domingo, 24 de diciembre de 2017

Conservadorismo y tradición vs. Revolución

Las diversas tendencias políticas y sociales adoptan, ya sea en forma en forma explícita o implícita, una postura respecto al vínculo existente entre evolución biológica, evolución cultural e innovación cultural. Podría decirse que todos los planteos asociados a estos aspectos, no son más que deducciones lógicas del fundamento adoptado, si bien algunas veces puede no haber coherencia lógica.

Entre las posturas más conocidas encontramos la de Jean Jacques Rousseau, quien considera que la evolución cultural, a cargo del hombre, sólo logra empeorar el nivel de adaptación logrado por la evolución biológica, de donde surge la conocida figura del “buen salvaje”, el hombre primitivo todavía no contaminado por la cultura posterior. Aun cuando en las épocas de Rousseau no se hablaba todavía de evolución biológica, se puede sintetizar su postura de la siguiente manera:

Sociedad = Evolución biológica – Evolución cultural

El ideal, para este autor, consiste en dejar de lado las innovaciones culturales establecidas para retroceder hasta tiempos primitivos en los que el hombre actuaba naturalmente.

Una postura bastante más amplia es la del conservadorismo, que tiene en cuenta tanto las leyes naturales que rigen nuestra conducta (efectos de la evolución biológica) como también las tradiciones establecidas por las generaciones posteriores (efectos de la evolución cultural). A partir de este fundamento pueden sugerirse innovaciones culturales sucesivas:

Sociedad = Evolución biológica + Evolución cultural + Innovación

A manera de síntesis, Juan Pablo Ramis describe los principales atributos del pensamiento conservador: “Según William R. Harbour, las notas centrales del pensamiento conservador son las siguientes:

- Dios es el centro de todas las cosas y existe un orden moral absoluto del universo dispuesto por Dios (humanismo teocéntrico).
- La naturaleza moral humana está trágicamente afectada y su razón es limitada (se opone al optimismo antropológico del liberalismo y del radicalismo democrático). Por otra parte, cree que el hombre es un ser naturalmente religioso y que la religión es un requerimiento esencial de la sociedad (defensa de la tradición judeo-cristiana).
- En política, el conservadorismo rechaza el ordenamiento de la sociedad a través de principios abstractos. En este sentido, pone su confianza en la tradición y la historia de un pueblo.
- Se opone a la revolución y a las transformaciones abruptas para producir una recreación del hombre y la sociedad, y favorece las reformas para realizar cambios.
- Se opone a la revolución y a las transformaciones abruptas para producir una recreación del hombre y la sociedad, y favorece las reformas para realizar cambios.
- Posee una orientación elitista: sólo los individuos capacitados pueden conducir una sociedad. Acepta la democracia, pero teme un régimen donde las mayorías avasallen los derechos del hombre. Estos derechos no son fruto de un pensamiento programático abstracto, ni se origina en arreglos contractuales, sino que derivan de leyes naturales. Afirma también que las prácticas tradicionales están muy próximas a la ley natural”
(De “El conservadorismo de Agustín Álvarez en sus primeras obras” en “Los hombres y las ideas” de M. S. Páramo de Isleño y L. J. Ferraro (compiladoras)-Facultad de Filosofía y Letras-Universidad Nacional de Cuyo-Mendoza 1998).

El punto de partida mencionado es inobjetable, ya que no sólo se tienen en cuentas las leyes naturales (o leyes de Dios) sino también la realidad social inmediata, si bien tales leyes son adoptadas en forma indirecta a través de determinada religión.

Esto contrasta con las tendencias revolucionarias que tienden a ignorar las tradiciones e incluso las leyes naturales que rigen la conducta humana, por cuanto, como en el caso del marxismo, el hombre actuaría esencialmente en base a la influencia del medio, mientras se minimiza su herencia genética. Tal postura podría simbolizarse como sigue:

Sociedad = Evolución cultural – Revolución

La revolución marxista busca la destrucción violenta del orden social anterior, tal como lo promovía el propio Karl Marx. Una vez establecido el socialismo, se impone la utopía socialista a partir de la cual no existirán posteriores innovaciones ya que se llega al fin de la historia; y todo ello mediante el simple camino de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción.

Ante la tendencia destructiva de poner en duda y discutir todo tipo de hábito tradicionalmente vigente, por la cual se busca cambiarlo por el cambio mismo, Agustín Álvarez escribía: “Las costumbres sociales representan, pues, como las costumbres individuales, modos automáticos de obrar, resueltos por la experiencia que nos economiza el embarazo de las deliberaciones y los peligros del error en el 20, 30, 50 o 90 por ciento de nuestros actos, dejándonos el uso de la razón para los actos extraordinarios o anormales. Un pueblo sin costumbres, obligado a deliberar, discutir y razonar introspectivamente todos sus actos, es algo así como el loco que pierde la experiencia del exterior y las costumbres rutinarias, y anda bajo el impulso interno de su espíritu desvencijado, haciendo no lo que ha aprendido a hacer sino lo que le parece mejor en el momento de obrar” (De “South América”-Buenos Aires 1933).

Mientras que el conservadorismo tiene la precaución de razonar en base a las leyes naturales que rigen al hombre, y al estado cultural de la sociedad, los revolucionarios y los políticos embaucadores establecen razonamientos sin fundamentos firmes. Álvarez agrega: “La raza latina tiene la deplorable especialidad de estos políticos pleitistas, razonadores en el vacío del fuero interno, fabricantes empedernidos de manifiestos, programas y teorías, estadistas verbales que se desenvuelven en la pura fantasía, aislados de la realidad de las cosas por una impenetrable atmósfera de causas y efectos de conciencia y cuyo más alto representante fue el abogado Robespierre que instauró en 1793 el culto de la Razón, entre los escalofríos del Terror”.

“Porque la razón es un motivo interno que puede acomodarse a la oportunidad exterior o ser totalmente independiente de ella. El observador esclavo de los hechos, que prescinde de su razón para buscar la razón de ellos, puede, a veces, encontrarla. El razonador que constituye a su propia razón interna en señora del mundo exterior, tiene forzosamente que considerar a los hechos como esclavos sumisos de la divinidad superior que reside en su persona y tratarlos como a tales, castigando sus extravíos, los de los hechos, como atentados a la razón, con el rigor absolutista del jacobino, del comunista, del socialista, del anarquista”.

El conservadorismo, con mucha aceptación en sectores estadounidenses, presenta aspectos comunes con el liberalismo europeo, aunque también presenta diferencias. Mientras que el liberal considera a la libertad como un valor absoluto y prioritario, el conservador la observa como un instrumento de orden económico. Mientras el liberal establece en el individuo su punto de partida descriptivo, el conservador lo hace con toda la nación. La mayor coincidencia se establece en el común rechazo del socialismo, el estatismo y el totalitarismo.

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