jueves, 9 de febrero de 2012

El neoliberalismo y sus enemigos

Algunos autores denominan a la economía social de mercado como neoliberalismo, para distinguirlo del liberalismo clásico del siglo XIX, mientras que otros autores designan con ese nombre al liberalismo luego de la adopción de aportes que consolidan sus fundamentos. Henri Lepage escribió: “El movimiento norteamericano «neoliberal» se presenta hoy esencialmente como un renacimiento científico aplicado al análisis de los hechos económicos, políticos y sociales. Su influencia se extiende a través de cuatro vías:

1- La corriente monetarista
2- La teoría del capital humano
3- El movimiento de los «derechos de propiedad»
4- La escuela de la Public Choise (Elecciones públicas)

La corriente más conocida es la monetarista a la que está asociado el nombre de Milton Friedman y sus estudios sobre las causas de la inflación y del desempleo. En cuanto a la teoría del capital humano, Mark Blaug escribe:

“El fundamento de la teoría del capital humano reside en la idea de que las personas no limitan su actividad económica a la elección entre diferentes productos del mercado, sino que llevan a cabo simultáneamente una serie de elecciones entre unos consumos inmediatos y unas satisfacciones futuras de orden pecuniario y no pecuniario; por ejemplo, cuando aceptan hoy un empleo que, a lo mejor, está mal pagado pero que, por la formación y la experiencia que depara, aumenta las perspectivas profesionales y retributivas futuras del individuo”.

Entre los nombres más conocidos en este tema tenemos a Theodore Schultz y a Gary Becker. Este último economista escribió:

“La ciencia económica está entrando en una tercera era. Durante la primera se consideraba que la economía se limitaba al estudio de los mecanismos de producción y de consumo de bienes materiales, y que no iba más lejos (la teoría tradicional de los mercados). En un segundo momento, el campo de la teoría económica fue ampliado al estudio del conjunto de los fenómenos mercantiles, es decir, a los que daban lugar a una relación de intercambio monetario. En la actualidad, el campo del análisis económico se extiende al conjunto de las conductas humanas y de las decisiones correspondientes”.

Es oportuno recordar que el principal libro de Ludwig von Mises se titula “La acción humana”, en donde considera a la economía como el estudio de las decisiones humanas (praxeología). De ahí que no resulta extraño que la ciencia económica se haya utilizado también para analizar problemas de criminalidad, suicidios, conductas altruistas e interacciones sociales, posturas religiosas, divorcios, evolución del lenguaje, evolución del comportamiento humano, teoría del consumidor, etc. Henri Lepage escribió:

“En suma, el conjunto de estos trabajos, nacidos a la sombra de la teoría del capital humano, pero que sobrepasan el marco limitado de esta disciplina en sentido estricto, nos conduce a una situación aplastante; a saber, que en la esfera de la conducta y de las decisiones humanas, la parte irracional es infinitamente más reducida de lo que generalmente se cree o de lo que nos hacen creer los científicos de las otras ciencias sociales. Como lo resume Gary Becker: «Hablar de la irracionalidad de los seres humanos es a menudo sólo una coartada de los científicos para ocultar su incapacidad para explicar determinados fenómenos»” (De “Mañana, el capitalismo”-Alianza Editorial SA-Madrid 1979).

Respecto de los derechos de propiedad, Henri Lepage escribe: “En el seno de todos estos estudios modernos alimentados por la problemática del capital humano se hallan dos ideas que no hemos evocado todavía: la de que el tiempo es, para el hombre, un recurso escaso, que tiene un precio implícito (es un recurso escaso cuyo uso intentamos optimizar utilizándolo más en actividades que nos aportan más satisfacciones que en las que nos aportan menos); y por otro lado, la de que cualquier decisión adoptada por un individuo supone como paso previo la acumulación de una determinada cantidad de información, que también es un recurso escaso y costoso (costoso en tiempo personal, en esfuerzos individuales, en la compra de la información, etc.)”. Asociado a estos estudios aparecen temas como el coste de transacción, la economía del derecho y el estudio comparado de las organizaciones.

El último componente de la nueva economía es la escuela de la elección pública que está asociada principalmente a James Buchanan y a Gordon Tullock, autores de “El cálculo del consenso”. El primer autor citado escribió:

“Lo que queremos es aplicar al Estado y a todos los engranajes de la Economía Pública exactamente las mismas técnicas que se utilizan desde hace cuarenta años para analizar los defectos y deficiencias de la economía de mercado. El Public Choise no es más que el esfuerzo para formular una teoría general de la Economía Pública que permita en el campo de las elecciones colectivas lo que se realiza desde hace tiempo a nivel de la microeconomía de mercado. Se trata de completar la teoría de la producción y del intercambio de bienes y servicios mercantiles con una teoría equivalente, y en la medida de lo posible compatible, del funcionamiento de los mercados políticos”.

