sábado, 25 de noviembre de 2017

Peornismo, o gobierno de los peores

En la ciencia política se habla del gobierno de los mejores, del gobierno del pueblo y de otras formas políticas, sin advertir que también puede hablarse del gobierno de los peores, que podría muy bien denominarse “peornismo”, utilizando la forma simbólica con que Fernando A. Iglesias designa al peronismo; movimiento político que se identificó plenamente con el gobierno de los peores, ya que no sólo constituyó un movimiento totalitario, sino que su líder elegía a sus funcionarios, no teniendo presentes sus capacidades individuales para la gestión del Estado, sino en función de su obsecuencia y obediencia a sus directivas. El mencionado autor escribió: “El peronismo ha sido, por una parte, el representante local de lo peor del campo político mundial; y por la otra, el aparato de consolidación política de las peores características de la sociedad nacional; el verdadero hecho maldito del país burgués mencionado por el compañero Cooke”.

“La oposición (entendida como oposición al peronismo) representa al conjunto de la sociedad nacional, con sus virtudes y defectos. El peronismo, en cambio, representa sólo lo peor de ella; su arribismo oportunista, su sectarismo providencialista, su mesianismo demagógico, su falta de respeto por la ley y las instituciones, su sumisión serial a sucesivos salvadores de la Patria, su autoritarismo, su gregarismo anti-individualista y a la vez egoísta, su completa falta de autocrítica, su dependencia del Estado, su victimismo y resignación, su fanático cinismo y su cínico fanatismo, su resentimiento, su necrofilia, su tendencia al egoísmo y a la unanimidad, su corporativismo disfrazado de solidaridad, su apego por las mentiras y las falsas ilusiones” (De “Es el peronismo, estúpido”-Galerna-Buenos Aires 2015).

Italia, país en el que la mayoría de los periodistas e intelectuales dijo la verdad sobre Mussolini, relegó al fascismo como un error histórico, al igual que Alemania lo hizo con Hitler y el nazismo, mientras que en la Argentina ha predominado la tendencia a encubrir al peronismo asegurando su continuidad y la del subdesarrollo correspondiente. Es importante conocer lo bueno, para alcanzarlo; y también lo malo, para evitarlo. Así como muchos han leído “El Príncipe”, de Maquiavelo, para seguir sus nefastos consejos, otros lo leyeron para detectarlos a tiempo. Una gran parte de los políticos y militares argentinos, en lugar de aprender de los errores de Perón, para evitarlos, intentaron por el contrario a emularlo. Nicolás Maquiavelo escribió al respecto (en una carta a un amigo): “Llego ahora a la última rama de la acusación: que enseño villanías a los príncipes y cómo esclavizar a los hombres. Si alguien lee mi libro…con imparcialidad y caridad corrientes, se apercibirá fácilmente de que no abrigo la intención de recomendar al mundo, ni el gobierno ni los hombres que en él he descrito y mucho menos la de enseñar a los hombres cómo pisotear a hombres buenos y a todo lo que es sagrado y venerable en la Tierra, leyes, religión, honradez y demás. Si he sido un poco demasiado preciso al describir esos monstruos en todos sus aspectos y colores, espero que la humanidad podrá reconocerlos para mejor evitarlos, ya que mi tratado es, al mismo tiempo, una sátira contra ellos, y una descripción de su verdadero carácter…” (Citado en “La revolución de los directores” de James Burnham-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 1943).

El peronismo fue calificado como un “fascismo de las clases bajas”, ya que esencialmente consistió en promover el odio entre los sectores más pobres en contra de la clase media y de los sectores adinerados. Incluso con la intención de desplazar del lugar social alcanzado por méritos propios. Seymour Martin Lipset escribió: “A diferencia de las tendencias antidemocráticas del ala derecha, que se apoyaban en los estratos más acomodados y tradicionalistas, y de aquellas tendencias que preferimos llamar fascismo «verdadero» -autoritarismo centrista apoyado en las clases medias liberales, fundamentalmente los trabajadores independientes-, el peronismo, en gran parte como los partidos marxistas, se orientó hacia las clases más pobres, principalmente los trabajadores urbanos, pero también hacia la población rural empobrecida” (De “El hombre político”-EUDEBA-Buenos Aires 1963).

Elena Castelli describe a grandes rasgos el proceso peronista: “El enriquecimiento personal, primer gran error de Perón y origen de toda la cadena que se sucederá luego. Para lograrlo tuvo que rodearse de colaboradores que le fueran absolutamente adictos, obedientes, más que capaces, y favorecer en ellos también la ocasión para el lucro ilícito”.

“El espectáculo no pudo ser más grotesco, más que las autoridades de un Estado civilizado esto era un festín de buitres hambrientos; con la diferencia que en vez de picotazos para arrebatarse el mejor bocado se utilizó la adulación extrema, el endiosamiento, el servilismo en su más alta expresión, homenajes pediluviales con cualquier motivo que daban ocasión a los mayores excesos”.

“El pueblo observa que los designados para cargos de mayor responsabilidad son seleccionados por incapacidad manifiesta y otras cualidades personales ajenas a las virtudes. Al asombro sigue la observación atenta y se descubre la causa: deben ser ciegos y obedientes. Ciegos son por su ignorancia, sólo ven a su lado que se les brinda la ocasión de enriquecerse superlativamente según sus ambiciones y que su única tarea es obedecer”.

