lunes, 20 de febrero de 2012

Absolutismo vs. relativismo moral

El absolutismo moral presupone la existencia de acciones cuyos efectos serán los mismos con independencia de la época o del ámbito social en que se realizan. Existiría una invariabilidad del vínculo entre causas y efectos, que es la ley natural. De ahí la posibilidad de establecer normas de conducta que promuevan el bien y también la propuesta de algún tipo de castigo para desalentar acciones que produzcan el mal. El relativismo moral, por el contrario, presupone la imposibilidad de la validez universal de tales normas, ya que sólo tendrían validez circunstancial por poseer un carácter puramente convencional, pudiéndose convenir lo contrario, en otras circunstancias, con similares resultados.

Uno de los argumentos esgrimidos a favor del relativismo moral consiste en el hecho de que la esclavitud era aceptada por pensadores tan ilustres como Aristóteles, mientras que en la actualidad es rechazada en forma unánime. Sin embargo, debe tenerse presente que la esclavitud, en la antigüedad, aparece como una mejora social respecto del asesinato de los vencidos en una contienda bélica. La situación de esclavitud es indeseable para cualquier ser humano de cualquier época, por lo que siempre será algo malo para quien la padece. Pero es distinto decir que lo que antes fue considerado bueno, en otra época se consideró malo, a afirmar que lo que siempre fue malo, se aceptó en una época sólo porque significó una mejora social.

Los partidarios del relativismo moral atribuyen el comportamiento humano, en cuestiones sexuales, a la influencia de ciertas ideas predominantes en el medio social. De ahí que, se supone, convencionalmente podríamos cambiar totalmente esas ideas y lo que antes era considerado malo, en el presente podría dejar de serlo. Sin embargo, pueden notarse perturbaciones psíquicas en el caso de los niños que padecieron alguna situación de abuso por parte de adultos. Aun cuando el niño no tenga ninguna información acerca de los convencionalismo vigentes y predominantes en una sociedad, los efectos psíquicos presentan una respuesta que nos sugiere la existencia de una moral natural que debemos tener presente.

La evolución cultural del hombre viene actuando desde épocas remotas transmitiéndose conocimientos de generación en generación. Tales conocimientos, acerca de actitudes y efectos subsiguientes, fueron observados de manera práctica tratándose de encontrar lo que produce buenos resultados para dejar de lado lo que produce malos resultados. Pero este proceso tiende a perder vigencia ante el predominio del relativismo moral, ya que niega la efectividad del mismo.

En realidad, el proceso de prueba y error, por el cual el hombre va mejorando su nivel de adaptación al orden natural, es un proceso lento y penoso, por cuanto el error implica sufrimiento. Sin embargo, tal proceso no es demasiado diferente del método de la ciencia experimental, que va aceptando lo que concuerda con la realidad rechazando lo que no concuerda. Las éticas propuestas por diferentes pensadores y observadores del comportamiento humano, son validadas, o no, por sus resultados una vez puestas en práctica. Marcelin Berthelot escribió:

“Los instintos sociales, los sentimientos y los deberes que de aquéllos derivan, no son, por lo tanto, propios de la especie humana y debidos a cierta revelación extraña y divina: son inherentes a la constitución cerebral y fisiológica del hombre, constitución semejante a la de los animales, aunque de una clase superior, y que ha llegado a serlo sobretodo, en el curso de los siglos, por efecto de las conquistas de nuestra inteligencia. El perfeccionamiento hereditario de estos instintos es la verdadera base de la moral y el punto de partida de la organización de las sociedades civilizadas” (De “Ciencia y moral”-Editorial Elevación-Buenos Aires 1945).

Cuando hablamos de una moral absoluta no significa que hayamos logrado conocerla con exactitud, sino que podemos acercarnos a ella paulatinamente. Puede notarse una secuencia característica, en el ejemplo considerado, en que se pasa desde el mal (asesinato de los vencidos), a una mejora social (esclavitud), y a una mejora posterior (abolición de la esclavitud). Ese progreso lo encontramos también en la ética bíblica, en la que se pasa desde la prohibición del mal (mandamientos del Antiguo Testamento) a ordenarnos hacer el bien (mandamientos del Nuevo Testamento). Así como el conocimiento científico implica un acercamiento paulatino a la verdad, sin llegar nunca a ella, la ética se acerca también a la verdad, sin llegar tampoco a ella. Pero ese cambio progresivo no significa algo convencional o arbitrario, sino que implica un paulatino acercamiento a una mejor concordancia entre la descripción realizada y lo descripto.

Siguiendo el criterio de Auguste Comte respecto del avance del conocimiento humano, en el cual aparece una secuencia que va desde la etapa teológica (religión), seguida por la etapa metafísica (filosofía) para llegar a la etapa positiva (ciencia experimental), podemos describir el camino del absolutismo, según las siguientes etapas:

1- Mandamientos de Cristo
2- Ética de Spinoza
3- Psicología de las actitudes
4- Fundamentos desde la neurociencia

Los mandamientos de Cristo sugieren amar a Dios por sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo, considerando que el amor al prójimo ha de derivarse de una visión general del mundo en el cual existe un orden natural, o bien un criterio de creación del mundo, y una voluntad creadora que requiere de cada hombre una actitud ética que se pretende imponer.

