afirma abiertamente: soy peronista. En los años de oprobio nadie se atrevía a formular en el diálogo algo semejante, declaración que lo hubiera puesto en ridículo. Quienes lo eran abiertamente se apresuraban a explicar que se habían afiliado al régimen porque les convenía, no porque lo pensaran en serio. El argentino suele carecer de conciencia moral, no intelectual; pasar por inmoral le importa menos que pasar por zonzo. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama «viveza criolla»” (Del Diario Los Andes-Mendoza 1970).

Como ejemplo de decisión gubernamental que beneficiaba a unos y perjudicaban a la mayoría, puede mencionarse la ley de alquileres peronista que congelaba los montos de las mensualidades en épocas de inflación. Ante la posibilidad de cobrar alquileres irrisorios, se paralizó totalmente la inversión en viviendas para alquilar. De esa manera, sólo se benefició quien ya alquilaba, mientras que el problema de la vivienda se agudizó para quienes necesitaban alquilar por primera vez. Aun en la actualidad no se ha logrado solucionar del déficit habitacional.

En una línea similar, durante el kirchnerismo se duplicó la cantidad de jubilados. La mayoría de los nuevos jubilados recibieron sus haberes sin haber nunca antes realizado aportes jubilatorios. Gran parte de los nuevos beneficiados no estaban en condiciones de indigencia o pobreza, por lo que tal derroche de recursos elevó los gastos del Estado de manera de requerir de una excesiva impresión monetaria con el consiguiente efecto inflacionario. El beneficio de un sector perjudicó seriamente al resto, como es el caso del sector más perjudicado por la inflación: los pobres y los indigentes.

El fenómeno de las idolatrías personales resulta frecuente en ámbitos tales como la música, el deporte o la religión, por lo que es común encontrar seguidores de un cantante exitoso o admiradores de un destacado futbolista. En forma semejante a aquella en que los padres se sienten plenamente realizados compartiendo el éxito de sus hijos, el ciudadano común tiende a compartir los éxitos y los fracasos de sus ídolos. Quienes renuncian, por distintos motivos, a lograr éxitos propios, en base a sus habilidades y esfuerzos personales, tienden a adoptar actitudes idólatras, no siendo la política una excepción.

Entre los aspectos negativos observados puede mencionarse una excesiva obsecuencia que hace perder de vista los objetivos sociales de la política ya que la actitud idólatra impide valorar las acciones del personaje idolatrado, desvirtuando incluso sus méritos. Tal es así que The Beatles dejaron de realizar actuaciones en público por cuanto sus seguidores incondicionales no distinguían entre una canción que a ellos les parecía muy buena, de una expresión momentánea surgida en alguna presentación. Los fanáticos valoraban tanto lo circunstancial y superfluo como lo que no lo era.

La idolatría política tiende a constituirse en un neopaganismo, ya que la actitud del creyente resulta similar a la del seguidor de las antiguas religiones en las que se intercambiaban ofrendas por concesiones recibidas, o supuestamente recibidas. El neopaganismo político se diferencia netamente de las religiones morales por cuanto en éstas son las acciones éticas, y no los pedidos hacia lo alto, las que orientan la vida del hombre.

Los habilidosos políticos populistas cumplen el papel de dioses paganos ya que, a través del Estado, realizan tareas de distribución gratuita para ganar gran cantidad de adeptos y por tiempos prolongados. Las distribuciones “gratuitas” alejan a las masas del hábito del trabajo y del ahorro, mientras que el intercambio de bienes por trabajo genuino las insertaría en una vida ética. De ahí que los gobiernos populistas sean típicos de los países subdesarrollados mientras que los gobiernos democráticos lo sean de los países desarrollados. La diferencia es similar a la existente entre los pueblos que adoptan religiones paganas (o que paganizaron la religión moral) y los pueblos que se adaptaron a la religión moral.

Una “diosa pagana” de la política fue Eva Perón, ya que no sólo redistribuía recursos económicos sin una contraprestación laboral, sino que, además, encarnaba la postura de quien está por encima de todos y que tiene la posibilidad de rebajar o incluso denigrar a todos aquellos que están por encima del nivel social de las masas y que son envidiados por éstas. Enrique Krauze escribió: “Siguiendo puntualmente la vieja tradición española del poder patrimonialista, el matrimonio Perón-Evita se comportaba como el dueño único y legítimo de Argentina. Toda la familia Duarte medró a la sombra de Eva; Juan fue el influyente y corrupto secretario de Perón, un cuñado de Eva fue senador, otro director de Aduanas y otro magistrado de la Corte de Justicia”.

“El Congreso era un apéndice de Perón y de Evita, quienes tranquilamente suprimieron la inmunidad parlamentaria. Cuando Evita visitó la Corte Suprema, su presidente le rogó con dulzura que no se sentara a su lado, en la zona reservada a los magistrados, sino con el público, junto a su esposa. En represalia, Evita lo hizo echar. Luego depuró al resto del Poder Judicial”.

“El populismo es en sí mismo un término neutro; al margen de la ideología, se puede aplicar a cualquier régimen que declarativamente pretenda trabajar en favor de las vastas mayorías empobrecidas y apele directamente a ellas, por encima de las instituciones. El peronismo fue seguramente el primer régimen populista de América Latina. Lo caracterizaron al menos tres rasgos: movilización vertical de las masas, tendencia a privilegiar la demanda social por encima de las energías productivas de la nación (con desastrosas consecuencias económicas) y, sobre todo, el culto al líder, al caudillo, en este caso a Juan y Eva”.

“Mucho antes de morir, Eva había convocado alrededor suyo una devoción sólo comparable, en el orbe hispánico, a la de las diversas advocaciones de la Virgen María. La idolatría llegó a extremos de histeria. La gente le escribía para «estar en su pensamiento». «Es como estar en el de Dios», decía una enferma de polio” (De “Redentores”-Debate-Buenos Aires 2012).

La “abanderada de los pobres” mostraba una inusual atracción por las riquezas, el lujo y la ostentación. El citado autor escribió: “Acumuló la fortuna que sentía merecer. Nada la calmaba porque su rencor social era agudísimo. Desplegar su riqueza y poder era su modo de emular y desafiar a la sociedad estratificada y rígida que la había despreciado”.

“Las joyas la enloquecían o, más bien, la nutrían y tranquilizaban, pero no desdeñaba el dinero cantante y sonante. Al morir poseía 1.200 plaquetas de oro y plata, tres lingotes de platino, 756 objetos de platería y orfebrería, 144 broches de marfil, una esmeralda de 40 kilates, 1.653 brillantes, 120 pulseras y 100 relojes de oro, collares y broches de platino, otras piedras preciosas, además de acciones e inmuebles, todo valuado en decenas de millones de dólares”.

Puede decirse, en pocas palabras, que el camino del regreso de la Argentina a la buena senda consiste esencialmente en un cambio desde el peronismo hacia el cristianismo.

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