“Toda esta maquinación se cubre con el velo de que es el pueblo el que gobierna y por eso se eligen representantes de las más bajas esferas sociales”. “A los seis años de estos comienzos se nota, por los mismos que dieron vida a tales desmanes un puritanismo grotesco. Llenas en todo cuanto es posible las propias arcas hacen alarde de desprendimiento, de honestidad, de honradez. Perón renuncia a su sueldo (¡!) manoseada artimaña demagógica realizada por Rosas y otros más. Pero hasta los más ignorantes ya descubrieron el juego; la «industria» del funcionario público se extendió rápidamente y aquellos que no tenían virtudes que perder treparon hasta escalar las posiciones que dan pingües ganancias. Ya los diques están rotos, el ejemplo cundió rápidamente y nadie de sanos principios ocupará un cargo público, pues sabe que deja en él su probidad, su honradez”.

“Hay sagacidad, hay rapidez, hay astucia, hay perspicacia, destreza, habilidad, previsión para el cambio rápido, para la acción oportuna. Es que quien está al frente de nuestro destino es militar y ha debido estudiar estrategia y táctica en el arte de hacer la guerra (o para hacer de la guerra un arte). Todos sus conocimientos técnicos están al servicio de esta pobre guerra que hace contra su patria: «Hay que distraer al enemigo, esto le resta fuerza»” (De “Segunda tiranía”-D’Accurzio-Mendoza 1955).

La labor de encubrimiento, junto a la actitud aparentemente pacífica de olvidar el pasado, permitieron la reedición del peronismo, esta vez en manos del kirchnerismo. Ante un atroz aumento del exceso de funcionarios estatales designados “legalmente”, puede afirmarse que resultará casi imposible para los gobiernos futuros revertir la situación. A la trampa populista se le agrega la cínica exigencia de esperar que un gobierno no peronista arregle las fechorías kirchneristas, por lo cual se lo culpará de todos los errores preparando el regreso futuro de alguna variante del peronismo. La intelectualidad y el periodismo, como siempre, acompañarán el proceso con la actitud encubridora de siempre.

El gobierno de los peores es en realidad el gobierno de las masas a través de su sumisión incondicional a los mandatos de un líder totalitario. La citada autora agrega: “Cuando el individuo entre en una multitud su estructura psíquica sufre modificaciones hasta acomodarse con la de la masa, deja su personalidad individual y adquiere la del grupo. Desciende desde su desarrollo alcanzado hasta la base común a todos y adquiere las características propias de la misma: al deseo de superación individual se opone el sentimiento primitivo de potencia invencible del grupo y entonces todos los instintos, ese «substratum» inconsciente formado por los residuos ancestrales que constituyen el alma de la raza, que aisladamente está adormecido, dominado por el poder del espíritu, quedan sueltos: desaparece la personalidad consciente y en su lugar predomina la inconsciente: puede ceder a los más bajos instintos crueles, brutales y destructores por la influencia del medio, porque su razonamiento está enmudecido y acallada su responsabilidad. La masa impone sus cualidades”.

El proceso de la rebelión de las masas, descrito por Ortega y Gasset, encuadra con el fenómeno peronista. El psicólogo William Mac Dougall sintetiza atributos y comportamiento del hombre masa: “Tal masa es sobre manera excitable, impulsiva, apasionada, versátil, indecisa y también inclinada a llegar en su acción a los mayores extremos; accesible sólo a las pasiones violentas y a los sentimientos elementales, extraordinariamente fácil de sugestionar, superficial en sus reflexiones, violenta en sus juicios, capaz de asimilar tan sólo argumentos y conclusiones más simples e imperfectos, fácil de conducir y conmover. Carece de todo sentimiento de responsabilidad y respetabilidad, y se halla siempre pronta a dejarse arrastrar por la conciencia de su fuerza hasta violencias propias de un poder absoluto e irresponsable”.

“Inclinada, por naturaleza, a todos los excesos, la multitud no reacciona sino a estímulos muy intensos. Para influir sobre ella es inútil argumentar lógicamente, no comprenderá. En cambio será preciso presentar imágenes de vivos colores y repetir una y otra vez la misma cosa. Se muestra muy accesible al poder verdaderamente mágico de las palabras las cuales son capaces de despertar en el alma colectiva las más violentas tempestades como de apaciguarlas de inmediato”. “Y por último, las multitudes no han conocido jamás la sed de la verdad; demandan ilusiones, dan siempre preferencia a lo irreal” (Citado en “Segunda tiranía”).

La inteligencia de un líder democrático se refleja en su capacidad de influir sobre ciudadanos normales diciendo la verdad, mientras que la supuesta inteligencia de un líder totalitario se refleja en su capacidad de influir sobre las masas utilizando mentiras.

El peronismo deja como herencia el derroche de recursos económicos y humanos, el exceso de funcionarios y empleos públicos, el inicio de la etapa de la inflación crónica y es el creador indiscutible del odio de las masas contra los sectores democráticos. Como también otros partidos y gobiernos cometieron algunos de sus errores, y ante un razonamiento propio de adolescentes, se afirmará que los errores compartidos no son errores, por lo que la predisposición a superar la era peronista no parece ser la requerida para superar las actuales circunstancias.

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