lunes, 19 de febrero de 2024

La ética cristiana y su propagación

De la misma manera en que, durante las campañas políticas, algunos de los partidos concentran su discurso en la denigración de sus rivales, en materia religiosa ocurre otro tanto cuando un sector busca culpables exteriores en lugar de intentar mejorar las ventajas posteriores que ofrecería la adopción de su propuesta.

En el caso del cristianismo, se advierte la creencia de que, si no son aceptados los dogmas post-evangelios, tampoco éstos habrán de aceptarse, mientras que en realidad lo más importante es la adopción de la actitud cristiana antes que toda creencia asociada a ellos.

Se advierte que los primeros cristianos buscaban algún aspecto de la nueva religión que les asegurara una superioridad respecto de todos sus rivales. Y la mejor manera de lograrlo, como casi siempre ha sucedido, implicaba considerar la autoridad del emisor de la nueva ética en lugar de las ventajas que esa ética ofrecía; de ahí las complejidades que todavía se siguen propagando y que resultan cada vez menos accesibles al ciudadano común.

Alguien dirá que sin tales complejidades el cristianismo podría haber quedado trunco desde un principio, lo que puede ser cierto. Pero en la actualidad la prioridad ética requiere del abandono de toda clase de misterios e irracionalidades para que las prédicas originales lleguen masivamente hacia todo individuo.

Respecto del proceso que se estableció en el pasado, Alfred Loisy escribió: “La gran obra mística no se realizó de un solo golpe. Surgió del Evangelio sin haber sido prevista en él; los primeros misioneros cristianos apenas la sospecharon: surgió de su esfuerzo y como espontáneamente, como por impulso irresistible de la fe, capaz de realizar una cosa distinta de lo que los creyentes esperaban”.

“Se había anunciado el Reino de Dios y llegaba la Iglesia. Pero la Iglesia no se formó sin luchas interiores, no menos peligrosas, pero tampoco menos fecundas en el fondo para su acrecentamiento, que las luchas exteriores. La primera crisis apenas perceptible para nosotros, pero que sin embargo fue de consecuencias, fue aquella que trajo la formación del grupo helenista junto al grupo de creyentes hebreos, en Jerusalén”.

“La segunda crisis fue aquella en que se declaró la oposición judaizante a la obra cumplida por los predicadores helenistas entre los paganos. Pero apenas constituidas las comunidades helenocristianas sobre el terreno de la gentilidad cuando la intensa fermentación religiosa que se manifestaba allí, constantemente modificada por un reclutamiento de los más variados, amenazó romper la unión; esta crisis de crecimiento, que comenzó casi desde la edad apostólica y que alcanzó su plenitud hacia mitad del segundo siglo, no fue definitivamente superada sino hacia el último cuarto de ese siglo”.

“Durante ese periodo, el misterio cristiano, cuyo desenvolvimiento hemos esbozado, estuvo amenazado de disgregación, o más bien se agrandó librándose de excrecencias y de vegetaciones demasiado particulares, que se designan bajo el nombre común de gnosis, hervidero a veces superficial y casi exterior del trabajo profundo de donde surgió el cristianismo tradicional”.

“Si se observa con cuidado este cristianismo es él mismo una gnosis disciplinada, salida del movimiento que produjo las gnosis llamadas heréticas, y que se definió a sí misma condenándolas. La doctrina de que se trata era un conocimiento místico, revelación del secreto divino y programa de salvación y el cristianismo fue siempre, a su manera, y permaneció siéndolo, una gnosis, pero hizo su camino a través de un hormiguero de sectas en donde, menos seguro de sí mismo, se hubiera podido disolver y perderse fácilmente” (De “El nacimiento del cristianismo”-Argos Editorial SA-Buenos Aires 1948).

El cristianismo original, interpretado esta vez como una religión natural, compatible con la ciencia experimental, ha de ser la mejor alternativa ante los problemas acuciantes del momento. Sin embargo, desde las posturas teístas, se ataca tal forma de religión aún cuando pueda, por su intermedio, propagar la ética cristiana masivamente. De ahí que los teístas no aportan soluciones y además impiden que otros lo hagan.

Lo grave del caso es que, para los teístas, el cielo y la vida eterna se ganarían según que creamos, o no, en esos “premios”. De ahí que la ética cristiana sería de poco valor ante las creencias propuestas por la Iglesia. Desde la religión natural, por el contrario, se prioriza el cumplimiento de los mandamientos éticos en forma independiente a las creencias y posturas filosóficas de cada individuo. Para el teísta, el que acepta la religión natural (deísta), estaría imposibilitado a la vida eterna (si es que existe) por cuanto no cree lo que impone la Iglesia, aun cuando cumpliera estrictamente con la ética bíblica. Cuando la ética cristiana pasa a un segundo lugar, el cristianismo original y auténtico ha sido denigrado.

1 comentario:

agente t dijo...

¿Estamos seguros de la existencia de gnósticos en los supuestos primeros tres siglos cristianos? La primera fuente que tenemos de ellos es la “Historia eclesiástica” de Eusebio de Cesarea, escrita hacia el 320. Y si se trata de uno de los dos redactores de los Evangelios y de toda la literatura cristiana anterior a sus vidas intelectuales (primera mitad del siglo IV), eso dejaría sin base a todo lo escrito por él acerca de los gnósticos porque nos encontraríamos ante un intento de demostrar que existió cristianismo antes del siglo IV inventándose la plausible existencia de herejes dentro del credo.