Henri Lepage agrega: “Los economistas no tienen la intención de reducir toda la naturaleza humana al homo economicus. No están suficientemente locos como para afirmar que el comportamiento humano es reductible a una única dimensión, la «económica». Afirmar que el homo economicus es un instrumento suficientemente eficaz como para aportar una explicación racional de un abanico muy extenso de problemas humanos y sociales no significa negar la existencia de otras dimensiones de la «naturaleza humana» (la dimensión política, religiosa, espiritual, etc.).”

Las principales críticas que sufre la ciencia económica provienen del marxismo, que desconoce la realidad del proceso autorregulado del mercado. Es una situación bastante similar al de algunas iglesias cristianas que se oponen a la evolución biológica (que es un hecho antes que una teoría). Henri Lepage escribió:

“Seguir atacando, como lo hacen muchos, las bases de la sociedad capitalista utilizando en su contra las lagunas de la teoría económica neoclásica no tiene, en la actualidad, más sentido que el de condenar la medicina contemporánea en nombre de teorías médicas anteriores a la invención del microscopio”.

Mientras que desde el liberalismo se consideran otras dimensiones humanas, incluso más importantes que el comportamiento económico, para el marxismo el sistema de producción de una sociedad es el que determina el carácter de la política, de la religión, de la moral, etc. Incluso determinaría las ideas que surgen de la mente de los diversos individuos. De ahí que la ciencia económica, como cualquier otro conocimiento que surja de una sociedad capitalista, serán considerados por el marxismo como simple ideología, es decir, carentes de validez objetiva. Por ello, todo lo que no sea marxismo será combatido y descalificado por este movimiento político de masas. Octavio N. Derisi escribió, respecto de la actitud marxista frente a la moral, que tiene validez también para otras ramas del conocimiento:

“El Materialismo dialéctico e histórico de Marx ha hecho del conocimiento y de toda la actividad humana un producto de la materia que, a través de los medios de producción da origen a los diversos tipos de sociedad; la cual, a su vez, engendra las «ideologías» correspondientes a ellas: el derecho, la filosofía, la moral, la religión. La moral, pues, no tiene ningún sentido absoluto en el marxismo, sino que es simplemente un modo de obrar para amparar cierta forma de sociedad y, en última instancia, determinados medios de trabajo y producción” (De “Los fundamentos metafísicos del orden moral”-Editorial El Derecho-Universitas SRL-Buenos Aires 1978).

La forma de rebatir las propuestas científicas consiste en mostrar, vía experimental, lo desacertadas que son sus conclusiones tomando como referencia a la propia realidad y a las leyes naturales que la rigen. Sin embargo, los opositores al neoliberalismo recurren a la simple tergiversación de sus propuestas y de la propia realidad. También recurren a la difamación sistemática del capitalismo criticando públicamente a una postura que, previamente, ha sido deformada. Así, en un libro de divulgación se lee que “…para Braudel, el capitalismo consistiría en esquivar las reglas de la competencia para obtener beneficios excepcionales. El capitalismo consistiría, así, en la búsqueda de posiciones de monopolio…” (De “La gran historia del capitalismo”-Editorial Globus Comunicación SA-Madrid 2011).

El lector no especializado en el tema pensará posiblemente que la ciencia económica propone “esquivar las reglas de la competencia para establecer monopolios”. Por el contrario, el liberalismo se caracteriza por promover la aceptación del proceso del mercado en el cual la competencia entre productores, principalmente, tiende a mantener los precios bajos, a impedir monopolios y a favorecer la innovación tecnológica. Además, quienes en realidad proponen eliminar la competencia y el mercado, para reemplazarlo por un monopolio estatal, son precisamente los marxistas. Se observa en este caso una doble mentira.

Si establecemos una clasificación de las economías según que prevalezca la planificación estatal o el mercado, como productores y distribuidores de la riqueza, tendremos la siguiente lista:

1- Socialismo (economía planificada con total ingerencia estatal en la economía).
2- Socialdemocracia (Estado de bienestar) (economía de mercado distorsionada por la ingerencia estatal).
3- Capitalismo o liberalismo (economía de mercado sin distorsión por parte del Estado)

Debido a que la mayoría de los países socialistas, como la ex Unión Soviética y China, abandonaron ese tipo de economía, los sectores anticapitalistas y marxistas confían en el éxito de un “socialismo debilitado”, que es la socialdemocracia. Es oportuno señalar que las serias crisis económicas que afrontan varios países de Occidente, se deben principalmente a la irresponsabilidad de los políticos que distribuyen riquezas más allá de las reales posibilidades económicas de sus respectivos países, algo que caracteriza al Estado de bienestar.

De todas formas, es oportuno recalcar que los resultados de la ciencia económica son verdaderos, o no, dentro del marco científico, mientras que las aplicaciones, o la libre aceptación de sus sugerencias, no es responsabilidad del economista, y muchos menos lo es respecto de todas las posibles actividades fuera de la ley y de las elementales normas éticas en que puedan incurrir los distintos individuos o empresas.

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