En el siglo XVII aparece el libro “Ética demostrada según el orden geométrico”, del filósofo holandés Baruch de Spinoza. El “amor intelectual a Dios” propuesto por este autor presenta, desde el punto de vista ético, una función similar al “amor a Dios” del cristianismo. Además, define con cierta precisión el significado del amor, y también del odio. Al respecto escribe:

“El que imagina aquello que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza; y uno y otro de estos afectos será mayor o menor en el amante, según uno y otro sea mayor o menor en la cosa amada”.

“El que imagina que aquello a que tiene odio está afectado de tristeza, se alegrará; si, por el contrario, lo imagina afectado de alegría, se entristecerá; y uno y otro afecto será mayor o menor según sea mayor o menor el afecto contrario en aquello a que tiene odio” (De “Ética”-Fondo de Cultura Económica-México 1985).

Uno de los conceptos básicos de la Psicología Social lo constituye la actitud, o respuesta característica, de los seres humanos. Tal respuesta estará orientada por alguna de las dos tendencias principales de cooperación y competencia. Si consideramos, además del amor y del odio, al egoísmo y a la negligencia (o indiferencia), tendremos las cuatro componentes afectivas de las actitudes. Si asociamos el amor a la tendencia cooperativa y al Bien, y si asociamos el odio y el egoísmo a la tendencia competitiva y al Mal, tendremos una ética natural y objetiva cuya validez será independiente del lugar y de la época. En cuanto a la indiferencia, también será parte del Mal, aun cuando no sea una actitud competitiva, considerando la expresión de Wolfgang Goethe: “La negligencia y la disidencia producen en el mundo más males que el odio y la maldad”.

En años recientes, con el descubrimiento de las neuronas espejo, ha surgido un fundamento adicional de la ética objetiva. Marco Iacoboni escribió:

“Las neuronas espejo están interesadas en los objetivos más que en las acciones específicas que conducen al logro de tales objetivos”.

“Las neuronas espejo efectúan una imitación interna, o simulación, de la expresión facial observada. Envían señales al sistema límbico a través de la ínsula, y dicho sistema nos permite sentir la emoción que vemos” (De “Las neuronas espejo”-Katz Editores-Madrid 2010)

Además, desde la neurociencia se están reconociendo los aportes de Baruch de Spinoza por lo que, en un futuro no muy lejano, es posible que los fundamentos de la ética queden establecidos desde el ámbito de la neurociencia. Antonio Damasio escribió:

“Spinoza es absolutamente relevante para cualquier discusión sobre la emoción y los sentimientos humanos. Consideraba que los impulsos, motivaciones, emociones y sentimientos (un conjunto que él denominaba afectos) eran un aspecto fundamental de la humanidad. La alegría y la pena constituían dos conceptos prominentes en su intento de comprender a los seres humanos y de sugerir maneras en las que éstos podían vivir mejor su vida” (De “En busca de Spinoza”-Editorial Crítica SL-Barcelona 2007).

Al buscar las causas del bien y del mal, los distintos pensadores y científicos indagan las leyes que rigen nuestro propio comportamiento, mientras que desde el relativismo moral se aduce que no existen tales conceptos. Alexander Solyenitzin escribió:

“El comunismo nunca ocultó su negación de los conceptos morales absolutos. Se mofa de las nociones de bien y mal como categorías absolutas. Considera la moralidad como un fenómeno relativo a la clase. Según las circunstancias y el ambiente político, cualquier acción, incluyendo el asesinato, y aún el asesinato de millares de seres humanos, puede ser mala como puede ser buena. Depende de la ideología de clase que lo alimente.”

“¿Y quién determina la ideología de clase? Toda la clase no puede reunirse para decidir lo que es bueno y lo que es malo. Pero debo decir que, en este sentido, el comunismo ha progresado. Logró contagiar a todo el mundo con esta noción del bien y del mal. Ahora no sólo los comunistas están convencidos de esto. En una sociedad progresista se considera inconveniente usar seriamente las palabras bien y mal. El comunismo supo inculcarnos a todos la idea de que tales nociones son anticuadas y ridículas”.

“Pero si nos quitan la noción de bien y mal, ¿qué nos queda? Nos quedan sólo las combinaciones vitales. Descendemos al mundo animal.”

Desde el ámbito del Derecho surgen quienes proponen establecer una ley humana independiente de la moral natural; algo que queda totalmente fuera del marco científico (y del sentido común). Alexander Solyenitzin escribió:

“Entre los juristas es hoy moneda corriente la idea de que el derecho es superior a la moral. El derecho, dicen, es algo definido, pero la moral es algo, según ellos, indefinido. No, ¡precisamente al revés! La moral es superior al derecho” (De “En la lucha por la libertad”–Emecé Editores SA–Buenos Aires 1976).

No hay comentarios: