jueves, 4 de mayo de 2017

Fundamentos filosóficos y económicos del marxismo

En la antigüedad, religión y filosofía abarcaban todo el conocimiento existente. A partir del siglo XVI, mediante los aportes de Galileo Galilei, comienza la etapa de la ciencia experimental; innovación que cambia la manera de indagar el universo. Mientras que la religión se basaba en la fe y en lo sobrenatural, y la filosofía en la coherencia lógica de sus premisas y conclusiones, la ciencia se sostiene en la verificación experimental. Hans Reichenbach escribió: “La filosofía especulativa quería certeza absoluta. Si era imposible predecir acontecimientos individuales, al menos se consideraba que podían conocerse las leyes generales que rigen todos los acontecimientos; estas leyes podían derivarse mediante el poder de la razón. La razón, legisladora del universo, revelaba a la mente humana la naturaleza íntima de todas las cosas. Esta tesis se encontraba en la base de todas las diversas formas de sistemas especulativos. Por otra parte, la filosofía científica se rehúsa a aceptar cualquier clase de conocimiento del mundo físico como absolutamente seguro. Los principios de la lógica y de las matemáticas representan el único terreno en que puede alcanzarse la certeza; pero estos principios son analíticos y vacíos. La certeza y la vaciedad son inseparables: la síntesis a priori no existe” (De “La Filosofía científica”-Fondo de Cultura Económica-México 1975).

El marxismo establece sus fundamentos en la filosofía de Georg Hegel, aunque modificada, ya que, mientras Hegel suponía la validez del proceso dialéctico (tesis, antitesis y síntesis) como medio de aproximarse a la verdad, Marx sostenía que el mundo real evolucionaba en base a tal proceso. Tal fundamento resulta ser filosófico antes que científico. Sin embargo, Marx denomina a su sistema filosófico como “socialismo científico”, ya que pretendía hacerlo pasar como algo compatible con la realidad. Trataba de distinguirlo del socialismo utópico, o socialismo voluntario, que ya había fracasado en numerosos casos en que se lo aplicó. Si una forma nueva de sociedad, en la que sus integrantes se unen compartiendo los medios de producción, en lugar de unirse a través de los afectos, no da buenos resultados, da lo mismo que haya sido diseñada por métodos filosóficos que por métodos científicos, fracasando en mayor grado cuando se la trata de imponer involuntariamente.

Como la ciencia avanza mediante “prueba y error”, el método científico genera gran cantidad de resultados erróneos previos a la obtención de unos pocos verdaderos, de ahí que adoptar este método no asegura su éxito. Paul Ehrlich logro sintetizar el salvarsán luego de 605 fracasos previos. De ahí que, cuando se verifica una hipótesis, debe aclararse si ha resultado fallida o bien si dio un resultado positivo.

Existe otro aspecto a tener en cuenta y es que la ciencia experimental tiene como objetivo describir las leyes naturales que rigen los distintos fenómenos. En el caso de las ciencias sociales, luego de describir los fenómenos involucrados se puede buscar alguna forma de optimización. Lo que queda fuera de la ciencia es el diseño de sociedades utópicas que se establecen ignorando las leyes psicológicas que gobiernan el comportamiento individual. De ahí que, desde este punto de vista, el marxismo poco o nada tiene que ver con la ciencia experimental.

En cuanto al método hegeliano, Sir Percival Griffiths escribió: “La imposibilidad de hacer una afirmación absoluta sobre algo aislado, nos lleva a utilizar lo que Hegel llamó «dialéctica». La palabra se remonta a los días de la filosofía griega en la que se le emplea para definir el arte de encontrar la verdad, señalando las contradicciones en que incurría quien expusiera una idea. En términos hegelianos, la «dialéctica» consiste en un proceso formado por tres proposiciones: tesis, antítesis y síntesis. La tesis es la primera proposición planteada, que forzosamente es inexacta puesto que no pueden hacerse afirmaciones exactas sino únicamente sobre lo Absoluto; como consecuencia, es negada por la antítesis, que, por la misma razón, tampoco es exacta. La síntesis toma de ambas lo que en ellas haya de verdad y se acerca más a la verdad total que la tesis original. Puesto que la síntesis en sí tiene también que ser inexacta, debe ser negada por otra proposición y el proceso continúa indefinidamente hasta alcanzar el Absoluto” (De “La filosofía acomodaticia del comunismo”-Libreros Mexicanos Unidos-México 1964).

Hegel trata de darle sentido a la historia como un proceso por el cual la humanidad tiende a la Verdad o al Absoluto. Como suponía que “todo lo lógico es real y todo lo real es lógico” encuentra en su proceso mental un reflejo de la marcha del universo. La verdad no habría de buscarse en el mundo exterior sino indagando en la propia mente. El citado autor agrega: “Según Hegel, «la razón es la sustancia del universo» y el mundo mismo debe conformarse a las leyes del pensamiento. El universo no es otra cosa que el despliegue –sobre el andamiaje del tiempo- del proceso dialéctico de estas síntesis y antítesis. El criterio de que la síntesis está siempre más cercana a la verdad y a la perfección que la tesis o la antítesis, nos mueve a creer en la fatalidad de la marcha de la historia y, el impulso para esa marcha lo proporciona esa misteriosa entidad llamada espíritu”.

En lugar de que la historia fuera impulsada por el espíritu, Marx considera que era impulsada por los métodos económicos de producción. Acepta luego al feudalismo como tesis, al capitalismo como antítesis para llegar al socialismo como síntesis. Esta es la genial idea, (o absurda, según desde donde se la mire), que tanto sufrimiento produjo, y produce, en el mundo. “Marx fue muy selectivo al valerse de la filosofía hegeliana. Rechazó el elemento idealista y enseñó cierta forma de materialismo. Aceptó asimismo la teoría, pero sustituyó al espíritu por la economía como fuerza impulsora del destino humano”.

