domingo, 4 de febrero de 2024

Juzgar desde arriba vs. Juzgar desde abajo

Las diversas críticas que surgen respecto de una persona, de un país, de un sistema económico, etc., pueden clasificarse, entre otras formas, como provenientes de personas que observan la realidad “desde arriba”, por una parte, y “desde abajo”, por otra parte, con una transición gradual entre ambos extremos.

En el primer caso se trataría de opiniones emitidas por personas que adoptan como referencia la propia realidad, a partir de una visión amplia, buscando solucionar situaciones mediante una actitud de cooperación social. En el segundo caso se trataría de opiniones emitidas por personas que adoptan como referencia la opinión de otras personas o bien de lo que dice y piensa la mayoría, con una actitud que apunta a la destrucción de lo bueno y a la reafirmación de lo malo. Desde lo alto implica criticar al pecado y luego al pecador; desde lo bajo implica criticar al pecador con la intención de destruirlo.

Desde los Evangelios se promueve llegar al extremo de “amar al enemigo”, implicando un mensaje que proviene “desde arriba”, en el sentido indicado, cuando el ser humano ha adoptado una actitud favorable a la cooperación social, intuyendo que existe una justicia natural, o divina, que hace innecesaria al existencia de todo tipo de venganza o de violencia, aun cuando previamente se la reciba en forma injustificada.

Esta sugerencia bíblica carece totalmente de sentido para quienes transitan por la vida motivados por el odio, además de excluir la posible existencia de una justicia natural, por lo cual suponen acertada y justa toda venganza, especialmente la descalificación y difamación del enemigo. El odio, como siempre, va asociado a la mentira.

Cuando se habla de los EEUU, desde arriba puede advertirse una gran nación con ciertas debilidades, como ocurre con todos los países reales. De ahí que se haya lamentado la pérdida de numerosas vidas durante los atentados islámicos a las torres de Nueva York. Desde abajo, por el contrario, un gran porcentaje de gente afirmó “haber festejado” esas muertes, o bien convalidó al siniestro personaje que realizó públicamente tal afirmación.

Adviértase que, “desde abajo”, consideran que la opinión “desde arriba”, acerca de los atentados mencionados, les permmite ubicar en un mismo bando al que lamenta las muertes con el sector enemigo; de esa manera aumenta el número de personas a quienes destinar la producción cotidiana de veneno emocional. De ahí que resulta pura ilusión esperar que la izquierda política emita alguna forma de arrepentimiento por los más de mil asesinatos cometidos por la guerrilla de los años setenta.

Mientras que los familiares de las víctimas de ERP y Montoneros, nunca han promovido en las nuevas generaciones actitudes de venganza contra los terroristas, evitando destruirles la vida ante la posibilidad de ser portadores de un odio siempre presente, los familiares de los terroristas, por el contrario, se encargaron de mantener encendido el odio al enemigo, en lugar de explicarles que quienes iniciaron la etapa de las matanzas fueron los ideólogos izquierdistas que sembraron el odio en todo ámbito social.

Como sugirió Nietzsche, “no se odia más que al igual o al superior”. De ahí que la actitud “desde arriba”, respecto de personas odiosas que se comportan emocionalmente como un perro rabioso, está exenta de odio, aunque sí de temor y de repugnancia. Los ideólogos de izquierda, por el contrario, se dedicaron a transformar personas normales hasta denigrarlos en perros rabiosos, tal el caso de Rodolfo Walsh, ideólogo del mayor atentado hasta ese momento: una bomba en el comedor de la Policía Federal.

Adviértase el grado de decadencia nacional cuando, desde la Capital Federal de la República, se decide homenajear al ideólogo de tal atentado colocando su nombre a una estación del subterráneo. Así como en algunos países islámicos se homenajea a los terroristas que matan judíos, en la Argentina se homenajea a quienes promovieron atentados contra individuos pertenecientes a la propia sociedad.

Es oportuno mencionar la opinión de la hija de uno de los intelectuales asesinados por la guerrilla marxista de los años 70, al hacer referencia a la actitud de su padre (Jordan Bruno Genta) ante la espera de su pronto asesinato. María Lilia Genta de Caponnetto escribió: “La posibilidad cierta de la muerte violenta no le surgió ni por extrañas visiones ni por dones de adivino. Las amenazas llegaban por teléfono, todos los sábados a las 11 de la mañana (por lo menos aquellas de las que tuvimos noticia, porque varias veces atendieron el teléfono mi madre o la empleada)”.

“Jamás, por otra parte, alardeó de esa persecución, tomando de ella ocasión para ensoberbecerse o presumir de fuerte. Innumerables veces incluso, le oímos poner en duda su propio comportamiento cuando llegara el momento crucial. Transcribo exactamente: «Siempre le ruego a Dios que si cumplen la amenaza me maten pero no me secuestren. Tengo conciencia de mi bajo umbral al dolor. Me dolería mucho hacer un mal papel en ese trance, no por mí, sino por la doctrina que represento»”.

“Su estilo frente a la muerte viene a ser la «versión criolla» de un Tomás Moro (quien se defendió con todo el peso de su rango) o el de José Antonio: «la vida no es una bengala para quemarla en fuegos de artificio», o «nunca es alegre morir a mi edad»”.

“Admiraba sí, aun en el adversario, el temple ante la tortura (por comentarios por ejemplo cuando los montoneros publicaron el relato de la muerte de Aramburu), pero no creo que nadie le haya escuchado postularse como mártir, o pedir aquella muerte”.

“Frente a las amenazas tomó la misma actitud que ante otras cruces o pruebas de su vida: aceptación confiada, fidelidad y disponibilidad a la suprema Voluntad de Dios” (De “El asalto terrorista al poder” de Jordan Bruno Genta-Editorial Santiago Apóstol-Buenos Aires 1999)

1 comentario:

agente t dijo...

El entorno social que constituye la extrema izquierda, es decir todos los situados más allá de la socialdemocracia, tienen como forma de actuar acrisolada nunca conceder nada a los que consideran sus enemigos, y además, procuran obtener toda clase de ventajas a su favor, muy especialmente las económicas.