Mario Bunge escribió al respecto: “Según Lenin, la dialéctica es la doctrina de la «unidad de los opuestos». Todo cuanto existe estaría compuesto de entes, propiedades o procesos que se oponen entre sí hasta que se forma una nueva síntesis o unidad, la que a su vez se escindiría en dos nuevos opuestos, los que lucharían hasta formarse una nueva síntesis, y así sucesivamente. Se dice que cada una de estas etapas «niega» la anterior”.

“Desgraciadamente esta tesis central de la dialéctica es oscura: no se sabe a ciencia cierta en qué consisten la «oposición» y la «negación». Si se afirma que toda cosa concreta está compuesta de partes opuestas entre sí, es fácil encontrar contraejemplos, tales como el electrón, el fotón y el neutrino. Si en cambio la tesis se interpreta en término de propiedades, la tesis resulta falsa, ya que no es cierto que toda cosa sea a la vez pequeña y grande, valiosa y disvaliosa, etc. Tampoco se puede interpretar correctamente como una oposición entre procesos, ya que no puede haber procesos contrapuestos en el seno de las cosas simples, y no todo sistema compuesto está sujeto a transformaciones mutuamente opuestas. Lo que hay es solamente algunos ejemplos de cosas complejas en que algunas partes, propiedades o procesos se oponen entre sí. De modo que la «ley» de la lucha e interpenetración de los opuestos no es una ley” (De “Vistas y entrevistas”-Ediciones Siglo Veinte-Buenos Aires 1987).

Como Marx supone que las relaciones de producción son el motor de la historia, recurrió a la economía de su época para fundamentar los errores y limitaciones que atribuía al capitalismo, ya que ello era necesario para justificar su disolución (junto al ya desaparecido feudalismo) para dar lugar al socialismo. Para ello parte de la teoría del valor aceptada en su tiempo, asociada al trabajo necesario para la fabricación de un producto. Incluso consideraba al trabajo como si fuese el único factor de la producción. Con el tiempo se advirtió que el valor y el precio de mercado de un producto dependen de aspectos subjetivos, por lo cual el análisis económico de Marx, asociado al concepto de plusvalía y de la explotación laboral correspondiente, no tiene un fundamento válido ni la veracidad atribuida. Mario Bunge agrega: “La ciencia social marxista se limita a la economía. Nunca existieron ni existen en la actualidad una antropología, una sociología, una politología o una historia marxistas. Lo que hay son científicos sociales, tales como los historiadores cuantitativos, sociales y económicos, que han sido fuertemente influidos por el marxismo”.

“Ahora bien, la obra de Marx en el terreno de la economía puede clasificarse en tres partes: histórica (tanto de la economía y de la técnica como de las teorías económicas), descriptiva (del capitalismo más avanzado de su tiempo), y teórica (del valor y de la plusvalía). Nadie niega el gran valor de las dos primeras. Lo que está en tela de juicio es si la teoría marxista de la economía, que se centra en los conceptos de valor y plusvalía, es científica o al menos lo fue en su momento”.

“Como es sabido, Marx tomó de Ricardo la idea de que el valor de una mercancía está determinado exclusivamente por el trabajo necesario para producirla. (Piénsese en la variedad de industrias y ocupaciones que intervienen en la fabricación de esta publicación). Esta idea es falsa por diversos motivos. Primero, según ella el valor de uso de una mercancía dependería del nivel tecnológico, lo que no es verdad; al consumidor no le interesa si lo que adquiere ha sido producido por una persona o por cien, en un minuto o en un día, sino solamente si le sirve y el precio le conviene”.

“Segundo, Marx no nos da una fórmula que relacione el valor de uso con el valor de cambio o precio. Por lo tanto, si no se acepta que el reloj mida al primero, no hay modo de medirlo, con lo cual queda reducido a una de esas cualidades ocultas con que los filósofos medievales pretendían explicar la realidad perceptible”.

“Tercero, al medir el valor por la cantidad de trabajo socialmente necesario se hace caso omiso de la escasez y de la abundancia, de la oferta y la demanda, lo cual contradice a la experiencia”.

“Cuarto, la concepción ricardiana y marxista del valor implica que el comercio no agrega valor, lo que lleva a menospreciarlo. Consecuencia práctica: en los países socialistas la distribución está tan mal organizada que la población pierde muchas horas de trabajo haciendo colas para adquirir artículos de consumo básicos, lo que encarece la producción y causa descontento, ¡Resultado trágico de aferrarse a un dogma caduco!”.

Una postura económica errónea (la del valor-plusvalía) junto a una filosofía subjetiva que poco tiene que ver con la realidad (la de Hegel) genera luego una síntesis diabólica. Si existen explotadores (la burguesía) y explotados (el proletariado), han de considerarse como clases opuestas para hacerlas entrar bajo el juego de la dialéctica, como tesis y antítesis, y postular una lucha de clases. Luego el socialismo, como sociedad sin clases, habría de ser la síntesis. Tal deducción la realiza “con ambos pies sostenidos firmemente en el aire”.

Otra conclusión emergente es que el socialismo constituiría “el fin de la historia” y no las predicciones bíblicas del advenimiento en un mundo mejor, contenidas en el Apocalipsis. Recordemos la reacción de indignación de los marxistas cuando Francis Fukuyama edita su herético libro titulado “El fin de la historia y el último hombre”, ya que contradecía la síntesis final supuesta por Marx.

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